Hoy estas acusaciones infundadas se mantienen, pero Trump, ha decidido reformularlas con el fin de otorgarle legitimidad a la campaña militar de “cambio de régimen” emprendida hace ya tres meses en el Caribe. El presidente Nicolás Maduro ya no es solo un dictador que sigue en el poder porque manipuló los resultados electorales. Es también el cabecilla del todo poderoso cártel de los soles responsable de haber introducido en Estados Unidos las drogas ilegales que matan 200.000 ciudadanos estadounidenses al año. Lo que constituye, según Trump, una “grave amenaza para la seguridad nacional”, que permite calificar a Maduro, a su gobierno y a la cúpula militar de Venezuela de “narcoterroristas”, que deben ser eliminados antes que detenidos y juzgados. Como ha venido ocurriendo con los tripulantes de lanchas de pescadores bombardeadas en el Caribe y en el océano Pacifico.
Soy consciente de que utilizar como socialista a un gobierno y a un partido político suscita muchos interrogantes, dadas las enormes diferencias existentes entre los socialistas del mundo, incluidos los de América Latina. Por lo que voy a intentar exponer qué clase de socialismo es el “socialismo del siglo XXI”, proclamado por primera vez por el presidente Hugo Chávez comparándolo con dos de las más destacadas experiencias socialistas de nuestra América. La primera y más duradera experiencia cubana. A la que dio comienzo la proclamación por Fidel Castro del carácter “socialista y democrático” de la revolución cubana, en un histórico discurso pronunciado en las calles de La Habana, el 16 de abril de 1961. Un día después del letal bombardeo de los aeropuertos cubanos por la fuerza aérea de Estados Unidos y un día antes del desembarco en Bahía de Cochinos de 1.200 mercenarios cubanos, organizados y armados por la CIA. El desembarco fracaso y los belicistas de Washington echaron en cara al presidente John F. Kennedy que no hubiera enviado a la marina de guerra estadounidense a apoyarlos abierta y decididamente. Kennedy intentó complacerlos decretando el 3 de febrero de 1962 el bloqueo total a Cuba que, con diversos altibajos, todavía está vigente. ¿El motivo? La nacionalización de las empresas estadounidenses que controlaban la industria eléctrica y la telefonía y la reforma agraria que expropió a los ingenios azucareros y repartió la tierra entre los campesinos. Pero Kennedy, después del fracaso de Bahía de Cochinos, habría de decepcionar de nuevo a los círculos más agresivos del llamado por el presidente Dwight Eisenhower, “complejo industrial militar” su decisión de resolver en mediante el diálogo y la negociación con el líder soviético Nikita Jruschóv la llamada “Crisis de los misiles” de octubre de 1962. Ellos habrían preferido un ataque nuclear a la Unión Soviética, que hubiera resuelto a su favor la “Guerra fría” que desde 1948 enfrentaba a Estados Unidos con la potencia que había sido su aliada en la Segunda Guerra Mundial. No sorprende entonces que, en noviembre de 1963, Kennedy fuera víctima mortal de un complot organizado por la CIA, según han revelado los documentos referidos a su asesinato desclasificados hace un par de meses, por petición expresa de su sobrino Robert Kennedy J.
La otra gran experiencia socialista la representa el gobierno del presidente Salvador Allende, uno de los fundadores en 1933 del partido socialista chileno. El ganó las elecciones a la presidencia en el 4 de septiembre de 1970 y fue ratificado por el Congreso, después del asesinato del general René Schneider, comandante del Ejército. Fue tal la conmoción causada por este crimen, atribuido a un grupo de ultraderecha vinculado ideológicamente al Partido Nacional, que los parlamentarios de la Democracia Cristiana sumaron sus votos a los parlamentarios de la Unidad Popular para asegurar su victoria electoral. La primera medida política importante del gobierno de Allende fue la nacionalización de la industria del cobre, gracias a una ley que fue aprobada en el congreso por los votos de la coalición llamada Unidad popular: comunistas, socialistas, más el Partido Radical, Mapu y el Partido Nacional. A esta nacionalización siguió la expansión muy enérgica de la reforma agraria, iniciada de forma muy limitada en 1962 por el gobierno de Jorge Alessandri del Partido Nacional y ampliada en 1967 por el gobierno del demócrata cristiano Eduardo Frey Montalvo. El ciclo de medidas socialistas lo cerró la expropiación de la Compañía de Teléfonos de Chile de propiedad de la ITT, a raíz de un escándalo de corrupción en su seno, denunciado por The Washington Post. Fue el detonante de la virulenta campaña subversiva destinada al derrocamiento de un gobierno que gozaba de grandes simpatías respaldo entre la opinión pública liberal y la izquierda socialista y comunista europea de la época, por su decisión de emprender la “vía democrática y pacífica al socialismo”.
Una política que contradecía abiertamente la política de la creación inmediata de un foco guerrillero capaz de desencadenar a voluntad la revolución, inspirada en el ejemplo de la Revolución cubana y formulada de manera explícita por Regis Debray en su panfleto Revolución en la revolución de 1964. Esta fue la política que inspiró la fundación de los ejércitos de liberación nacional de Venezuela, Colombia, Perú y sus correspondientes, Tupamaros en Uruguay y Montoneros y PRT en Argentina. Con la excepción de Colombia, todos fueron derrotados, incluida la efímera tentativa del Che Guevara de organizar un foco guerrillero en Bolivia. Allí lo mataron el 8 de octubre de 1967. A Camilo Torres, el cura guerrillero, lo mataron el 15 de febrero de 1966, a pocos meses de su incorporación a las filas del ELN de Colombia.
Sin embargo “la vía democrática y pacífica al socialismo” pronto resultó truncada. El 11 de septiembre de 1973 el general Augusto Pinochet encabezó un sangriento golpe militar que mató al presidente Allende, derrocó su gobierno, ilegalizó a los partidos e impuso una férrea dictadura militar que, como tal, duró hasta marzo de 1990. En el curso de la misma se revirtieron las medidas socialistas adoptadas por el gobierno, con la excepción de la industria del cobre que, conservó su titularidad pública, pero se abrió a la firma de acuerdos con empresas privadas para la explotación de yacimientos y las inversiones en nuevas tecnologías. Y el manejo de la economía nacional se puso en manos de los llamados Chicago Boys que, guiados por Milton Friedman aplicaron a rajatabla el programa económico del neoliberalismo. El mismo que convertiría en dogma el Consenso de Washington de 1989.
El examen de historia del surgimiento del socialismo venezolano resulta muy revelador. Es una demostración en los hechos de que la política socialista en América Latina y el Caribe han derivado de la maduración política de los movimientos populares y antiimperialistas nacionales, antes que del seguimiento de las tesis y las orientaciones políticas impartidas por los partidos socialistas y comunistas que se han limitado a aplicar en nuestro continente las lecciones impartidas por los partidos socialistas y comunistas europeos. O asiáticos. El antecedente más evidente lo representa el Movimiento 26 de Julio de Cuba, liderado por Fidel Castro, Camilo Cienfuegos, Haydee Santamaría y Vilma Villaespín, entre otras. Los movimientos populares y antiimperialistas se vuelven socialistas, cuando descubren que sólo acudiendo a políticas socialistas pueden garantizar tanto la satisfacción de los intereses de las mayorías populares como la independencia nacional.
Es el caso de Hugo Chávez, quien como perteneciente a una formación de élite del ejército venezolano de la época, fue testigo de la sangrienta represión de lo que se llamó el “Caracazo”. El estallido social que se desencadenó el 27 de febrero de 1989 y duró hasta el 4 de marzo del mismo año. ¿El motivo inmediato? La subida espectacular del precio de los productos de consumo básico, la gota que colmo el vaso de la paciencia popular ante un régimen económico y social que permitía que los beneficios de la industria petrolera fueran apropiados por las compañías estadounidense y el grueso de la renta petrolera por una oligarquía parasitaria. Consciente de esta situación, Chávez, al mando de un grupo de militares, intentó un golpe de Estado el 4 de febrero de 1992. Fracasó. Fue encarcelado y posteriormente liberado. Se presentó como candidato a las elecciones presidenciales de finales de 1998 y las ganó. Tomó posesión de la presidencia el 2 de febrero de 1999. E inmediatamente después convocó una Asamblea Nacional Constituyente que se reunió el 3 de agosto de ese mismo año, discutió y aprobó una nueva Constitución, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Con estas decisiones estratégicas Chávez demostró su decisión de apartarse del modelo cubano de régimen de partido único y de emprender su particular versión de la vía pacífica y democrática al socialismo. Que incluye la democracia parlamentaria, excluye la estatización de todos los medios de producción y de vida, a la manera soviética, y estimulaba la coexistencia mutuamente beneficiosa de la dirección de la economía por el Estado con la empresa privada.
Es lo que existe actualmente en Venezuela, que es una democracia parlamentaria que, con la participación de una veintena de partidos entre los que figura el movimiento político de María Corina Machado, ha venido celebrando regularmente elecciones presidenciales y parlamentarias desde las que ganó Chávez por segunda vez.
La industria petrolera, así como sectores claves de la economía como las empresas energéticas y de comunicaciones, están en manos del Estado, pero el resto de la actividad económica está en manos de la iniciativa privada. Y ambos sectores aúnan esfuerzos en el marco de un plan estratégico de desarrollo nacional llamado Plan 7 T, plan de las siete transformaciones.
Por último, pero no por último menos importante. En la dirección de este gran proyecto histórico no está un dictador omnipotente, sino un presidente de la república que es militante del Partido socialista Unificado de Venezuela, fundado por en 2008 por un Hugo Chávez consciente de que no es posible ningún avance al socialismo sino se cuenta con un partido político de la clase obrera que lo dirija.
Son todos estos factores los que explican que la República Bolivariana de Venezuela haya podido resistir hasta la fecha con éxito el bloqueo inhumano y las sucesivas campañas subversivas adelantadas en su contra. Y lo que explica también que Trump haya decidido asaltar militarmente a Venezuela.
Carlos Jiménez
Foto tomada de: El País

Deja un comentario