Los indígenas Zenú, nuestros antepasados de la época prehispánica, construyeron en partes de la Mojana, -San Benito Abad, Caimito, San Marcos, Achí, Ayapel-una civilización maravillosa en medio del agua y de las tierras bajas. Investigaciones arqueológicas han señalado que la ecorregión comenzó a ser habitada hace unos 3.000 años. Gracias a su ingenio lograron una agricultura floreciente mediante sistemas que no confrontaban con el agua, sino que se adaptaban de forma extraordinaria al medio natural. De esta relación surgió una ventaja invaluable: el desarrollo de un sistema productivo sin par en las Américas. Todavía por los lados de San Marcos se ven las huellas de esos ingenieros cósmicos excepcionales.
En 1964, el geógrafo norteamericano James Parsons sobrevolaba la Depresión Momposina sin imaginar que estaba por identificar uno de los sistemas más impresionantes de manejo y control de las aguas en la América prehispánica. Extensas áreas cubiertas por un entramado ordenado de surcos y elevaciones de tierra formaban patrones lineales en enormes zonas inundables, construidos en relación con la dinámica de las aguas de los ríos, caños y ciénagas de la región. Estos alineamientos monumentales que hoy conocemos como canales y camellones, mostraban un conocimiento profundo del medio natural y una adaptación admirable.
Conocido como un gran modelo de control hidráulico, el sistema se construyó sobre el curso principal del rio San Jorge, así como en los caños Mojana, Rabón y Viloria y en varias ciénagas intermedias entre este rio y los caños aledaños. No se trataba de contener el agua, sino de distribuirla: un modelo que permitió regular los caudales y evitar desbordamientos incontrolados durante las lluvias, controlando excedentes y garantizando una agricultura estable.
Este tipo de sistema de control de inundaciones no fue exclusivo de la Mojana. Eran comunes en Mesoamérica, en el territorio maya, en el valle del río Guayas (Ecuador) en los llanos de Mojos (Bolivia) y en el lago de Titicaca (Perú-Bolivia). Sin embargo, el caso de la Mojana fue excepcional por sus características, extensión, antigüedad y permanencia en el tiempo. Fue un ejemplo notable de organización y ordenamiento del territorio, en coherencia con el ambiente y con la estructura socioeconómica de las sociedades que lo desarrollaron. Incluso hoy, estas estrategias podrían servir de referente para los asentamientos en zonas inundables.
La Mojana contemporánea
Pero ha pasado mucha agua bajo los puentes desde entonces. Ese modelo de ocupación duro más o menos 2000 años y se extinguió hacia el año 1.200 d.C. Aunque los hacedores de política pública suelen mencionarlo como referente, poco han hecho por implementarlo o adaptarlo a las condiciones actuales de habitabilidad, economía y dinámica social de la región. El principio sigue siendo válido: adaptarse y ordenar el territorio alrededor del agua, una tarea pendiente en todo el país y eje central del actual Plan Nacional de Desarrollo que, sin embargo, fue desechado por el gobierno nacional.
La colonización española impuso a las comunidades otra lógica territorial. El ganado traído desde Europa desplazó las antiguas prácticas agrícolas en las zonas anegadizas de la Mojana. La estrategia cambió: se buscaba impedir la entrada del agua a los potreros. Con el tiempo amplias áreas inundables fueron aisladas con jarillones, reduciendo la capacidad natural de amortiguamiento de las inundaciones.
En los últimos cincuenta años el rio Cauca pasó a ser visto como el enemigo principal de los mojaneros, culpable de sus constantes tragedias agrícolas y sociales. El propósito de desecar el territorio llevó al olvido de la sabiduría ancestral: aprovechar las inundaciones y los sedimentos como abono natural.
No se puede olvidar que la Mojana es, desde tiempos inmemoriales, un territorio de humedales y ciénagas, catalogado como de alto riesgo de inundaciones. Ignorar esta realidad nos aleja de las soluciones estructurales que deben combinar ingeniería, ordenamiento del territorio y respeto ambiental, sin caer en fundamentalismo ni desconocer las realidades socioeconómicas del siglo XXI. Por eso, cualquier solución debe ser concertada con todos los actores sociales y partir de ordenar el territorio alrededor del agua, de las obras de ingeniería que requiere la región desechando los fundamentalismos ambientales,[1] en un dialogo abierto y democrático.
Un acuerdo nacional
Una visión de cuenca es indispensable en la Mojana. Los zenúes eran pocos; hoy habitan allí unas 500.000 personas, con todo el impacto que ello implica. Mientras los antiguos no veían valor económico en el oro,[2] hoy la minería aurífera es un gran problema nacional que genera violencia y devastación. La Mojana recibe aguas abajo el mercurio y los sedimentos que destruyen su hábitat y afectan la salud, la pesca y la seguridad alimentaria. Recuperar el control territorial, ofrecer alternativas viables de formalización a los mineros y lograr compensaciones de las empresas que han causado el daño son tareas impostergables. El que contamina debe pagar.
La tierra, antes comunal, hoy está marcada por la desigualdad en la tenencia y ocupación lo que agudiza los conflictos socioambientales. Recuperar las fuentes de agua es fundamental. Las distintas visiones académicas sobre qué hacer en La Mojana requiere de un consenso científico y técnico. Mientras tanto, se observa un desorden institucional: por un lado, dirigentes locales-a través del Pacto Social por la Mojana-intentan cerrar, con un esfuerzo tenaz, el boquete de Cara de Gato,[3] por el otro la UNGRD amplía el Canal de la Esperanza en un proyecto en el que los habitantes no creen. Resultado: El boquete de Cara de Gato permanece abierto en 63 metros de saco a saco.
La complejidad de intereses, visiones e instituciones hace indispensable crear una agencia u órgano rector que centralice la gestión de la región. Resolver los problemas estructurales de la Mojana requiere de un acuerdo nacional, basado en consensos fundamentales que convoque a todos los actores: comunidades locales, empresa privada, organizaciones sociales, academia y centros de investigación con una visión de cuenca.
____________________
[*] Este texto esta basado en dos escritos formidables: Control de inundaciones y agricultura en campos elevados en la Mojana, Depresión Momposina. Un caso excepcional de las modificaciones antrópicas en la América prehispánica, Fernando Montejo Gaitán, Revista Credencial, 21 de septiembre de 2023 y en Megaproyecto dique-compuertas-canal-carretera, Juan Guillermo Garces, en “Programa de Desarrollo Sostenible de la Mojana”, FAO-DNP, Bogotá, 2003.
[1] UNGRD: boquete de Cara de Gato en la Mojana no se cerrará, El Tiempo, febrero 22 de 2023
[2] Hoy el oro es crucial en las nuevas tecnologías por su excelente conductividad eléctrica y térmica, su resistencia a la corrosión y su ductilidad, lo que permite su uso en microcomponentes electrónicos, dispositivos de telecomunicaciones, paneles solares, convertidores catalíticos para automóviles y nano medicina, abriendo nuevas posibilidades en el campo de la nanotecnología. Una alternativa a su exportación en bruto que puede contener la ilegalidad y favorecer la formalización.
[3] Rifando terneros y vacas y construyendo estrellas en cemento y varillas en la Mojana comenzaron a cerrar Cara de Gato, El Tiempo, septiembre 9 de 2025.
Fernando Guerra Rincón
Deja un comentario