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Un blues para una mujer separada de su verdadero poder

4 agosto, 2025 By Álvaro Hernández V Leave a Comment

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“Hoy tengo ganas de gritar”, dijo… y gritó, y erró.

La culpa es de la política, y la corrección está en ella. Es cuestión de saber en dónde somos eficaces para hacerla; es cosa de conocer cuáles son nuestras potencias y los escenarios propicios para provocar los efectos deseados.

Si aceptamos que la política es un trabajo público que pretende solucionar los problemas de bienestar que la población no puede lograr por sí misma, y resolver sus conflictos; la política puede hacerse en cualquier parte y a cualquier nivel de la estructura social. De hecho, el trabajo de crear organizaciones de base y emprender proyectos para la mejoría de las condiciones de vida de las comunidades, se logran mejor con la resistencia organizada de la gente. Y para ello no es indispensable el Congreso o la vicepresidencia, pues la democracia verdadera no reside en la cumbre sino en el llano.

Francia Márquez Mina comenzó haciendo política – sin saberlo – desde la perdida comunidad de La Toma, en Suárez, Cauca, cuando participó en la resistencia de los pobladores de Suárez, Morales y Buenos Aires al proyecto oficial de desviar el río Ovejas a la represa de Salvajina, y después, al oponerse a la minería ilegal mafiosa, y a la explotación legal de las trasnacionales en los territorios ancestrales de las comunidades negras en las que se crió. Un oficio que ella misma realizó muy temprano.

Y siguió haciendo política de la buena en 1994, al participar en la organización social que logró por primera vez en Colombia y conforme con la ley 70 de 1993, se “consultara” a las comunidades sobre la conveniencia de desviar el Ovejas. La consulta fracasó, pero legitimó “el derecho a la consulta previa” para las negritudes, abrió la puerta a nuevas formas de organización política y de identidad afrodescendiente, que reclamaron su espacio en el espectro político nacional.

Pocas veces se ha visto un resultado político de tanto calado en la vida nacional, como el que brotó de ese grupo con identidad propia que rediseñó las prioridades de la política pública.

Esas mismas organizaciones exigieron la titulación colectiva de los territorios de comunidades negras; resistieron la violencia paramilitar y guerrillera por la minería ilegal; el desplazamiento forzado, la masacre del Naya; y se opusieron al otorgamiento masivo de licencias a grandes proyectos mineros de empresas trasnacionales. Hasta que Francia Márquez, Yair Ortiz Larrahondo y el Consejo Comunitario del corregimiento de La Toma, obtuvieron que la Corte Constitucional protegiera los derechos fundamentales a la población afrodescendiente víctima del desplazamiento forzado, reconociera a la comunidad de La Toma con derecho sobre su territorio y a la minería ancestral, y suspendiera los títulos mineros a las grandes corporaciones.

Un éxito rotundo encaminado a proteger el bienestar de la gente. ¿No es esto, de lo que trata la política?

El fallo no impidió el incremento de la minería ilegal, ni que varios dirigentes fueran asesinados. Cuando en 2014 el Estado incumplió un acuerdo alcanzado con la mediación del Alto Comisionado de Naciones Unidas en Colombia para frenar la extracción ilegal de oro en sus tierras originarias; se organizó La marcha de los turbantes que cerca de 80 mujeres negras hicieron desde La Toma hasta Bogotá. Tras 22 días de protestas se firmó un acuerdo con el gobierno que tampoco frenó la minería ilegal, ni dio seguridad a los dirigentes populares. Francia Márquez fue declarada objetivo militar de las AUC, y huyó con sus hijos a Cali.

Para entonces tenía estatura de personaje nacional. En 2015 obtuvo el Premio a la defensa de los DD HH en Colombia, y en 2018 recibió el importante premio Goldman en reconocimiento a su activismo ambiental. Figuraba ya internacionalmente, sin que su vulneración disminuyera, pues días después fue víctima de un atentado en Santander de Quilichao, saliendo ilesa. En 2019 ganó el Premio Joan Alsina de Derechos Humanos; y figuró en la lista que la BBC News publicó de las 100 mujeres más influyentes e inspiradoras en el mundo.

En 2018 decidió hacer política electoral, y fue candidata a la Cámara por las Comunidades Afro-Descendientes, en la lista del partido Consejo Comunitario Yurumanguí, con el respaldo de Colombia Humana, pero no le alcanzó. Con la base de sus 14000 votos participó en 2022 en la consulta del Pacto Histórico a las presidenciales, siendo la segunda votación que le valió para ir en la papeleta como vicepresidente.

Entonces comenzaron los dolorosos, al confundir un honor conferido por el voto popular con el supuesto poder que desde allí podría ejercerse. La constituyente del 91 abolió la figura del “Designado” que desde 1843, con algunas interrupciones funcionó sin causar conflictos de poder, y trajo la vicepresidencia que había probado en el vecindario ser conflictiva, inocua e inútil, incluso en USA. Baste recordar las discordias peligrosas entre Humberto De la Calle y Ernesto Samper, y los mal disimulados distanciamientos de casi todos los elegidos como vices, salvo los regalados como Pachito Santos, Oscar Naranjo o Angelino Garzón (que entonces ya había entontecido); o los que con fuerza electoral propia llegaron a repartir el queso, como Germán Vargas Lleras.

La vicepresidencia es un desierto, no se previó para cosechar nada. Carece de todo poder y su única función es esperar la presunta ocasión de sustituir al titular. Por ello los presidentes les “encargan oficios” para que no se sientan inútiles, y dejen de andar poniendo velas sin haberse levantado el altar. A Francia se le encomendó inaugurar el Ministerio de la Igualdad Social que pintaba hecho a su medida, y muchos pensamos que podría promover el ascenso de sus comunidades ancestrales que siguen llevando una vida precaria, y la de otros sectores vulnerables. Pero la cosa no resultó. Juan M. Santos brilló cuando estrenó el Ministerio de Comercio Exterior; porque es difícil hacerlo mal cuando nadie lo ha hecho antes.

Desde luego que hay una diferencia de conocimientos de las cuestiones públicas y de experiencia personal en la burocracia. Las condiciones socioeconómicas y sociales en las que nuestra vicepresidente creció la limitan, lo sabíamos. Por ello es injusto achacar el fracaso de esa gestión a Petro. Y creo que Francia Márquez no fue utilizada. Simplemente llegó de placé en la carrera dominical y el lugar fue de ella, aunque pudo ser del tercero. Y me parece que se equivocó al pensar que desde el Congreso primero, y después desde la vicepresidencia, su rebeldía de mujer negra encontraría un mejor lugar para seguir la lucha por las reivindicaciones y los derechos sociales que la hicieron una líder potente.

El poder de Francia pudo contarse en votos, porque lo ganó sudando codo con codo con su gente, y corriendo los mismos riesgos. Y su lugar de fortaleza sigue estando allí… o cerca de allí.

Si como dijo al recibir el Goldman, en su comunidad aprendió “que la dignidad no tiene precio, que resistir no es aguantar”, y le enseño a amar el territorio como espacio de vida, a luchar por este, incluso poniendo en riesgo la propia vida”; tiene mucho por hacer, pero quizá su lugar adecuado no sea el del parlamentarismo. El Congreso desencanta a quien pretende hacer mucho, porque todo depende de la correlación de fuerzas, y con frecuencia “los principios” impiden hacer arreglos que faciliten transformaciones.

En campaña a la Cámara se preguntó si aquél sería su lugar (“Uno se cuestiona: ¿será que estoy equivocada? ¿Será que esto no es lo mío?”), por la discriminación racial que vivió. No es esa la razón por la que creo que debe volver a las bases donde edificó su poder político. Necesita prepararse y preparar una fuerza capacitada para gobernar, para conciliar ideas, y entonces regresar. No es preciso ser blanquito para gobernar, pero hay que dejar de considerarse negrito para hacerlo bien.

Luchadoras de su talla tienen el deber de impedir que sus comunidades “sobrevivan o mueran de tristeza, de enfermedades o porque los declaran objetivo militar”, según declaró al ser merecidamente premiada. Y esa tristeza de la que habló me hizo pensar en una canción triste al modo blues que a su gente no cuadra, con la idea de que a usted le cuadre. Porque pienso que mucho convendría que su gente se olvidara de La Cabaña del Tío Tom, y leyera cualquier novela de James Baldwin o Erskine Cadwell, que alentaron con su ejemplo y su prosa a sobreponerse a la adversidad de ser negro, en un sistema más implacable y corrupto que el nuestro. Entonces esa luchadora gritaría contra los verdaderos causantes de su rabia, evitando ser utilizada por ellos.

____________

[i] Forma musical popular surgida entre la población afroamericana del sur de los Estados Unidos de América, que se caracteriza por su ritmo lento y su tono melancólico (Diccionario RAE).

Álvaro Hernández V

Foto tomada de: Indepaz

*Forma musical popular surgida entre la población afroamericana del sur de los Estados Unidos de América, que se caracteriza por su ritmo lento y su tono melancólico (Diccionario RAE).

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