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La urgencia de pensar una Utopía

18 agosto, 2025 By Jaime Acosta Puertas Leave a Comment

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Colombia certificada o desertificada

Cuando Trump asumió la presidencia del imperio norteamericano, la oposición en Colombia acabó de enloquecer: viajaron a Estados Unidos a arrodillarse y suplicar por sacar del gobierno a Petro, ofrecer eterna obediencia geopolítica a la Casa Blanca, ratificar la entrega de la economía colombiana al TLC firmado con Álvaro Uribe, y explicar que el crimen del senador Uribe Turbay fue autoría del progresismo.

Congresistas de ultraderecha, dirigentes gremiales, trimillonarios por cuenta propia, un anciano demente que conspiró contra el Estado y la Constitución, y Álvaro Uribe por su lado, pedían no subir los aranceles, pronosticaban que Colombia será otra Venezuela, y clamar para que Él no fuera condenado porque fue obediente y leal a Washington, y que los falsos positivos, otros miles de asesinados y desaparecidos en su gobierno, fueron para “salvar la democracia, la libertad y el neoliberalismo”, el verso de siempre, para “salvar las instituciones y defender la constitución”, el otro verso.

Todo les salió mal: los aranceles no bajaron, los escucharon, pero nada les prometieron, salvo unos cuantos republicanos extremos que no fueron suficientes, ni siquiera Marco Rubio fue más allá de algunos X. La carta inmediata que está en juego es la certificación para la fallida lucha común contra el narcotráfico. La oposición le apuesta a la descertificación para no bajarle volumen a la estrategia de desestabilización. Si el gobierno norteamericano da la certificación, la oposición quedaría neutralizada. En caso contrario, más allá del escándalo mediático, las cosas seguirían más o menos iguales, porque Estados Unidos no puede abandonar totalmente un esfuerzo conjunto, salvo una decisión que lleve a un bloqueo naval que se convertiría en un nuevo escenario de escándalo y tensión internacional, porque incluiría México, Centro América, Colombia, Ecuador y Venezuela, sin mirar más lejos porque se trata de un delito transnacional que va más allá del patio trasero.

Si Trump tiene como prioridad la seguridad contra las drogas en todo el Caribe, no atenderá las suplicas y mentiras de una oposición descontrolada, y menos si en nueve meses Colombia elegirá nuevo presidente y nuevo congreso, con un progresismo en ascenso y una oposición vacía de contenidos, desesperada y descontrolada. Tiene Estados Unidos prioridades en su agenda para atender a quienes en su desesperación dicen mentiras, maximizan problemas, y destilan odio y destrucción con argumentos nada ciertos.

Ahora bien, en un escenario hipotético de que Colombia sea certificada, los grandes medios la mostrarían como una noticia más, caso distinto sería con la descertificación, con la cual llenarían de odio los noticieros, la prensa y las redes opositoras, echándole la culpa al presidente, al gobierno y al progresismo.

Un futuro nada parecido al pasado

La ausencia del presidente de la república y de los ministros progresistas en la asamblea de la Asociación Nacional de Empresarios, ANDI, que no Anda para adelante ni Anda para atrás, porque solo es la tribuna de los grandes importadores y de escasos industriales, evidencia que el empresariado está desubicado de las políticas progresistas que lo han beneficiado y de la cambiante realidad mundial de la cual no pueden escapar, para bien o para mal, aunque deberían entender para desenvolverse y proponer acciones de Estado que hagan de la producción, de la innovación, de la equidad, de la inclusión, y del emprendimiento disruptivo, caminos ciertos de nuevas oportunidades para acercarse a la utopía de convertir a Colombia en una avanzada nación sostenible, sin importar sí el mundo está en la pendiente de bajada hacia la hecatombe total por la destrucción del medio ambiente debido al extractivismo en el sur para el consumo del norte, y si no media pronto una decisión para un cambio contundente hacia un sistema económico nada parecido al conocido. Sería el escenario disruptivo más colosal de la historia de la Tierra: la especie humana y la reinvención de la vida en el planeta con base en el conocimiento acumulado pero reorientado a crear otro mundo.

La utopía de la humanidad es de todos, pero las utopías nacionales son de cada nación, aunque unas y otras están relacionadas y se retroalimentan porque hacen parte del mismo sistema complejo que conforman el globo. Para ello, no se trata ahora de hacer escenarios prospectivos, se trata de imaginar esa utopía por alcanzar el desarrollo desconocido, y a partir de ella pensar y planificar los futuros posibles.

El análisis de qué políticas serían buenas y cuales malas o no sirven, está pendiente, porque en un escenario de cambio total, no solo económico y de pronto no preferentemente económico, conducirá a disrupciones ideológicas, políticas, económicas, científicas y sociales en torno a la preservación de la naturaleza, el conocimiento, la colaboración, la solidaridad y la cultura. No se trata de pensar escenarios de futuro en la trayectoria que se ha seguido, se trata de trazar una nueva trayectoria mostrando que lo andado llegó a su final, y que el nuevo camino debe construirse gradualmente a gran velocidad.

Las ideas progresistas cuestionan la destrucción y piden cambio, la oposición le apuesta a la destrucción, porque no quieren o no pueden imaginar una producción y una sociedad global que no sea la del consumismo, la depredación, el patriarcado, la violencia, de unos países inteligentes y de unos países subalternos, de unos países de la ciencia y la tecnología y otros a duras penas innovadores con el conocimiento de aquellos. ¿Acaso las redes de contrabando no son el fracaso del libre comercio? o ¿cuáles son los costos contra un desarrollo sostenible por el genocidio en Gaza y de la guerra de la OTAN en Ucrania? ¿cuáles los de la destrucción de la naturaleza para extender las fronteras agrícolas y destruir las fuentes de agua por culpa del narcotráfico, de la minería legal e ilegal, y de la ganadería extensiva en Colombia?

La equidad sería bandera principal en una nueva propuesta política, económica, social y cultural, atravesada por la sostenibilidad de los recursos naturales y la paz. No serán los marcos teóricos que justifican la inequidad ni otras teorías que solo alcanzan a reducirla. La equidad en una nueva sociedad pasa por ahí, pero va más allá de las teorías que la justifican o de las teorías que la reivindican como algo necesario e inevitable si se quiere alcanzar la armonía, el equilibrio y concebir nuevos arreglos institucionales en todos los órdenes y escalas.

La inequidad y los desequilibrios que siempre se han justificado no pueden responder a un llamado de cambio del modelo económico, de las instituciones y de un orden político para la participación de todos. La equidad y los equilibrios necesarios no son únicamente un pilar más de los modelos de crecimiento o de cambio estructural, son ante todo categorías superiores para estabilizar las naciones y el planeta. El fin del capitalismo vendrá por las vías conocidas del fanatismo ideológico de la ultraderecha, oposición del progresismo.

La utopía pasa por el progresismo, comienza ahí, no por la oposición ni por el centro tibio, ambos convertidos en perdición o engaño, incluidos los enfermos mentales que piden la destitución del Presidente por supuestos problemas de salud mental, cuando ellos son los enfermos mentales.

La sociedad sostenible con desarrollo, justicia social y nuevos arreglos institucionales, pasa de la utopía a la maravillosa y creativa acción de una nueva constitución, dado que no serán suficientes unas reformas en torno a corregir contradicciones o pretensiones torcidas y fallidas emanadas de la Constitución de 1991, caso del sistema de justicia y sus códigos que permiten juicios interminables que solo buscan encontrar el eslabón donde sea posible la impunidad, como sucede en Colombia con el proceso contra un innombrable condenado. Las imágenes de ultra fanáticos visitándolo en su cárcel de lujo, es la más patética foto de los tiempos que no deben volver. Su libertad temporal es también el coletazo final dado que el pasado no puede ser el futuro.

La utopía es necesaria, considerando que no se trata de los siguientes 20 o 30 años, se trata de que sea posible y esté en plena implementación antes del 2100, cuando se podrían apagar las luces de la vida en el planeta. Para ello, el Pacto Histórico – más el autodenominado Frente Amplio y/o Partido Unitario que nadie entiende quienes son y que cuento político tienen -, su camino a las elecciones del 2026 debe ser transparente, inteligente, innovador, visionario, cohesionado y diferente a los feudos políticos conocidos en esta sociedad de la alegría y la belleza, pero también de la injusticia, la ilegalidad, el sufrimiento, la corrupción, el atraso y la barbarie.

P.D. Recomiendo leer los libros de la filósofa y escritora Laura Quintana: Espacios Afectivos y El tiempo que queda. Son realmente iluminadores.

Jaime Acosta Puertas

Foto tomada de: 350

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Filed Under: Revista Sur, RS Desde el sur

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