El filósofo y pensador Daniel Innerarity lanzó en una tribuna publicada junto a Serge Champeau en El País la siguiente hipótesis: la situación de odio que se vive en las democracias occidentales no conduce a nuevas guerras ni a más violencia. Muy al contrario, el odio podría estar sustituyendo la violencia. Los riesgos que acechan a la democracia no vendrían, por tanto, de la posibilidad de un golpe de Estado o una insurrección armada que desate la violencia o tome el poder, como en el siglo XX. El peligro para las democracias llegaría desde ese odio verbal o confrontación infinita que nos puede conducir hacia nuevas versiones, más “iliberales”, de la democracia occidental.

Sobre esta hipótesis, sobre el odio que se respira en las redes y también sobre los nuevos peligros de la democracia occidental se pronuncia en esta entrevista Daniel Innerarity.

¿Vivimos rodeados de odio y confrontación? ¿Es una situación nueva?

No creo que el fenómeno de la descalificación del contrario o de la confrontación total sea un fenómeno tan nuevo. Tampoco me convencen las explicaciones que remiten a un determinismo tecnológico y dicen que las redes sociales son origen y causa del problema. De hecho, si uno mira la Historia reciente de Estados Unidos ve que ha estado marcada por una lucha a muerte entre republicanos y demócratas y por un racismo brutal. Ahora, eso sí, somos más sensibles contra la lacra del racismo o del machismo y por tanto somos más conscientes del odio que hay en ese tipo de discursos.

Luego hay otra explicación, a parte de estas, que es que yo creo que el odio actúa como un inhibidor de la violencia. El odio se despliega con mayor libertad allá donde quienes odian saben que sus palabras no van a ir más allá, que su odio no va a tener consecuencias de tipo violento. Esa sería mi hipótesis. Por ejemplo, podemos mirar la Historia de Francia y comparar tres acontecimientos importantes: la Revolución Francesa, Mayo del 68 y los chalecos amarillos. Mi conclusión es que cada vez hay menos violencia, pero cada vez hay más odio.

Si analizamos el conflicto racial en Estados Unidos creo que sucede un poco lo mismo. Hay menos violencia generalizada. Trump intentó que el movimiento Black Lives Matter se fuera un poco de las manos para criminalizarlo y poder intervenir, pero fue un movimiento que se contuvo mucho y se autolimitó para no generar episodios de violencia. Sabían que su éxito dependía de que la violencia no se desatara. Si comparamos la época de Marthin Luther King con la actual se aprecia: creo que ha descendido la violencia y ha aumentado el odio.

Entonces, según esta hipótesis, el contexto de crispación que se vive no es la antesala de la violencia ni estamos, por hacer un símil histórico, en la primavera de 1936.

Eso es lo que yo niego, sí. En los últimos años han salido un montón de libros que hablan del final de las democracias liberales o de su difícil supervivencia. Y muchos de ellos vuelven la mirada hacia la República de Weimar de la Alemania de los 30 y del ascenso del nazismo. Y yo creo que estamos en situaciones que no tienen nada que ver. Las sociedades actuales están mucho más desarrolladas e son mucho más interdependientes como para que creer que estas amenazas puedan tener credibilidad.