Apenas conocida la noticia de la caída de la condena de Uribe, el Centro Democrático comenzó a tratar una agenda con el exmandatario para buscar canales con otras fuerzas de oposición y darle forma a una coalición de derecha que enfrente tanto al petrismo como a una corriente ideológica que el establecimiento considera riesgosa.
Tras el resultado de la consulta del Pacto Histórico del 26 de octubre, el llamado del Partido Liberal liderado por César Gaviria ha sido regresar al acuerdo que tenía con Álvaro Uribe y sumarle fuerzas provenientes del amplio espectro de la oposición. O, como dijo Uribe, “Desde Abelardo de la Espriella hasta Sergio Fajardo”. Dando ya por descontada la presencia de la izquierda en la segunda vuelta de la elección presidencial de 2026, el propósito de la reunión de Gaviria y Uribe en Medellín el 31 de octubre fue acordar un mecanismo de consulta interpartidista que garantice la presencia de un candidato único de la derecha en junio de 2026. Al encuentro de Medellín para la conformación de una coalición que enfrente al candidato de la izquierda en las urnas en 2026 han seguido otras reuniones con sectores tradicionales con Álvaro Uribe como principal promotor de la iniciativa. Han participado en ellas dirigentes como Efraín Cepeda (Conservador) y Germán Vargas Lleras (Cambio Radical), buscando un mecanismo que permita depurar candidatos que, según Vargas Lleras, debe estar definido antes de finalizar el año.
La búsqueda de alianzas no es exclusiva de la derecha. Del lado opuesto también se ha iniciado un camino hacia un frente amplio y la definición de un candidato que lo represente. En efecto, Iván Cepeda arrancó en punta, pero Roy Barreras, considerado una ficha clave en el tablero electoral, ha anunciado su intención de buscar también la presidencia, al considerar que ese frente al que deben unirse sectores de centro es potencialmente ganador.
A luz de lo hasta ahora visto queda claro que nada está escrito todavía. La polarización sigue marcando la dinámica política en el país y si se percibe un afán irrefrenable por definir candidatos propios, ello se debe a dos factores. En primer lugar, a la enorme cantidad de aspirantes a candidatos a las elecciones de 2026 sin que se destaque un ganador absoluto y, en segundo lugar, como causa de lo anterior, a la atomización y práctica desaparición de los partidos políticos, convertidos en máquinas electorales o en mecanismos para recaudar dineros oficiales, en trampolines para llegar al Congreso o en espacios para figurar.
En cuanto a la dinámica circunscrita al proceso electoral que se avecina, es de destacar el valor que adquiere el llamado centro – o los que se presentan como tal – como bisagra para completar los votos necesarios para aspirar a la presidencia dado que ninguno de los extremos cuenta con el número suficiente de votos para imponerse limpiamente. Esta circunstancia también les abre las puertas a los llamados outsiders que nacen como expresión de crisis profundas de los partidos o de la clase política, rara vez portadores de grandes innovaciones porque no escapan al régimen. Como Abelardo de la Espriella cuyo gran aporte ha sido hasta ahora imitar las campañas políticas gringas como expresiones de un Estado espectáculo cuya función principal es emocionar o divertir al público.
Ya se verá después de marzo.
Rubén Sánchez David
Foto tomada de: Telemedellín

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