“Un momento revolucionario en la historia del mundo es un momento para revoluciones, no para parches”. William Beveridge
La convocatoria a la Consulta Popular por parte del presidente de la República Gustavo Petro para enfrentar el bloqueo institucional (especialmente del Senado, pero también de las Cortes Judiciales y otras instituciones) fue un paso adelante y generó mucha expectativa y esperanza.
Sin embargo, parece que el gobierno y sus asesores no previeron la respuesta que iba a ser orquestada al interior del Senado, no sólo por el presidente de ese organismo, Efraín Cepeda, sino también por otros senadores de oposición que actuaron concertadamente.
Los cálculos optimistas de Benedetti, fallaron. Ni siquiera la bancada del Pacto Histórico actuó con disciplina y rigor. Los partidos de oposición (CD, CR, otros) ajustaron las “tuercas” para actuar en bancada. Y la U, liberales y conservadores también aceptaron el reto.
Paralelamente, senadores (as) verdes y de otros sectores, se pusieron de acuerdo para revivir la reforma laboral del gobierno usando una moción de apelación que había estado engavetada por más de 9 semanas. El gobierno y asesores quedaron algo descolocados y desconcertados.
Desde China el presidente Petro reaccionó en forma emocional. En vez de “coger el guante” que le ofrecían para desenmascarar con inteligencia esa jugada que todos sabemos que es para aparentar que las instituciones “si funcionan”, decidió iniciar un camino que se basa más en deseos y cálculos de sindicalista que en certezas de estadista.
Hasta ese momento la ventaja estaba del lado del gobierno. La gran oligarquía, sus sirvientes políticos y los medios de comunicación “pre-pagos”, estaban a la defensiva. No sabían cómo desmontar el “monstruo” de la Consulta Popular, que les preocupaba y trasnochaba.
Ellos sabían que ese instrumento ‒constitucional y legal‒ de la democracia participativa, estando en manos de un gobierno de izquierda y progresista, era algo inédito en este país. Temían que de realizarse dentro del marco de la “institucionalidad”, le iba a dar un segundo aire al gobierno Petro y podía asegurarle la continuidad al proyecto progresista en 2026.
Lo lógico era mantener la calma. Aceptar como un triunfo de la convocatoria de la consulta popular que el Senado hubiera revivido la reforma laboral pero, para cuidarnos en salud, porque no creemos en la voluntad de la mayoría de esos congresistas, transformar ese mecanismo de democracia participativa en una iniciativa ciudadana (recolección de firmas).
De esa manera se habría mantenido una fuerte presión popular sobre el Senado (tranquila, disciplinada, pacífica, “institucional” y “no desgastante”) para lograr avances en el trámite legislativo tanto de la reforma laboral como de otras reformas, mientras se preparaba la realización de la Consulta Popular.
Habríamos ido a la fija, jugando en ambas canchas y a más de dos o tres bandas. Es importante recordar que la consulta popular de iniciativa ciudadana tiene la ventaja de que puede ser convocada por decreto por el presidente de la República.
Pero pudo más el espíritu “insurreccional” y la estrategia de “la tensión”, que aparece de vez en cuando en el discurso y la actitud del presidente Petro y que, sirve para entusiasmar a un sector de sus más entusiastas seguidores que, sueñan todavía con la supuesta y aplazada “revolución”.
Ellos no sueñan ni se imaginan la verdadera revolución que implica altos grados de conciencia, de organización popular y de trabajo serio y permanente entre el pueblo, sino que fantasean con algo así como “un golpe de suerte” o un “nuevo estallido social” que creen que pueden programar desde los sindicatos y sus oficinas, que les va a dar una “nueva oportunidad sobre la tierra”.
Ahora con el llamado al “paro de 48 horas” (que el presidente quisiera que se convirtiera en una “huelga indefinida”) hemos reducido al máximo la cobertura de nuestra acción política. Para la gran mayoría de trabajadores formales e informales, esa forma de lucha no es atractiva ni viable “porque vivimos al día”. “Día que no trabajemos, día que no comemos”, dicen muchos.
Ojalá entre los dirigentes más pensantes y experimentados del Pacto Histórico se reflexione sobre este asunto. Hemos entrado en una estrategia que nos aísla de las grandes mayorías creyendo que podemos movilizar al pueblo cuando nos venga en gana.
Y lo más grave es que esa estrategia, que tiene un tufillo de aventura, va a tener grandes costos electorales en 2026.
Fernando Dorado
Foto tomada de: Zona Cero
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