La reacción inmediata de la juventud colombiana volcada a las calles, conjugada con la habilidad política del entonces presidente, Juan Manuel Santos, lograron salvar el acuerdo. Lo que no ocurrió en los restantes casos, donde los esperpentos morales se consumaron, y sus consecuencias aún se sufren. En ello surgió una categoría social suigéneris en el espectro social colombiano, acaso única en el campo internacional: los enemigos de la paz.
En un país con doscientos años de guerras fratricidas es de razón la existencia de sectores que promuevan el fin de la matazón, mas, han existido otros opuestos a cualquier paz diferente a la de los sepulcros. Fueron llamados “enemigos agazapados de la paz”, por su empeño en impedir el cese de las hostilidades, en los procesos de finales del siglo anterior.
La campaña contra el acuerdo de La Habana, entre el Estado y las Farc, llevó a que tales enemigos dejaran de estar agazapados, y pasaran a actuar a la luz pública, hasta crearon un partido para ello. Envalentonados con el triunfo en el plebiscito, la campaña por la presidencia que se siguió la hicieron bajo el lema: “hacer trizas los acuerdos de paz”, y prometiendo guerra: “Plomo es lo que hay”. Siempre con mentiras, un toque de fraude, y los caudales de la mafia alcanzaron la presidencia con un personaje absolutamente incompetente y desfachatado, Iván Duque.
Bajo su gobierno de difuntos se frenó la implementación del acuerdo en todos sus puntos, se provocó a los excombatientes para que regresaran a las armas, sea mediante el exterminio físico de ellos, o por entrampamientos judiciales, o por amenazas. En parte lo consiguieron: el régimen Duque Uribe puede alardear de regresar a la guerrilla a algunos exfarc. Puntos del acuerdo como el primero, reforma agraria, y el cuarto, solución al problema de las drogas, no sólo están sin desarrollo, sino con retrocesos. Las curules de las víctimas hoy existen gracias a la bancada de oposición que logró desengavetar el proyecto de ley que las crea, aunque el gobierno Duque, después de atacar la disposición constitucional, hizo pasar por víctimas a algunos victimarios, cercanos al ideario fascistoide del uribismo, para que suplantaran en las elecciones a los legítimos aspirantes, hoy hay curules demandadas por eso.
De la gestión Duque Uribe volvieron las masacres, y el asesinato de líderes sociales; hostilizaron las protestas pacíficas, y masacraron a los manifestantes en las calles; también corrompieron a las Fuerzas Armadas promoviendo a violadores de Derechos Humanos en la comandancia, y relanzaron el paramilitarismo; por supuesto, deterioraron la seguridad en las ciudades, para vender su “seguridad”, y realizaron las elecciones más violentas de este siglo… Se debe reconocer que el propósito de “hacer trizas la paz” es la política con más objetivos cumplidos del gobierno.
Fue llamativo el estilo mendaz del ejecutivo que mientras ordenaba masacrar ciudadanos, hablaba en foros internacionales en defensa de los derechos humanos, y acusaba a sus vecinos de ser dictadores; permitió que sus copartidarios deforestaran más de un millón de hectáreas en la Amazonía, autorizó el fracking, violando su promesa electoral, e impulsó la minería en los páramos, mientras en los escenarios internacionales se mostraba como un ecologista convencido, con cifras falaces de reforestación, y comprometiéndose a aprobar el tratado de Escazú, cuando permitía el exterminio de líderes ambientales, y su bancada impedía en el congreso la ratificación del acuerdo. Igual con el tema de la paz: ante la comunidad internacional se autoproclamaba como defensor del proceso, y reclamaba ser el que más lo había desarrollado.
Todas las afirmaciones contraevidentes parecían síntomas de su mitomanía compulsiva, y lo eran, pero estaban motivados más por el afán de recoger unos milloncejos de euros y dólares, para los derechos que su gobierno viola, para defender el medio ambiente que depreda con sus socios, y para la paz que vuelve trizas.
El fin de los millonarios recursos que ha levantado ha sido un misterio, así como lo que pasó con las reservas internacionales de oro que vendió a precio de quema, o del extraordinario endeudamiento en que ha sumido a la nación, o los recursos recogidos para atender a los migrantes… porque la avidez de mendigo mundial es desaforada.
El agujero negro fiscal del régimen parece más desmesurado que el que hay en el centro de la Vía Láctea, donde también se precipitaron los recursos del proceso de paz. Sin embargo, una investigación de BLU Radio, dirigida por la periodista Valeria Santos, no por el inmoral primer cuñado de la nación y sus barras bravas del uribismo, descubrió el entrampado por el cual se han alzado con los recursos de la paz, que pese a estar bloqueada, se gastaron los presupuestos del cuatrienio y de seis años más.
Se orquestaron para ello el Departamento Nacional de Planeación, Luis Alberto Rodríguez, la Contraloría General de la Nación, Luis Felipe Córdoba, y la OCAD – PAZ, entidad del Sistema General de Regalías, encargado de priorizar y distribuir los recursos entre los municipios objeto de intervención por el acuerdo de paz, con Álvaro Ávila, director de Regalías, que aprobaba proyectos a cambio de coimas, o frenaba los que no pagaran el peaje que tal triángulo puso. También participaban congresistas de la coalición de gobierno, particularmente conservadores.
La Contraloría introduce la innovación del “control previo”, que terminó siendo el cobro del 2% del valor del proyecto para obtener un concepto favorable del mismo. Los del Planeación Nacional cobraban entre un 5 y 6%, y el congresista que apadrinaba el proyecto (Conservadores, partido de la U, Centro Democrático) se llevaba entre cinco y siete por ciento. Proyecto que no cumpliera estos requisitos no era aprobado.
Sonaba extraño que el gobierno pusiera al frente de la implementación del acuerdo a declarados enemigos de la paz, lo que los unía con este ideal era su amistad con el dinero, especialmente el robado. Calcula la investigación que nada más en 2021 las coimas sumaron 500.000 millones de pesos. Aquello que empezó como un retorcimiento de la ética terminó en un baño de sangre y en uno de los mayores latrocinios de la historia, en buena hora se ha elegido a un presidente de verdad.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: Canal Institucional
Carlos Agudelo M. says
Durante muchos años nos ha sorpendido la ambición y el cinismo… ahora uno comprende que aquello que lo alimenta y mantiene vivo, es la impunidad.
Gracias José Darío, por mantener viva la llama de la memoria.
Amelia Sanchez Durango says
Esto es inaudito, parece un chiste cruel, lamentablemente está es nuestra realidad. Eso es todo un engranaje de corrupción dónde unas fichas encajan perfectas en las otras. Que despedida tan asquerosa. Ojalá este nuevo gobierno les aplique todo el peso de la ley. Gracias Dario.