Es verdad que dar la cara por Venezuela no es sencillo, como no lo era hacerlo por el gobierno del Frente Popular en 1936, cuando incluso el gobierno de León Blúm, el primer gobierno socialista de Francia, se negó a mandar armas al gobierno legítimo asediado por la coalición de Franco con Mussolini y Hitler. Lo pagaron caro, porque Alemania terminó, tres años después, invadiendo Francia y entrando al paso de la oca en París.
EEUU decidió construir con Venezuela el villano universal. El presidente Chávez hizo cosas desde su victoria en 1998 para las que la condición imperial norteamericana no estaba acostumbrada. Dijo que el territorio venezolano iba a seguir libre de bases norteamericanas, echó a la DEA del país por las relaciones de los norteamericanos con el narco, subió las regalías del petróleo, organizó la OPEP y subió los precios del petróleo, planteó la necesidad de incorporar otras monedas diferentes al dólar en el comercio mundial, ayudó a otras fuerzas de la izquierda latinoamericana a que se organizaran y ganaran elecciones, creó la UNASUR y la CELAC y mandó al basurero de la historia a la OEA (a la que ahora no van a ir ni México ni Colombia en solidaridad con Venezuela, Cuba y Nicaragua) o abrió relaciones con China y Rusia. Es decir, le dijo a los EEUU que Venezuela era territorio soberano. Y EEUU, desde entonces, no ha parado de intentar tumbar a los gobiernos bolivarianos, primero con Chávez y luego con Maduro, desde el paro petrolero hasta el Nobel de la guerra a María Corina Machado pasando por el golpe de Estado de 2002 al que hizo fracasar el pueblo echándose a la calle y el bloqueo económico.
La presión en todos los países ha sido dura, reforzada por el exilio económico de millones de venezolanos que tuvieron que abandonar el país por el bloqueo y las sanciones y que son objetivo central del envenenamiento mediático. Sin embargo, crece y crece el número de venezolanos que están regresando a su país cuando han experimentado en sus propias carnes lo que significa ser exiliado en el siglo XXI. Especialmente en los EEUU de Donald Trump, al que Machado dedicó su Nobel y que él agradeció diciendo que no sabía quién era María Corina Machado.
Por cierto, no sé qué pensarán en Suecia de que Machado dedique el Nobel a una persona que acaba de publicar un video con Inteligencia Artificial literalmente cagándose sobre millones de ciudadanos que ejercen el derecho constitucional a la protesta contra una persona que se cree un rey.
Hablando de creencias, hubo una parte de la izquierda que se creyó la patraña de que si no se enseñaban las actas -cosa que nunca se ha hecho desde que la votación es electrónica-, ellos no validaban el resultado electoral. En ese momento se afirmó que lo que decía el Tribunal Supremo no valía -cuando vale para cualquier otro país- o se afirmaba que María Corina Machado había mostrado las dichosas actas, cuando si eso fuera cierto estarían colgadas en la red en las páginas de El país, Caracol, CNN y Clarín. Resistir la presión mediática y política de defender a Venezuela no es sencillo.
Ahora mismo Daniel Noboa está reprimiendo y asesinando a su pueblo en Ecuador. ¿Alguien se ha enterado? Algunos de esos que hicieron rimbombantes declaraciones sobre Venezuela ¿están diciendo algo de la represión en Ecuador? El asunto nunca tuvo que ver con los derechos humanos, algo con lo que, por cierto, aún hay muchos pendientes en todos nuestros países, en todos, y sobre lo que convendría poner más atención y no usarlo como un arma para golpear a los países que pone en la diana la necesidad geopolítica norteamericana y, por su seguidismo, europea.
Pero la coartada de que el problema era Venezuela se está terminando. Este fin de semana fue la Feria del Libro del Zócalo, en la Ciudad de México. Venezuela estuvo presente con ideas, música y literatura. Se pudo escuchar a la orquesta Juan José Landaeta, del sistema nacional de orquestas y coros juveniles, que unió los corazones de México y Venezuela ofreciendo música frente a bombas. Estuvo presente el ministro de Cultura de Venezuela, Ernesto Villegas, con la biografía sobre Maja Poljac, su madre, que resume el viaje de dignidad de una judía comunista desde Croacia hasta la Venezuela de Chávez, donde encontró la identidad emancipadora por la que siempre había luchado, primero contra los nazis y luego contra los EEUU y sus lacayos. Se presentaron libros que demostraban la tergiversación global y organizada contra Venezuela, como el de Filip Ristic, presentado por Christian Hernández y un servidor (https://www.youtube.com/watch?v=HeckpcuItrA) y, en términos generales, se denunció la estrategia de los EEUU de demonizar a Venezuela con dos únicos intereses: robarles el petróleo y castigar a la izquierda.
Hemos visto que la demencia de Trump ya está tomando tintes de insania mental. En la misma Feria del Zócalo, José Miguel Sánchez Giraldo, director de Desarrollo e Integración Fronteriza del gobierno de Gustavo Petro, recordaba que las palabras de Petro en Naciones Unidas en nombre de la vida iban en la dirección contraria de aquella oferta del presidente Santos a Obama brindándole Colombia como la futura Israel norteamericana. Petro dijo en Naciones Unidas que Trump es un asesino porque ha matado a seres humanos que iban en lanchas lanzándoles misiles. Hoy sabemos que Trump mandó asesinar a pescadores colombianos y a ciudadanos de Trinidad-Tobago y de Venezuela. Y ante ese señalamiento, Trump ha contestado amenazando al gobierno de Colombia e insultando sin pruebas a Gustavo Petro.
El mismo Trump que amenaza a España para que se apresure en gastar más dinero en la OTAN, que amenaza a Brasil con aranceles por juzgar el intento de golpe de Estado de Bolsonaro, que ha indultado a los que intentaron el golpe de Estado entrando en el Capitolio, que insulta al pueblo argentino llamándoles muertos de hambre y que les dice que si no votan lo que él manda no tendrán préstamos, que amenaza a México por el fentanilo que se produce no en México, sino en los EEUU, consecuencia de su política de tolerancia farmacéutica, que obliga a Argentina y a Panamá a romper con las empresas chinas y que ha terminado acusando de ser el jefe del narcotráfico al presidente de la CELAC y presidente de Colombia, Gustavo Petro, quien más droga ha incautado en la historia del país y, encima, sin asesinar a nadie.
El mundo se está enterando de quién es Donald Trump y quién es EEUU. Y, repetimos, bienvenida sea esa izquierda que le compró el marco a los EEUU y que recomendaba dejar caer a Venezuela para que no contaminara, como nos pasaba a otros. Nunca es tarde si la dicha es buena. Poco a poco, el mundo irá entendiendo que todos los ataques a Venezuela no tenían otra interés que robarles el petróleo. Y eso no significa que no haya que seguir trabajando. Queda mucha tarea y el socialismo sigue siendo una asignatura pendiente.
Como todos nuestros países, Venezuela deberá seguir trabajando por ensanchar la democracia, lo que no es sencillo en un mundo global capitalista, y menos aún con EEUU amenazando con asesinatos y bloqueos permanentemente. Les toca a los venezolanos ser patriotas y ahora tienen la ventaja de que cuentan con un santo popular para acompañarles en esa tarea. Y al igual que hay mucho riesgo de que lo que ha pasado en Gaza pase en otros países, incluidos los nuestros, no olvidemos que todo lo que han intentado en Venezuela, lo van a intentar en cualquier país que desobedezca a las élites que mandan en los EEUU. Incluidos los norteamericanos demócratas y, por supuesto, los inmigrantes en ese país.
Por eso, insistimos en que con Donald Trump hay tres salidas: una guerra civil en los EEUU, una guerra mundial -que está rondando- o una presión interna y externa que saque del gobierno a una persona que, si amenaza con prenderle fuego a su propio país, hay que entender que tiene muchos menos escrúpulos para prenderle fuego al mundo.
Juan Carlos Monedero
Foto tomada de: BBC

Como anillo al dedo el poema de Bertold Brecha: vivieron por los comunistas, pero como yo no era comunista …,
Trump se va a meter en un segundo Vietnam en América Latina: Brasil, México, Venezuela y Colombia, y por segunda vez , como en Gaza, será derrotado.