“Todo lo sólido se desvanece en el aire”
El Manifiesto, Karl Marx
El otorgamiento del Nobel de economía 2025 para Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt por sus investigaciones sobre cómo la innovación estimula el crecimiento, llega en un momento particularmente paradógico. De una parte, la inmensa capacidad de “destrucción creativa” -cómo denominó Joseph Schumpeter la extraordinaria fuerza destructiva del modernismo- de las fuerzas productivas como condición para el crecimiento económico. De otro lado, el agotamiento del modelo de la globalización y, particularmente, el declive de la locomotora del capitalismo contemporáneo: los Estados Unidos.
Tal cómo lo demostró Moryr en sus investigaciones sobre el período 1750-1914, las invenciones y descubrimientos científicos de finales del siglo XVIII y principios del XIX crearon unas condiciones propicias para el surgimiento de la primera revolución industrial. Pero fue necesaria la aparición de las nuevas ideas de la llamada “economía política” que relacionó la industrialización y el crecimiento económico con el bienestar de la población y, particularmente, el valor que aportan los trabajadores en la acumulación y ampliación del capital.
Sin embargo, en el capitalismo contemporáneo el inmenso despliegue de la capacidad productiva debido a las tecnologias de información y comunicaciones (TIC) y, especialmente, de la inteligencia artificial (IA), no se ha traducido en un mayor crecimiento de la economía mundial y, por el contrario, el bienestar de los trabajadores ha emperorado y han aumentado las desigualdades económicas y sociales entre los países desarrollados -del llamado primer mundo- y los países en desarrollo del tercer mundo.
Esta paradoga tiene su explicación en tres razones fundamentales: i) de acuerdo con Marx (1848), el primer pensador moderno, el sistema económico capitalista logró liberar la inmensa capacidad humana para el desarrollo, la transformación y la renovación permanente de todas las formas de vida individual y colectiva. “La burguesía –señaló Marx– no puede existir, sino a condición de revolucionar constantemente los medios de producción”. Pero esta intensa e incesante presión que ejerce el aguijón de la competencia obliga a las empresas a innovar permanentemente sus sistemas productivos, desatando una fuerza destructiva incontrolable, especialmente, con el agotamiento de los recursos naturales y la emisión de gases efecto invernadero que destruyen la capa de ozono, principal termostato que regula el clima del planeta tierra. Cómo el aprendiz de brujo, el capitalismo contemporáneo nos ha colocado al borde del colapso climático que amanaza con destruir el planeta.
ii) Según lo expuesto por Schumpeter, en su Teoría del Desarrollo Económico (1934), los inventos y las innovaciones tecnológicas son una condición necesaria, pero no suficiente para lograr un crecimiento autosostenido. Se requieren además de condiciones sociales objetivas que permitan a empresarios y países vencer la inercia y abandonar sus viejas creencias para que las nuevas ideas alienten los cambios y las transformaciones. iii) Los tres economistas galardonados igualmente sostienen que no basta con disponer de nuevos inventos o innovaciones tecnológicas, sino que se requieren de instituciones que alienten y regulen la adopción de las nuevas tecnologías. Así, por ejemplo, en sus investigaciones Aghion y Howitt señalaron como en estos tiempos en que la inteligencia artificial (AI) tiene todo el potencial para cambiar los procesos productivos de las empresas y generar una nueva “revolución industrial”, la hegemonía de gigantes como Google, Amazon, Facebook o Apple están frenando las posibilidades a muchas empresas y países -particulamente, de los países del sur global- para que puedan beneficiarse de la AI. Incluso han criticado que “el problema de EE.UU es que sus políticas económicas no favorecen la competitividad en la era digital” y que “el único criterio de las cuotas de mercado, dificultan la aparición de nuevas firmas”.
La crisis de la hegemonia norteamericana y la reconfiguración de un nuevo orden mundial
El otro factor que ha contribuido al marchitamiento de la economía mundial es, sin lugar a dudas, el colapso de la hegemonía estadounidense y la reconfiguración de un nuevo orden económico y geopolítico mundial. Desde la última crisis del 2008, la economía de EE UU. entró en una fase de declive silencioso pero inevitable.
La desindustrialización y la destrucción sistematica de miles de puestos de trabajo, a consecuencia de la relocalización de las empresas multinacionales y a la pérdida de competitividad de la economía estadounidense, no han hecho posible revertirlas con las malas políticas fiscales y monetarias de los gobiernos norteamericanos.
Los esfuerzos del gobierno de Trump I y II de imponer sanciones económicas y aranceles a los países, en un intento por obligar a las corporaciones a retornar sus inversiones a los Estados Unidos, se han convertido en un bumerán que están golpeando el bolsillo de los consumidores y las clases trabajadoras norteamericanas. Cómo es apenas obvio en el comercio internacional, los aranceles no los pagan los países exportadores sino los consumidores locales.
Trump que, durante su segundo mandato, habia prometido devolver la prosperidad y el empleo a los trabajadores norteamericanos, lo que ha hecho es proteger las ganancias de las grandes corporaciones y desatar una “guerra comercial” sin precedentes, afectando la confianza de los mercados y destruyendo a su paso las regulaciones y las instituciones comerciales del mundo.
El populismo arancelario y fiscal de Trump lo que ha provocado es una enorme transferencia de recursos de los consumidores y las clases asalariadas a los bolsillos de los más ricos empresarios, sus amigos y socios de la MEGA.
Como ha ocurrido siempre en las crisis del capitalismo, donde la fuerza destructiva de las crisis se convierte en oportunidades especulativas muy lucrativas para que las élites concentren aún más la riqueza, a costa de la precarización y el empobrecimiento de la mayoria de las clases trabajadoras.
Pero en esta ocasión, la manipulación de las conciencias ciudadanas va mucho más allá de la mala economía. El miedo se convirtió en el arma política e ideológica más poderosa del gobierno de Trump. El miedo a los inmigrantes y latinos. El miedo a los Chinos. El miedo al comunismo. El miedo a las drogas. El miedo a los narcotráficantes. El miedo a perder el “estilo de vida americano”.
Todos estos miedos han mantenido a la opinión pública norteamericana y del mundo capitalista, distraida, adocenada y embrujada con la hechicería cibernética. Se trata del viejo truco del mago que mantiene en una mano el simulacro de unas fórmulas mágicas para la prosperidad, mientras con la otra desata las más poderosas fuerzas destructivas que desintegran y hacen que todo este caos de la vida moderna arracen con la supervivencia de la humanidad misma.
El problema central de la supervivencia del capitalismo es que la condición sine qua non para que promueba la competencia y el activismo incesante de la vida moderna deba destruir las posibilidades humanas de crear sentidos de vida diferentes a la mera consecución de la ganancia y el enriquecimiento individual, aún a costa del empobrecimiento y la penuria de la inmensa mayoría de sus habitantes.
Lo paradójico para los economistas ganadores del Nobel -que se declaran fieles seguidores del credo neoliberal de la infalibilidad de la tecnología para estimular el crecimiento y le apuestan a la hechicería de los modelos econométricos para estimar los impactos de las innovaciones en el crecimiento económico, – es que ven como sus pronósticos se desvanecen. “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Todo lo sagrado y la vida misma han sido profanadas y, la humanidad entera se ha visto forzada a reconsiderar dramáticamente sus condiciones de supervivencia y sus relaciones sociales.
¿Dónde queda entonces la certeza y la estabilidad de la vida moderna? ¿A dónde nos llevará toda está hecatombe de la modernidad burguesa? Que ya no es solo es una crisis económica más, sino una crisis de la civilización misma.
Por estas razones, el sistema capitalista portador del afán de lucro como bien supremo, debe ser sustituido por un sistema donde las personas puedan realizarse integralmente, desarrollando todo tipo de trabajo, tanto manual como intelectual, que le den un sentido de vida plena y de múltiples realizaciones, tanto en lo económico como en lo social y cultural. Solo entonces podremos lograr una sociedad donde el libre desarrollo de cada individuo es, al mismo tiempo, el libre y solidario desarrollo de todos. Una sociedad del buen vivir.
El incendio de la pradera y las agresiones imperialistas en el “patio trasero”
Pero mientras que en norteamérica llueve, en Europa no escampa. Las viejas economías de la Comunidad Europea han pérdido su dinamismo y autonomía. La incapacidad para lograr la autosuficiencia energética, el rezago tecnocientífico, la pérdida de competitividad de sus economias, la guerra en Ucrania y el temor al comunismo de Putin, los arrojó a los brazos del imperio norteamericano; el cuál dependen hoy dramáticamente los suministros de energía (gas y petróleo).
La soberbia imperial de Trump, aprovechando la vulnerabilidad de los países europeos, obligó a sus gobiernos a doblegar la cerviz y aceptar las políticas imperialistas del rearme y la agresión de la OTAN contra los países de Europa del Este y, especialmente, contra Rusia.
Al embarcarse en la guerra de Ucrania y apoyar tácitamente las políticas genocidas y de exterminio del gobierno de Netanyahu contra el pueblo palestino, los gobiernos europeos cruzaron las líneas rojas de la sumisión y hoy en día carecen de automomía.
Al igual que en la historia antigua, los imperios en decadencia terminan abusando de sus poderes e imponiendo liderazgos muy degradados que exacervan sus propias contradicciones hasta el punto incendiar la pradera y desatar tormentas en sus patios traseros.
Este es el caso del presidente Donald Trump que recientemente transformó el Departamento de Defensa de los EE UU. en un ministerio de guerra y ordenó la militarización las principales ciudades norteamericanas para amendrentar y socavar la creciente inconformidad social y las voces de rechazo a sus políticas militaristas, racistas y autoritarias. Desde el pasado mes de junio han ocurrido más de 2,500 protestas del movimiento civil estadounidense del “No Kings”. Estas protestas masivas contra lo que la opinión pública califica como la “regresión democrática” en EE UU. ha cobrado una fuerza inusitada. El pasado sábado 18 de octubre, más de 7 millones de estadounidenses se tomaron las calles de las principales ciudades para rechazar lo que perciben como el desmantelamiento de las garantías democráticas y de los derechos civiles bajo el gobierno autoritario de Trump. Estas protestas -abrumadoramente masivas, alegres y creativas- se han convertido en la mayor manifestación pública en la historia de EE UU.
En presidente Trump, en un gesto de absoluto desprecio y soberbia, respondío con un video generado por IA donde él aparece en un avión bombardero, marcado con las palabras “KING TRUMP”, sobrevolando las manifestaciones y arrojando sus excrementos desde el cielo: ¡patético retrato de un “Rey” que literalmente se caga sobre su pueblo!.
Simultaneamente, Trump ordenó un intimidante despliegue militar de su flota de guerra en aguas del mar Caribe, bajo el pretexto de la fracasada “guerra contra las drogas”.
Este despliegue militar incluye el desplazamiento de 8 buques de guerra, con una tripulación de cerca de 4.500 marines, grupos de operaciones especiales de las fuerzas élites -ARG-, aviones espías de última generación F-35, operaciones encubiertas de la CIA y drones equipados con misiles. Con ellos inició una escada de agresiones militares contra Venezuela y Colombia.
En los ataques más recientes, llevados a cabo por las fuerzas especiales del Ejercito norteamericano en aguas continentales del Golfo de Maracaibo y del Pacífico colombiano, fueron bombardeadas con misiles 7 embarcaciones pesqueras, asesinando a más de 70 jóvenes pescadores sin formula de juicio bajo la acusación de transportar drogas a los estadounidos Pese a las reiteradas solicitudes de esclarecimiento de las circunstancias y de las coordenadas de los disparos, por parte de las cancillerias de Colombia y Venezuela, el gobierno de los Estados Unidos se ha negado a suministrar información y, por el contrario arreció las críticas y los cuestionamientos al gobierno del presidente Petro.
En las más recientes declaraciones, el presidente Trump acusó sin ninguna prueba al presidente Petro, de ser un “líder del narcotráfico” ofendiendo la dignidad del presidente y del gobierno colombiano. Incluso ordenó suspender la cooperación y la ayuda norteamericana de “lucha contra las drogas”. Y amenazó a Colombia imponer sanciones económicas que hasta el momento permanecen suspendidas. Lo cual provocó una crisis diplomática sin precedentes en las relaciones Colombo-Norteamericanas.
En estas dramáticas circunstancias, hemos escuchado muchas voces, nacionales e internacionales, que rechazan las infundadas acusaciones contra el presidente Petro. Pero también se han escuchado voces destempladas de la oposición, de dirigentes de las élites tradicionales y de plumiferos a sueldo de la gran prensa que justifican las acusaciones temerarias del gobierno norteamericano y responsabilizan al presidente de provocar la crisis.
Incluso algunos de los más lacayos representantes de la oligarquía criolla han viajado a los EE UU a inclinar la cerviz y pedir perdon al gobierno norteamericano por las declaraciones del presidente Petro que rechazan estas acusaciones y reclaman el respeto a la dignidad del país y a la memoria de los miles de colombianos y colombianas que han muerto en la lucha contra el narcotráfico. Al igual que los esclavos que desfilaban en el circo romano antes de morir proclaman “¡Oh Gran Cesar! ¡Los que hemos de morir te saludan”¡
Sin embargo, son cada vez más las voces democráticas en Colombia y en el mundo que se solidarizan con el presidente Petro y rechazan las agresiones de las que está siendo víctima, no solo el gobierno, sino el país. El presidente Petro afirmó, en una reciente entrevista malograda con el periodista de Univisión, que el presidente “no se arrodilla” ¡La dignidad no se negocia!
Adenda:
Es el tiempo de las mujeres!
Anuncio que mi voto en la consulta del Pacto Histórico será por estas mujeres valientes:
Carolina Corcho, en el lado izquierdo del tarjetón candidata a la presidencia.
Sandra Chindoy, #140 de la lista al Senado, y
María Fernanda Carrascal, #57 en la lista a la Cámara de Representantes por Bogotá
Luis Alfredo Muñoz Wilches, Economista y MSc en Análisis de problemas económicos, políticos e internacionales
Foto tomada de: Forbes Ecuador

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