Pero con todo esto, y ante unas cifras macroeconómicas que con el escaso crecimiento, siguen siendo relevantes, por ejemplo, el empleo no ha tenido mayores impactos, esto debido a que los sectores que vienen perdiendo dinamismo, como es el caso de minería e hidrocarburos, son poco generadores de empleo; algunas cosas son positivas, como lo es la entrega total de las armas por las FARC, ahora si lanzadas como grupo político, o el repunte interesante que han tenido sectores productivos como el agropecuario.
No obstante, extrañan algunas cosas en los debates, y es la ausencia del tema de los jóvenes, su vida laboral, sus oportunidades de formación y el propio desarrollo de sus proyectos de vida. Algunos informes han llamado la atención sobre la población inactiva donde los jóvenes tienen una gran incidencia, e incluso sobre lo que se llama los jóvenes NINI, es decir que ni estudian ni trabajan, por lo tanto, no se sabe que hacen, o si: nada, sobrevivir.
Algunos, muy pocos, son los estudios que han colocado este tema en el debate público, entre ellos el Estudio distrital de Juventud 2014, que debió ser el soporte a la nueva política distrital de Juventud, la misma que no ha sido posible, es decir, Bogotá la ciudad en donde viven dos millones de jóvenes no cuenta con una política que le permita al Distrito canalizar y dirigir sus recursos y acciones en esta población. Otro estudio reciente es el Perfil juvenil urbano de la inactividad y el desempleo en el país, realizado por el Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario. De este estudio lo primero que se resalta es la existencia en las 13 principales ciudades de una población de 582.000 jóvenes NINI, donde, de nuevo, las mujeres son el grupo social más vulnerable, 370.000 mujeres, las que por razones culturales terminan encargadas de las actividades del hogar, mientras que los hombres desenvuelven su inactividad en otros menesteres.
Es de tener en cuenta que, de acuerdo con el DANE, en Colombia existen 13.6 millones de personas inactivas (35,2% de la población en edad de trabajar), de las cuales 5.4 millones son estudiantes, 5.5 millones se dedican al hogar (la oculta economía del cuidado en cabeza de las mujeres) y 2.7 millones se dedica a otras actividades, es decir, las personas que desde la Gran Encuesta Continua de Hogares se incluyen en las categorías de incapacitado permanente para trabajar, rentista, pensionado o jubilado y personas que no les llama la atención o creen que no vale la pena trabajar, es decir, los jóvenes NINI quedan ocultos en una categoría tan gaseosa como debe de ser la propia condición de no hacer nada, al menos en apariencia.
Pues bien, esta condición penosa por demás y alejada del interés de los políticos y de las agendas públicas, coloca a los y las jóvenes en una condición que ya traspasa la vulnerabilidad, es decir, los sitúa como parias ante una sociedad que simplemente los marginaliza, los excluye de las dinámicas propias de la juventud, ya el hecho de tener que trabajar los obliga a alejarse de una condición que como la juventud debería de incluir otros menesteres como el estudio, las artes y la lúdica, guiándolos hacia su propia estructuración como sujetos y a la edificación de las capacidades que posteriormente les posibilite entrar al mundo laboral con una preparación suficiente.
Pero las dinámicas propias del modelo de desarrollo dan como resultado la exclusión de las y los jóvenes del mundo laboral y del ser estudiantil. De hecho, al aumento de la informalidad y el desempleo juvenil, que se suman a la inactividad, hay que agregar la disminución que viene teniendo el número de estudiantes. En efecto, al comparar el periodo abril – junio de 2017 con el 2016, se tiene que salieron del ser estudiantes 245 mil personas (53% mujeres), pero 92 mil entraron a formar parte de los oficios del hogar y 155 mil en otras actividades, probablemente, a engrosar el mundo NINI.
Un estudio sobre la Juventud de ONU – Hábitat plantea dos índices relevantes, uno sobre prosperidad y otro sobre oportunidades económicas (entre 1 y 100, siendo superior a 80 como muy sólido, sólido entre 70 y 79, moderadamente sólidos entre 50 y 59, moderadamente débiles entre 40 y 49, débiles entre 30 y 30 y muy débiles menor a 30). Parece congruente en cuanto a la prosperidad que ciudades como Bogotá (58.18), Medellín (56.59), Bucaramanga (55.18) sean las tres ciudades de mayor puntaje. Mientras que Riohacha es la de menor calificación con 35.57. Mientras que en oportunidades económicas las tres primeras ciudades tienen 24.44 para Bogotá, 23.56 Medellín y 22.69 Bucaramanga. Datos que muestran el complicado panorama que tienen los jóvenes incluso en las ciudades de mayor dinámica económica del país.
El modelo se involucra entonces en crisis profundas que tienen que ver con el futuro de los y las jóvenes, y estas tienen que ver con aspectos como la educación, las expectativas que se tienen frente a ella y las oportunidades que de ésta se derivan, la mentira que termina siendo la educación como vehículo de movilidad social, pero en particular los altos precios de la educación e incluso la virtualidad como acceso al conocimiento; aspectos que pasan también por los fenómenos producto de la cuarta revolución industrial, entre los que se cuentan, necesariamente, la eliminación de puestos de trabajos dada la constante automatización de los procesos productivos y la obvia precarización de los trabajos existentes.
Quedan así, ante este panorama para nada alentador, unas preguntas sustanciales que deberían ser tomadas en cuenta por el gran abanico de partidos y personas que aspiran llegar a la Presidencia, pero también al parlamento y a poderes locales: ¿qué propuestas tiene para los y las jóvenes? ¿Cómo hacer de la educación un bien público, un bien meritorio al que las y los jóvenes puedan acceder sin restricción alguna? ¿Qué alternativas laborales se les darán a los y las jóvenes?
Sería importante, ahora que el tema de la Renta Básica o de Ciudadanía comienza a vislumbrarse como una alternativa en los países donde la situación de crisis en la juventud está siendo tomada con seriedad, que el país y sus localidades comiencen a evaluar la posibilidad de una Renta de Ciudadanía para las y los jóvenes, es decir, que el ser joven este respaldado por una Renta Básica que les permita salir de su estado NINI y los proyecte como ciudadanos (as) de derechos; una Renta básica que no necesariamente se sustente en dinero sino en una canasta de bienes y servicios que les posibilite acceder a los bienes meritorios a los que tendrían derecho por el simple hecho de ser ciudadanos (as) de este país.
Jaime Alberto Rendón Acevedo: Director Programa de Economía, Universidad de La Salle
Agosto 17 de 2017
https://www.youtube.com/watch?v=h0Bi0lPqXTs