Su blanco un edificio de apartamentos, uno de los cuales pertenecía a un científico nuclear iraní, que murió a causa del ataque, junto con una decena de sus vecinos. Bombardeo “selectivo”, con la marca de fábrica inconfundible del régimen sionista: destinados expresamente a descabezar a los países y los movimientos políticos que se oponen firmemente a sus planes expansionistas y genocidas, realizados sin importar que los mismos maten también a civiles inocentes.
Obviamente, no fue este siniestro habito el que movió a Trump a criticar, por primera vez en público y de manera agresiva a Netanyahu. En la escalerilla del helicóptero que lo llevaba del jardín de su residencia oficial al avión que lo llevaría a La Haya, a la cumbre de la OTAN del 24 y 25 de junio, preguntó irritado “que carajos estaba haciendo” el líder sionista bombardeando de nuevo a Teherán para, a renglón seguido, exigir que “los cazas israelíes volvieran a casa”. Exigencia, que después hizo también a Irán, y que cuestiona la tesis de que su imposición de un alto el fuego, fue pactada de antemano con Netanyahu. Y que saca a la luz el conflicto de intereses en que está atrapado Trump, que explica en buena medida el porqué de las incoherencias de sus declaraciones y de las decisiones tomadas por el en estos días sumamente peligrosos. Porque es un hecho que el Trump que celebró ruidosamente el “éxito” del ataque masivo de Israel a Irán del pasado viernes 13 de junio, y que se unió a esa guerra bombardeando 3 enclaves del pacífico programa nuclear de Irán el pasado 21 de junio, es el mismo Trump que en el lunes 23 de esta misma semana, declaró el cese el fuego en una guerra que bautizó como Guerra de los 12 días. Lo hizo sin que se haya producido la “rendición incondicional” que había exigido en triunfalistas mensajes previos, y que forzaba a la república islámica a poner fin a su programa nuclear, desmantelar su formidable programa de misiles hipersónicos y a deshacerse del nutrido arsenal de los mismos.
Trump en su mensaje no menciono estas drásticas exigencias y, en cambio, justificó la imposición del alto el fuego en la guerra de Israel y suya contra Irán, por el “éxito” del ataque de los bombarderos furtivos B 2 contra las instalaciones nucleares iraníes que, según él, habrían destruido completamente la capacidad de la república islámica de hacerse con armamento nuclear. Dos afirmaciones ciertamente dudosas. El “éxito” de tales bombardeos se redujo al hecho de que los B2 entraran y salieran indemnes de territorio iraní, pero sin producir eso sí la destrucción total de dichas instalaciones, tan profundamente enterradas que solo sus accesos fueron destruidos. Y lo que es más importante: la inteligencia iraní, enterada de la fecha del ataque de los bombarderos furtivos sacó de Fordo sus reservas de uranio enriquecido y las trasladó a sitio seguro. Diversos analistas afirman que son 400 kilos de uranio enriquecido al 60%. Es decir, Irán, al día de hoy, conserva la capacidad de fabricar armamento nuclear. Si no lo hace no es porque lo haya disuadido de hacerlo dicho ataque, como asegura tan alegremente Trump, sino porque no está dispuesto a hacerlo. Tal y como lo demuestra la legislación vigente actualmente que le impide hacerlo y la Fatwa del líder supremo, el ayatola Alí Jamenei, que, por razones religiosas, prohíbe la fabricación en el país persa de “armas de destrucción masiva”. Incluidas, las nucleares. Eso sin contar que, desde hace 20 años, Irán propone la completa desnuclearización del Medio Oriente.
Todo esto lo sabe la llamada “comunidad de inteligencia” estadounidense, actualmente presidida por Tulsie Gabbard, fiel partidaria de Trump. Pero si él insiste en esa versión del ataque de los B2 a las instalaciones nucleares iranies es por razones que explica el conflicto de intereses que mencioné antes. Que se resumen en el problema que supone para Trump ser fiel al lobby sionista – cuyos millonarios aportes fueron decisivo para la financiación de su campaña presidencial – al mismo tiempo que cumple el compromiso que contrajo con millones de votantes del programa MAGA. Hacer América otra vez grande. Entre las razones por las cuales obtuvo los 77 millones de votos que le permitieron hacerse de nuevo con la presidencia destacan, en primer lugar, la campaña contra la inmigración y, en segundo, el compromiso de poner fin al ciclo de “guerras interminables” en el extranjero, que tanto habrían contribuido al empobrecimiento de la América profunda.
Por lo que no es de sorprender que, apenas se supo en Washington la noticia de los bombardeos a las instalaciones nucleares iranies, dos de los líderes de MAGA más destacados los criticaran abiertamente. Me refiero a Steve Bannon, el ideólogo del trumpismo, y Tucker Carlson, el brillante periodista que tanto contribuyó a la segunda victoria electoral de Trump y a darle legitimidad a su sorprendente política internacional con entrevistas como la que realizó a Vladimir Putin. Legendaria. Carlson entrevisto a Bannon, para darle una formidable tribuna a las demoledoras críticas de este último a la decisión de Trump de sumarse a la guerra de Netanyahu contra Irán. Su entrevista a Ted Cruz, senador republicano por Texas, y una de las cabezas visibles de la bancada trumpista, logró desmantelar todos los argumentos usados por Cruz para justificar la participación de Estados Unidos en la guerra contra Irán.
El ala radical de la oposición demócrata a Trump salió al quite con igual celeridad. Desde hace semanas, el senador Bernie Sanders y la congresista Alexandra Ocasio Cortez (AOC), están adelantando una campaña política por todo el país bajo el lema Fight Oligarchy, Combate a la oligarquía, con evidente buenos resultados. Se esfuerzan por recuperar el apoyo al partido demócrata de la clase obrera desencantada que votó por Trump. Apenas conocieron la noticia del ataque a Irán incorporaron a sus discursos la crítica a la decisión de Trump de involucrar a Estados Unidos en una guerra, para ellos “ilegal y completamente injustificada”. Y de hacerlo saltándose la Constitución, que reserva para el Congreso la facultad de declarar la guerra. AOC se apresuró a proponer un impeachment, un juicio político, contra Trump alegando estos motivos.
La rebelión interna de los MAGA, sumada a la contraofensiva demócrata puso contra la pared a Trump. El presidente que no se cansó de repetir durante toda su campaña presidencial que era capaz de poner fin a la guerra de Ucrania, “en 24 horas”, con una llamada a Putin, “un líder que conozco y que sé cómo tratar”. El hecho es que lleva casi 6 meses en la Casa Blanca, el conflicto ucraniano sigue empantanado y no se le ocurrió nada mejor que involucrar a su país en la guerra del régimen sionista contra Irán. La posibilidad de perder la mayoría en el senado y en la cámara de representantes, previstas para 2026, por culpa de otra de esas “interminables guerras en el extranjero” se convirtió de pronto en una posibilidad real en estos días turbulentos. Varios comentaristas políticos estadounidenses se apresuraron a dar por “muerta” la presidencia de Trump, dando por seguro que debido a “su desastrosa decisión” perdería la mayoría que ostenta en el senado y en la cámara de representantes en las elecciones parlamentarias de marzo de 2026.
Pero ¿Cómo recuperar su prestigio de pacificador? ¿Como salirse de la guerra de Netanyahu sin decepcionar al todopoderoso lobby sionista? ¿Cómo conseguir, en definitiva, la cuadratura del círculo? La solución fue tan heterodoxa como genial, hay que reconocerlo. La declaración de alto el fuego, publicada en su cuenta de Thruth Social, magnifica hasta extremos inverosímiles el éxito de los bombardeos a los sitios nucleares de Irán, para justificar su argumento de que los mismos habían destruido la capacidad de Irán de producir armamento nuclear, como ya dije. El principal argumento esgrimido por Benjamín Netanyahu para justificar el ataque masivo a Irán que desencadenó la guerra. El mensaje subliminal al lobby sionista: yo les he cumplido, apoyando la guerra de Netanyahu con el ataque de los B2 que destruyó la amenaza existencial para Israel, representada por el programa nuclear de Irán, al que le falta muy poco tiempo para obtener armamento nuclear. Tal y como afirmaba Netanyahu y vociferaron todos los medios del mundo afines al sionismo durante estas semanas críticas. Cumplido ese objetivo estratégico, gracias a mi intervención decisiva ¿para qué continuar la guerra?, fue la argumentación que bajo cuerda utilizó Trump para desarmar al lobby judío.
Netanyahu no la aceptó fácilmente. Lo prueba el bombardeo postrero a Teherán citado antes. Y la tardanza en dar una respuesta al alto al fuego ordenado por Trump. Netanyahu se reunió varias horas con su gabinete y luego hizo lo propio con su cúpula militar antes de dar una primera respuesta pública. Un video en el que aparecía ante el Muro de las lamentaciones de Jerusalén, insertando en una de sus grietas una papeleta con una oración que ratificaba su compromiso con la existencia “eterna” de Israel. Todavía habría de pasar otro día para que aceptara públicamente el alto el fuego propuesto por Trump. Seguramente era consciente de que aceptarla era aplazar sine die el objetivo estratégico de la efímera guerra que le declaro a Irán. Que no era otro que el del consabido “cambio de régimen”. Del actual régimen que garantiza la independencia y la integridad territorial del país y el apoyo sin fisuras a la causa palestina, a un hipotético futuro régimen, que se someta sin rechistar a la tutela del binomio Israel- USA y aísle definitivamente a la resistencia palestina y permita la consumación del genocidio ahora en marcha en Gaza y Cisjordania.
Como también es consciente de que Israel está al borde del colapso. Los ataques iniciados por Hamás, continuados por Hezbollah y los Hutíes y finalmente los ataques con misiles hipersónicos de Irán, han afectado gravemente la economía y las infraestructuras del país. El mito de la invulnerabilidad del estado de Israel ha sido demolido. La cúpula de hierro es un colador. A estos cuantiosos daños hay que sumar el catastrófico desplome de la imagen de Israel causada por su campaña genocida en Gaza y el empecinamiento de las últimas semanas de matar de hambre literalmente a los gazatíes. La complicidad del propio Trump, de los lideres de la Unión Europea y de los medios occidentales con estas prácticas genocidas, no ha logrado revertir el rechazo de la opinión pública mundial al régimen sionista encabezado por Netanyahu.
Colapso que en vez de conjurar agudizaría una guerra prolongada contra Irán que sin contar con el apoyo abierto de Washington podría durar años y que podría convertirse en nuclear si Netanyahu en su desesperación echara mano de la “hipótesis Sansón”. O sea, de emplear su arsenal nuclear en contra de Israel. Posibilidad a la que ya salió al paso Pakistán anunciando públicamente que, si Israel ataca con armas nucleares a Irán, usaría sus propias armas nucleares para atacar a Israel. Corea del Norte, por su parte, declaró que estaba dispuesta a proporcionar armas nucleares a Irán si este país se las pedía.
En realidad, Netanyahu no tenía más opción que aceptar el alto el fuego ordenado por Trump. Como lo aceptó Irán que no tiene el más mínimo interés en un enfrentamiento abierto con Estados Unidos.
Netanyahu quizás pueda consolarse pensando que de lo que se trata ahora es de una alto el fuego, que podría dar paso a una reanudación de las hostilidades si en el futuro se llegara a producir una ocasión propicia para hacerlo. Él no sería el único que lo esta pensando.
Carlos Jiménez
Foto tomada de: France 24
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