“Una politicidad en clave femenina es, no por esencia, sino por experiencia histórica acumulada, una política del arraigo espacial y comunitario. No es utópica, sino tópica, pragmática y orientada por las contingencias, y no principista en su moralidad. Próxima y no burocrática. Investida en el proceso más que en el producto y, sobre todo, solucionadora de problemas y preservadora de la vida, aquí y ahora”.
Rita Segato, antropóloga argentina.[1]
Dos propuestas de país, diametralmente opuestas, se disputan la mayoría electoral el próximo 19 de junio en Colombia. Se trata dos candidatos hombres que aspiran a conducir el destino del país durante los próximos cuatro años, junto a dos mujeres valiosas, cultivadas y construidas desde la marginalidad. Un candidato representa el cambio, la apertura hacia nuevas propuestas y brinda respuestas lógicas a las mayores encrucijadas de nuestro tiempo. El otro representa la continuidad de un sistema que se devora así mismo, acentuando su más profundas contradicciones. Pero los dos saben, uno más que otro, que una agenda política no puede albergar conceptos patriarcales ni excluir las voces, visiones y demandas de las mujeres y sus colectivos. Un gobierno sin mujeres no va. Y no sólo eso. Ni la paz va, ni la vida ni el despertar de una nación que exige cambios y respuestas a sus múltiples demandas y preocupaciones. Unas elecciones presidenciales tampoco van sin las mujeres, y por ello cada candidatura busca conquistar el voto femenino, pues saben que es definitivo en el triunfo electoral. Del total de 39.002.239 personas habilitadas para votar en Colombia, 20.111.908 millones son mujeres y 18.890.331 hombres. Las mujeres no pueden ser subestimadas en esta coyuntura, ni en ninguna otra.
Los dos candidatos que hoy aspiran a gobernar Colombia presentan sus propuestas de país en sus respectivos programas de gobierno, y entre ellas, como es obvio, plantean su visión sobre política de género y participación política de la mujer. Los dos programas son bastante reveladores, tanto sobre las concepciones e ideologías que caracterizan a los integrantes de las respectivas formulas presidenciales (una dupla de hombre y mujer), como sobre el alcance de sus propuestas y el real compromiso para hacerlas realidad. El reconocimiento de la mujer como sujeto político, con capacidad y poder de transformación y derecho a incidir en el diseño e implementación de una agenda pública en el país, no es dadiva ni artilugio populista de corte electoral ni una concesión generosa del sistema que nos rige. Es una conquista social, cultural y política que tardó años para llegar al punto en el que hoy se encuentra, estando aún lejos de alcanzar su total madurez y potencial. Por ello, conocer las propuestas de los candidatos, más allá del programa ofertado, es esencial para entender que estas conquistas deben ser política de Estado; y que nada inferior a una igualdad real será admitido en una sociedad que quiere romper los ciclos de las injusticias y las violencias, y profundizar su democracia.
Rodolfo Hernández: las mujeres, un asunto menor
El punto F, del programa de Rodolfo Hernández, tiene como subtitulo “Mujeres y asunto de género”, e inicia haciendo referencia a un acontecimiento histórico, ocurrido el 25 de agosto de 1954 cuando se otorgó la ciudadanía a las mujeres, “lo que les permitió acceder al voto cuatro meses después, por primera vez en la historia”. Luego afirma que esa primera conquista aún no termina por cristalizarse, y procede a citar algunos informes en los que se indica que la mitad de las mujeres en edad de trabajar están por fuera del mercado laboral y las que están vinculadas perciben menos salario que los hombres. Ninguna novedad. Menciona que hay un incremento en la participación de las mujeres, sin precisar tiempo ni espacio, pero reconoce que continúan las desigualdades. Habla también de embarazos tempranos, de matrimonio infantil, dice que la discriminación de género tiene su expresión extrema en los “actos sistemáticos de violencia que se cometen contra ellas”, recuerda 1001 asesinatos de mujeres ocurridos en 2019, según Medicina Legal pero sin mencionar la palabra “feminicidio”, dice que en materia de política de género, los indicadores en Colombia nos ubican sobre otros países de la región, indica que se debe reconocer el valor de la mujer y pagar la deuda social que se ha adquirido con ella, y luego admite que el tema de género se ha convertido en estrategia electoral, en promesas de campaña aun cuando la desigualdad persiste. Y para cerrar su “análisis”, antes de incursionar en un listado de propuestas gaseosas sin principio, desarrollo ni fin, asegura que en esta materia no se pueden tener tibiezas. Por ello en sus propuesta indica que se debe atacar la desigualdad con una política de empleo, diseñar nuevos programas y reforzar los existentes en educación integral para la mujer rural en prevención de violencia intrafamiliar, “definir e implementar estrategias en torno al trabajo doméstico y cuidados no remunerados que le permita espacios laborales a las mujeres” y “capacitar a los funcionarios para atención en la aplicación de la ruta de atención a la mujer”, entre otras generalidades.
Cuando se leen estos párrafos asoman preguntas irremediables relacionadas con el cómo, los cuántos, las garantías en materia de justicia, procesos, componentes, equipo, consideraciones políticas, entre otras, pero sobre todo ¿en serio esperan que alguien crea en la seriedad y viabilidad de este contenido cuando la campaña electoral se presenta un político machista, brutal y misógino? “Después de decir que “el ideal sería que las mujeres se dedicaran a la crianza de los hijos”, o que las venezolanas eran “fábricas de hacer chinos (hijos) pobres” y de que se filtrara un audio en el que gritaba a una mujer, exfuncionaria de su Alcaldía, este lunes ha difundido un hilo con 10 “propuestas para las mujeres”. Entre ellas está garantizar que haya “igualdad de remuneración ante el mismo trabajo desempeñado” y promover la “inclusión de una cláusula de no discriminación en los contratos”[2]. Cuando le preguntaron en una emisora si creía en la mujer dirigiendo o gobernando, respondió: “No. Es bueno que ella haga los comentarios y que apoye desde la casa. La mujer metida en el gobierno, a la gente no le gusta”. Su aclaración posterior fue peor, pues terminó por reafirmar su creencia de que la mujer debe ocupar otro rol en la sociedad y que sólo dificultades externas la han llevado a involucrarse en un territorio ajeno.
Su programa habla poco y sus acciones dicen mucho. Que haya insistido con vehemencia en tener una mujer como fórmula vicepresidencial, habiendo considerado varios nombres antes, que tenga un largo matrimonio con quien, según afirma ha hecho el mejor negocio en su vida, “sin ella yo no tendría lo que tengo hoy. Seguramente tendría algo, pero mucho menos. Es que ella es tenaz. Mi esposa es una acumuladora de dinero la cosa más brava”[3], que dedique página y media al asunto de género en un programa de 76 páginas, en las que se percibe la desconexión con sus afirmaciones públicas, no es suficiente para convencer sobre una real conciencia que permita, en un eventual y no tan probable gobierno suyo, superar la segregación y toda forma de violencia y discriminación de la mujer, y promover una política de género. No es creíble porque es evidente, muy evidente, que el programa no lo hace el candidato, lo cual ignoro si es habitual, tal vez ni siquiera lo haya leído, pero el texto que allí se presenta es rotundamente opuesto a lo que él mismo plantea en medios; y tal vez sean estas contradicciones las que lo llevaron a tomar la decisión de no asistir a debates y no exponer sus argumentos. Se advierte la falta de consistencia conceptual en sus planteamientos y sus palabras pueden ser tan volátiles como las promesas que en el pasado incumplió a sus electores en Bucaramanga, reconociendo que eran sólo actos de campaña para captar votos.
Las públicas actuaciones misóginas y machistas del candidato Hernández representan más que un alarde de patanería en un ser humano profundamente básico y testarudo. Es el reflejo de una concepción patriarcal que durante décadas atomizó el conflicto social en Colombia, se trasmitió de generación y generación, produjo una grave tergiversación de valores, profundizó la discriminación y la violencia, y hoy a través de diversas apuestas colectivas, gestas feministas y avances jurisprudenciales empieza a ser neutralizado y arrojado al vertedero de la historia. De allí la importancia de seguir avanzando en la conquista de derechos y de evitar que años de logros se pierdan bajo una administración incapaz de entender su deber histórico.
Y Hernández genera enormes dudas y desconfianza. “El respeto a los derechos sexuales y reproductivos es otra de las incógnitas que suscita Hernández entre muchas mujeres colombianas. El hombre de 77 años ha cambiado de postura en distintas oportunidades. Ha mencionado un referendo para poner en discusión la despenalización del aborto que en el país es Ley hasta la semana 24 de embarazo, pero ha dicho también que respetará las decisiones de la Corte Constitucional. “Para Hernández el tema de aborto no es claro, habla de reducir embarazos no deseados y evitarlos, pero no de cumplir lo ordenado por la Corte, al menos en el programa, porque en redes sociales no se hacen los programas de gobierno, no es un compromiso estable ni al que se le pueda hacer seguimiento”, señalaron las organizaciones en el análisis comparativo de ambas campañas”[4], afirma el diario El País de España.
Petro: la feminización de la política
A Francia Márquez le dijeron que la política no era para personas como ella, pobres, de piel oscura, sin abolengo, ni estudios en prestigiosas universidades extranjeras, que era una infiltrada en la política; y ella alegremente reconoció que logró infiltrarse en la política para cambiar la historia de mujeres con ella, y para poder sintonizar al país con las agendas progresistas que hoy lideran la política y las relaciones sociales y culturales en países genuinamente democráticos.
El programa que ofrecen al país el candidato del Pacto Histórico junto con su fórmula vicepresidencial, inicia con la introducción titulada “Colombia, potencia de la vida, para luego presentar “El cambio es con las mujeres”, y dedicar 12 páginas a exponer sus propuestas sobre participación política y representación: las mujeres en el centro de la política de la vida, hacia una sociedad cuidadora y con poder económico para las mujeres, hacia una vida libre de violencias contra las mujeres y por la garantía efectiva de sus derechos sexuales y reproductivos, mujeres, territorio y paz, ministerio de la igualdad, para luego centrarse en un tema de enorme preocupación mundial, que debería ser centro de cualquier debate político: Colombia como líder en la lucha contra el cambio climático.
“Guardianas del agua y de la tierra fértil, defensoras del territorio y de la biósfera, cuidadoras y tejedoras de la vida y la paz, bastiones de la economías; las mujeres sostienen el mundo. Para que Colombia sea una Potencia Mundial de la vida, el cambio será con las mujeres: junto a ellas emprenderemos las transformaciones para saldar la deuda em términos de representación política, igualdad y autonomía económica frente al hombre, el derecho a una vida libre de violencias, a decidir sobre sus cuerpos y a realizas un proyecto de vida próspero y autónomo: ¡el cambio es con las mujeres!”
El programa de Petro, no sólo es más ambicioso en materia de conquista de derechos y avances sociales, políticos y culturales para las mujeres, además ofrece un panorama más amplio sobre el tema, señala la ruta para lograr ese cambio cultural que antecede el cambio político, enfatiza en la creación de un sistema integral que impacte positivamente en la construcción de una sociedad y cultura del cuidado, propone la articulación de la economía popular desde los territorios con las experiencias públicas y las vivencias de las mujeres. Empleo decente, un sistema educativo que cierre las brechas de género y fomente las capacidades de liderazgo de las mujeres a lo largo de todas las etapas de la vida combatiendo estereotipos que reproducen la desigualdad, conquista de derechos, igualdad salarial, reconocimiento de sus aportes al funcionamiento de la sociedad, como trabajo que produce valor social y económico, y sea recompensado en los diferentes programas y políticas públicas en el gobierno del cambio. Como en el programa de Hernández también asegura que las mujeres ocuparan, al menos, el 50% de todos los cargos públicos en todos los niveles y las ramas del poder (propuesta realizada en la conformación de la lista al congreso), lo que permitirá potenciar la toma de decisiones a favor del cambio. “Este cambio será con las mujeres y con todas sus formas de organización colectiva, nutriéndose de las perspectivas y enfoques feministas y anti patriarcales”.
Los programas de gobierno que los candidatos presentan al país no son un simple compendio de páginas, subtítulos en negrilla que delimitan las diferentes temáticas, enumeran problemas y prometen lo que se piensa seduce -aunque no se cumpla- o lo que se sabe el país necesita para ser un lugar más justo, seguro y que ofrezca reales opciones de vida, paz, democracia y desarrollo integral para todas y todos sin excepciones. Los programas de gobierno de un candidato se construyen desde antes de que éste sea candidato, se van formando en la trayectoria, en las experiencias públicas y privadas, en las afirmaciones y creencias, en el comportamiento humano, en sus decisiones y en las causas sociales y banderas políticas que animan sus luchas y definen su filosofía de vida. Por ello es sencillo reconocer cuando un programa refleja la convicción firme de un candidato o cuando se trata de un escrito elaborado por un tercero con el fin de cumplir una exigencia de campaña. Y acá la diferencia es evidente. La política de género no puede ser el simple apéndice de un programa que busca captar votos, pues las mujeres son parte de la sociedad, defender sus derechos no es tema secundario y su participación es garante de las democracias.
En 2017 en España -aunque ya sucedía antes en otros países-, empezó a hablarse con fuerza sobre el deber de “feminizar la política”, reconociendo en esta tesis un nuevo valor que incrementaba el capital político. A finales de 2021, Angela María Robledo, psicóloga, y política colombiana, reconocida como una de las mejores congresistas del país, lanzó su libro Feminizar la política, en el que plantea como desde el ámbito privado, la vida doméstica y afectiva de las mujeres, es posible entender que la relación entre lo femenino y lo político, no es un invento nuevo, es una práctica histórica en la que decenas de “testimonios y proyectos de mujeres feministas de distintas generaciones reconocen, en sus subjetividades presentes, múltiples y diversas, las huellas y los legados de las mujeres que por siglos nos han precedido en sus luchas por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos; por el acceso a la tierra, a la educación y al trabajo; por el reconocimiento de nuestras prácticas de reproducción social y económica en torno al cuidado de la vida, y por su inagotable tarea por desmilitarizar el mundo y trabajar por la paz”.
Que hoy se reconozca y se asuma como un hecho habitual en una democracia, que las mujeres estén en primera línea de la política es importante por su valor simbólico, pero también como una forma de poner fin a la violencia contra la mujer, superar las injusticias históricas y la discriminación, y reconocer que su voz, pensamiento y visión son fundamentales en la toma de decisiones y en la formulación de políticas públicas. Monserrat Galcerán, feminista y concejala por Ahora Madrid, afirma que el feminismo ha luchado “para que lo que importen sean la prácticas, el tipo de política que hacemos y no el cuerpo biológico que tengamos”.
“Para Galcerán, si algo nos ha enseñado el feminismo es a politizar nuestras vidas, a tomar las riendas de nuestros destinos y desde ahí, desde lo más cotidiano, a transformarnos y transformar el mundo. ‘De hecho, para ser justas, las mujeres no han llegado a la política hace poco, la política desde abajo ha estado muchísimas veces protagonizada por mujeres. Ahora podemos hablar de la PAH, pero la Revolución Francesa empezó con una revuelta femenina por el pan, así como numerosas protestas del hambre. Muchos procesos organizativos barriales o campesinos han estado liderados por mujeres. Hoy los feminismos populares latinoamericanos en torno a la defensa de derechos fundamentales o de los bienes comunes son la punta de lanza de la resistencia de poblaciones enteras. Así, la política de base está ya “feminizada”, solo que es una que parece no contar en los telediarios’”[5].
En varios sectores políticos y en la mente de una parte significativa de la sociedad colombiana aun hace falta entender que la democracia es una auténtica asociación entre hombres y mujeres, donde se reconocen las diferencias y se enriquece el debate con ellas, y en la que los hombres y las mujeres trabajan como iguales y se complementan mutuamente, como aseguró la UIP al respaldar las iniciativas de las Naciones Unidas para lograr la participación plena de las mujeres en la política, décadas atrás. Una política comprometida con los derechos de las mujeres no es demagogia ni es una cartilla con pretensiones académicas y tampoco es un programa de gobierno que se contradice en la práctica y que termina por presentar un deber histórico como un requisito formal carente de vida y voluntad. Las mujeres no solo influyen en la política; las mujeres hacen la política, como enseñan Francia Márquez, Angela María Robledo, Aida Abella y otras notables lideresas colombianas, o como hoy lo asume Gustavo Petro. El cambio pasa por la mente y el corazón, antes de desafiar el miedo y transformar la historia.
“El concepto de democracia sólo tendrá un significado verdadero y dinámico cuando las políticas y la legislación nacional sean decididas conjuntamente por hombres y mujeres y presten una atención equitativa a los intereses y las aptitudes de las dos mitades de la población”. Unión Interparlamentaria (UIP). Declaración de 1992[6]
_________________________
[1] Angela María Robledo; “Feminizar la política”. El Espectador. Fragmento de “Feminizar la política”, sello editorial Ariel, en el que la líder política integra las memorias de su vida privada y pública como congresista. Bogotá, 16 de diciembre de 2021.
Ver en: https://www.elespectador.com/politica/feminizar-la-politica-el-llamado-de-angela-maria-robledo-en-su-libro/
[2] El País; “Rodolfo Hernández busca el voto de las mujeres después de las críticas por machismo”. España, 6 de junio de 2022. Ver en: https://elpais.com/america-colombia/elecciones-presidenciales/2022-06-06/rodolfo-hernandez-busca-el-voto-de-las-mujeres-despues-de-las-criticas-por-machismo.html
[3] Pulzo; “Socorro Oliveros: quién es la esposa de Rodolfo Hernández y cuál es su historia de amor”. Bogotá, 29 de mayo de 2022. Ver en: https://www.pulzo.com/elecciones-2022/quien-es-esposa-rodolfo-hernandez-socorro-oliveros-su-historia-amor-PP1443587
[4] Op. Cit. El País. España, 6 de junio de 2022.
[5] Contexto y Axión; Micofeminismos. “Feminizar la política: ¿ganar primarias o cuestionar el poder?”. Nuria Alabao. España, agosto 9 de 2017. Ver en: https://ctxt.es/es/20170809/Culturas/14083/CTXT-feminismo-politica-primarias-poder-cuotas-nuria-alabao.htm
[6] Crónica ONU; “Las mujeres en la política – La lucha para poner fin a la violencia contra la mujer”. Por Theo-Ben Gurirab. Ver en: https://www.un.org/es/chronicle/article/las-mujeres-en-la-politica-la-lucha-para-poner-fin-la-violencia-contra-la-mujer
Maureén Maya
Foto tomada de: Infabae
Deja un comentario