Igual sucede con la Comisión de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas: les genera repudio esclarecer un delito que se pretende ocultar escondiendo el cuerpo de la víctima. Pero el drama colombiano comporta elementos de una tragedia clásica, así, cuanto más se esfuerzan los victimarios por tapar la verdad, más pulsa esta por salir a la luz. Como en Edipo Rey, de Sófocles, en tanto huye Edipo de su destino, más se acerca a cumplirlo. Así, la godarria parroquial que ha décadas llevaba la esfinge de Salvatore Mancuso, y la de otros jefes paramilitares, como escapulario milagroso, hoy no sabe cómo borrar su recuerdo, ni cómo callarlo.
Los mismos que le llevaron al Senado de la República para ovacionarlo, los mismos que en burla de las víctimas quisieron pasarlo como víctima. Como sucedió antes con Carlos Castaño, quisieron hacer de Mancuso un ícono anticomunista. Esos que lo pasearon por los clubes sociales, y sumaban distinción a su dinero posando con ese patrón paramilitar… Todos los devotos de Salvatore Mancuso le fueron perdiendo la fe cuando dijo que ellos, los paras, eran mandados por otros jefes, y que había una verdad por revelar. Entonces, así como antes lo utilizaron para hacer una contrarreforma agraria preventiva, preventivamente lo extraditaron para que no fuera a hablar. De ñapa amenazaron a su familia.
Da por pensar que cuanto más lo constriñeron para que no hablara más lo motivaron a decir la verdad. Y ha declarado que el paramilitarismo no es un tercer actor en el conflicto, ni que está al lado de los militares, sino que fue creado por el mismo Estado, subordinado al alto mando militar, y con recursos del Ministerio de Defensa. El paramilitarismo en Colombia fue una política de Estado, así no quedara formulada en un Plan de Desarrollo.
También relató Mancuso que, además de la cadena de mando del Ejército y la Policía, las bandas paramilitares estaban al servicio de muchos notables en el país, que hacen florilegios públicos a la democracia, mientras mandan a matar opositores. Entre ellos alias Pacho Santos, que no hace loas a la democracia, que públicamente ha propuesto electrocutar estudiantes, además, conspira contra el gobierno Petro. Igual con reconocidos clanes políticos.
Conmovedora resultó la confesión escueta de cómo mataron al alcalde de El Roble, Sucre, Eudaldo Tito Diaz, porque: “Denunció ante el entonces presidente Uribe que lo iban a matar, Uribe lo que hizo fue quitarle el esquema de seguridad y nosotros lo matamos”. Hechos por los cuales ya hay condena contra el Estado colombiano por desproteger al gobernante, y dejarlo matar.
Junto a los militares deshonestos, notables, politicastros, también afloraron los nombres de los grandes grupos económicos del país, cada uno con su respectivo medio de comunicación, los cuales financiaron la maquinaria de terror más infame del siglo XX en el hemisferio occidental. Por el relato de Mancuso nos enteramos indirectamente que esos conglomerados también pusieron sus empresas informativas a alimentar la impunidad de esas bandas, porque tras las primeras declaraciones del exjefe paramilitar salieron, como concertados, los gamonales de esos medios a vociferar que Salvatore Mancuso no dijo nada que no se supiera. Quiere decir que esos medios corporativos, y esos periodistas, hoy activistas contra el gobierno Petro, conocían del horror del exterminio paramilitar, sus actores y dinámicas, pero se dedicaron a ocultarlo, porque nunca desvelaron a sus audiencias lo que hoy reconocen que sabían. Se confirma que esa prensa corporativa paga más por callar que por informar.
Un dato, entre los tantos de la declaración en esa única audiencia, puede explicar la campaña de la derecha contra la reforma a la salud. Y se da por la dilucidación que hizo el señor Mancuso, de cómo se desviaban los recursos de la salud al paramilitarismo, cuando se dirigía el 10% del dinero para los alcaldes, y el otro 10% para los paramilitares. Quitarles la posibilidad de esa maturranga, al dejar a los privados sin el manejo de esos dineros públicos genera una indignación del tamaño de ochenta billones de pesos. La verdad no sólo explica el pasado, también el presente y el futuro.
Las reacciones de los implicados, que se ufanan de ser frenteros, en ningún caso se han dirigido a reconocer la participación en esa empresa criminal. Aun en casos con sentencia, que es una verdad jurídica, como el del alcalde Eudaldo Diaz, el expresidente Uribe niega lo innegable, que todo sucedió tal cual lo relató Mancuso. Alias Pacho Santos niega que él haya sido instigador de la creación del Bloque Capital, y coautor de todos los horrores en asesinatos, desapariciones, violaciones, destierros… incluido el magnicidio de Jaime Garzón, aunque su pensamiento, sus compañías, y su militancia en la extrema derecha son indicios de que su participación es más que una probabilidad. Que su caso haya sido archivado por fiscales cuestionados deviene en otro indicio grave.
Algunos de los militares salpicados, desde antes de que Salvatore Mancuso empezara a declarar, hicieron una concentración en la plaza de Bolívar, en Bogotá, contra el gobierno del cambio. Allí, fieles a su estilo, amenazaron con defenestrar a Petro del gobierno. Ante el contenido revelado por el exparamilitar queda claro que esos reservistas tienen urgencia de defenestrar la verdad, mantener su prontuario en la oscuridad, y que no se sepa de los ataques a civiles cometidos en alianza con bandas criminales. Para bien del país, los militares retirados que no salieron del servicio por corrupción son la mayoría, no están contra la verdad, y algunos están aportando al esclarecimiento de ese horror.
Curioso que expresidentes como Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, ambos con una credibilidad cien veces inferior a la de Mancuso, opten por poner denuncias ante la Fiscalía. Ello no remediará su desprestigio, ni logrará honor alguno, el que tenían lo gastaron en esas alianzas para alcanzar el gobierno, y sostenerlo. Curioso que las pongan ante un ente con un desprestigio superior al propio, dirigido por un fiscal de pacotilla cuya ineptitud está tan probada como su corrupción. No buscan que se investigue nada, sólo pretenden que Barbosa salga a dar declaraciones cantinflescas contra la JEP, y se cree artificialmente un conflicto de intereses, para que los medios de las corporaciones involucradas en esas revelaciones entren a matonear a la JEP.
¡Ahora insinúan que Salvatore Mancuso es petrista! Él hace un aporte de verdad interesante, su llegada a la JEP es justa y necesaria. Como en otras crisis de una justicia siempre en crisis, la salida es el punto medio: Una comisión internacional independiente que investigue y juzgue los crímenes de lesa humanidad, así como la corrupción colombiana. Ese es el urgente exorcismo para tanto demonio alborotado.
José Darío Castrillón Orozco
Foto tomada de: Cambio Colombia
Wilson Montoya says
Excelente análisis. Es urgente una comisión internacional de investigacion sobre la gravisíma violencia y corrupción en Colombia.
Hernan Pizarro says
Tanta maldad y crueldad, ¿para qué? No se puede ocultar la verdad . Ojalá paguen los culpables. Que no repita la triste historia y que los victimarios nunca vuelvan a gobernar. El país necesita avanzar. Lo sucedido en Colombia es una de las más crueles matanzas en la historia de la humanidad.
Blanca Echeverri says
Necesaria la Comisión Internacional de Justicia. Ojalá llegue pronto. Buena radiografía del momento.
Oscar Gomez says
El odio mata,el perdón con VERDAD cura.A muchos no les gusta la aspereza de la verdad,el Galileo la amaba,su látigo se convirtió en un hacedor de verdades y con él expulsó a los mercaderes del templo.La tarea está inconclusa.Tenemos que meter el hombro para continuarla .
Amelia Sanchez Durango says
Habían hecho lo que les daba la gana, burlándose de todos. Se les acabó la guachafita. Ojalá les apliquen todo el peso de la ley, así venga de afuera. Ese es el desespero por defenestrar al gobierno.