Hay voces desde la derecha Uribista que afirman sin sonrojarse y con enorme desparpajo que el país está en manos de los ilegales y que vivimos en un país incendiando y con la peor de las situaciones de convivencia, todo lo anterior es falso, el país no vive una violencia generalizada, ni las cifras para medir la intensidad de la violencia son las que pintan, con intencionalidad política, los que han participado de manera activa de este desangre, de la construcción de poderes mafiosos y de la utilización de la violencia para agenciar sus agendas de poder, está comprobado judicialmente del vínculo del Uribismo con el proceso paramilitar de mediados de los años noventa y el principio de este milenio.
Hay violencias organizadas en cerca de trescientos municipios, la muerte de lideres sociales, de policías, soldados, guerrilleros y de ese archipiélago del reciclaje del viejo paramilitarismo y los provenientes de las FARC, es noticia del día a día, pero no es cierto que no hayamos avanzado, por supuesto que Colombia tiene una importante experiencia y vivencias concretas de construcción de paz, desde hace más de cuatro décadas, que tenemos menos violencia que hace dos décadas y que la intensidad de lo que hoy se vive no tiene punto de comparación con lo que vivíamos a principios de los años dos mil.
Es cierto que el conflicto no terminó, que tenemos treinta mil hombres en armas, que siguen controlando territorios e instrumentalizando comunidades, que tienen ingentes recursos y son autoritarios y criminales, de eso no hay duda y que esa dura realidad nos interpela para seguir buscando la construcción del Estado social y de derecho en donde hoy no existe, porque son los ilegales quienes controlan los territorios y allí no hay democracia ni vida que se rija por órdenes de civilidad, mandan los fusiles y el que no se someta se va o se muere.
Con la experiencia acumulada, debemos tener la certeza de que hay que combinar mano dura con mano extendida, las dos de manera simultánea, debemos anclarnos en una articulación entre seguridad y paz, son las dos, no una u otra, si no combatimos a los grupos, por supuesto que crecen, se fortalecen, se expanden, hay que enfrentarlos por supuesto, pero está más que demostrado que el Estado y la sociedad no tenemos la capacidad para lograr su derrota, por ello hay que abrir diálogos, negociaciones en la perspectiva de construir acuerdos.
La variable central de estas violencias es el territorio, allí están los conflictos sobre los cuales los grupos se mueven: allí está la exclusión de los derechos, de la economía legal, de un orden territorial democrático, eso es lo que debe alimentar la paz negociada, es en el territorio donde se juega la construcción de una paz democrática, que reconoce las necesidades y los conflictos a tramitar.
Estos enormes retos solo pueden ser asumidos si hay un protagonismo social y ciudadano, una acción estatal articulada, recursos ingentes para las enormes tareas a llevar adelante.
Por supuesto que hay violencias a superar, por supuesto que la muerte sigue siendo un desafío cotidiano, pero no es cierto que estemos empeorando, eso es una falsedad, siempre tener presente de dónde venimos y lo que hemos logrado.
Ahora que inicia el debate presidencial, hay que hacer los respectivos balances de este gobierno, donde hay temas para resaltar y temas a mejorar o redireccionar, no es una acción exenta de errores, temas para próximas elaboraciones.
Luis Eduardo Celis, sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia, analista de las violencias organizadas y sus perspectivas de superación.
Foto tomada de: BBC
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