Naturalmente Trump dijo que en adelante Estados Unidos será mucho más cuidadoso en su participación en este tipo de acuerdos comerciales, y que en principio se opone a ellos. Sorpresa para medio mundo que consideraba obvio que la tajada del león en estas negociaciones se la llevaba Estados Unidos, aunque ahora las cuentas que presenta son muy distintas: pérdidas y no ganancias. El hecho es que el país que se consideraba clave en la globalización comercial da un portazo en la nariz de sus colegas y se retira de las negociaciones multilaterales a las bilaterales, en que esperaría obtener mejores resultados.
Debe resaltarse que, hablando solamente del APEC, quedan sin embargo 11 países (entre ellos México) en activo, varios de los más grandes y ricos del mundo, por ejemplo, China, Rusia y Canadá. En estas condiciones resulta muy difícil hablar del fin del multilateralismo comercial, y más bien pensar en los fenómenos que seguramente se reproducirán como resultado de esa vuelta de timón del mandatario estadunidense.
Queda abierta desde luego la posibilidad de que el fin del multilateraiismo no lo sea, y que se trate simplemente de la expresión de un solo país, con toda la importancia que tiene, y que el resto de los mismos continúe con la globalización como sistema dominante. El presidente de China, Xi Jinping, sostuvo en la reunión que la globalización es irreversible. Otra posibilidad, por supuesto, es que con el paso del tiempo se diversifique en efecto el sistema de la globalización comercial y lleguemos a un punto de iniciativas combinadas que no resulta fácil imaginar en el conjunto.
Habría probablemente otras consecuencias también espectaculares en el plano internacional, por ejemplo un debilitamiento relativo de los organismos multilaterales y una menor presencia de los mismos justamente en el ámbito internacional.
No deseamos especular sin límite sobre los efectos que tendrá esta decisión en el ámbito de las relaciones entre estados, porque tal vez no habría fin, sino más bien señalar algunos otros puntos conflictivos que tienen relación con la vida entre las naciones hoy, y cuyos efectos desastrosos al interior de un número cada vez más grande de países lo sitúan a un nivel de máxima urgencia. Se trata, como se sospechará, del hecho ya masivo a escala mundial del llamado terrorismo, por el que son asesinados, de múltiples maneras, centenares de ciudadanos de todas las creencias e ideologías.
Naturalmente, se ha convertido en un expediente en el que es fácil buscar la culpa en sectarismos religiosos o en problemas políticos externos, descuidando de manera radical e incomprensible los motores internos de ese terrorismo, que de ninguna manera se reducen a distorsiones o a sectarismos. Y, todo indica, tiene que ver con una variedad de problemas personales o colectivos que en un momento estallan de la manera menos convencional.
Sin que dejemos de pensar en los posibles vínculos entre tales estallidos, eventualmente con decenas o centenares de víctimas, y la facilidad con que en Estados Unidos se adquieren armas prácticamente de todo tipo, desde las más elementales hasta las más sofisticadas, propias del ejército y para tareas harto complejas. Y lo que es más grande: que incluso las altas autoridades de Estados Unidos, incluyendo al presidente de ese país, se encuentran, según multitud de evidencias, cercados y paralizados por las mafias plenamente aceptadas, como es el caso del lobby del rifle, con poderes por arriba de la ley desde hace más de medio siglo. Tales son algunos de los principales intocables en Estados Unidos, que es ya urgente investigar y donde se encontraría la explicación de multitud de delitos hasta ahora en un supuesto misterio. Pero no, incluso el envío masivo de armas a México se queda sin la explicación debida, cubriéndole las autoridades las espaldas a los principales centros de poder, incluso mafioso, en Estados Unidos.
Otra cuestión digna de mencionarse, que también está muy lejos de encontrar una vía de solución ni remotamente apropiada, es la de las migraciones masivas en el mundo, que cambian de causa o motivo pero que se multiplican e incrementan grandemente a medida que pasa el tiempo.
¿Sus causas? Las más variadas que sea posible imaginar, pero que se supone son las más recurrentes: pobreza extrema, poder político autoritario y directamente dictatorial. Por eso hoy se espera con razón que las principales fuentes de estas migraciones masivas se encuentren en aquellas regiones del globo donde impera la pobreza, o que hoy son escenarios de cruentos enfrentamientos políticos y persecuciones. Las regiones más pobres del mundo: África, Medio Oriente, con una disminución notable de los países antes comunistas, y seguramente con un incremento importante en los últimos tiempos de parte de Centroamérica o de otros países latinoamericanos, como Venezuela. El hecho simple es que, por variedad de razones, los países en conflicto o con abismales problemas económicos no han sido suficientemente atendidos para resolver algunos de sus problemas claves. Sí, he dicho insuficientemente atendidos, porque prácticamente sin excepción sus dificultades se deben a las invasiones o a la explotación que les aplicaron, a veces durante varios siglos, los países europeos, casi siempre, u otros colonialistas. Nuevamente en este caso, si no se va a la raíz del tema, será muy difícil atenderlo en perspectiva de solución.
VÍCTOR FLORES OLEA: Profesor universitario, ensayista, narrador, autor de libros en materia política e internacional, diplomático y fotógrafo mexicano. En La Jornada, lunes, 13 Nov. 2017
Anexo:
Triste aniversario
Antonio Navalón – El País
Es conveniente no olvidar que Trump no está solo. Le eligieron y le respaldaron otros
Hillary Clinton se preguntó ¿qué pasó?: “Yo llevé a cabo una campaña presidencial tradicional con políticas muy bien razonadas y coaliciones construidas con mucho trabajo, mientras que Trump hacía un reality show que azuzaba la ira y el resentimiento de los estadounidenses de una forma implacable”. “Tuve que aceptar que millones y millones de personas no me querían. Imaginen lo que se siente”.
Ese choque entre la realidad y la ficción, esa apreciación de los que mandan con la premisa de que el mundo es lo que ellos creen y no lo que sienten sus pueblos, ha desencadenado en muchas ocasiones divorcios sanguinarios.
Los seres humanos nacemos en medio de sangre y dolor, y después nos pasamos toda la vida tratando de administrar la coherencia de nuestras neuronas. Sin embargo, todos nos equivocamos, no pensamos que estamos tan mal, pero lo estamos.
Porque alguien como Donald Trump, que es capaz de decir que en Estados Unidos —un país que por segundo año consecutivo incrementó el número de muertes por armas de fuego, registrando 38.000 fallecidos por esa causa en 2016— el problema no son las armas, sino la “salud mental” de algunas personas, es alguien muy peligroso para sí mismo y para el mundo entero.
Sin embargo, es conveniente no olvidar que Trump no está solo. Le eligieron y le respaldaron otros, y además le obedecen, en función del ordenamiento constitucional de EE UU, los hombres que tienen la mayor capacidad de destrucción que jamás vio el mundo.
Estamos viviendo un retroceso sin dirección, cambiando la globalización y la construcción de un mundo en el que por más de 50 años hemos disfrutado de libertad para el tráfico de bienes y personas para hacer justo lo contrario y volvernos pequeños y locales.
Y al parecer todo eso está sucediendo porque simplemente alguien que es más poderoso grita con más fuerza o tiene la capacidad de difundir fake news más veces que los demás.
¿Qué va a pasar? Nadie lo sabe… Pero lo que sí es evidente es que el Partido Republicano tiene cada día una situación más difícil, porque llegará el 2018 y habrá que renovar a 36 gobernadores, y a más de la mitad del Congreso. Mañana será posible observar el alcance de la voluntad y la fuerza del triunfo del especulador de Manhattan, de la irracionalidad política de estar gobernando desde el exabrupto y no desde el programa.
¿Quién acabará con Trump que no sea el propio Trump? Pues evidentemente su partido. El problema radica en que tal vez cuando eso suceda los daños ya serán irreversibles para Estados Unidos y para un mundo que para bien o para mal, había tomado como el ejemplo incontestable de libertad y desarrollo económico a EE UU.
El 8 de noviembre es un día triste, todos estamos pagando lo que otros eligieron. Llegados a este punto, son muchas las preguntas que hacerse. ¿Qué es lo que marcará realmente el siglo XXI? ¿A qué le apostaremos? ¿Al aislamiento, a la destrucción de las ideologías, a la quema de los medios de comunicación tradicionales, a la liquidación de los partidos políticos, a la conservación de las fake news? ¿Qué es de verdad la promesa de un mundo mejor?
Porque la evidencia de un mundo peor la tenemos continuamente frente a nosotros al despertarnos cada mañana y ver al pájaro de Twitter anunciando los más negros presagios sobre el resto del mundo. 13 NOV 201
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