Sin embargo, como el NO triunfo por un estrecho margen, inferior al 0.5%, eso significa que ninguna de las dos partes tiene mandato para imponerle su punto de vista a la otra y por el contrario lo que se espera es que hagan un esfuerzo para construir puntos de convergencia, porque los del SI reflejaron un sector de la opinión que apoya los Acuerdos como están.
La abstención es un comportamiento casi ‘normal’ en este tipo de consultas electorales: recordemos que para la Asamblea Constituyente de 1991 votaron el 30% de los habilitados para hacerlo, en el referendo convocado por el gobierno del Presidente Uribe no se logró el umbral de participación del 25%, lo que nos indica el precario nivel de participación electoral en convocatorias diferentes a las de corporaciones públicas, alcaldes, gobernadores y presidente, en las cuales el nivel de participación ronda el 50%. Ahí tenemos otra problemática, como el clientelismo, la incredibilidad institucional, el desinterés sobre los asuntos públicos, sobre la cual reflexionar.
Sobre la interpretación del resultado en relación con el futuro del Acuerdo podríamos hacer la siguiente reflexión: si se asumiera una actitud positiva -que puede rondar con algo de ingenuidad- uno podría decir que si los dirigentes nacionales, tanto del SI como del NO, obrando con espíritu patriótico, irían a viabilizar a corto plazo encontrar fórmulas que recojan algunas de las observaciones y propuestas de modificación de los dirigentes del NO, para luego analizarlas y encontrar acuerdos con las FARC -organización que ya aceptó, en el comunicado conjunto del 6 de octubre, su disposición a analizar e incorporar precisiones o modificaciones al Acuerdo-, siempre partiendo del presupuesto que el Acuerdo hay que tomarlo como una totalidad integral, susceptible de precisiones o modificaciones si, pero siempre como documento integral, no como un documento que se puede despedazar y tomar solo aquellos apartes que apetecen a determinados sectores y dejar de lado aquellos que son concesiones necesarias a la contraparte. Por momentos pareciera que se ‘olvida’ que se trata es de terminar un conflicto armado con una insurgencia.
Todo lo anterior con el referente de una temporalidad limitada, por dos razones, una de tipo militar, no es posible mantener bajo control una guerrillerada por tiempo indefinido, sin un horizonte claro acerca de su futuro, el riesgo de que se pueda producir un incidente por esa situación de tensión puede ser muy alto; otra de tipo político, para sectores del NO pareciera que su intención es dilatar la terminación de la re-negociación a tal punto que empate este proceso con la campaña presidencial del 2018 y aún más, la terminación de gobierno.
Pero la realidad puede ser un poco más compleja y menos susceptible a verla con demasiado optimismo. Si se impone la perspectiva de dirigentes del NO de dilatar el llegar a los nuevos acuerdos, la situación es totalmente incierta, pero esto dependerá de la capacidad del Gobierno y su equipo negociador de agilizar la escucha de los voceros del NO y cerrar ese capítulo para entrar a revisarlos en La Habana y hacer las precisiones o modificaciones a que de lugar el proceso re-negociador. El paso siguiente es como relegitimar esos Acuerdos re-negociados y allí, en caso de que los dirigentes del NO no los consideren suficientes, habrá que ir a un nuevo plebiscito u a otro mecanismo de refrendación, como el de los cabildos municipales propuesto por algunos constitucionalistas. Si el Gobierno se deja enredar por los dirigentes del NO, el riesgo de que todo el esfuerzo realizado por los equipos negociadores podría perderse. Pero ese no puede ser el horizonte que sigan los Acuerdos.
Ahora bien, si tomamos al pie de la letra lo expresado en medios de comunicación por los voceros más destacados del NO, este voto no significa una posición contraria a la búsqueda de la terminación del conflicto armado, sino ajustar los acuerdos. Eso implica que los partidarios de terminar el conflicto armado por la vía concertada, son la amplia mayoría de los colombianos y los partidarios de la confrontación armada serían una minoría residual.
Lo anterior significa, que no se puede imponer la incapacidad o renuencia de construir consensos entre dirigentes, que por los menos de dientes para afuera predican la solución no militar y por lo tanto va a ser significativo, como mecanismos de presión social, la capacidad de movilización permanente que mantengan diferentes sectores sociales -universitarios, indígenas, sindicalistas y víctima de todos los actores del conflicto- y la capacidad de convergencia creciente de las mismas. Además, para que sea evidente con lo anterior, que no es suficiente hoy día con un pacto de élites, al estilo del que creo el Frente Nacional para terminar con la violencia liberal-conservadora y todas sus barbaridades asociadas. Ahora hay que contar con la sociedad.
Un elemento importante que empieza a presionar en el escenario político es la movilización ciudadana continuada, liderada en buena medida por los jóvenes universitarios del país, a través de la cual y desde la calle los ciudadanos comienzan a exigir ‘Acuerdo Ya’, lo cual además de ser un elemento de fortalecimiento de la democracia, donde la calle se vuelve el ámbito de expresión pacífica de demandas ciudadanas, refleja inequívocamente un apoyo social creciente a los Acuerdos de La Habana.
Por último, no hay duda que el anuncio conjunto del inicio de la Mesa Pública entre el Gobierno Nacional y el ELN en Quito, a partir de finales de octubre, es una bocanada de aire fresco a la esperanza de paz completa de los colombianos.
Alejo Vargas Velasquez
Profesor Titular Universidad Nacional
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