Ciertamente, lo que todo partido político —independientemente de su ideología— debería considerar como primordial es la protección de la ciudadanía por un lado y el trabajo en bien de la comunidad por el otro. En cuanto al ciudadano, su deber moral tendría que centrarse en ayudar a la comunidad en vez de mirarse el propio ombligo.
El interés por el bien común, significativo siempre pero fundamental en circunstancias catastróficas como las actuales, me ha recordado los principios de Jeremy Bentham, el padre del utilitarismo8.
Queda fuera de toda duda el provecho y penetración de sus reflexiones, que nos permiten constatar la inoperancia y mala fe del comportamiento de ataque al gobierno por parte de la bancada derechista.
El señor Bentham rechazó aristotelismo, neokantismo y restantes corrientes, porque consideró que se alejaban en exceso de la realidad. Es quizás esa postura la que explicaría el poco éxito que tuvo entre la mayoría de nuestros eruditos, tan aficionados —especialmente los nacionalcatólicos— a Tomás d’Aquino. Por el contrario, influyó o intentó influir en los gobernantes y líderes de las recién nacidas Repúblicas latinoamericanas con resultados diversos.
Entre otras consideraciones, para nuestro pragmático filósofo la seguridad era un bien colectivo necesario y el concepto de «egoísmo» racionalizado —idea del señor Hobbes— facilitaba su desarrollo y consolidación, puesto que los dos motores que movían el mundo según ellos eran el deseo y la aversión, y bien «cocinados» podían potenciar la utilidad. También valoraba la simpatía y la benevolencia, porque permitían la comprensión del placer y del dolor, «maestras soberanas» de lo correcto y lo erróneo conforme a sus principios.
Con todo, el señor Bentham —que debía de conocer bien la naturaleza humana— nunca sugirió que el objetivo del utilitarismo fuese aportar soluciones a los problemas, sino llegar a acuerdos imperfectos que solo podrían alcanzarse a través de la tolerancia y el respeto entre los litigantes.
Por tanto y de acuerdo con tales razonamientos, nada más alejado del detestable espectáculo que están dando los políticos conservadores españoles, tanto durante el último período electoral —demasiado prolongado a causa de las dificultades para formar gobierno— como a lo largo del posterior ejercicio de gobierno progresista. A destacar, además, por abominable su comportamiento durante la cuarentena, a la que nos han abocado la pandemia y la situación social y económica posterior.
Si nos atenemos a muchas de las expresiones utilizadas por los líderes del bloque conservador, vemos que amagan una ideología no solo intolerable para el bien común sino también muy peligrosa para la estabilidad de la democracia, como hemos podido constatar en la evolución política que se ha consolidado o está en vías de conseguirlo en países como Turquía, Rusia, Polonia, Hungría, Austria, Estados Unidos, Bolivia, India y un largo y desafortunado etcétera.
No obstante, no deberíamos obviar que, tras broncas tan recias se esconde un plus: el intento claro por parte del PP de ocultar los múltiples y escandalosos casos de corrupción en que se encuentra inmerso. Alguno de ellos, como el Gürtel, ya confirmado por el mismo Tribunal Supremo. De tal gravedad son que incluso ha afectado a la magistratura: ahí está la tan explosiva situación que vive el Consejo General del Poder Judicial, pendiente desde hace dos años de renovación. O la seguridad del Estado al haber puesto al Ministerio del Interior, entre otros, al servicio de los intereses de ocultamiento del PP. En resumen, cuando «Money is Money» —como decía el actor Joel Grey en «Cabaret», película de Bob Fosse— se pierden algo más que los papeles y la educación.
Pero volvamos a la filosofía utilitarista. En el ámbito político parece acertado que Jeremy Bentham propugnase una «equality of power» mediante el establecimiento de la democracia representativa y el sufragio universal, objetivos fundamentales según él para conseguir el bienestar general, basado en una «igual felicidad para todos».
Así pues, el bien común tendría que estar por encima de los intereses particulares, parciales o de grupo, ya que podían utilizar vías tortuosas —¡atención a la palabra!— para obtener ventajas injustificadas. Consecuentemente, consideraban necesario fustigar y destruir esos «sinister interests». Por desgracia, de esta última práctica parece que pocos partidos españoles se salvan, porque tenemos muestras de lo contrario por toda la geografía hispana, tanto a nivel estatal como autonómico9. Ahora bien, cuando de intereses económicos se trata, no hay disenso entre muchos de los partidos representados en el Parlamento. Ahí está a modo de ejemplo la firma del Tratado de Comercio Internacional por parte de PP, PSOE, CiU10, PNV11 y algún otro partido minoritario. ¿Y qué decir de las relaciones de algunas alcaldesas y alcaldes y de un buen puñado de formaciones políticas de comunidades autónomas con empresas privadas que no se mueven precisamente en aras del bienestar general o del bien común?
UP es un partido que, hasta el momento presente, no ha sido sospechoso de casos de corrupción. Quizás sea ese uno de los motivos del feroz acoso de que es objeto por parte de las fuerzas políticas reaccionarias nada más bajar a la arena política.
Y ya que de filósofos hablamos, veamos qué aportó Karl Marx relacionado con el comportamiento de la sociedad. Pese al conocimiento generalizado por parte de la ciudadanía de la corrupción política que se vive en el país, sigue siendo sorprendente que un número considerable de habitantes que tienen trabajos degradantes, sueldos miserables y negras perspectivas vitales —y ahí no solo estaríamos hablando de España, puesto que también ocurre en la mayoría de estados de los cinco continentes— termine votando a los representantes de quienes son responsables de sus desgracias. Si bien no resulta tan sorprendente si recordamos que Karl Marx dijo que la ideología dominante es la de la clase dominante. Motivo por el cual un número considerable de público sigue votando a sus opresores, pues quizás son incapaces de vislumbrar que podrían confiar en otras ideologías más respetuosas en general con la ciudadanía.
No obstante, como resultaba difícil de aceptar que la reflexión de Marx fuese la única «explicación» posible, cabría pensar que debía de haber más razones, aparte de la ideológica, que demostrasen la razón por la cual la gente se sometía a sus negreros. Sin embargo, la lectura, argumentación, discusión y experimentación han aportado nuevos enfoques que le dan la razón, aún más si cabe, al señor Marx, porque dejan claro que los comportamientos humanos y las consecuencias de sus actos son más complicados de lo que parece a simple vista. Ante dicha conclusión, sería interesante que nos planteásemos la elaboración de una perspectiva histórica que nos permita hacerle justicia al pasado al mismo tiempo que sitúa y orienta el corpus ideológico e incluso existencial.
Efectivamente, abordar una cuestión implica que hay que captarla previamente para percibir de forma cabal lo que vivimos y nos rodea. En el caso de la biodiversidad en particular o el planeta en general no podemos negar su aniquilación progresiva. En el caso del bien general o de la solidaridad, triunfan mayoritariamente y sin duda el bien particular y el egoísmo.
En consecuencia, si la gente no es consciente del contexto social en el que se desarrolla su existencia porque no quiere preguntarse ni reflexionar acerca de ello, ¿cómo va a concebir que —y volvemos a la ecología— el planeta actúe, por ejemplo, como un superorganismo —teoría de Gaia de J. Lovelock— o que —como diría el budismo— el universo funciona como un todo y hacerle daño a una parte es hacerle daño al todo ya que hay una imbricación total?
El capitalismo morirá de éxito, pero Marx tenía razón.
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1 Partido Socialista Obrero Español. En la actualidad, más cercano al centro ideológico que al centroizquierda.
2 Unidas Podemos. Coalición de partidos políticos españoles situados a la izquierda del espectro político.
3 Ciudadanos. Partido fundado en Barcelona en 2006. Aunque se define dentro como partido del centro, su ideología se encuadra en el conservadurismo.
4 Partido Popular. Heredero del franquismo, dictadura fascista que tuvo sometida a España casi 40 años.
5 Partido político de extrema derecha fundado en 2013.
6 Periodo más democrático que ha vivido España y que va de 1931 a 1939, en que fue sustituido por la dictadura fascista del general Francisco Franco, que se sublevó contra la legítima República.
7 Coalición electoral creada en enero de 1936 por los principales partidos de izquierda. En febrero ganó las últimas elecciones de la Segunda República antes del golpe de estado fascista que desencadenaría la Guerra Civil (1936-1939).
8 Corriente filosófica surgida a finales del siglo XVIII. Su creador, Jeremy Bentham, estableció que la mejor acción es la que produce la mayor felicidad y bienestar para el mayor número de individuos involucrados y maximiza la utilidad.
9 En España, existe un poder central y otro repartido entre las distintas regiones del país, denominadas «Comunidades Autónomas».
10 Convergència i Unió. Partido catalán ya desaparecido de ideología muy conservadora. Hoy sus miembros forman parte del PdCat (Partit de Catalunya). Es un partido independentista e inmerso e múltiples y escandalosos casos de corrupción. Tantos como los del PP.
11 Partido Nacionalista Vasco. Partido de corte federalista e ideología democristiana. Mucho más moderado que PdCat.
Pepa Úbeda
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