“es consciente de que, en conjunto y si permanece unido, Occidente es mucho más poderoso que Rusia, con un producto interior bruto veinte veces superior, una población seis veces mayor y tropas que triplican las suyas. Pero se mantiene al acecho a la espera de que cometamos un error que le brinde una oportunidad aparentemente favorable para atacar (…) Quiere vernos divididos, desmoralizados y desconcertados hasta el extremo de estar dispuestos a llegar a un trato con él o, cosa más probable, reducidos a un estado de ánimo poco idóneo para desafiarlo”.
Una de las ideas centrales del libro es que Occidente parece desear que Rusia sea un gran peligro, algo que es más un invento que una realidad, pero que justifique el gasto en armamento, disciplinar a la ciudadanía, quizá volver al servicio militar obligatorio -más barato que contratar mercenarios- y subordinarse a los EEUU en toda su estrategia de mantenimiento del poder geopolítico. Para todo eso, hace falta presentar a Putin como un “villano arquetípico de James Bond, aunque sin una guarida en un volcán extinguido”:
“cuán errónea es esta percepción -continúa-. Sin embargo, alimentamos esta tendencia cada vez que presentamos a Putin como el genio maligno responsable de todo lo que no va bien (…) tal vez la jugada más astuta de Putin es persuadirnos de que está detrás de cuanto sucede. Si seguimos sosteniendo la idea de que Putin es un genio estratégico, estaremos buscando un gran plan oculto detrás del caos, pero ese gran plan, sencillamente no existe”.
Claro que Putin aprovecha los errores de Europa, sea el Brexit, la desconfianza popular en sus élites, la degeneración de los medios de comunicación, el auge de la extrema derecha -no olvidemos, son los mejores aliados de Putin en la desmembración de Europa, esa Europa que le negó la entrada a Rusia cuando estaba débil después de la disolución de la Unión Soviética-, la financiación privada de los partidos políticos, o la corrupción legalizada del sistema financiero.
¿Pero no hacen lo mismo todos los países occidentales en esa lucha de todos contra todos que es como entienden la política internacional? ¿O por qué toleran el genocidio en Gaza, si no fuera porque entienden que sostener a Israel es una forma de mantener a un aliado geopolítico y económico en oriente medio? ¿Por qué toleran el asedio norteamericano a Venezuela con barcos y submarinos nucleares y 1200 misiles apuntando al país si no fuera porque no ven con malos ojos la idea de robarse el petróleo del país caribeño? ¿Por qué no denuncian a Trump por asesino, como sí ha hecho Gustavo Petro, por asesinar sin juicio a jóvenes que iban en pequeñas lanchas inofensivas, a no ser que, en última instancia piensen, como se le atribuye a Roosevelt, respecto del dictador Somoza, que Trump es un hijo de perra, pero es nuestro hijo de perra porque estamos atados a sus dólares, a su tecnología de guerra y vaya usted a saber si no también a toda la información que brinda Pegasus sobre la vida y milagros de los líderes europeos?
Se hacía eco recientemente TeleSur de las declaraciones de Dmitry Medvedev, vicepresidente del Consejo de Seguridad ruso, en la red X, declaraciones que debieran hacer pensar a los pueblos europeos. Digo a los pueblos, porque los dirigentes están en una suerte de ensimismamiento del que poco se puede esperar.
El vicepresidente ruso señaló que «La principal tarea del pueblo ruso es la recuperación de nuestras tierras«. Recordando aun sin citarlo que todo el conflicto con Ucrania empezó cuando la OTAN reventó Yugoslavia y empezó su camino hacia el Este. De la misma manera, Medvedev recordó algo que la ingrata Europa ha olvidado: que no fue el soldado Ryan el que salvó a Europa de los nazis, sino los soldados soviéticos Lyudmila Pavlichenko, Vasili Záitsev o Alexandr Matrosov. “Rusia siempre ha llegado a Europa -dijo el vicepresidente- solo como liberadora, no como invasora”.
Su lectura de Europa apunta una idea correcta: “los países europeos son vulnerables y están divididos (…) solo pueden perseguir sus propios intereses, intentando sobrevivir en el caos económico actual” y “simplemente no pueden permitirse una guerra con Rusia”.
No fue amable con esos líderes europeos que fueron quienes, por una orden de Washington, se negaron a parar hace tres años la guerra en Ucrania, que reconocieron como presidente a Guaidó solo para que se robaran los bienes de Venezuela y que apenas están reconociendo el Estado palestino pero sin sacar las consecuencias adecuadas que eso implica. A estos lideres les llamó “unos degenerados insignificantes, incapaces de asumir la responsabilidad de cualquier tarea seria”, que “carecen de pensamiento estratégico, y mucho menos de la pasión necesaria para tomar decisiones militares exitosas”.
Hizo un llamamiento a los ciudadanos europeos, afirmando que son “en su mayoría, inertes y decadentes; no quieren luchar por ningún ideal común, ni siquiera por su propia tierra”. Algo que es injusto, ya que, como en tantos sitios, la ciudadanía está partida por la mitad entre los que quieren un mundo más decente y los que quieren mantener los privilegios y no renuncian a la guerra como forma de lograrlo.
¿Habrá guerra entre Europa, en verdad, la Unión Europea, y Rusia: “La posibilidad de un accidente fatal siempre existe”, señaló. Y concluyó afirmando: “la hiperactividad de los idiotas no ha desaparecido (…) un conflicto así tiene un riesgo muy real de escalar hacia una guerra con armas de destrucción masiva”.
Si uno mira cómo se desencadenó la Primera Guerra Mundial, con el asesinato en Sarajevo del Archiduque Francisco Fernando, el heredero del trono del imperio austro-húngaro, muerto el 28 de junios de 1914 por un activista serbio, Gavrilo Princip, no puede descartar que ocurra algo que desencadene un conflicto que cueste luego pararlo. Ahí llevan los ucranianos y los rusos matándose desde hace tres años, y hablamos de más de un millón de personas muertas o heridas.
Un incidente con drones en la frontera, un misil que derribe un avión de pasajeros, un barco militar o civil hundido con decenas o centenares de víctimas, una supuesta operación contra el narcotráfico, una respuesta inesperada a una agresión bélica (¿qué hubiera pasado si Irán hubiera respondido con la misma contundencia al ataque norteamericano a sus centrales nucleares?) o simplemente un atentado con falsa bandera que, en el clima bélico y bravucón que expresa Donald Trump, clame por la venganza.
Rusia está preparada para la guerra con Europa, aunque pueda perderla, pero la Unión Europea no está preparada para la guerra con Rusia aunque pueda ganarla. Rusia ha perdido muchos soldados y ha gastado mucho material bélico, pero tiene bombas atómicas. Francia e Inglaterra también. ¿Volvemos otra vez al escenario de guerra nuclear del siglo pasado?
A locos como Elon Musk no les preocupa, igual que a las élites de las grandes empresas tecnológicas norteamericanas. Tienen bunkers y piensan que se pueden ir con una nave espacial a recorrer la galaxia hasta que se acabe el conflicto y sus efectos.
Uno se pregunta si hay algún adulto a los mandos. Escuchar a militares alemanes clamar por una guerra contra Rusia, aterra. Igual que aterra ver a esa policía germana reprimir a los que se manifiestan contra el genocidio. No muy diferente de como la policía gringa está tratando a los inmigrantes latinos, mientras amenazan a los que no piensan como ellos.
¿Qué esperan? Si te acorralan y lo que te prometen es terminar como Gadafi ¿qué esperan que hagan los amenazados? Y cuando prometes a esos pueblos volver a ser dependientes de una potencia extranjera y de unas élites despiadadas a las que no les importa la suerte de las mayorías ¿qué creen que va a hacer esa gente? ¿Qué van a hacer los pueblos cuando la derecha y la extrema derecha promete hacer con los disidentes lo mismo que está haciendo Netanyahu con los palestinos en Gaza?
En Colombia, en Venezuela, en Argentina, crece la idea de unas brigadas internacionales que, como en 1936 y 1937, están dispuestas a tomar las armas para defender la democracia allí donde se vea amenazada. Es la petición del presidente colombiano Petro en Naciones Unidas: un cuerpo armado de paz.
La flotilla Sumud camino de Gaza son parte de esas brigadas internacionales, igual que los millones que en todo el mundo claman por un mundo multipolar sin guerras ni explotación y que entienden que la lucha por ese nuevo mundo empieza por defender el derecho del pueblo palestino a su propio país, igual que entienden que cualquier amenaza de invasión norteamericana puede desencadenar una guerra mundial.
Los que quieren una guerra entre Europa y Rusia son los mismos que han tolerado el genocidio en Gaza. Son los que piden a EEUU que invada sus países o les pongan aranceles solo porque no gobiernan ellos y ellas. Y ese ánimo de guerra no lo van a parar los dirigentes, sino los pueblos en las calles dejando claro que ya no aguantan más daño.
Juan Carlos Monedero
Foto tomada de: El País
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