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¿Democracia es equivalente a elecciones?

15 febrero, 2021 By Oscar Amaury Ardila. Leave a Comment

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Detallada y concienzudamente pensado no lo es. La democracia es un principio y una cualidad de la humanidad, producto del desarrollo del pensamiento sobre cuál es el tipo de sociedad ideal: vocablo nacido de los filósofos griegos, que imaginaron la organización social correcta y justa, materializada en el poder del pueblo (demos-kratos). Por su parte la elección de candidatos en los Estados modernos, es una acción pública de los ciudadanos cuando hacen uso de su calidad de sujeto de derechos: en el sistema capitalista particularmente, elegir se convierte en la consolidación del predominio político e ideológico de los acaudalados hacia los pobladores; se legitima el ejercicio del monopolio de los caudillos y los empresarios, sobre las dinámicas socio-económicas nacionales. De un lado esencia y fruto de las reivindicaciones sociales, y del otro, temporal y aleatorio, marco legal de los individuos para la nominación de “dignidades”.

El pensamiento occidental actual imbuido de la más rancia dosis de ideas del sistema dominante, se ha empeñado en implantar la noción de democracia, a una mera significancia electoral. Permanentemente la opinión pública es bombardeada mediáticamente tratándola de convencer que el sistema conservador es el defensor de la democracia, y que los modelos socio-económicos contemporáneos experimentados en países socialistas, son prototipos de dictaduras y totalitarismos. Independientemente de los procesos soberanos y autonómicos que las sociedades nuevas tengan para designar sus representantes en las ramas de poder en sus Estados, el régimen  descalifica sin cortapisas, la decisión de los pueblos cuando adoptan determinadas formas de gobierno, o por lo menos la de sus mayorías; porque es normal que en todas las poblaciones, se manifiesten expresiones distintas sobre cómo se concibe al mundo, que es el poder político y cuál es la contradicción fundamental entre intereses individuales y colectivos.

Las raíces básicas del concepto de democracia nos enseñan que poder y pueblo fundidos en el legendario término está concebido hacia el favorecimiento de todas las gentes, destacando principios de autodeterminación, disfrute universal de los recursos y derecho a adoptar su derrotero histórico. Ahora bien, en lo que deberíamos profundizar es que es lo que entendemos por pueblo; en su más elemental locución, es el conjunto de personas que pertenecen a una comunidad, con rasgos culturales propios que le dan identidad y pertenencia. Es recurrente en la cotidianidad que se hagan referencias expresivas sobre nuestro lugar de procedencia como el “pueblo”, o la coloquial mención de “untarse de pueblo”, para acercarse al afecto popular. Estas simples figuras semánticas dejan claro el carácter clasista que determina la complexión integral de su esencia social; con la estimación correspondiente que se le haga, se expone la dimensión económica que señalan los límites entre una clase pudiente distanciada de tal denominación, y otra clase que se la apropia y la defiende. Según las crónicas medievales sobre la aplicación práctica del concepto de democracia, quienes se opusieron a los abusos de la nobleza feudal fueron los campesinos y los artesanos, significativo segmento de los segregados. En la actualidad, los pueblos continúan resistiendo a las decisiones de quienes ostentan el poder económico, en la arena de la confrontación política por la instauración de gobiernos que los represente y les ofrezca Estados justos e igualitarios.

Mientras que las sociedades estén sumidas en una estructura económica que privilegia el mercado capitalista y se aúpe la concentración de la riqueza en el sector privado e individualista, la democracia no podrá fructificar tal cual lo idearon los helenos; el pueblo, relegado de la posesión de los medios de producción, se ve sumido en las más profundas condiciones de pobreza, cercenándole las posibilidades de ser el depositario del poder de las naciones. El sistema del culto al egocentrismo, ha implementado en todo el espectro de la economía global, las más detalladas fórmulas que despojan progresivamente de derechos sociales a las mayorías, para garantizar su hegemonía, ofrecer paraísos idílicos a los emergentes alienados y lograr la preservación del poder clasista que les beneficia. Solamente la encarnación real del pueblo en el Estado, podrá revelar escenarios de autoridad y control hacia la defensa de sus propios intereses, mediante el apropiamiento de los bienes públicos sobre las inversiones privadas; reintegrando lo enajenado a las arcas institucionales; estableciendo parámetros para que la prestación de los servicios públicos sea norma excelsa de interés social. Y para que todo esto ocurra, no basta con la presencia de los  representantes de los electores en las corporaciones públicas.

En el texto Dialéctica de la Democracia el académico Antonio García Nossa, magistralmente nos ofreció de su denodado pensamiento social, algunos conceptos relevantes para poder entender las virtudes de la democracia si se asume conforme a su génesis y su trascendental significado: “…participación orgánica de los pueblos, autogestión, planificación social, control estatal de ciertas áreas básicas, propiedad social sobre los medios productivos, medios de comunicación de masas, socialización del Estado y de la cultura”… “La problemática política en la estructura del atraso consiste en que la democracia tradicional no ha podido, no podría, generar las fuerzas de cambio profundo sin las cuales la democracia no es un “sistema de vida” sino una forma artificial, precaria y vacía”… “La democracia popular es el punto necesario de partida de la democracia socialista en cuanto puede constituirse en un nuevo sistema de vida, esto es, en un universo coherente y orgánico en el que se integran una economía, una organización estatal y política, un sistema de clases, una cultura, una ética, una conciencia social”… “El socialismo contemporáneo se ha caracterizado como la más audaz y certera estrategia de desarrollo económico y social”…

Si bien en ésta “moderna” sociedad el voto es una parte indicadora de escenarios democráticos, no lo es todo como quieren hacerlo parecer. Las elecciones pueden ser un valor de la democracia siempre y cuando quienes participan en esas contiendas, defiendan en sus programas la construcción de modelos sociales diferentes al sistema capitalista. En Colombia, todos los expectantes candidatos a gobernantes del establecimiento, han esbozado y continúan difundiendo en periódica repetidera, ofrecimientos básicos de resolución de problemas comunitarios, quedando siempre en deudas con las mayorías; pocas son las diferencias de fondo y solo matices, variables o enfoques hacen parte del arsenal de encuadradas diatribas, concebidas más para difundir falsos sentimientos y ganar benévolas indulgencias del ignoro pueblo (algunas veces cargan niños pobres, se disfrazan de vendedoras tradicionales, imitan cantarines de moda o remedan deportistas). El gran reto de los verdaderos transformadores en pugnas electorales, es que alguien levante la bandera del modelo socialista y manifieste su vigencia, en noble gesto a la justa esencia del demos-kratos.

Oscar Amaury Ardila Guevara  

Foto tomada de: Las2orillas

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