En el pasado ha habido momentos -pocos- en que el Estado elaboraba políticas públicas dirigidas hacia sectores sociales considerados vulnerables. Con estos sectores, por ejemplo, con los campesinos o antes con los afros esclavizados o con los indígenas, no se negociaba la estrategia. López Pumarejo sin negociar con los campesinos intentó en 1936 impulsar la reforma agraria. Lleras Restrepo vuelve a intentar una reforma agraria durante su gobierno (1968-1972) e incluso comenzó construir organización campesina, pero fue derrotado en el seno de la oligarquía, se vino una contrarreforma y una ola de violencia que no ha terminado.
El gobierno de Petro busca el acuerdo con los campesinos, pero le tocó comenzar su intento en medio de una situación que acumula problemas derivados de una escandalosa concentración de la tierra, del desplazamiento de campesinos y de la ruina de la producción alimentaria nacional aplastada por las importaciones. En muchas partes la política se volvió parapolítica, las instituciones terminaron en gran parte atravesadas por la corrupción. El corto plazo de la ganancia mafiosa se impuso por encima de la acumulación capitalista en la economía formal.
Miremos la otra cara de la moneda. Los terratenientes se volvieron más fuertes económicamente, pero no han conseguido más seguridad a pesar del uso de mecanismos estatales, así como paramilitares y de la cobertura política ofrecida por el uribismo. Algunos sectores de terratenientes y burgueses comprenden la necesidad de una negociación política y social antes de que todo se les vuelva peor. La Federación Nacional de Ganaderos (Fedegan) ofrece venderle tres millones de hectáreas al gobierno para reforma agraria y su principal vocero acepta participar en las negociaciones de paz con el ELN.
El nuevo gobierno tiene una mayoría estrecha y tiene que hacer todo lo posible por construir una mayoría sólida. Una burguesía y una clase terrateniente divididas frente a Petro le ahorran al país la tragedia de un bloque monolítico de derecha dispuesto a tumbarlo. El gobierno negocia con quienes quieren negociar para poder sacar adelante al menos una parte de su programa político y no defraudar las esperanzas populares.
Si hubo algo trascendental en esta Convención Campesina es que la mayoría de los participantes tenían muy clara esta película en la cabeza.
Ahora se intentará una negociación aterrizada en las regiones entre el gobierno de Petro y las diversas organizaciones campesinas para definir cómo vivir y cómo producir en el campo. La CNC ha aportado elementos para el próximo Plan Nacional de Desarrollo y las organizaciones campesinas estarán vinculadas al seguimiento o hasta a la ejecución de políticas agrarias y también de las negociaciones de paz.
El ministro del Interior enfatizó en su discurso de clausura una frase que no olvidarán fácilmente los campesinos que lo escucharon: “el gobierno los necesita”. Pero seguramente cualquier participante en la CNC también escuchó más de una vez a los campesinos decir “este es nuestro gobierno”.
De la CNC se pueden anotar también deficiencias técnicas y organizativas que no son lo más importante. De las propuestas salidas de las mesas de trabajo hay que hablar luego.
Se presentaron también diferenciaciones internas que por ahora no alteran la politización del movimiento campesino que asume el papel de ser una columna del nuevo gobierno. Algunos sectores minoritarios quisieron mostrarse más radicales que el gobierno proclamando su rechazo a una negociación con Fedegán o diciendo que no se necesitan 3 millones de hectáreas sino 10 para reforma agraria. Un dirigente campesino me comentó con ironía que esos sectores pensaban que estamos en una revolución. Sin embargo, como lo anotó Pedro Santana, lo más destacado fue el pragmatismo de los dirigentes y la esperanza que ellos trasmitían. Politización del movimiento campesino en el mejor sentido de la palabra.
José Miguel Gamboa
Foto tomada de: Diario del Cauca
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