“Sueño con un mundo menos estúpido e injusto que el actual; con una Colombia mejor organizada para satisfacer las prioridades reales de todas sus gentes: el pleno empleo, la vivienda adecuada, el transporte, la educación, la salud, la recreación, y para conseguir todo esto, un mejor reparto de las riquezas, los ingresos y los servicios.”
Héctor Abad Gómez, Manual de Tolerancia.
“A Héctor Abad Gómez lo mataron por ser buen ciudadano”. Afirmó Carlos Gaviria Diaz, su colega profesor de la Universidad de Antioquia, y coequipero del Doctor Abad Gómez en la Asociación de Profesores, y en el valerosa Comisión Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos Antioquia.
El 25 de agosto de 1987 fue asesinado el presidente de aquel comité de Derechos Humanos, médico salubrista fundador de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Antioquia, y profesor de medicina. Era también un hombre de ciencia, un investigador, un ensayista, escritor, formulador de políticas públicas y, por sobre todas las cosas, un defensor de la vida. Se caracterizaba por su amplia sonrisa y sus sonoras carcajadas, su risa era una bandera A quien esto escribe le salvó la vida en dos ocasiones. Al doctor Héctor Abad Gómez lo mataron por defender la vida.
El alma mater de los antioqueños fue martirizada en una campaña de terror que ese año arrancó el tres de julio, con el asesinato del profesor Darío Garrido Ruiz; al día siguiente mataron al estudiante Edison Castaño; sumaron 23 muertes violentas de personal de la universidad, mientras otros dirigentes sociales y políticos de Medellín también caían por balas de paramilitares. Eran tiempos de terrorismo de Estado, como hoy, hubo listas amenazantes donde aparecían los que habrían luego de ser exterminados, y circulaba la amenaza que quien hablara en una concentración sería el próximo muerto. Ante la desaparición del estudiante de economía José Mejía, se realizó una movilización ciudadana, y por ausencia de voluntarios para hacer la oración final, el doctor Abad, asumió la oratoria de aquella jornada. Decía este apóstol de los derechos de todos: “Debemos empezar por transformarnos a nosotros mismos, no temiendo a la verdad. En la escala de valores, el valor personal representa una de las más altas jerarquías. Quien tenga valor de expresar lo que piensa y de enfrentársele a su grupo rutinario y asustado, está gestando la revolución transformadora que Colombia necesita”. Sin duda, a Héctor Abad Gómez los cobardes lo mataron por ser valiente.
Ese año, el trece de agosto se realiza otra marcha histórica en la ciudad, la marcha de los claveles, sumamente nutrida, en rechazo al exterminio que se estaba ejecutando. La marcha fue encabezada por el senador Pedro Luis Valencia, y por el profesor Héctor Abad Gómez. Al día siguiente el senador Valencia, también profesor de la U de A, sería asesinado en su residencia, delante de sus hijos, en un ataque dirigido por el mismo Carlos Castaño. Y el día 25, a las siete de la mañana es asesinado el presidente de la asociación de Institutores de Antioquia, ADIDA, Luis Felipe Vélez. El hecho conmueve la sociedad antioqueña, hay diversas manifestaciones de rechazo y de pesar, cuando en la tarde el presidente de la Comisión de Derechos Humanos, acompañado de otro integrante, también profesor de U de Antioquia, el médico Leonardo Betancur, llegan a la sede del magisterio para expresar condolencias, ambos son asesinados en la entrada del sindicato. A Héctor Abad Gómez lo mataron por ser solidario.
Estos crímenes, senador Valencia, profesores Felipe, Héctor, Leonardo, marcan un cambio cualitativo en la estrategia de terror, cuando se pasa del asesinato de activistas políticos poco conocidos, al de personalidades con amplio reconocimiento. Luego se pasaría a las masacres, y a los magnicidios. Porque después de eso, el Urabá antioqueño fue victimizado con masacres de trabajadores, y los magnicidios se siguieron con personajes como José Antequera, y los candidatos presidenciales Jaime Pardo Leal, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo Ossa, y Carlos Pizarro Leongómez. Aún con la Constitución de 1991 serían asesinados, Manuel José Cepeda, Eduardo Umaña Mendoza y Jaime Garzón. A Héctor Abad Gómez lo mataron por su grandeza.
La racha criminal, que todavía no termina, era para implementar el paramilitarismo como estrategia contrainsurgente. Se eligió a Antioquia como el primer departamento para ensayar la vía del terror extremo, dado el impacto del Cartel de Medellín que había producido diversas estructuras de matones a sueldo, y multitud de gatilleros. También existía una élite política y empresarial vinculada con el narcotráfico, de pensamiento ultraconservador, dispuestos a cometer cualquier fechoría por lucro, que no solo superaron a Pablo Escobar en crueldad, sino que lo traicionaron, lo mataron, y se apoderaron del Cartel. Luego habrían de hacerse con la gobernación de Antioquia, y con la presidencia de la república. Se entiende que a Héctor Abad Gómez lo mataron por ser decente.
En aquel entonces se nombraban a los criminales como “fuerzas oscuras”, o “enemigos agazapados de la paz”. Hoy, merced a los réditos de la estrategia de cooptación criminal del Estado, ya operan a la luz del día, y son enemigos declarados de la paz. También ofrecen plomo, reclaman el derecho de cometer masacres, “con sentido social”, y utilizan a la Fuerza Pública como sicarios a su servicio. Han emasculado a la justicia poniendo en cabeza de la fiscalía a mandaderos suyos, para que persigan a opositores y garanticen impunidad a los victimarios, niegan los derechos de la población colombiana, y se roban descaradamente el presupuesto. Cabe recordar que el médico Abad Gómez ha sido el único colombiano que formuló una teoría en salud pública, la poliatría (de polis: ciudad, Estado, y iatría: conocimiento, tratamiento, curación), es decir, la curación de las sociedades. ¡Por pretender curar a esta Colombia enferma mataron al doctor Héctor Abad Gómez!
Los crímenes cometidos hace 34 años en Antioquia, no sólo siguen impunes, sino que se han extendido como modelo por todo el país, incluso se exporta a otros países. Lejos está de cesar la horrible noche del terrorismo de Estado, más cerca está el repetir esas expresiones criminales: En algo más de siete meses de este año 2021, se han cometido 67 masacres con 243 víctimas, donde Antioquia es el segundo departamento más afectado, después de Cauca, y antes de Nariño; se han asesinado 108 líderes sociales, y 34 firmantes del acuerdo de paz, según Indepaz que es fuente seria. Volvieron las listas macabras, y esta semana asesinaron al estudiante de la Universidad del Cauca Esteban Mosquera, amenazaron al rector de esa Universidad, médico José Luis Diago Franco, y se devela un complot para asesinar al gobernador del Magdalena, Carlos Caicedo, quien tuvo que salir del país. La misma senda que condujo a una campaña presidencial con cuatro candidatos asesinados, cuando los criminales no tenían el poder y se escondían, ¡cómo irá a ser ahora! Decía el profesor que hoy recordamos: “Sin justicia no puede, ni debe, haber paz”. A Héctor Abad Gómez lo mataron porque nunca perdió la fe en el ser humano, en su capacidad de cambio.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: Hacemos Memoria
Gisella says
La historia se repite, en una espiral de horror, q cada vez supera a la anterior. La esperanza y la resistencia son armas para continuar y no cejar en la lucha.
Blanca Echeverri says
Hace 34 años, la juventud creía y tenía la esperanza de un país y un futuro, hoy no. Por eso luchan hasta entregar la vida misma y los asesinos no están agazapados!, los conocemos. Esto en algo debe cambiar la historia.
Darío Muñetón says
Es triste saber que su propio hijo no ha entendido nunca su legado. Ese hijo jamás entendió que la salud es pública, como el saludo que se da al otro.
Hernan Pizarro says
Un sentido homenaje a Hector Abad. La crueldad sigue presente en la sociedad colombiana. Hoy cazan a la muchachada de la primera línea.
Esperamos que renazca la esperanza.