Cuando creaban los llamados “partidos”, parecían clubes exclusivos de amigotes, que en sus conciliábulos decidían como actuar públicamente para incidir en decisiones que les favorecieran. Actuaban a partir de sesgos de clase, que consideraban que sus desbordados y mezquinos objetivos eran derechos que deberían estar por encima del bienestar y buen vivir de esas mayorías, que para ellos no contaban sino para legitimar sus pretensiones en votaciones amañadas, siempre comentadas año tras año por la repartición de tamales, tejas de zinc, cemento y ladrillos, con dinero físico por encima. El engañar, el robar, el saquear y hasta las alianzas con fratricidas, no eran sus impedimentos, con tal de que sus sueños oscuros y criminales se cumplieran.
En no pocas ocasiones su comportamiento era burdo, grosero, basto, inculto y prepotente, haciendo gala de sus ignorancias con pretensiones de poder tiránico con menosprecio de sus paisanos. Como no sobresalían por valiosos aportes con profundas reflexiones, charlas magistrales o escritos memorables, que ayudara a su audiencia a clarificar sobre lo que sucedía en su entorno, entonces acudían a la agresión verbal expresando su odio visceral. En no pocas ocasiones el sicariato era la respuesta a su opositor o denunciante. Capaces de sacrificar allegados o cercanos a sus posturas, con tal de ganar audiencia a partir del dolor humano por su determinador actuar criminal.
Llamativo era que algunos de sus llamados lideres, pretendían identificarse como personajes notables de sus bandas, haciéndose notar con el uso de sus sombreros, como si esto les trajera algún prestigio o alcurnia. Al parecer competían por cuales de estas “galladas”, “pandillas” o “combos”, sumaba más reos. Y si estos huían más los exaltaban, considerándolos como unos “aviones” dignos de emular Si su delito o crimen era más escandaloso, más “respetabilidad”. Algunos eran la representación de una tal “clase emergente”, sus vidas con extravagantes lujos de mal gusto, en ocasiones eran noveladas por las televisiones. Lo curioso era que lánguidos seguidores los defendieran como zombis obedientes de las ordenes de sus malvados amos.
Pero no solo siempre estaban en búsqueda de manejar su país para aumentar su poder, sino que cuando los de a pie, los nadies, eso que sus propios súbditos llamaban la indiamenta, salían a las calles a protestar por las condiciones en que vivían, contra la negación de sus justos derechos, eran reprimidos brutalmente y judicializados para escarmiento de la “galería”. No solo eran rabiosamente golpeados, sino que a muchos les mutilaban sus visiones y otros desaparecidos, además con un alto número de asesinados por las fuerzas represoras de su propio Estado. Sin faltar el actuar de fascistas que eran premiados con curules en sus localidades y protegidos por un gobierno descompuesto.
John Elvis Vera Suarez
Foto tomada de: Infobae
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