Los esfuerzos realizados en los últimos 30 años de diálogos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), parecen estar condenados al padecimiento del mito de Sísifo, arrastrando casi hasta la cúspide un proceso de diálogos que no logra alcanzar la cima y convertirse en un acuerdo de paz, lo que lo lleva permanentemente a iniciar una nueva fase de diálogos reservados y públicos con el Gobierno Nacional, dirigidos a encontrar una solución política al conflicto armado, proceso que requiere de la mayor imaginación y acompañamiento, dada la naturaleza de la agenda con que sueña el ELN, las características del actor, del presupuesto la disposición del gobierno colombiano y de los condicionantes impuestos por el mismo para reabrir una mesa de conversaciones .
En los orígenes de la organización y de su cultura política
El ELN surge en las entrañas de la Revolución Cubana, como consecuencia del impacto generado por ésta en la juventud inconforme de América Latina que tuvo la posibilidad de visitar la isla y conocer de cerca el proceso. Allí en medio de la crisis de los misiles y de las amenazas de ocupación norteamericana, los jóvenes pasan rápidamente de los libros a las armas y abrazan la causa de la revolución para sus países. En un pacto político, en el que estuvo la presencia de Ernesto “Che” Guevara, jóvenes universitarios colombianos liderados por Fabio Vásquez Castaño y Víctor Medina Morón, asumen la consigna comunera de Ni un paso atrás liberación o muerte (Nupalom) y dan origen a la Brigada José Antonio Galán, que será la base de la creación del ELN.
La organización hace su primera marcha guerrillera en San Vicente de Chucurí, el 4 de julio de 1964 y realiza seis meses después la toma de la población de Simacota, donde se da a conocer al país y presenta su primer manifiesto político que será la base de una declaración programática de carácter nacionalista y reivindicativo. La presencia del sacerdote Camilo Torres Restrepo y su muerte en la guerrilla le dan un símbolo y un imaginario en el que se mezcla lo político y lo religioso en una relación que define su cultura política.
Crisis y recomposiciones
En medio de limitaciones y contradicciones de todo orden el ELN ha pasado por momentos críticos que consumieron en la guerra y en sus propias ejecuciones la vida de no pocos jóvenes altruistas y comprometidos con la causa de la revolución. Las operaciones de Anorí, que pone fin a la vida de los hermanos Manuel y Antonio Vásquez Castaño, y el Febrerazo que desarticuló las redes urbanas llevaron a la organización, entre 1973 y 1978, prácticamente a su extinción.
En el marco de nuevas y no menos conflictivas circunstancias el ELN comienza un proceso de refundación a partir de 1978 conocido como de reestructuración orgánica y política, en el que se democratiza la conducción de la organización, se fortalece con nuevas estructuras surgidas espontáneamente durante la crisis y recibe el apoyo económico del recién creado Frente Domingo Laín, producto de las “contribuciones” de la empresa alemana Mannesmann, encargada de la construcción de oleoducto Caño Limón –Coveñas.
Coordinadora guerrillera, fusiones y nuevas agendas
Durante la década del 80 el ELN se fortalece y expande por el país, liderando – durante el desarrollo de los diálogos de la Uribe – la conformación de la Coordinadora Nacional Guerrillera (CNG), que luego se convertirá, con la presencia de las FARC, en Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar (CGSB), se transforma a través de procesos de unidad con otras fuerzas en Unión Camilista – Ejército de Liberación Nacional (UC–ELN) e inicia un periodo en que se convierte, más en una organización política en armas que en un ejército propiamente dicho. Es la época en que levanta la estrategia de Poder Popular y Nuevo Gobierno y asume la lucha por la defensa de los recursos naturales centrando su atención en el sector petrolero, energético y minero del país.
A comienzos de la década de los 90 el ELN tiene que pasar una fuerte ofensiva paramilitar en la región del Magdalena Medio y de la Serranía de San Lucas, zonas de presencia estratégica, que golpea profundamente sus bases sociales y los obliga a replegarse hacia otras zonas del país.
Salida política negociada al conflicto armado
Desde finales de la década de los 80, comienzos del 90, el ELN empieza a plantearse la salida política negociada al conflicto armado, en unidad con otras organizaciones guerrilleras, como en el caso del proceso de conversaciones de Cravo Norte, Caracas y Tlaxcala, conjuntamente con las FARC, o de manera particular, como en los procesos adelantados durante el Gobierno del Presidente Ernesto Samper Pizano en los que se plantea por primera vez la idea de Convención Nacional en el marco de un Mandato Nacional por la Paz. Durante la administración de Andrés Pastrana Arango, el ELN propone un Gran Acuerdo Nacional y referendo y se realizan diálogos en Caracas y La Habana, que se frustran por presiones paramilitares, que impiden establecer una zona de encuentro en el sur de Bolívar. En la administración de Álvaro Uribe Vélez, el ELN desarrolla con el Gobierno diálogos de paz en La Habana, que retoman las ideas de la Convención Nacional y Asamblea Nacional Constituyente, allí se logra una Acuerdo Base, para iniciar las conversaciones, que se rompen cuando el Gobierno le solicita a la organización concentrarse en un solo sitio para iniciar formalmente los diálogos.
La administración del Presidente Juan Manuel Santos, retoma los diálogos con el ELN a través de una agenda que, en lo esencial, es más procedimental que temática; diálogos que manejados con inteligencia y realismo por las partes, podrían haber sido determinantes para alcanzar una paz completa; no obstante, el Gobierno del Presidente Santos dio prioridad a su proceso con las FARC, dándole la condición de residual al proceso con el ELN, lo que ha sido propio de casi todos los gobiernos.
Las conversaciones de paz del Gobierno del Presidente Iván Duque con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), quedaron en un punto muerto o al menos en estado de coma indefinida. Pese a las reiteradas manifestaciones de voluntad del Gobierno de mantener el diálogo bajo determinadas condiciones y de la disposición del ELN para hacerlo. Aún no se descubren los caminos que lleven a las partes a un primer encuentro en el que se puedan compartir de manera clara y abierta las expectativas de cada uno. Las dos partes han generado situaciones que prevén que los diálogos, de ser posibles, se pueden dar en el marco de unas nuevas y determinantes condiciones.
El ELN ha cedido al reclamo del Gobierno de liberar militares, policías y civiles en los departamentos de Arauca y el Chocó, ha permanecido en la mesa de conversaciones de La Habana y ha señalado su interés de sacar las armas de la política y de desarrollar los diálogos en todo su proceso durante el Gobierno del Presidente Duque, pese a estarse mirando a futuro por el espejo retrovisor de la implementación del acuerdo de paz con las FARC y la ola de asesinatos de excombatientes que a tres años del acuerdo suman 220 asesinados .
Por su parte el Gobierno ha generado unos condicionamientos en relación con la liberación de secuestrados, que en parte el ELN ha cumplido: mantuvo inicialmente las órdenes de captura de la delegación de paz del ELN congeladas hasta el atentado a la Escuela de Policía General Santander; sostuvo vigentes las resoluciones de los gestores de paz, particularmente de Juan Carlos Cuéllar y Eduardo Martínez, en razón de que otra es la situación de Carlos Arturo Velandia y Francisco Galán, quienes jugaron, durante la administración del Presidente Uribe, un papel fundamental en los diálogos con el ELN del 2005–2006 en La Habana, pero que hoy, como gestores de paz, tienen una visión más amplia y un desempeño más independiente que no los relaciona directamente con la organización, lo que no significa que no trabajen permanentemente por sacar adelante esos diálogos.
No obstante haber una agenda de conversaciones en marcha con pocos pero significativos avances, como, por ejemplo, las experiencias de cese al fuego unilateral y bilateral que llevaron alivio al territorio y la existencia de importantes insumos sobre las posibilidades metodológicas de participación, proporcionados de manera crítica por la sociedad en las reuniones de Tocancipá, durante el Gobierno del Presidente Juan Manuel Santos, no se sabe cuánto quiera recoger de allí el Gobierno del presidente Duque , que mantiene una actitud de absoluto desconocimiento de todo lo avanzado en el proceso que estaba en marcha con el Gobierno anterior.
La voz del ELN: disposición y desconfianza.
La historia de la implementación de los distintos acuerdos de paz (guerrillas Liberales, M-19, EPL, Quintín Lame, CRS y FARC) está cargada de sangre e incumplimientos lo que genera una doble posición del ELN hacia los diálogos, por una parte la disposición manifiesta para transitar el camino de la solución política negociada, pero por otra parte, una gran desconfianza en la clase política y en la institucionalidad del Estado para pactar y cumplir un acuerdo de paz.
Pablo Beltrán, jefe de la delegación de paz del ELN, en una conversación desarrollada por Aula Libre, un espacio de dialogo académico de la Universidad Nacional de Colombia, sobre las posibilidades y retos de un proceso de paz exitoso con esta organización, centró su intervención en señalar cuales son los obstáculos que desde la visión de la organización deben superarse para que el proceso de paz pueda salir adelante y convertirse en punto de cierre definitivo del conflicto armado en Colombia.
Superar la exclusión y construir un futuro común
El ELN, a través de Pablo Beltrán nos coloca frente a la naturaleza estructural del conflicto, no percibida desde la perspectiva de las causas objetivas del conflicto (la pobreza, la desigualdad social, la estreches de la democracia, la precariedad de la soberanía…) sino, sobre la naturaleza del comportamiento de las elites económicas y políticas en relación con el conflicto y su manera de solucionarlos. Sobre lo que constituye el fundamento de su cultura política y su tendencia a mirar los adversarios como enemigos, para quienes el único camino que se debe seguir es el del aniquilamiento, argumento que sustenta afirmando que “las clases dominantes en Colombia, nacen en su ADN con una voluntad de exclusión violenta, de extermino del contradictor y como ellos son las clases hegemónicas, a las clases subordinadas les inoculan lo mismo”. Considerando que es este realmente el principal obstáculo a superar y, si se revisa con cuidado la historia de Colombia, no poca razón hay que atribuirle a este argumento.
Pero el planteamiento de Pablo Beltrán no se queda en el señalamiento, sino que, construye elementos de superación soportados en la afirmación de que la única manera de descollar ese obstáculo estructural unido a una cultura política de aniquilamiento es, en sus palabras, “que nos tracemos un destino común, un destino donde quepamos todos, no un destino donde si yo soy el Gobierno entonces tengo que acabar a los que están por fuera del Gobierno y se oponen a mí. Esa voluntad de exclusión violenta y extermino se acaba con trazarnos un destino común”. Esto es que el primer logro a alcanzar es la construcción de una cultura política incluyente, que sea capaz de respetar la vida del adversario y construir con él, desde la diferencia un destino común.
Sin cambios democráticos es imposible la paz
El segundo obstáculo que señala Pablo Beltrán, es la falta de disposición de las elites para asumir la necesidad de los cambios que necesita el país en un ámbito de reformas democráticas aplazadas, para él, “las elites no quieren cambios…no ceden… porque están cómodas… no quieren entregar nada…sus privilegios son intocables…” de ahí se deriva la afirmación de lo intocable en un proceso de paz como una línea roja que se expresa en términos de “ no me tocan ni el modelo económico, ni el sistema político, ni la doctrina militar, ni las relaciones internacionales”. A eso, Beltrán agrega, la tendencia histórica que existe a que un gobierno avanza en algún tipo de transformaciones democráticas y el siguiente las desmonta y retrocede: “Cuando al Presidente Kennedy se le dio por impulsar el desarrollismo en América Latina con la Alianza para el Progreso, le dijo al doctor Lleras Restrepo: “haga Reforma Agraria”, y él hizo una Reforma Agraria, desarrollista, burguesa, creó la ANUC y la ANUC hizo más tomas de tierra que las que él entregó. ¿Qué hizo enseguida Pastrana?, el Pacto de Chicoral y para atrás todo. ¿Después que vino? El paramilitarismo y la contra reforma agraria por la vía narco paramilitar. Hoy en día después de esa idea de Kennedy de hacer desarrollismo en América Latina, tenemos más concentración de tierra que hace 60, 40 o 30 años. Y termina señalando, algo que también tiene su carga de razón, “Hoy nadie en las clases dominantes quiere asumir responsabilidad por lo que pasa y por lo que ha pasado, entonces, ¿nosotros que interlocutor tenemos?, un interlocutor que no quiere asumir responsabilidades, que no debe nada, que no ha hecho nada malo…”, no es una afirmación hueca, está cargada de razones históricas y razones de presente, que se notan claramente en la forma como se ha asumido en desmonte del acuerdo de paz con las FARC.
En esencia lo que está planteando el ELN a través de Pablo Beltrán, es que existe un nivel mayor de incertidumbres porque las elites económicas y políticas que fungen como clase dominante son portadores de una cultura política excluyente y criminal y de una postura histórica que rechaza cualquier tipo de cambio que toque sus intereses. Adicionalmente, no se reconoce como protagonista y responsable de los conflictos, en los que han actuado y que se han equivocado de manera grave incurriendo en crímenes que deben reconocer y arrepentirse. “Las clases dominantes, dice Pablo Beltrán, no quieren reconocer que se equivocan, no se quieren arrepentir, quieren seguir haciendo lo mismo, por esto niegan la verdad. A las víctimas, ¿quién les va a garantizar la no repetición?… En la doctrina cristiana a uno le dicen, cuando usted reconoce que se equivoca y se arrepiente, usted está garantizando la no repetición…”.
La idea central es que si no hay arrepentimiento y verdad no se puede garantizar la no repetición y, que el arrepentimiento y la verdad no pueden ser de una sola de las partes.
La paz de Colombia pasa por resolver el conflicto Venezolano
El conflicto venezolano afecta a todos los países de la región que de manera directa o indirecta se han visto involucrados en el mismo, no siempre de forma positiva y respetando la carta democrática y el derechos que tienen las naciones a resolver de manera autónoma e independiente sus propios conflictos.
Esta realidad es mucho más difícil para el caso colombiano que ha asumido una postura de absoluta subordinación a la política de seguridad Estadunidense y al hostigamiento de esta a la República Bolivariana de Venezuela, en razón de lo que sus recursos estratégicos significan para la economía mundial. La postura de Colombia frente a Venezuela afecta el proceso de paz dada la cercanía que existe entre la organización y el gobierno del presidente Maduro. Al respectó Pablo Beltrán ha señalado recientemente que “…la doctrina de solución de conflictos enseña –conforme a lo aprendido por las Naciones Unidas-, que un conflicto nacional no se resuelve hasta que el contexto regional de conflicto no se resuelva, porque son interdependientes.” Que la postura asumida por Colombia frente al conflicto venezolano está inscrita en una Guerra en la que EEUU está empeñado por recuperar el petróleo de Venezuela, donde pone como peón de brega al Gobierno de Colombia y usa el territorio colombiano para sus ataques abiertos y encubiertos.
Para Pablo Beltrán, no deja de ser preocupante el hecho que con un Proceso de Paz en curso, EEUU decida mandar más tropas a Colombia, para desde la frontera colombiana seguir la guerra que comenzaron con Guaidó y los Rastrojos que siguen en la frontera…
De estas afirmaciones se deriva en forma clara que el proceso de paz con el ELN tiene un prerrequisito y es que las tensiones que existen en la región, en particular con Venezuela, hayan desaparecido y con ello las presiones de Estados Unidos sobre Colombia.
En conclusión, Pablo Beltrán, Jefe de la delegación de paz del ELN considera que el proceso está lleno de obstáculos en la medida que “la oligarquía no quiere cambiar, extermina al que se le opone, no asume sus responsabilidades y cuarto, estamos los colombianos empeñados en un Proceso de Paz, cuando desde el imperio norteamericano tienen un plan de Guerra para la región, por esto el plan de paz que queremos los colombianos choca con el plan de Guerra del señor Trump, y no hay que pensar mucho por qué el plan de Trump se impone sobre el otro”, obstáculos ninguno fácil de superar.
Pensar con ingenuidad estratégica…
No resultan fáciles las condiciones objetivas para implementar un proceso de paz exitoso entre el gobierno nacional y el ELN. Hay mutuas desconfianzas y con justificadas razones construidas desde la realidad de los procesos históricos. Sin embargo, hay una idea fuerza que se sostiene y que debe tener trámite en el tiempo, cualquiera que sea el gobierno que tenga la voluntad política de asumirla y es que la guerra en nuestro país solo puede tener fin en un escenario de solución política y en una mesa de conversaciones de paz. Esa idea tiene fuerza en amplios sectores de la sociedad, en sectores importantes de la iglesia y en la solidaridad de la comunidad internacional.
He insistido en distintas ocasiones, con un convencimiento heredado de la experiencia y la investigación académica, que la mesa de conversaciones es mucho más que un espacio de dialogo y de acuerdo, que lo que constituye realmente la mesa, es que es una escuela de aprendizajes de entendimiento y de toma de decisiones transcendentales. De ahí, me motiva ese modelo de ingenuidad estratégica desde el cual confronto el pesimismo estructural, en el sentido de que no es posible desarrollar un dialogo de paz con el ELN y que no somos capaces como sociedad de construir un futuro común en un escenario de cambios democráticos necesarios y urgentes.
Parto de reconocer verdad a los argumentos del ELN sobre los obstáculos para sacar adelante un proceso de paz exitoso, pero igualmente, tal vez de manera ingenua, pienso que existen sectores de la clase dominante que estarían dispuestos a propiciar cambios democráticos en el marco de un proyecto común de bienestar, desarrollo y democracia. Ese sector tiene que jugarse su futuro enfrentando al sector más retardatario y violento, porque si no lo hace va sucumbir a su voracidad.
CARLOS MEDINA GALLEGO, Docente Investigador. Universidad Nacional de Colombia
Foto tomada de: El Colombiano
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