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Mujeres, democracia y participación política

26 octubre, 2020 By Imelda Daza Cotes Leave a Comment

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La mujer es la mitad de muchas cosas,  de muchas parejas, de la sociedad y de la población del mundo, pero esa mitad  padece en mayor proporción  los males de la humanidad. Algunas cifras ilustran la afirmación:

Del total de pobres absolutos del planeta el 70% son mujeres. En Colombia: De cada 3 pobres, 2 son mujeres; el 25% de los hogares está a cargo de madres solas; un 20% de las mujeres han sido víctimas de violencia física o sexual; realizan el 66% del trabajo total; las mujeres asalariadas trabajan 2 horas más que los hombres cada semana y trabajan 3 veces más que los hombres en casa; producen el 50% de los alimentos del mundo pero, ganan solo el 11% de todos los salarios y son dueñas de apenas el 1% de la tierra productiva

En los países donde los hombres también cuidan y atienden a niños, ancianos y enfermos, hay menos violencia en general.

La EQUIDAD DE GÉNERO impulsa el crecimiento de la economía.

Sin embargo, no hay plena equidad de género en ningún país. La discriminación laboral y salarial es marcada, aún en la democrática Suecia los salarios de las mujeres son en promedio un 15% inferiores a los de los hombres que desempeñan el mismo oficio y es notorio cómo allí la opinión pública es mucho más exigente  con el desempeño de las mujeres en política. Es oportuno citar al excanciller sueco Pierre Schori: Las mujeres tienen responsabilidades sin tener poder. Los hombres tienen poder sin asumir muchas responsabilidades

Las mujeres hemos nacido y crecido bajo la férula de un patriarcado que, sostenido sobre todo por las religiones, nos ha relegado a los papeles que se juzgan propios del sexo débil.  Desde siempre le correspondió a la mujer llevar a cuestas los ingratos pero indispensables oficios domésticos que todavía hoy ningún país del mundo reconoce como parte de su PIB. Es así porque las labores hogareñas no son remuneradas y por eso no se pueden cuantificar, aunque se estima que constituyen un tercio de la producción mundial. Según la OIT, del total del tiempo trabajado por las mujeres sólo un tercio es remunerado, mientras que ¾ del trabajo masculino es asalariado. De este tamaño es la deuda económica que la sociedad tiene con la mujer, particularmente con las amas de casa que deberían tener garantizada su pensión por este concepto y debería sumar a la hora de calcular la pensión para las mujeres que tienen doble jornada laboral (en casa y fuera de ella)

Si bien se han dado avances  en la reivindicación de los derechos  de la mujer aún falta mucho por conquistar.  Desde luego las injusticias y la desigualdad no afectan por igual a todas las mujeres. Las hay muy acomodadas al llamado orden mundial pero son escasa minoría

En la lucha por su emancipación la mujer ha sido víctima de manipulación y de una suerte de avasallamiento patriarcal que apoyado en los medios y en la moda  tiende a esclavizarla. El afán “ liberador” la ha llevado, por ejemplo, a un destape que no es más que la cosificación del cuerpo femenino para convertirlo en un objeto decorativo del paisaje social con pasarelas por donde desfilan cientos de bulímicas y anoréxicas, remodeladas a punta de cirugías e implantes que no hacen más que inocular  en sus conciencias un virus autodestructivo en aras de obtener la aprobación masculina como única recompensa. Estos modelos de belleza y de mujer, afectados por la mirada misógina de modistos (casi nunca modistas) se esmeran por ocultar a la gran mayoría de las mujeres que no son ni rubias ni escuálidas, son mestizas o indígenas latinoamericanas, asiáticas, africanas y en todo caso más auténticas

Las mujeres, patriarcalismo femenino, cuotas políticas

De otra parte, el enfoque de género institucionalizado ha llevado a plantear las cuotas políticas como mecanismo para permitir el acceso de la mujer al poder, a las posiciones de mando y control; en algunos países sus gobiernos exhiben hoy la mitad de sus ministerios con rostros femeninos. Se ven también  ejecutivas de grandes empresas responsables del manejo de las crisis, presidentas que practican políticas racistas, otras que implementan, como sea, el neoliberalismo generador de mayores males. Es decir, en la mayoría de los casos, no en todos por suerte, las mujeres llegan al poder y participan en política para hacer lo mismo que hacen los hombres porque carecen de una mirada política femenina comprometida. Todo indica que el mecanismo de las cuotas son una reproducción del patriarcado. Algunas de esas mujeres “empoderadas” promueven guerras, torturan, son políticas deshonestas, corruptas, indolentes y lucen acríticas del poder patriarcal. A veces todo se vuelve un mero reemplazo de un hombre por una mujer que asume el poder para proceder igual

La verdadera liberación de la mujer tiene que pasar por la reorientación de la educación, de los conocimientos y valores que se promueven e imparten en la escuela para abolir los estereotipos discriminatorios y potenciar la formación de mujeres en igualdad de derechos. Reivindicar a la mujer no implica, en principio, arrebatarle al hombre cuotas burocráticas para seguir haciendo lo que ellos hacen con su misma mentalidad patriarcal y opresora.

La mujer y la construcción del poder social. 

Nos corresponde, ante todo, cuestionar el concepto de poder, comprometernos con la defensa de nuestros derechos, luchar contra todas las formas de violencia y de discriminación, procurar una sociedad en la cual  la procreación sea un acto libre y voluntario y donde juntas, y al lado de los hombres, con su nueva masculinidad,  podamos construir un mundo mejor en el que prevalezca la paz y donde la justicia social permita la igualdad y el ejercicio de la fraternidad

Pero esto no es nada fácil. Tenemos que reclamar la profundización de la vida democrática en todos los espacios, debemos luchar por una vida digna para todos y para todas, para las mujeres en especial, por la autonomía personal y colectiva de las mujeres.

Ha habido generaciones de mujeres que han dado estas luchas y por ellas estamos aquí.  Grandes batallas desarrollaron las sufragistas, las que lucharon por los tres 8, las campesinas que se movilizaron como ANUC por lograr un pedazo de tierra, las que han enfrentado las censuras y el patriarcalismo a través de la escritura y de la oratoria, las que incursionaron en los espacios reservados a los hombres, todas ellas abrieron caminos. En nuestra América hemos visto nacer y crecer muchos movimientos de mujeres de mil caras y colores. Ellas son el mejor estímulo, el mejor ejemplo.

Necesitamos desarrollar y fortalecer entre nosotras factores de unidad. Los avances serán resultado de la conjugación de muchos esfuerzos y de la adecuada selección de aliados dentro de la amplia gama del movimiento social. Es definitivamente importante la coherencia entre democracia política y democracia social. Aunque logremos avances de género, estos no  son suficientes si no logramos mejorar las condiciones de vida de las mujeres. No hay coherencia si se amplía nuestra participación como ciudadanas, pero se incrementa el desempleo y con él la pobreza. Nada favorece al patriarcalismo más que una confrontación de géneros, que se olvida de las razones sociales y de las causas humanas. La emancipación de las mujeres implica en verdad una concepción HOLÍSTICA, global, un cambio en la efectividad de los derechos y un mejoramiento en la realidad de vida de todos, urge un cambio de humanidad.

Esto es revolucionario. Claro que sí. Esa revolución está pendiente y se hará con las mujeres o no se hará.

Imelda Daza Cotes, Texto presentado en la Cátedra Aula Libre de la Facultad de Derecho Universidad Nacional de Colombia. Sesión novena “Mujeres, Democracia y Participación Política. 12 de octubre de 2020.

Foto tomada de: Publico.es

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