Luego Petro denunció y condenó el despliegue naval (8 buques de guerra, un submarino nuclear, miles de marines y un portaaviones de combate de gran calado) en el mar caribe muy cerca de la frontera marítima de Venezuela, con el pretexto de “combatir el narcotráfico”, que presuntamente sale desde las costas venezolanas hacia ese país, por considerarla, además de una agresión a los países Latinoamericanos y caribeños, una avanzada para incursionar militarmente en Venezuela, con el objetivo de derrocar el gobierno de Nicolás Maduro, producir un violento cambio de régimen, entregarle el poder a la oposición de la extrema derecha venezolana y recuperar para las multinacionales norteamericanas el control y explotación de la más grande reserva petrolera del mundo, nacionalizada por el entonces presidente Hugo Chávez Frías. Además, denunció que la agresión a Venezuela desatará un conflicto regional de incalculables proporciones, con el mayor riesgo para la paz y la vida de los pueblos latinoamericanos y del Caribe, principalmente venezolanos y colombianos.
El presidente también denunció que las fuerzas naval estadounidense ha explotado con misiles, en aguas internacionales del Mar Caribe 12 embarcaciones y dos más en el Océano Pacífico, en las que asesinaron 57 seres humanos, incluidos varios colombianos, probablemente pescadores, acusados de “narcotraficantes” que presuntamente transportaban “toneladas de cocaína” hacia el territorio estadounidense; declaró que no presentaron pruebas, violaron las normas y los protocolos internacionales; tampoco informaron al Congreso del imperio; dijo que se trató, de asesinatos, ejecuciones extrajudiciales con las que se dio inicio al segundo genocidio del siglo XXI; esta vez ordenado por Trump, amparado en una supuesta declaratoria “guerra” contra el narcotráfico, sin previa autorización del Congreso norteamericano. En reciente editorial del periódico New York Times y voces de jueces y congresistas demócratas y republicanos le dan la razón a Gustavo Petro al señalar que lo que hace Trump en el caribe y en el pacífico “son ejecuciones extrajudiciales” y que “tarde o temprano les llegará la justicia”
El presidente Gustavo Petro se negó, amparado en decisiones de la Corte Constitucional, a cumplir la exigencia del gobierno de los EE.UU, de fumigar con glifosato los cultivos de hoja de coca, y ejecutó su política de perseguir a los carteles de narcotraficantes y erradicar manualmente los cultivos de la hoja de coca, sin agredir la naturaleza, ni perseguir a los campesinos que la siembran; política con la cual presentó cifras récord de incautación de miles de toneladas de cocaína, destrucción miles de laboratorios de procesamiento de la misma, y la extradición de centenares de capos narcotraficantes a ese país.
Las retaliaciones del régimen imperial no se hicieron esperar, primero lo amenazó con sancionar a Colombia con alzas exageradas de las tarifas arancelarias, luego decretó la desertificación del gobierno, pero no de las fuerzas armadas y policiales y sin suspender las “ayudas” técnicas y económicas (10% de los más de US$2.500 millones que anualmente invierte Colombia en la inútil guerra contra el narcotráfico), después le quitó la visa, y finalmente lo incluyó, junto con su esposa y su hijo Nicolás a la lista Clinton.
Para justificar la desaforada e injusta persecución el convicto y acusado de pederastia mandatario gringo (figura, junto con el expresidente Pastrana, en la lista Epstein), desató una campaña de calumnias, insultos, ofensas, amenazas y sanciones contra el presidente Gustavo Petro; lo señaló de ser “líder del narcotráfico …que ha permitido que Colombia se inunde de cocaína, de haber convertido el país “en una trampa mortal”, de tener “fábricas de cocaína por todas partes” y, en tono amenazante, declaró que “más le vale cerrarlas …o Estados Unidos las cerrará por él, y no será de manera amable”, le impuso una sanción a Colombia, “He ordenado detener toda ayuda a Colombia hasta que este tipo deje de proteger a los criminales. Ningún dólar estadounidense irá a un gobierno dirigido por un narcotraficante”. Amenazó con una intervención militar en territorio colombiano, “Petro debería tener cuidado. Si no detiene esta masacre de drogas y violencia, tomaremos medidas muy serias contra él y contra su país” y “si Petro no cierra las operaciones de droga “los Estados Unidos las cerrarán por él, y no será de forma agradable”. Terminó desbocado en insultos contra Petro y contra Colombia, lo calificó de “Matón” y “tipo malo”, que había convertido a Colombia en “un campo de muerte”., calificó a Colombia de ser una máquina de fabricar drogas”, lo subvaloró como un “líder con poca aprobación y muy impopular”.
El mandatario Colombiano calificó las declaraciones de Trump como “calumniosas y ofensivas”, anunció que se defenderá en la justicia estadounidense y declaró que había dedicado treinta años de su vida política a la lucha contra las mafias del narcotráfico y sus aliados de la parapolítica y paramilitares que habían llevado la narcopolítica al poder y recordó que en su gobierno ha incrementado las incautaciones de cocaína y ha denunciado y perseguido las mafias internacionales (Junta del narcotráfico) a riesgo de su propia vida y la de sus familiares. Pese a las amenazas y sanciones Petro ha planteado que las tensiones deben ser resueltas por la vía del diálogo diplomático y respetuoso entre iguales. Con esta ofensiva Trump falta a la verdad y usa la calumnia como arma política.
Esta ofensiva del presidente Trump contra Colombia y su presidente, tiene como objetivo fortalecer su estrategia de derribar el presidente de Venezuela, instalar un gobierno lacayo de la extrema derecha y apoderarse nuevamente de su riqueza petrolera, aurífera, de otros minerales y de tierras raras, fortalecer la campaña iniciada por el Secretario de Estado, Marco Rubio, junto con senadores republicanos, para desprestigiar y debilitar el gobierno, impedir la continuación del progresismo e instalar, bien sea por la vía electoral o de golpe de estado, un nuevo gobierno lacayo de sus aliados de la extrema derecha uribista, que le permita usar nuestro territorio y sus nueve bases militares para avanzar en su estrategia militar y política, intimidar los países que han elegido gobiernos democráticos, como Brasil, Chile, México, honduras, etc., para recuperar el total el control militar, económico, comercial y político de su patio trasero.
Se trata de reinstalar en América Latina y el Caribe la desvencijada y bicentenaria doctrina Monroe. Hace rato que China se convirtió en el principal socio comercial de Venezuela, Brasil, Perú, cuba, Nicaragua, e incluso Argentina.
El emperador gringo, ofendido en su orgullo, pretende silenciar, a cualquier precio, a nuestro presidente, su voz contra el genocidio cometido por el régimen sionista de Netanyahu, en complicidad con el hegemón yanqui, ha resonado internacionalmente y ha ganado eco en la inmensa mayoría de los países de la ONU, su lucha contra el cambio climático incomoda los intereses de los amos del mundo y lo ha posicionado como un líder internacional y antimperialista. La dignidad nacional y la del presidente ha sido mancillada por el convicto gobernante estadounidense, la soberanía nacional está amenazada, el pueblo colombiano, las clases trabajadoras, el movimiento sindical, los movimientos sociales, campesinos, afrocolombianos, de mujeres, comunales, juveniles, estudiantiles, LGBTI, el Pacto Histórico, los partidos que se reclaman de la democracia, etc., debemos rodear a nuestro presidente, exigirle respeto al gobernante del imperio y cerrar filas en torno a su defensa como gobernante y defender la soberanía Nacional. Solo los lacayos serviles al imperio, los que claman intervención militar en nuestros países y los traidores a la patria, estarán del lado incorrecto de la historia.
José Arnulfo Bayona, miembro de la Red Socialista de Colombia y Fiscal de la ANEP. –
Foto tomada de: BBC

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