La ideología del American First, que viene desde la década de los años 20 del siglo XX invocada por el presidente Woodrow Wilson[1] , de “América primero” o “América para los americanos”, con la que en la actualidad la administración Trump promueve el aislacionismo político y diplomático de los EE.UU, retirándose de la mayoría de los tratados internacionales de coexistencia pacífica y protección de los DD HH y el medio ambiente y a la vez impulsa el manejo hegemónico y militar para todos los asuntos globales y en especial para Latinoamérica y el hemisferio occidental.
Esta tesis neoimperialista se complementada con la ideología MAGA (Make America Great Again) “Haremos que América vuelva a ser grande” recogida de los delirantes discursos del entonces presidente Ronald Reagan en su campaña para las presidenciales a la Casa Blanca en el año 1980, que abrieron las esclusas para la llegada del neoliberalismo como doctrina económica dominante en los EE. UU y el hegemonismo de potencia única que marcaron las siguientes décadas en la geopolítica mundial tras la caída de la Unión Soviética; son retomadas por Donald Trump desde el año 2015 para promover el patriotismo fanático de la cultura Blanca, Racista, Anglosajona, evangélica, individualista y supremacista de la derecha norteamericana.
Con estos pilares se construye lo que se denomina el puño Trumpeano de la política internacional del actual gobierno de los EE. UU, estrategia que dirige tres lanzas de esta agenda intervencionista hacia América Latina con el propósito de reinstalar a gobiernos de extrema derecha en la mayoría de los países del continente y detener el avance del progresismo en el hemisferio occidental y el crecimiento de la influencia asiática y de los países que integran los BRICS.
La primera de estas políticas trumpistas es la guerra a los migrantes o guerra contra la migración, la consigna es decir “guerra a muerte contra la migración”, una campaña agresiva, xenófoba y fascista de la eliminación del migrante, de estigmatización de la persona humana nacida en los países del centro y Suramérica, de violación de los DD HH, de vulneración a la dignidad humana de todas aquellas personas en condición de migrante. De acuerdo con la doctrina Trump, el inmigrante y el migrante es el presunto implicado, el sospechoso habitual, el asesino, el terrorista, el enemigo de la familia norteamericana, el violador, el ladrón, el usurpador, el saqueador de las riquezas de la nación de los EE.UU, de sus habitantes blancos, olvidando que sus trecientos cuarenta (340) millones de habitantes actuales provienen en su mayoría de diferentes olas migratorias que desde el siglo XIX han poblado este inmenso país, atraídos en esas apocas por el boom del oro en California, la entrega de las tierras arrebatadas a sangre y fuego a los indígenas originarios de Norteamérica a los inmigrantes blancos europeos y por las oportunidades económicas para aventureros de toda laya provenientes de muchas partes del mundo, entre estos bandidos sin ética ni escrúpulos estaba el abuelo de Donald Trump; un viejo canalla y asesino que no dudaba en venderle carne podrida a los mineros de california a fin de enriquecerse, no importándole cuantos de aquellos pobres miserables murieran de disentería a causa de la dieta de muerte que les suministraba este criminal de origen alemán.
En la actualidad viven en los EE UU sesenta (60) millones de latinos, es de hecho la comunidad hispana más grande de América, después de México y por encima de Colombia. En este contexto, la irracional guerra contra el migrante se erige como la principal consigna y campaña de odio dentro de los Estados Unidos y fuera de sus fronteras, de tal suerte que el migrante es el nuevo enemigo del cacareado “modo de vida americano” mantra del supremacismo blanco, por lo que hay que levantar murallas para impedir su llegada, ya no solamente muros de concreto como lo intento hacer Trump en su primer gobierno 2016-2020 en la frontera terrestre con México, sino en este segundo mandato utilizando una especie de escudo de fuego, estrategia militar de combatir a sangre y fuego, a lo que los halcones del pentágono llaman, “el mayor peligro existencial para perpetuar el poder mundial de los EE UU”, por lo que han desplegado cinco mil (5.000) marines y por menos ocho ( 8) portaaviones con armamento nuclear en las costas del caribe, en especial frente a las costas de Venezuela, mientras simultáneamente se fortalecen los aprovisionamientos de cazas y armas en las bases militares de Puerto Rico, Barbados y Panamá y se realizan simulacros con misiles de largo alcance en las aguas de la Florida; desatando en paralelo una campaña de terror e intimidación, destruyendo mediante bombardeos con misiles a pequeñas embarcaciones o lanchas, que según el gobierno Trump son narcotraficantes, aplicando la pena de muerte sin formula de juicio a pescadores, migrantes, marineros que solo por faenar en aguas internacionales, son asesinados sin piedad por aviones de combate de los EE.UU.
La cruel realidad es que estos hechos se constituyen en crímenes internacionales y de guerra por el uso desmedido de las armas de una potencia extranjera contra civiles desarmados de países caribeños, imponiéndoles la pena de muerte al mejor estilo de las ejecuciones extrajudiciales o falsos positivos adelantados por el gobierno Uribe en la mal llamada guerra contra las FARC, y similar a los bombardeos que a diario realiza el ejercito sionista de Israel en contra de la población inerme de habitantes de Gaza en un genocidio que no tiene parangón en el siglo XXI y que ya arroja 70 mil muertos de la población palestina y la destrucción total de su territorio.
La guerra contra la migración se complementa con la captura en territorio de los EEUU de miles de migrantes latinos, a quienes los encarcelan sin garantías para su defensa y los recluyen en terroríficas prisiones como el Alligator Alcatraz[2] en la Florida, así como la militarización de ciudades como Washington y Chicago y el estado de California. Este discurso es efectivo para la pasarela de racistas, neonazis y del ku klus klan, también llamados “la basurita blanca”, que creen que los inmigrantes les robaron el empleo, los buenos salarios, la seguridad social y todas las promesas del sueño americano “american dream” promovidos durante la posguerra por los ideólogos de la derecha gringa.
La segunda lanza del puño Trumpiano en contra de América Latina, es el uso selectivo de la llamada guerra arancelaria ante la pérdida de la hegemonía o el hegemón económico, militar y político de los EEUU como única potencia mundial y la irrupción del multipolarismo encabezado por la China en conjunto con Rusia, Irán y la India, a los que se han sumado las potencias continentales de América (Brasil) y de África (Sudáfrica). campaña de agresión económica que ha desatado el gobierno Trump desde que llego al poder para tratar de nivelar el tablero comercial global, ante el crecimiento económico de China, en el que se utilizan los aranceles como un garrote de sometimiento a los intereses geopolíticos gringos; en América Latina esta estrategia la dirigen contra los países de México y Brasil, precisamente las dos más grandes economías de América Latina, en lo que respecta a México, el país Azteca inclino a su favor la balanza comercial frente a su socio del norte en varios frentes, entre los que se destacan:
La producción barata de alimentos exportados a los EEUU, necesarios sobre todo para la alimentación de los estados del oeste americano en los que la gran influencia de la gastronomía texmex consumida por millones de mejicanos y latinoamericanos que viven en los Estados Unidos ha transformado la cultura culinaria de muchas de estas regiones, que han convertido en productos indispensables de la canasta familiar gringa al aguacate, el guacamole, los frijoles, y todas las variedades de especias y picantes que se exportan hacia los EE.UU.
Además México es históricamente la gran despensa de mano de obra barata campesina de los Estados Unidos, miles de jornaleros migran cada año como temporeros o “espaldas mojadas” a recoger las cosechas de los grandes y medianos granjeros latifundistas, blancos y republicanos en su gran mayoría, de Texas, Nevada, California, Arizona, etc., en donde existen extensos cultivos de maíz, sorgo, cereales e incluso Canabis, planta legalizada en varios estados de Norteamérica, que son recolectados por la masa campesina Mexicana y Latina.
Estas son algunas razones, no todas por supuesto, por las que es castigado México a través del drástico aumento de los aranceles, elevando las tasas a los productos mexicanos hasta en un 50% en el año 2025, violando los tratados de libre comercio firmados entre EEUU, México y Canadá. Por su parte a Brasil también le dirigen toda la batería de munición de la guerra arancelaria, por ser la principal potencia económica suramericana socia de los BRICS, pacto económico del sur global que se erige como el principal competidor de la potencia norteamericana y que tiene un comercio cada vez más grande y dinámico con los países de Asia pacifico, las sanciones arancelarias contra Brasil van dirigidas a detener el crecimiento de la nueva alianza económica representada en los BRICS para el hemisferio occidental, de la mano del gobierno del presidente Lula Dasilva.
Estas medidas sancionatorias en el orden económico también buscan debilitar a los gobiernos progresistas que actualmente dirigen a estos países latinoamericanos, por sus agendas democráticas y de izquierda, que por supuesta no practican el credo populista de derecha neoliberal que se ha instalado en la casa blanca de la mano de Donald Trump y su lobby Judeo Americano (Netanyahu) y narco cubano- americano (Marco Rubio). Estas medidas de ataque a las economías del sur buscan también fortalecer a las derechas y extremas derechas de estos países, para ayudarle a la oposición Mexicana del corrupto PRI y del Bolsonarismo en Brasil, a regresar al poder.
La intromisión en los asuntos internos de Brasil por parte de Donald Trump es absolutamente escandalosa, amenazó con aumentar los aranceles a Brasil si el expresidente Bolsonaro era condenado (como en efecto sucedió) por parte de la Corte Suprema de este país, afortunadamente la justicia y el gobierno brasileño no se amedrentaron y después de ser encontrado culpable en el juicio que termino hace unos días pasados, se condenó al golpista expresidente Jair Bolsonaro a 27 años de prisión por intentar derrocar al presidente Lula e incluso planear su asesinato.
De otro lado la tercera lanza o política del puño trumpiano contra América Latina, es la que ultima carta que ha destapado el Departamento de Estado en cabeza del halcón cubano americano y secretario de estado de Trump, Marco Rubio, mediante la declaración de guerra a las drogas y narcoterrorismo como una estrategia contrainsurgente contra los países de Venezuela y Colombia. Aquí se reedita el Plan Colombia pero ya no contra organizaciones insurgentes como las FARC en su momento, sino contra gobiernos en ejercicio, ligando a sus gobernantes a través de montajes seudojudiciales o Lawfare, guerras sucias-legales, como los nuevos jefes del narcotráfico en América Latina, de supuestas bandas como el tren de Aragua, el Cartel de los Soles en Venezuela e incluso los Choneros en Ecuador, estructuras criminales recalificadas y sobredimensionadas por los EEUU, como los grupos terroristas y narcoterroristas más peligrosos de la actualidad. Cualquier parecido con el modelo sionista de criminalización de todo el pueblo palestino es mera coincidencia.
Toda esta narrativa de populismo punitivo de extrema derecha, es un proceso que busca justificar la intervención militar del ejército de los EE UU en Venezuela, incluso invadir al país hermano e intervenir militarmente en Colombia, persiguiendo a sus presidentes como si fueran delincuentes transnacionales e incluso ofreciendo millonarias recompensas por la cabeza de Nicolas Maduro al que le han fijado una recompensa de 50 millones de dólares por quien logre asesinarlo y de paso a toda la cúpula del gobierno chavista.
En ese mismo plan de desestabilización trumpeana se encuadra la descertificación al gobierno colombiano y al presidente Petro en la lucha contra las drogas por parte de los EEUU, ocurrida apenas hace unos días, como una medida estrictamente política dirigida a golpear al gobierno de izquierda progresista de Colombia, a fin de darle gusto a la extrema derecha colombiana, que se propone con la ayuda de Washington sacar del poder al mandatario colombiano y garantizar por todos los medios legales y especialmente ilegales que triunfe un candidato de derecha en las elecciones del año entrante, asegurando de paso a Colombia como un aliado incondicional de la esfera trumpiana en la América del Sur.
Este complot internacional no va a parar con la descertificación al gobierno de Colombia, todo apunta a que al presidente Gustavo Petro le están preparando un montaje judicial en las cortes de los EE UU, para acusarlo de colaborar y pertenecer a las redes del narcotráfico internacional, de allí el lobby insistente que políticos uribistas como María Fernanda Cabal, Fico Gutiérrez, Vicky Dávila, Juan Carlos Pinzón, entre otros han venido haciendo en Miami y Washington con sus pares republicanos Diaz Balart, Berny Moreno y agentes de la CIA y la DEA para fabricar un “indictment[3]”, acusación judicial en una corte de los EEUU en contra del presidente Gustavo Petro por el supuesto delito de narcotráfico, pretenden responsabilizarlo de narcotráfico con testimonios falsos de supuestos “convictos y agentes encubiertos”, a fin de oficializar una orden de arresto en su contra y el respectivo pedido de extradición a los EE UU del mandatario Colombiano. Hacia allá se dirige este siniestro plan de manipulación y sabotaje contra la República de Colombia, el presidente Petro lo sabe, por eso denuncio con vehemencia al presidente Trump y a su déspota gobierno en la asamblea general de las Naciones Unidas el pasado 22 de septiembre de 2025.
Todos estos acontecimientos en desarrollo, impactan internamente la política de paz total del gobierno Petro, pues este escenario de la paz o la guerra también es materia de disputa de relatos y resultados por parte del gobierno nacional y de la oposición golpista y conspiradora que se ha complotado con oscuros intereses mafiosos y militaristas para usar los tableros de paz como argumentos en contra del gobierno y del pueblo colombiano, sindicando de paso al presidente Petro de favorecer al narcotráfico en Colombia.
Por otro lado el gobierno nacional a través del ministerio de defensa, justicia, OACP y la DINA realiza un gran esfuerzo para llevar a cabo acciones para cumplir con éxito varias estrategias de la política de paz total, que permitan el desmantelamiento consensuado de estructuras armadas de alto impacto; ese el caso de la negociación con el Clan del Golfo o autodenominado EGC que se realiza en Catar y en cual será motivo de análisis en un próximo artículo del observatorio del conflicto de la Corporación Nuevo Arco Iris.
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[1]Woodrow Wilson lo utilizó para justificar la neutralidad del país durante gran parte de la Gran Guerra.[2]
[2] Oficialmente denominado South Florida Detention Facility, es un centro de detención migratoria en Florida, Estados Unidos, construido en el Aeropuerto de Entrenamiento y Transición Dade-Collier dentro de la Reserva Nacional Big Cypress
[3] Se refiere a una acusación formal presentada por un gran jurado en un tribunal superior, lo que implica un proceso más avanzado en los EE.UU
Julio Arenas & Henry Cuervo, Observatorio del conflicto, Corporación Nuevo Arco Iris CNAI.
Foto tomada de: La Tercera
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