La decisión de la Corte ha apaciguado los temores de los que llevaban semanas manifestando su rechazo a la aprobación de la justicia transicional en el Congreso. Su determinación y las medidas que aclaran temas controvertidos como la exclusión de terceros y las tutelas en contra de las sentencias de la JEP han reforzado la legitimidad del Acuerdo de Paz y contribuyen a calmar las aguas agitadas de la política. Sin embargo, persisten los interrogantes relacionados con las fuerzas subterráneas que mueven las elecciones en el país y se mantiene el clima de incertidumbre acerca de lo que pueda suceder en las próximas elecciones presidenciales.
Persiste el ambiente enrarecido por las pugnas partidistas y personalistas, los escándalos de corrupción y las actitudes displicentes de los parlamentarios que no ocultan su desvergüenza presionando al Gobierno para aprobar los proyectos de ley pendientes en el Congreso cuando quedan apenas quince días para que se mantenga la vigencia del fast track.
El acuerdo de paz al que llegó el Gobierno con las FARC llenó de esperanza a muchos colombianos que supusieron que comenzaba una era de tranquilidad y de trabajo para el bienestar de todos, pero el panorama se nubla y el escepticismo se apodera de los espíritus. Subsisten zonas controladas por actores armados al margen de la ley; los guerrilleros disidentes, los paramilitares y los narcotraficantes luchan por el control de extensas áreas de cultivo de coca; las medidas legales que buscan proteger a las víctimas del conflicto se enfrentan a una oposición constante; la justicia se deslegitima; la corrupción debilita las instituciones; la economía se estanca; la juventud se mantiene al margen de los asuntos públicos.
Y mientras tanto ¿qué hacen los partidos políticos? ¿Cómo se comportan los políticos?
Pareciera que a la voz de elecciones el único incentivo para los que han hecho de la política una profesión fuera el poder al que en una democracia se llega pasando por las urnas tras una competencia despiadada que se profundiza cuando la ideología, la institucionalidad y la ética pierden importancia a la vez que se entroniza el pragmatismo cuando no el oportunismo.
En la Colombia de hoy el escenario político muestra un gran fraccionamiento de partidos y grupos. Los personalismos están por encima de los programas y las propuestas políticas. Predominan las pasiones y los prejuicios arraigados. Las posverdades que circulan por las redes sociales han ocupado los lugares de los debates racionales y el conocimiento. Los políticos ofrecen su apoyo a los candidatos a cambio de puestos y contratos. Los electores no votan por un programa sino para que otros no gobiernen, carecen de instrumentos reales para controlar a sus elegidos y son controlados por las maquinarias partidistas.
Y a todas estas ¿qué hechos se destacan en la pugna electoral que se avecina?
Los primeros hechos que se destacan son la ausencia de candidato del partido de la U y la división del partido conservador.
En el campo liberal, ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo intrapartidista, resultado de su fragmentación interna, la candidatura presidencial será definida el domingo 19 de noviembre por una consulta abierta que deja abierto un interrogante. ¿Saldrá de la consulta un partido unificado y con un candidato fuerte para presentarse en mayo o surgirá un candidato que conduzca a una coalición con otros partidos dispuestos a defender la implementación del Acuerdo? Si se concreta esta última posibilidad, si bien ambos precandidatos han hablado de coaliciones con partidos favorables al Acuerdo, con De la Calle la posibilidad de alianzas con los Verdes y el Polo es factible, capturando así votos de opinión. La Candidatura de Cristo, más cercana al establecimiento, contaría con el apoyo de una parte del partido de la U.
En el Centro Democrático las cosas tampoco se aclaran y no se ha definido el mecanismo para elegir el candidato. Cuatro de sus cinco precandidatos aprueban el recurso a encuestas mientras el quinto insiste en una convención reservada a los militantes del partido.
En la Alianza Verde tampoco se ha llegado a un acuerdo. Aunque la bandera contra la corrupción ha dado buenos réditos a sus candidatos lo cual se refleja en las encuestas, tanto Fajardo como Claudia López y Robledo siguen sus propios caminos y sus posiciones comunes no parecen ser suficientes para armar un proyecto común. ¿Se unirán para presentar un candidato único a la primera vuelta o se unirán al candidato liberal? La respuesta depende en parte del número de votantes en la consulta liberal en la que este se juega su prestigio al hacerse contar.
Como caballero solitario puede aspirar también a la presidencia Gustavo Petro a quien el Consejo de Estado rehabilitó para hacer política al tumbar el fallo con el que la Procuraduría de Alejandro Ordóñez lo privó de su cargo como Alcalde de Bogotá. Petro, sin embargo, no tiene maquinaria.
Ante el escenario desolador que ofrecen los partidos mencionados, muchos analistas dan por sentado que el próximo presidente será Germán Vargas Lleras, jefe del Partido Radical, llamado por algunos “el candidato de la maquinaria”, y con un enorme potencial de crecimiento en la opinión pública. El mismo tiene en su contra, empero, el lastre de los hechos de corrupción protagonizados por miembros de su partido que han generado indignación entre los colombianos.
A luz de lo visto se puede concluir que en este momento lo único cierto es el mar de incertidumbre que caracteriza el ambiente político en vísperas de la contienda electoral. En esa condición es difícil hacer pronósticos, sobre todo cuando el resultado final no depende solamente de las jugadas de los partidos sino de la participación de nuevos votantes o de su abstención. La juventud no se ve representada en la política tradicional y es escéptica, pero también pragmática. Es decir, relativamente impredecible.
RUBÉN SÁNCHEZ DAVID: Profesor Universidad del Rosario
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