El político más poderoso de Colombia en los últimos 25 años, es también el más peligroso, porque no tuvo problema en elaborar una trama delictiva con el fin de entrampar y perjudicar jurídicamente al senador Iván Cepeda con delitos que éste nunca cometió. Inventó 20 falsos testigos, así como lo lee, con amigos de mala índole y mala ley que son una fila interminable de “alias” comprados para soportar la trama delictiva contra el congresista del Pacto Histórico. Falso ardid porque no hubo delito de parte del honorable senador, sino del innombrable imputado que armó un comando de abogados donde cada uno tenía un rol determinado según se construía y ponía en marcha la estrategia delictiva.
Conoceremos pronto la sentencia de la señora Juez. Un juicio con una cara buena y otra mala. No hay término medio. Las víctimas, el rostro de la verdad; el innombrable señor, su defensa y amigos, el rostro de la mentira. Cuando todo termine se escribirán libros y el arte hará representaciones porque será el fin del más oscuro período de la vida política de Colombia en los últimos cuarenta años, y el cierre de la historia de la violencia neoliberal y de la ilegalidad en todas sus dimensiones. Sin embargo, pasarán algunos años en superarse por la destrucción de la política y de unas instituciones creadas al amparo de una constitución de derechos manejados al arbitrio de una deformada democracia representativa ideada para saquear los recursos públicos, rezagar la nación, y exacerbar los factores de violencia por la inequidad y el abandono de las periferias urbanas y campesinas incluida la devastación de la biodiversidad.
El asunto de fondo es que el señor ante los tribunales es el líder de los irracionales, incluido el tibio centro. Sin él, sus promotores inmediatos no saben qué hacer, porque sufren de un vacío intelectual, ético y de visión, pues no son autónomos, son seguidores que no alcanzan a configurar una idea coherente, correcta e inteligente para corregir su senda y conducir a Colombia. Ahí está el problema, considerando que las instituciones creadas al amparo de la constitución neoliberal y de la inequidad, están averiadas, por eso su resistencia a las reformas sociales refleja su decadencia. El sistema económico que en parte creó e impulsó el señor en el banquillo de los acusados, solo sirvió para precarizar a Colombia, en lo interno y en su papel en el mundo.
Mientras el líder de la diestra está inmerso en el código penal, Efraín Cepeda, presidente del Senado de la república, hizo todas las marrullas posibles para entorpecer las reformas laboral y de salud. No logró lo primero, pero si lo segundo. Este político con más de tres décadas en el Congreso de la República, donde nada aportó desde el partido conservador, pensó que si los golpes blandos y duros contra el presidente Petro funcionaban, podría ser presidente de la república: ambición desmesurada de poder para ser presidente por la vía turbia de la traición a la Constitución y a las instituciones, que a su vez son un fallido esquema de independencia de los poderes y de colaboración armónica, porque lo que subyace es una farsa para parcelar los tres poderes, y redondear la captura del Estado con los grandes medios y los tecnócratas del mercado.
En este desbaratado y perverso ambiente político generado por la oposición, sucede el atentado al senador Miguel Uribe Turbay, de él solo se sabe que está con respiración mecánica luego de un atentado con más misterios que una “sociedad siniestra”, acto criminal que solo puede provenir de una alianza perversa y poderosa desde algún lado de la cima de una dirigencia donde no cabe el progresismo porque este ni representa ni hace parte del poder constituido. Fue un acto fallido de personas con ideas de la diestra siniestra.
Para rematar este desolador panorama de confusión rodeado de falsedades, ambiciones, crímenes y traiciones, sale a la luz pública la trama de un golpe de estado duro al presidente Petro, donde un anciano ambicioso y godo irracional, hizo las veces de “corre, ve y diles”, porque no creo que la iniciativa golpista fuera su invento y su principal determinador. Él no tiene el alcance para convencer a Trump y su tropa, ni tampoco al gran empresariado de Colombia para conducir un golpe de estado. Por eso ¿quiénes son los que se ilusionaron con el asalto a la Casa de Nariño y apoyaron las gestiones para el golpe duro, incluido el contador de votos, Hernán Penagos? Fiscalía y organismos de inteligencia del Estado tienen la palabra, porque lo sucedido es un tramado criminal contra el principal poder del Estado para ahogar al proyecto progresista.
Detrás de Uribe Vélez no hay nadie, es ÉL, pero detrás de Efraín Cepeda, del atentado al senador, de los delirios del anciano, y de las ínfulas del registrador y de los presidentes de las cortes, hay poderes desesperados escasos de inteligencia, humanidad, nacionalismo y perspectiva. Por esto y más se impone una asamblea nacional constituyente: la dirigencia se desbordó y perforaron la constitución de 1991.
La debacle de la derecha muestra el desbarajuste de la dirigencia y su incapacidad para pensar un mundo distinto, una nación diferente y una mejor y superior sociedad.
El progresismo debe revisar su inteligencia artificial y no artificial, para triunfar en las elecciones del 2026. No hay otra opción. Lo demás no sirve. Un proyecto político como si fuera la combinación de Trump, Netanyahu, Zelensky y Milei, sería la imagen política y apocalíptica que jamás puede volver a gobernar Colombia.
Los poderes eternos de ésta sufrida nación hubieran podido pensar y construir una nación maravillosa. Y lo que ellos no lograron, lo puede hacer la consolidación de una opción progresista a partir del valor inmenso e innegable del presidente Petro.
Se requiere un progresismo que entienda los nuevos marcos de pensamiento político, económico y filosófico en el mundo, para concebir un progresismo colombiano. La falta de autonomía intelectual le cierra paso a la construcción creativa de nuevo pensamiento, único camino para la soberanía y la dignidad en un mundo multipolar, en una economía que ya no se debe pensar como en los años de la distribución internacional del trabajo de la sociedad industrial porque en esa distribución somos extractivistas sin inteligencia al no impulsar la educación y la ciencia que se necesita, ni la visión de políticas para desarrollar la nación y no solo enclaves urbanos prisioneros entre sabanas y montañas.
El futuro de Colombia es su biodiversidad y el conocimiento desperdiciado y abusado de su recurso humano. La miseria de millones es por la miseria intelectual y humana de unos cuantos poderosos.
Jaime Acosta Puertas
Foto tomada de: Infobae
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