Por efecto de su cuenca y de las actividades antrópicas que en ella se desarrollan, el Nechí es un río 100 % antioqueño, decisivo en la historia económica y cultural del departamento —por la minería de oro—, aunque sus impactos, positivos y negativos, traspasan los límites de Antioquia. Gran parte de la población antioqueña está asentada en su cuenca.
Al Nechí desembocan directamente importantes ríos, entre ellos: San Alejandro, Tenche, San Pablo, San José, Anorí, Tenche de Anorí, Porce —su principal tributario—, Zaragoza, Tiguí, Villa, Vijagual y Amacerí. Tiene como afluentes indirectos, con caudal importante, los ríos Pajarito y Dolores, que confluyen para formar el San Alejandro; el río Minavieja-Concepción, que se une al Tenche; y el río San Julián, que se une al San José. Los ríos Medellín y Grande forman el Porce. A la subcuenca del Porce tributan los ríos Guadalupe, Riachón, Mata, Chico y Chocó.
Los afluentes Pocuné, Cuturú, Bagre, Cianurada —uno de los más contaminados del mundo—Aporriado, Chicamoque y Atara desembocan en el río Tiguí, un afluente en estado crítico, pues la explotación aurífera ha destruido por completo la vida en sus aguas. Los ríos Amacerí y Tiguí nacen en la Serranía de San Lucas y arrastran los aportes de innumerables corrientes hídricas contaminadas del sur de Bolívar. El oro que se oculta entre sus formaciones rocosas es objeto de una cruenta disputa entre facciones rivales que ha azotado la región que conecta el norte y el centro del país. Bolívar es el tercer departamento con mayor explotación de oro de aluvión, actividad que mueve entre 100 y 120 millones de pesos mensuales, según la revista Vorágine.
El río Nechí, la minería y sus efectos nocivos sobre la salud de la población
El río Nechí es uno de los más contaminados del país. Al atravesar las regiones del Bajo Cauca y el Nordeste antioqueño, arrastra los efectos de la minería desarrollada en la región, generando una enorme sedimentación y aportes exagerados de mercurio.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Colombia es el mayor emisor de mercurio per cápita del planeta.
Antioquia es el principal productor de oro del país y el Bajo Cauca y el Nordeste son los mayores productores del departamento. El mercurio es utilizado en 1.526 minas (186 legales y 1.339 informales o ilegales), afectando 13 ríos del departamento que utilizan más de un millón de personas de 16 municipios. La Contraloría General de la República señala que la zona más contaminada es Zaragoza, en el Bajo Cauca.
En las explotaciones irregulares, aluviales y de socavón, se usa la proporción de cinco gramos de mercurio por cada gramo de oro obtenido. Este mercurio se libera luego a ríos y quebradas. Como resultado, cada año caen sobre las fuentes hídricas de Antioquia unas 100 toneladas de este metal; la mitad proviene del Bajo Cauca. En mayo de 2018, la gran minería en el río Nechí generó tal cantidad de lodo y sedimentos que cambió el color del agua y causó una alta mortandad de peces y otras especies. Del Nechí, la minería a gran escala extrae cerca del 85 %.
Se estima que, de los ríos más contaminados con mercurio, llegan a las centrales de abasto de Medellín al menos nueve toneladas de pescado al mes (El ordenamiento territorial del siglo XXI, Academia Colombiana de Ciencias Económicas, Edgar Revéiz, Bogotá, 2023, p. 312).
Aunque Colombia suscribió hace una década el Convenio de Minamata, el país sigue siendo el tercero del mundo que más vierte mercurio, solo superado por China e Indonesia.
Los afluentes indirectos del Nechí arrastran una carga extrema de contaminación. El río Medellín, una de las fuentes del Porce, presenta aun altos niveles de contaminación industrial, pues recibe todos los desechos del área metropolitana de Medellín. A su vez, el río Grande —la otra fuente del Porce— transporta residuos químicos provenientes de la actividad agropecuaria del norte antioqueño.
El río Tiguí es otro foco grave de contaminación, ya que la minería ha destruido casi por completo la vida en sus aguas. Su afluente, el río Bagre, recoge al Aporriado y este, a su vez, al río Cianurada, considerado el más contaminado del planeta por mercurio en las inmediaciones de Segovia. Ello ha generado graves problemas genéticos en las poblaciones asentadas en su cuenca.

El médico epidemiólogo, toxicólogo e investigador Carlos Federico Molina Castaño descubrió, en su estudio Modelo de transferencia de mercurio en leche materna a mujeres lactantes residentes en áreas de explotación de oro con alta contaminación ambiental, que en el Bajo Cauca y el Nordeste el mercurio está ingresando al organismo de los recién nacidos a través de la leche materna. Determinó que, en Remedios, Zaragoza, El Bagre y Segovia, el 11,7 % de las mujeres lactantes presentaron niveles altos de mercurio, y el 50 % de los niños tenían concentraciones significativas del metal en su organismo.
El estudio concluye que el envenenamiento por mercurio no afecta solo a las personas vinculadas directamente con la minería, sino también a la población en general. La transferencia a madres y niños no se limita a factores de riesgo como vivir cerca de centros de compra de oro o de casas donde se realiza la quema de amalgamas, sino también a factores ambientales: el mercurio se evapora, se dispersa en el aire y termina contaminando los alimentos que llegan a la mesa de las familias y a toda la población.
Los investigadores José Luis Marrugo y Víctor Atencia, de la Universidad de Córdoba, confirmaron en un estudio reciente que los peces de los ríos Cauca y Nechí superan los 0,5 microgramos por kilo, límite máximo permitido por la OMS para el consumo humano.
Los efectos de este metal, que viaja por el aire y fluye por las venas del departamento, pueden ser imperceptibles pero devastadores. El envenenamiento prolongado por mercurio causa daños neurológicos, retraso mental, alteraciones motrices y deterioro del sistema inmune y respiratorio. En la región de La Mojana, que recibe los efectos perversos de la minería en el Bajo Cauca, se presentan casos de enfermedad renal crónica (ERC) por el mercurio presente en las aguas y en los alimentos contaminados, según una investigación del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH).
¿Quién paga los efectos demoledores de la minería?
Del río Nechí se decía, a comienzos del siglo pasado, que era “la base más segura de prosperidad con que pueda contar el estado de Antioquia. Fuera de la belleza de sus vegas y valles, de sus paisajes, del caudal de sus aguas y de la riqueza aurífera de su lecho, tiene la inmensa ventaja de poseer un cauce fijo, fácil de limpiar y con fondo suficiente para embarcaciones de gran porte”. El Nechí era navegable desde su confluencia con el Porce, en el paraje Dos Bocas, hasta su desembocadura en el río Cauca (unos 100 kilómetros aproximadamente).
En efecto, el Cauca y el Nechí fueron una importante ruta de navegación fluvial en el Bajo Cauca cuando en el país aún transitaban vapores por sus ríos. El Primer directorio general de Medellín afirmaba, en 1906, que “el río Cauca es navegado por vapores de 200 a 300 toneladas que suben desde los puertos del Bajo Magdalena —Barranquilla, Cartagena, Magangué— hasta Puerto Valdivia, y del Cauca suben por el Nechí hasta Zaragoza”.
Entre 1904 y 1905, el vapor Valdivia navegaba por el Bajo Cauca y el río Nechí (Vapores fluviales en Colombia, Gabriel Poveda Ramos, TM Editores – Colciencias, Bogotá, 1998, pp. 204-205).
Se puede afirmar, sin exageración, que el río Nechí, uno de los más queridos por los antioqueños —antaño navegable y fértil—, hoy agoniza por la minería sin control, en medio de la bonanza del oro. Se señala en los mercados que la onza podría alcanzar los US$5.000, en un contexto de tensiones geopolíticas globales, lo que incentiva su explotación sin límites y arrasa con el ecosistema de la hidrografía antioqueña, con repercusiones en todo el país, especialmente en la Depresión Momposina y en la región de agua y encanto de La Mojana.
Esta acción depredadora debe tener responsables y debe ser contenida. Tal vez esa sea una pregunta urgente para el 2026. Entre tanto, las grandes empresas mineras de Antioquia, en el marco de una Responsabilidad Social Empresarial (RSE) más extendida, deberían ampliar su radio de acción hacia la región de La Mojana, que sufre como ninguna los efectos nocivos de la minería por décadas, mientras genera enormes beneficios a las compañías en medio de una coyuntura de precios excepcional.
Fernando Guerra Rincón

Buen artículo Cuca … muy preocupante,si