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Modelo económico en Colombia y dominio político e ideológico

18 octubre, 2021 By Alberto Maldonado Copello Leave a Comment

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La sociedad colombiana está dividida en un nivel general en dos grandes clases: los capitalistas, dueños de los medios de producción y del dinero, y los trabajadores, que carecen de medios de producción o los poseen en muy pequeña escala; a los capitalistas se suman los terratenientes que monopolizan la propiedad de la tierra. Dentro de los primeros hay divisiones según las grandes funciones -capitalistas productivos, comerciales y financieros- pero también según su tamaño y poder económico. Un pequeño grupo de capitalistas concentra la mayoría de la producción y del excedente económico, explotando directamente a los asalariados e indirectamente a los trabajadores por cuenta propia.

La clase trabajadora se divide en los asalariados y los trabajadores por cuenta propia. Dentro de los asalariados hay divisiones según los sectores en los cuales trabajan y según su vinculación a capitalistas privados o al Estado, pero también según la escala jerárquica y de ingresos. Existe una capa de trabajadores asalariados de ingresos altos y medios que se encarga de las funciones de coordinación de la producción y de la explotación del resto de asalariados. Dentro de los trabajadores por cuenta propia también hay una división según ramas de actividad y entre aquellos con formación profesional y especializada, y la gran masa que se dedica a actividades precarias de muy baja productividad, con diferencias también muy grandes en cuanto a la magnitud de sus ingresos y su calidad de vida.

El capitalismo colombiano domina económica, política e ideológicamente. En la dimensión política tanto el ejecutivo en todos los niveles, como el Congreso colombiano, las asambleas y los concejos municipales, están dominadas por partidos políticos partidarios del capitalismo, aunque haya diferencias de matices entre ellos. Los aparatos represivos del Estado están claramente al servicio del capitalismo y de los capitalistas.

Los partidos y movimientos de izquierda, casi en su totalidad, no son anticapitalistas, no promueven la superación del capitalismo. Buscan un capitalismo menos salvaje, más humano, progresista. Combaten el neoliberalismo y proponen un Estado más fuerte al servicio de los ciudadanos. Sus líneas esenciales consisten en una tributación más progresiva, donde los ricos paguen más y un Estado más redistributivo y garantista de los diversos derechos incluidos en la Constitución Política. De hecho, para muchos dirigentes de izquierda y progresistas su programa consiste en aplicar plenamente la Constitución de 1991.

La lucha de clases se desarrolla tanto en el marco de las relaciones entre capitalistas y asalariados en la esfera de la producción, en torno a la magnitud del salario, lo cual se adelanta principalmente por parte de las organizaciones sindicales, como en el conflicto con relación a la actuación del Estado en su función de complementar el salario e ingreso de los trabajadores, asalariados como por cuenta propia, mediante el acceso a bienes y servicios subsidiados o a transferencias monetarias. Son relaciones conflictivas que en determinados momentos se agudizan pero que se mueven dentro del marco de las relaciones sociales capitalistas de producción.

El dominio económico y político está a su vez vinculado al dominio ideológico. La gran mayoría de trabajadores y sus organizaciones políticas comparte la interpretación teórica de los partidarios y defensores del capitalismo, que podríamos resumir muy esquemáticamente en la siguiente forma:

  • No se pone en cuestión el modo de producción capitalista en sus fundamentos: se acepta la desigualdad fundamental, es decir, la existencia de un pequeño grupo propietario del dinero y los medios de producción y de una gran mayoría que solo cuenta con su fuerza de trabajo y se ve obligada a venderla a los capitalistas.
  • Se niega la existencia de clases en conflicto y la violencia estructural; en lugar de hablar de clases sociales se habla de jóvenes, de mujeres, de adultos mayores, de ciudadanos o colombianos.
  • Se critican las consecuencias del capitalismo: desempleo, pobreza, desigualdad, pero no se relacionan dichas consecuencias con el modo de producción capitalista como su causa fundamental.
  • Se considera que la causa fundamental es un Estado neoliberal, que favorece los intereses de los capitalistas en su actuación.
  • La desigualdad se ve principalmente como un resultado de un Estado que no establece impuestos elevados a los capitalistas y que no redistribuye suficientemente ingresos.
  • El desempleo y la pobreza se ven como resultados de deficientes políticas y gestión de los Estados.
  • Se explica la pobreza y la miseria de grandes masas principalmente por la corrupción estatal.
  • En síntesis, el problema, de acuerdo con esta visión, es un Estado que no responde a los intereses populares

De este modo se acepta el marco conceptual de los teóricos del capitalismo. Por ejemplo, Samuelson, premio nobel de economía y autor de una de las introducciones a la economía más difundidas, sostiene que el sistema de mercado capitalista es el esquema más eficaz de asignación de recursos y un modelo eficiente, que tiene algunas fallas, que no son inherentes, sino resultado de circunstancias externas. Estas fallas son la ineficiencia productiva derivada por ejemplo de monopolios; la desigualdad del ingreso, y las crisis y recesiones. La solución para estos problemas se encuentra en el Estado. La desigualdad del ingreso, por ejemplo, no es para Samuelson un problema del modo de producción capitalista, es un problema de la ética y de la política. Se disocia por completo la estructura y funcionamiento del capitalismo de sus consecuencias lesivas para los trabajadores.

Esta forma de pensar es adoptada también por la gran mayoría de trabajadores que tienen una fe supersticiosa en el Estado. Confían y esperan que llegue un gran líder al Estado que en vez de beneficiar a los ricos se preocupe por los pobres. Es una aspiración comprensible, muy conveniente para los capitalistas que pueden ser cuestionados individualmente, pero sin que se cuestione de fondo al sistema capitalista.

Un ejemplo de esta situación es la protesta de los jóvenes de familias trabajadoras condenados al desempleo, tanto en las capas de menores de ingresos como en las capas de ingresos más altos. Estos jóvenes, que no trabajan ni estudian, son población sobrante para el capitalismo. ¿Qué quieren estos jóvenes? Empleo.

De acuerdo con encuestas de opinión entre los jóvenes de las clases trabajadoras el principal problema que enfrentan es el empleo. Se señala incluso que más que pelear por una renta básica transferida por el Estado, lo que quieren es oportunidades laborales para obtener los ingresos a partir de su propio trabajo. La gran mayoría de los jóvenes de las clases trabajadoras está afectada seriamente por el desempleo, por el subempleo, por ocupaciones informales, inestables y de baja productividad, por salarios e ingresos bajos, por condiciones laborales precarias. Como consecuencia, viven en la pobreza y la carencia de necesidades básicas, sociales y culturales.

En el marco del capitalismo la opción principal para la gran mayoría de proletarios de obtener un ingreso es consiguiendo un empleo con un salario determinado; es, por tanto, apenas natural que una aspiración de los jóvenes de las clases trabajadoras sea conseguir un trabajo remunerado.

Pero en la sociedad capitalista se contratan trabajadores no con el fin de ayudarles a tener un ingreso sino con el propósito de obtener una ganancia extrayendo un excedente. Por tanto, lo que están pidiendo los jóvenes de la clase trabajadora es que los capitalistas los exploten, que les extraigan plusvalor. Es una situación contradictoria. Mientras que en la esclavitud los esclavos querían huir de sus amos y buscar sitios propios donde vivir y trabajar sin dicha dominación, o donde los siervos querían liberarse del yugo de los señores feudales, en el capitalismo los explotados buscan al patrón, para que los contrate. Es una forma, como hemos de dicho, de dominación muy sutil y eficaz.

Además de empleos se demanda un conjunto de medidas que pueden resumirse en mejorar el salario social, en aumentar la parte del producto interno bruto que corresponde a los trabajadores: servicios de educación superior gratuitos, renta básica universal, mejores servicios de salud, etc. Estas exigencias apuntan a lograr que disminuya la parte que le corresponde a los capitalistas mediante sus ganancias y aumente la parte que le corresponde a los trabajadores.

Es destacable que millones de trabajadores estén realizando estas demandas y enfrentando y presionando al Estado. Es admirable la valentía de cientos de miles de jóvenes trabajadores. Es extraordinario que los trabajadores se rebelen y exijan mejores condiciones de vida. Es un asunto de dignidad y subsistencia.

Pero la protesta social, valiente y decidida, se desarrolla, en general, en el marco de los límites del capitalismo. No se ve que puede ser posible otro mundo. No se busca ese otro mundo. Por tanto, a pesar de la fuerza del movimiento, de la capacidad de confrontar al Estado y de extraerle concesiones (la mayoría de las cuales se ofrecen solamente para desactivar la protesta sin la menor intención de cumplirlas), el capitalismo no está cuestionado de fondo. La rebeldía es, en esta perspectiva, conservadora del modo de producción capitalista.

Alberto Maldonado Copello

Foto tomada de: Colombia Cooperativa

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Filed Under: Revista Sur, RS Desde el sur

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