En el siglo XXI, el orden económico internacional ha comenzado a transformarse, dando lugar a una progresiva pérdida de centralidad del modelo unipolar liderado por Occidente. En este contexto, emergen nuevos actores que buscan mayor protagonismo, representación y autonomía en las decisiones globales. El bloque BRICS —formado inicialmente por Brasil, Rusia, India y China en 2009, y consolidado con la adhesión de Sudáfrica en 2010— representa una de las principales expresiones del llamado Sur Global.
Este grupo de economías emergentes nació como una alternativa frente a las estructuras tradicionales de poder económico y político internacional. Desde entonces, ha venido ampliando su influencia a través de foros multilaterales, cooperación financiera y propuestas para una nueva arquitectura internacional más representativa. En particular, su avance marca un momento de inflexión en la configuración geoeconómica global, con implicaciones directas para regiones como América Latina y países como Colombia.
De los BRICS a los BRICS Plus: expansión estratégica
Durante la cumbre de Johannesburgo en 2023, el bloque amplió su membresía al incorporar nuevos países: Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Egipto y Arabia Saudita. Esta expansión marcó el nacimiento de los BRICS Plus, un formato más inclusivo que refleja la voluntad de construir una plataforma multipolar de cooperación Sur-Sur. En 2024, durante la XVI cumbre celebrada en Kazán (Rusia), se sumaron como estados asociados naciones de diversas regiones: Indonesia, Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Turquía, Uganda, Uzbekistán y Vietnam. Esta ampliación no solo fortalece el peso geopolítico del bloque, sino que también diversifica sus capacidades económicas, demográficas y culturales.
En 2025, Brasil asumirá la presidencia del grupo y será anfitrión de la XVII Asamblea los días 6 y 7 de julio en Río de Janeiro. Se ha confirmado la participación como países invitados de Colombia, México y Uruguay, lo que subraya la relevancia de América Latina y el caribe en esta nueva arquitectura global. Este foro está construyendo las bases para una economía internacional de nuevo tipo, caracterizada por la multipolaridad, el multilateralismo y la cooperación autónoma.
G7 vs. BRICS: dos modelos de gobernanza internacional
Los BRICS representan el 40% del PIB global y más del 51% de la población mundial, según estimaciones del FMI y el Banco Mundial (2023). En términos de producto generado, ya superan al G7, conformado por las economías industrializadas del norte global (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y Japón). Una diferencia estructural importante radica en que todos los países del G7 pertenecen tanto a la OCDE como a la OTAN. La primera, fundada en 1948 para administrar los recursos del Plan Marshall, establece lineamientos económicos comunes entre países desarrollados. La segunda, creada en 1949, articula una alianza militar occidental liderada por Estados Unidos, para afrontar el avance de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Los países BRICS, en contraste, no pertenecen a estos organismos. En su lugar, promueven formas alternativas de cooperación económica, defensa de la soberanía nacional y solución diplomática de conflictos. Esto se expresa como una reacción a lo que consideran un uso instrumental del dólar de carácter monetario y geopolítico, las sanciones económicas a cerca del 25% de los países y la intervención extranjera por parte de potencias occidentales, muchas veces justificadas en términos de geopolítica, pero con impactos desestabilizadores en la gobernanza global.
El escenario de los BRICS constituye hoy una tercera vía hacia rutas de integración regional. Las experiencias conducidas por Estados Unidos (carta de Chapultepec) o la Unión Europea (convención de Lomé), se han visto frustradas por la renta de adhesión de gobiernos de la región que han preferido articularse en vez de integrarse y en algunos casos han aplicado un esquema de competencia inversa para transformar dichos procesos en planes de inversión de dichos países.
Armamentismo vs. cooperación: dos agendas en disputa
Mientras Estados Unidos ha reforzado su inversión en armamento en el marco de la OTAN con exigencias de gasto del 5% del PB de los países integrantes de ese organismo militar, los BRICS han impulsado una narrativa centrada en la diplomacia, el desarrollo y el respeto a la autonomía de los Estados. Este contraste se agudiza en un escenario global caracterizado por guerras tercerizadas, conflictos asimétricos y una creciente macro militarización de la economía internacional y micro paramilitarización de las economías nacionales.
Frente a este escenario, los BRICS proponen crear sus propios mecanismos de financiamiento, cooperación tecnológica y desarrollo comercial. La apuesta consiste en fomentar un entorno internacional de cooperación pacífica, donde se aborden los conflictos mediante el diálogo, la complementariedad productiva y el fortalecimiento regional. Su énfasis está en el desarrollo autónomo, con moneda propia y políticas soberanas de producción e intercambio. En el caso de América Latina y el Caribe, la CELAC ha declarado la región zona de paz y libre de armamentismo nuclear.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta: propuesta de cooperación global China
Uno de los instrumentos más ambiciosos de este nuevo orden multipolar es la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), propuesta por la República Popular China en 2013. Inspirada en las antiguas rutas de la seda, busca articular infraestructura de transporte, conectividad digital y cooperación financiera entre Asia, Europa, África y, más recientemente, América Latina.
Esta estrategia ha promovido más de un billón de dólares en inversión internacional y ha sido clave en el crecimiento económico de muchas regiones del Sur Global. La iniciativa opera bajo principios como consulta mutua, construcción conjunta y beneficios compartidos, priorizando alianzas a largo plazo, estabilidad regional y reducción de desigualdades, en el contexto del gana gana y el futuro compartido.
El rol de Colombia y América Latina en este nuevo escenario
Colombia, que actualmente tiene un déficit comercial con China superior a los 13.000 millones de dólares, ha tardado en reaccionar frente a estas transformaciones. Si bien las exportaciones de café al mercado chino han crecido lentamente, aún no se explora con fuerza el potencial de bienes con valor agregado, innovación o cooperación tecnológica, que permitan valorar el efecto exportación de las importaciones, para superar esta condición deficitaria.
En 2023, el país comenzó a sentar las bases con la firma de la alianza estratégica para adherirse a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, uniéndose a los 20 países latinoamericanos que ya participan en ella. En 2025 se produce la adhesión a esta iniciativa, lo que abre oportunidades estratégicas para transformación energética, con cooperación en tecnologías limpias; modernización de infraestructura física y de conectividad , especialmente ferroviaria, fluvial, carretera, fluvial, marítima, aeroportuaria, portuaria y telecomunicaciones; para fortalecer cadenas de valor regionales y superar el bajo comercio intrarregional actual (menos del 20% en América Latina y el Caribe , frente a un 70% en la Unión Europea); con nuevos escenarios para el desarrollo científico técnico , tanto en agricultura de precisión, como en industria 4.0.
Riesgos potenciales: deuda, desnacionalización y dependencia tecnológica
Como en toda estrategia de inserción internacional, existen riesgos. Uno de los más debatidos es la llamada “trampa de la deuda”, es decir, la posibilidad de que megaproyectos financiados por China generen dificultades financieras. Sin embargo, China ha comenzado a convertir algunos préstamos en inversión directa, lo que puede aliviar la carga de los países receptores y generar transferencia de capacidades locales si se negocia con responsabilidad.
Otro riesgo histórico en América Latina ha sido la desnacionalización de industrias a través de modelos de inversión extractiva o maquilas con bajo valor agregado, pero especialmente por los mecanismos de implantación por adquisición creado por las corporaciones transnacionales. Por ello, es esencial que Colombia avance con una estrategia nacional de cooperación, donde las inversiones extranjeras se orienten al desarrollo de capacidades productivas, tecnológicas y laborales sostenibles, con la debida formación de capacidad humana para que la transferencia de conocimientos y de tecnología sean efectivas.
El modelo chino de desarrollo: planificación de largo plazo, innovación y combate a la pobreza
La experiencia china ofrece lecciones significativas. En los últimos 40 años, ha logrado sacar a más de 800 millones de personas de la pobreza, según el Banco Mundial, contribuyendo con el 75% de la reducción global de pobreza. Este resultado responde a una planificación estatal rigurosa, basada en planes quinquenales que fijan pautas medibles al sector público y no público.
En 2021, China superó a Estados Unidos en el número de patentes registradas (3,6 millones vs. 3,3 millones), y actualmente lidera en tecnologías clave como inteligencia artificial, semiconductores, publicaciones científicas y computación avanzada. Este avance fue posible gracias a dos estrategias: abrir su economía a empresas extranjeras, siempre en cooperación con empresas locales, para asegurar transferencia tecnológica, y enviar miles de profesionales a formarse en el exterior para luego retornar para contribuir con el desarrollo nacional.
El resultado de esta política es que actualmente, el 45% del PIB chino es generado por empresas estatales, lo que permite al Estado regular, controlar calidad y prevenir corrupción gracias al conocimiento técnico y operativo, en términos de saber hacer. Se prioriza la mano visible del Estado para coordinar el funcionamiento del mercado, bajo principios de planificación estratégica. En el mercado actúa la mano visible, no la mano invisible.
Hay que destacar que el 45 aniversario de las relaciones Colombia y la República Popular China, corresponde a una larga vinculación de la República popular China y América Latina y el Caribe. Sin embargo, solo ahora se ha hecho visible mediáticamente, gracias a la emergencia de un nacional-proteccionismo liderado por Estados unidos y el G7 en el proceso de gestionar geopolítica del caos inducido.
Conclusión: una oportunidad histórica para Colombia, América Latina y el Caribe
El fortalecimiento del Sur Global y el avance de los BRICS representan una oportunidad estratégica para la región latinoamericana y el caribe. La adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta y la participación en el Nuevo Banco de Desarrollo son más que acuerdos diplomáticos: son herramientas para reconfigurar la inserción internacional de la región con autonomía, planificación y visión de largo plazo. Las diferencias más significativas de este organismo es la ausencia de condicionalidades de política económica al estilo FMI o BM, o el manejo hegemónico de ningún país aportante como ocurre actualmente con dichos organismos. Ni condicionalidad ni hegemonía.
Para que esta oportunidad se materialice, se requieren acciones concretas: desde el gobierno, definir prioridades estratégicas para la cooperación con China y los BRICS en infraestructura, ciencia y tecnología; desde el sector privado, asumir un rol activo en la exploración de nuevos mercados, alianzas tecnológicas e innovación productiva; desde la academia, fomentar estudios sobre Asia, formación de profesionales bilingües, investigación aplicada y transferencia de conocimiento; y desde los territorios, impulsar hermanamientos subnacionales y proyectos de cooperación entre ciudades, departamentos y regiones. Y desde los medios más información y formación directa con la estrategia de los BRICS desde los BRICS.
América Latina y el Caribe han sido, en demasiadas ocasiones, un espectador del reordenamiento global. Hoy tiene la oportunidad de ser protagonista. Es hora de diversificar, cooperar e integrarse al nuevo sistema internacional con criterio propio, soberanía y visión.
Carlos Julio Martínez Becerra
Foto tomada de: El País
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