Cosa distinta se da en Venezuela. Las vicisitudes de un régimen desprestigiado y copado de errores, no solo en la gestión de su economía sino en la negación a su propia democracia, que lo ha llevado a generar decisiones que lo tienen acorralado; hacen que hoy como país hayan dejado de ser viables, y que sus instituciones ya estén rotas, producto de la irracionalidad de quienes, de un lado, ostentan el poder, alejados por completo de eso que en algún momento se llamó el Chavismo. Pero también, de otro lado, de una oposición completamente contradictoria, que ha ayudado a llevar al país a la ruina, que paradójicamente añora el poder, intenta asumirlo, pero no lo hace, como si algo interno fuera más poderoso: en realidad son partícipes de las economías subterráneas y de las grandes ganancias que el país en crisis produce. Solo para unos pocos.
O ¿cómo explicar que, ante tantos años de queja por el aparente abandono del modelo de desarrollo de libre mercado, se mantengan invirtiendo en el país, pero en especial que no hayan sido capaces de canalizar el descontento popular? Mientras unos venezolanos logran emigrar para ser trabajadores precarios en otros países, soportando el desarraigo y el desplazamiento, mientras otros deben quedarse soportando las penurias que se viven, Gobierno y oposición hoy usufructúan las miserias del pueblo. Todos son artífices de su propia destrucción.
Alegra sin embargo lo que está pasando en Ecuador. No solo por entender que si hay otras formas de pensar las sociedades actuales y posibilitar el mejoramiento de la calidad de vida de los más pobres, sino porque se trata del reconocimiento del pueblo a una apuesta decidida por un modelo distinto al que se impone desde los organismos multilaterales. Lenín Moreno ganó las elecciones presidenciales, y aunque todo parece indicar que la oposición impugnará los resultados, lo cierto que es que se ha optado por mantener una propuesta que le ha permitido a este pequeño país de Sur América ser grande frente a los retos políticos, sociales y económicos que le dejó los años de exclusión y de inestabilidad política a un pueblo valeroso, con una alta población indígena y sumido históricamente en la pobreza.
Hace algunos años, con colegas iberoamericanos nos dimos a la tarea de estudiar las distintas economías del Continente y evaluar si en realidad eso que llamaban el socialismo del siglo XXI existía como un modelo definido, eso que el Centro Democrático en Colombia le ha dado por llamar modelo Castro Chavista, algo que solo está en sus cabezas fantasiosas y de miedo. Pues bien, los resultados de esta investigación que se publicaron por el Fondo de Cultura Económica bajo el título ¿Alternativas al neoliberalismo en América Latina? Las políticas económicas en Venezuela, Brasil, Uruguay, Bolivia y Ecuador; mostraron que tal concepto no existía como una propuesta de modelo implementado en los distintos países e incluso exportable, lo que se analizó para cada realidad, en cada país, fueron apuestas múltiples, formas diferentes de enfrentar las grandes deudas estructurales que dejaron años de sometimiento de los pueblos, de endeudamiento, de dictaduras y de saqueo de sus riquezas.
Lejos entonces del mal llamado socialismo del siglo XXI, las economías del continente, algunas de ellas, que optaron por modelos alternativos, se dieron a la tarea de emprender los ajustes necesarios para adecuar sus estructuras económicas, para hacer de la modernidad algo posible en estas sociedades. Se equivocaron también, claro está, pero sin duda alguna y así se demuestra con datos oficiales e incluso de organismos multilaterales, que se avanzó sustancialmente en infraestructuras, en crecimiento productivo, en educación, en disminución de la pobreza y reducción de la desigualdad. Pero algunos, la mayoría, han fracasado en su intento por mantenerse en el poder, por pretenderse únicos han terminado siendo castigados por los mismos pueblos.
Correa, como Pepe Mujica y otros más, decidió esta vez no hacer pilatunas constitucionales, al estilo de Uribe en Colombia, y dejar al pueblo soberano tomar las decisiones frente a la continuidad o no del modelo implementado. Ese acierto resultó premiado con la elección de Lenín, y con él a una política de ajuste estructural, de infraestructura, pero ante todo social de rescate de la dignidad humana.
De cualquier forma, el proceso en el Ecuador no ha sido fácil, el estilo directo y encarador del presidente Correa, no exento de contradictores y problemas internos y externos, logró que se estabilizara un país que se había caracterizado por los cambios de gobernantes, por los golpes de Estado o por las dimisiones. Enfrentó un intento de golpe con el respaldo social y llevó a cabo un proceso constituyente que, no obstante, dejó fracturas políticas en el país e incluso en su propio movimiento.
La reelección, no a la persona sino a las políticas, a los procesos, es mérito entonces de las políticas sociales. En los últimos años la pobreza, de acuerdo con datos del Ministerio Coordinador del Desarrollo Social, bajó del 42.2% en el 2005 al 23.3% en el 2015, mientras que el índice de concentración de la riqueza (Gini) pasó del 0.548 al 0.476. La pobreza medida por Necesidades Básicas Insatisfechas bajó del 51.6% al 32.9%. Hay que agregar que el impacto de mayor beneficio lo ha tenido el mundo rural, aunque las brechas, si bien han disminuido frente a las urbes, aún persisten.
La tasa de analfabetismo pasó del 8.6% en el 2005 al 5.5% en el 2015 y la tasa de escolaridad aumentó en un año, llegando en el 2015 a 10 años. La tasa neta de asistencia a la educación básica pasó el 89.3% al 96.3% y al bachillerato pasó del 46.5% al 67.9%.
Ahora, en el tema de los subsidios el Ecuador ha mantenido una posición que lo ha conducido a estar experimentando procesos de implementación de renta de ciudadanía, se trata del fortalecimiento que dio el presidente Correa a los subsidios a los más pobres, convirtiéndolo en el Bono para el desarrollo humano, dirigido a las madres, los adultos mayores y las personas con discapacidad.
De esta manera, el país pasó de tener un presupuesto en el sector social del 4.2% del PIB en al año 2005 al 9.2% en el año 2014, pasando de una inversión per cápita de 126 dólares a 545 dólares. Las problemáticas del terremoto en el año 2016, obviamente han hecho volcar los presupuestos e incluso a declarar emergencias y situaciones fiscales y tributarias transitorias.
Frente a la Economía de América Latina, Ecuador representa el 1%, es una economía pequeña con el petróleo como su gran potencial de riqueza. La economía ecuatoriana está basada en la extracción de petróleo crudo, gas natural y actividades de servicios relacionadas, que aportan una quinta parte del PIB; otras producciones importantes en su estructura son: el cultivo de banano, café y cacao, elaboración y conservación de camarón, la fabricación de productos textiles, prendas de vestir, fabricación de cuero y artículos de cuero y la pesca, cada uno de estos sectores con participaciones menores al 3% del PIB.
El tema económico no ha sido sencillo, pues a las disminuciones de los precios del petróleo en los últimos años, se sumó la tragedia del terremoto y las obligaciones de reducir la oferta de petróleo tras los acuerdos con la OPEP para frenar la caída del precio. Esto ha hecho que el crecimiento de la economía haya perdido dinamismo presentando crecimiento mínimos que alcanzaron solo el 0.3% en el año 2015, con una expectativa para el 2016 de un decrecimiento cercano al 2%. De cualquier forma la Economía Ecuatoriana pasó de tener un PIB de 40,5 billones de dólares en el año 2005 a 99,2 billones en el 2016.
La inflación ha sido una variable controlada en el Ecuador, para el año 2016 cerró con una inflación anual del 1.2%. La tasa de desempleo terminó en el año 2016 con el 5.2%, siendo del 2.5% rural y 6.5% urbano. El endeudamiento externo es tal vez la variable macroeconómica de mayor preocupación hoy en el Ecuador, dados los compromisos y los montos de intereses (utilizada como estrategia electoral), no obstante, ella representa el 25.7% del PIB, históricamente baja.
En este año el país repatriará oro del exterior y obliga a la repatriación de capitales de la banca, esto sin duda se mantendrá, una opción clara a privilegiar al país sin poner en riesgo inversiones nacionales o extranjeras. Así también, en materia de comercio exterior no solo se planteó ante el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, impidiendo que se especulara con la deuda Externa y con el Riesgo país, sino que ha mantenido una clara actitud de relacionamiento con el mundo, promoviendo además del comercio la protección de la selva (la naturaleza) como elemento de sustentabilidad de la vida, una de las fuertes frustraciones del Presidente Correa ante la escasa respuesta de la comunidad mundial a su proyecto de defensa al Parque Nacional Yasuní.
Pero hay un tema deuda de Correa, que no quiso enfrentar ni teniendo la oportunidad de una nueva constitución. Se trata del conservar la dolarización. Los costos de mantenerla, las inflaciones que el país ya debió soportar, pero en especial el haber tenido que renunciar, en parte, a las políticas monetarias ha conducido a unas dificultades sin par en el manejo de la política interna, pero también frente al comercio exterior: en tiempos de reducción de los ingresos por exportaciones, el país no puede presionar la devaluación como herramienta competitiva. El pueblo ecuatoriano agradecería volver a una moneda nacional.
Aún con los cantos apocalípticos de la oposición, con las dificultades con la prensa, lo cierto es que Ecuador respira crecimiento económico, desarrollo y libertades. La oposición no solo tiene un gran porcentaje de electores (la mitad), sino que ha podido realizar su campaña y manifestarse libremente. Incluso con la mentira como estrategia, que parece ya es la forma de actuar en el mundo), y sucedió en la campaña y también con la Ley de Plusvalía, que creó las condiciones para racionalizar el negocio de la especulación inmobiliaria.
Se va Correa con la satisfacción de entregar su Gobierno y un pueblo en unas condiciones muy distintas a como las asumió. Una buena lección para los países de América Latina cuyos dirigentes, de izquierda o derecha, no han dejado de sentirse los gamonales de sus fincas y ver a sus pueblos como siervos sin tierra.
Jaime Alberto Rendón Acevedo: Director Programa de Economía, Universidad de La Salle
Abril 5 de 2017