La inmensa mayoría de los chilenos con una gran participación de jóvenes aprobó la redacción de una nueva Constitución, indicaban los datos del Servicio Electoral de Chile. Con base en el escrutinio del 99,83% de las mesas, el “Apruebo” obtuvo el 78,27%, y el “Rechazo”, el 21,73%. Cabe mencionar que de las 346 comunas del país, el “Rechazo” gano sólo en 5, 3 de estos municipios que están ubicados en la Región Metropolitana, donde residen las personas de los segmentos económicos más acomodados.
Los 14,8 millones de chilenos y chilenas convocados a definir si ganaba el “Apruebo”, la Carta Magna debería ser concordada por una Convención Constituyente integrada por 155 ciudadanos o por una Convención Mixta conformada por 86 miembros del actual Parlamento y 86 ciudadanos electos especialmente para este nuevo órgano, dio como resultado que más del 79,04% apoyó una Convención Constitucional que deberá tener paridad de género y cupos especiales para los pueblos originarios.
Llegar a tener una fecha que permitiera a los ciudadanos decidir por ellos mismos que se redacte una nueva Constitución y sustituya la que actualmente los rige, fue una tarea que llevó muchos años. Durante el anterior gobierno de Michelle Bachelet se discutieron propuestas y se organizaron foros donde la gente participaba emitiendo distintas opiniones sobre lo que esperaban estuviera en una nueva Carta Magna. Los esfuerzos no prosperaron porque no todos los partidos que eran parte del gobierno estaban en la misma sintonía.
Gobierno de Piñera y los nuevos escenarios
Los gobiernos social demócratas pos dictadura no dieron el ancho para responder a las demandas que el pueblo reclamaba y exigía todos los años en las marchas de estudiantes universitarios, secundarios, de los trabajadores mineros, de los empleados fiscales, de los pensionados, de los trabajadores de la salud, los profesores y tantos otros gremios que periódicamente se manifestaban en las calles.
Con la llegada del nuevo gobierno de Piñera en marzo del 2018, para los chilenos se abrieron las posibilidades de exigir que cumpliera con el slogan de su campaña de: “tiempos mejores”. En verdad, esos tiempos llegaron pero para una cantidad muy minúscula de chilenos, aquellos que siempre han sido beneficiados con los gobiernos de derecha o en complot con los partidos socialdemócratas de los gobiernos de la Concertación.
Estas desigualdades fueron alimentando la desilusión de los chilenos y no sólo de los sectores más empobrecidos, sino también de aquellos que situándose en la mal llamada clase media iban percibiendo, como quedó demostrado con la pandemia, que no eran más que un segmento de la sociedad que había logrado acceder a ciertos privilegios, pero con un miedo atroz a volver a ser nuevamente pobres.
Pero el presidente Piñera y sus ministros lograron esclarecer el lugar de cada cual. Así, el exministro de Economía Juan Andrés Fontaine, aconsejaba a los ciudadanos en plena crisis por el alza del metro, que se levantarán más temprano para paliar el costo extra del pasaje, un acaudalado empresario que demandaba sacrificios a los trabajadores. O el entonces ministro de Salud Jaime Mañalich, que en los comienzos de la pandemia presagiaba que el virus Covid-19 “se pudiera convertir en buena persona”, para en semanas posteriores sincerarse y demostrar su desconocimiento de la realidad al señalar que “hay un nivel de pobreza y hacinamiento del cual yo no tenía conocimiento”.
Dignidad: Lo que no entendían
Al gobierno le costó entender que si bien todo había comenzado cuando en los primeros días los y las estudiantes secundarios se saltaban los torniquetes por el alza de 30 pesos en el pasaje del metro, lo que la gente pedía en las calles era: un cambio radical. El pueblo movilizado exigía un país más justo, más igualitario y las consignas así lo expresaban, sobre todo una que es la más invocada: “hasta que la dignidad se haga costumbre”. No es para nada una consigna economicista, o quizás en el fondo lo sea, pero lo que esas pocas palabras encierran, es un profundo contenido y sentido ético y moral. Es el cansancio del pueblo, de los humildes, por los abusos, por las colusiones, por los robos, por la pedofilia, por el machismo, por el nepotismo, donde todas las instituciones tanto del Estado como privadas y las organizaciones sociales, políticas, y hasta las iglesias, todos tienen algo que decir.
Un rasgo destacado en las manifestaciones ha sido la gran participación de las mujeres que con originalidad y creatividad han reforzado la rebelión en las calles. La performance participativa de protesta “Un violador en tu camino”, creada en el contexto de las manifestaciones el año 2019, por un colectivo feminista de Valparaíso denominado LasTesis, con el objetivo de denunciar las violaciones de los derechos de las mujeres por parte de diferentes poderes del Estado y de Carabineros, ha sido de impacto mundial. Movimientos feministas de decenas de países adoptaron y tradujeron el texto para reivindicar sus propias demandas por el termino y castigo entre otros de los feminicidios y violencia sexual.
La fuerza de la movilización
Cuando las mayorías se movilizan por causas justas, despiertan el temor y miedo de los sectores que por décadas y siglos se han visto beneficiadas por la miseria de aquellos a quienes deben esos privilegios y los acusan de violentistas, terroristas, delincuentes, antisociales, etc. etc. Seguramente tienen la claridad para saber que están en lo cierto en sus demandas, pero reconocerlo significa que deben admitir como lo hizo la esposa del presidente en un audio que se filtró a la prensa y en la que decía: “Estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera, alienígena, y no tenemos las herramientas para combatirlas… por favor, mantengamos nosotros la calma, llamemos a la gente de buena voluntad, aprovechen de racionar la comida. Vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”.
Un pueblo movilizado que en octubre del 2019 congregó a más de un millón y medio de personas solamente en Santiago y millares en otras regiones del país, fue la fuerza real del golpe que efectivamente sacudió la cabeza de un gobierno que creía que Chile era un “Oasis”, en medio del resto de los países latino americanos.
La fuerza de millones movilizados, es lo que obligó al gobierno a convocar en noviembre al parlamento a firmar un Acuerdo Por la Paz. Poco antes, el 18 de octubre el presidente Piñera en cadena nacional hablando a todo el país, al referirse a los incidentes de ese día, afirmaba que “estamos en guerra contra un enemigo poderoso, que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite”.
Sin esa fuerza movilizada en todo el país, habría sido imposible llegar al plebiscito del 25 de octubre y votar por el Apruebo al cambio de la Constitución. Algunos como el sociólogo Eugenio Tironi, para desacreditar las movilizaciones y la combatividad de los participantes fundamentalmente jóvenes, señalan que “En el fondo, es el lápiz el que le devuelve el poder al pueblo, porque las marchas por masivas que sean son siempre minoritarias y si adquieren un carácter violento, son aún más minoritarias”. Con esto desconocen y a la vez se hacen cómplices de la violencia de las fuerzas represoras.
El Instituto de Derechos Humanos de Chile (INDH), informaba en marzo de este año que como resultado de las manifestaciones que se han sucedido tras el 18 de octubre del 2019, 34 personas habían sido reportadas oficialmente fallecidas; 352 han sufrido heridas oculares algunas con pérdida total de la visión; más de 11.300 han sido detenidas y 2.500 permanecen encarceladas. El diputado comunista Hugo Gutiérrez informaba por twitter el 27 de octubre, que “junto a la bancada comunista hemos iniciado la tramitación de una ley de amnistía para liberar a los jóvenes que participaron en las protestas producto del Estallido Social en Chile, y que hoy siguen en prisión. Si la constitución de Pinochet cayó, iniciándose con ello un proceso constituyente único en el mundo, fue a raíz de la protesta popular, incluida la de quienes hoy son presos políticos”, señalando con esto que perseveran por la libertad de los luchadores encarcelados.
Chile Despertó
Que el gobierno y los grandes empresarios se empeñaran con todo para tener sus representantes como constituyentes, a no dudarlo. Seguramente buscarán cambiar fechas, fijar nuevos itinerarios, se reunirán entre ellos, tratarán junto a sectores de centro derecha buscar acuerdos para que el capital no sea tocado. Por lo mismo, muchos señalan que el pueblo debe seguir movilizado, porque ahora la última palabra no la tienen los poderosos. La tiene el pueblo que si algo tiene claro, es que esa normalidad que existía hasta antes del 18 de octubre, no vuelva nunca más.
Los festejos de las miles de mujeres y hombres, jóvenes, niños, personas mayores y ancianos que colmaron y felices celebraban en Plaza Italia, en el centro de Santiago, y que fue rebautizada como Plaza Dignidad por quienes iniciaron la revuelta de Chile el año pasado, comenzaron en cuanto se dieron a conocer los primeros resultados. en una jornada que era una primera batalla victoriosa.
Un hecho que comenzó un día 18 de octubre de 2019 aún no se sabe cómo terminará. De por medio antes de elegir en abril del 2021 a los miembros de la constituyente, está que la gente se organice y comience a discutir las propuestas de los contenidos de la nueva Carta Magna, con un gobierno desprestigiado y un Presidente que tiene menos del 20% de aprobación.
Chile despertó y no lo volverán a dormir.
Mauricio Osorio López
Foto tomada de: BBC
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