Porque uno tras otro, Truman, Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Busch, Clinton, Bush Jr, Obama y Biden la cortejaron sin enrostrarle los costos en que incurrieron por protegerla, mientras fuese fiel. Todo, a cambio de prestase durante la Guerra Fría para alojar 180 bases militares, cerca de 100 bombas nucleares y 50000 soldados apuntando a la Unión Soviética; acolitar las aventuras intervencionistas de la OTAN en Bosnia y Kosovo, Afganistán y Libia, fuera de su jurisdicción y sin fundamento legítimo; ser cómplice del Pentágono en el asedio a las fronteras de Rusia; e implicarse con malicia en las operaciones de la CIA que derrocaron en 2014 el gobierno elegido en Ucrania, desencadenaron la guerra civil, y la invasión rusa en febrero de 2022.
Como sirvió obediente a la voluntad de Washington – renunciando a ser ella misma, a decidir su propio futuro –, Europa jamás imaginó que alguien viniera a recordarle que el bacán que te acamala tiene pesos duraderos, como dijo Gardel; aunque “el zorzal criollo” no tuvo en mente a la candidata demócrata derrotada por el patán que ocupa la Casa Blanca. [Las sonoridades gemelas tienden a confundir los hechos del pasado].
Por ocho décadas fue la ociosa concubina de los norteamericanos, y ahora lo sabe: el patrón de la Casa Blanca la abandona para irse con Rusia a hacer quién sabe qué cosas. Y la bella sigue sin entender “qué pudo verle a esa arrastrada” a la que odió por comunista, y sigue odiando sin tener motivos ideológicos si desde hace 35 años es capitalista. Como su protector la odiaba, ella también lo hizo. Y acusó a Rusia de pisotear las libertades y los derechos humanos; saboteó su economía imponiéndole sanciones y embargos; se comprometió militarmente con Kiev; maquinó para deshacer el preacuerdo de paz alcanzado en marzo de 2022 en Estambul entre Ucrania y Rusia, porque Biden necesitaba continuar la guerra, aunque se hiciera daño a sí misma.
Los negocios geopolíticos de Europa fueron siempre los de Washington, las empresas militares de Europa fueron las del Pentágono. Hizo siempre lo que se le exigió, creyendo que servir con devoción a USA era su destino; y ahora se siente traicionada.
Por ello sus dirigentes no encuentran cómo rotar 180 grados su relato contra Rusia. Emplearon muchas palabras demonizando a Putin, gastaron demasiado dinero de los contribuyentes en armas que Rusia incinera en los campos de batalla, y no pueden deshacerse de su propia rusofobia sin que los electores descubran la falsedad de su discurso previo.
Ir a la guerra sin un discurso justo o legítimo es inmoral, lo sabe la dirigencia otanista, que Pedro Sánchez llama “atlantista” con astucia vergonzante. Por ello insisten en meterse en el tremedal ucraniano y eludir el castigo electoral, despreciando el daño duradero a sus economías y al bienestar de sus ciudadanos.
Donald Trump metió a la burocracia de Bruselas en arenas movedizas: sin haber iniciado la guerra, se da el gusto de señalar a Biden y a los altos círculos que dirigen la UE como los autores de ella y sus tragedias.
Y con la autoridad que le atribuye la presidencia de USA, expone en el acuario de las responsabilidades históricas a la estonia Kaja Kallas y la alemana Úrsula von der Leyen, a Macrón, Starmer, Sánchez y a Scholz, el canciller alemán obligado a dejar el cargo. Y sus actos no lo desmienten, pues prefieren entregar 20 mil millones de euros en apoyo militar a Zelensky, anunciar que invertirán 800 mil millones en los próximos cinco años en su propia defensa, y que enviarán tropas de tierra a las llanos de Ucrania con el pretexto inverosímil de servir a la paz que no desean verdaderamente.
Si EE.UU. renuncia a la ocasión de destruir a Rusia en los campos de batalla, la Unión Europea lo hará en nombre de la democracia y la libertad. A estas alturas no es posible determinar si el discurso es sincero o una impostura; si lo hace para sostener la caña ante su público y conservar el pinche liderazgo de los más belicosos; sean social demócratas, laboristas o socialistas, da igual.
Si Washington le echa en cara a la UE el costo de su defensa y le exige pagarla en adelante, está decidida a costearla sin importar el endeudamiento por décadas en que incurrirá. Y con altisonancia declaran que irán contra Rusia sin los Estados Unidos de América. El mismo Trump se mofó de ese plan en la cara de Starmer. ¿De veras creen que pueden hacerlo sin nosotros?, preguntó con una sonrisita torcida; y el inglés puso cara de Clark Kent sorprendido por Luisa Lane en el tocador de las damas. Su silencio dio la razón al anfitrión de la Casa Blanca.
Trump llegó a pisotear el hermoso “jardín europeo” que tanto enorgullecía a Borrell, el antecesor de Kallas en la jefatura de la diplomacia en la Comunidad. De traicionada a humillada, para salvar la cara, en lugar de escoger la neutralidad o el acercamiento a Rusia, Europa se decidió por el camino de sabotear la paz de Trump en Ucrania, donde más le duele.
La crisis universal creada por las abruptas decisiones de Trump respecto de Ucrania, puso en evidencia que la UE se tornó irrelevante para dar soluciones por cuenta propia. Porque la dirigencia de Bruselas es un cotarro vociferante sin eco en Washington, Moscú y Beijín; la OTAN fue puesta en cuarentena por Washington a la espera del dictamen forense; carece de identidad política y de fuerza; sus gobernantes son algo más que figurines de noticiero desconectados de sintonía con el público de sus naciones que se opone a continuar esa guerra.
Lo que la coyuntura actual definida por la presencia poli invasiva de Trump puso al descubierto, es que en 80 años Europa perdió la oportunidad de erigirse en un tercer bloque autónomo frente a las dos potencias militares durante la Guerra Fría – algo que puede hacer todavía –; que desaprovechó el poder continental de su economía para establecer mercados regionales o bloques económicos que hubiesen contenido el globalismo que empobreció el aparato productor de sus naciones, y enriqueció en forma exponencial el de China, Corea del Sur, Malasia, India y Vietnam, y benefició a Brasil y México. Pero no podía hacerlo, el liberalismo radical que abrazó con fe de converso se lo impedía.
Sólo cuando el conservador Trump rompe las reglas del mercado global imponiendo aranceles arbitrarios a sus exportaciones, la UE se reacciona con la misma hostilidad. Nada le importó las sanciones de Washington a Yugoslavia, Irán, Corea del Norte, Venezuela, China, Cuba, Iraq y Siria, con el rótulo de ser “patrocinadores del terrorismo”; y se sumó a la sanciones a Rusia por ocupar a Ucrania “sin haber mediado ninguna provocación”. Y ahora protesta por el castigo.
Y en una desesperada maniobra se apresura a tocar a las puertas de China; el país que menospreció mientras duró su contubernio amoroso con Washington, transformado en la fábrica del mundo y el exportador dominante en más de 120 naciones. En la lógica reacción de la amante herida, busca al enemigo estratégico del poderío norteamericano para no caer de nuevo bajo su dominación; se arrima a Beijín y lo hará con quien le ofrezca un comercio en condiciones aceptables, pero sin renunciar a luchar contra Rusia.
Es una paradoja cruel la que vive Europa. Mientras los partidos de derecha proponen entenderse con Rusia, los liberales, verdes, socialdemócratas, y hasta los socialistas, se oponen. ¡Quién lo hubiese pensado en el París de 1968!
Álvaro Hernández V
Foto tomada de: France 24
Deja un comentario