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Palestina e Israel

16 octubre, 2023 By David Rico Palacio Leave a Comment

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Netanhayu como Hitler es un político extremista cuya intención es destruir por completo a un pueblo que no considera estar formado por seres humanos, sino por “animales humanos” que hay que destruir. El fanático sionista considera que todo ser humano, en cuanto animal, debe ser objeto de exterminio. Es natural que este ideólogo fascista ignore la comprensión de la especie humana como un miembro más del reino animal, pues su derecho de raza superior no es terrenal sino divino. Son un pueblo disperso elegido por el Dios que los ha destinado a unificarse a fuerza de terror. En este delirio se ha extraviado la razón, y en su locura el gobierno de Israel está dispuesto a arrasar con todo lo “animal” que se oponga a sus deseos de expansión. En el acto de Excusas Públicas por las “ejecuciones extrajudiciales”, el pasado martes 3 de octubre, refiriéndose a la historia el presidente Petro expresó:

“Una historia que casi en todas sus civilizaciones ha tenido momentos dantescos, profundamente dantescos, donde el ser humano ha aprendido a ser humano […], dado que nosotros venimos de lo animal, dado que tenemos ambos mundos en nuestras sangres, dado que incluso en lo específicamente humano y no en lo animal hemos aprendido a matar al otro por poder, por codicia. Hemos desarrollado una historia del poder profundamente más bárbara que la que desarrollan ciertas especies animales”.

La reacción cruenta de Israel se ha justificado al preguntarse quién realmente comenzó la guerra que hoy se ha desatado en Medio Oriente. Con ello se estimula la pasión y el entusiasmo por uno de los bandos para incitar el odio por el otro. Por eso el estratega y el propagandista se preguntan: “¿Quién tuvo la culpa de esta situación de guerra actual?” Al hacerlo allanan el terreno para inculpar completamente a su vecino bárbaro, exacerbando el odio con el que se define más claramente la frontera entre el bien y el mal, la razón y la irracionalidad, lo “humano” y lo “animal”. “El enemigo absoluto es el culpable, luego…”. Sin embargo, la pregunta que aquí corresponde es: ¿Por qué esta guerra?

Una vez desencadenado el conflicto, solo una pequeña parte de la fuerza total de una potencia nuclear sin frenos se ha empleado para castigar con todo su rigor al pobre pueblo arrinconado en la estrecha Franja de Gaza. Dos millones de palestinos habitan en una porción de territorio cada vez más reducida debido al deseo de Israel de acorralar continuamente a esta nación de refugiados en su propia tierra.

El mundo parece tener claro que “la guerra” es entre Hamas e Israel, pero el Estado de Israel, armado como pocos, responde devastando a Palestina, un pueblo sin ejército. La idea central de esta estrategia israelí de arrasamiento es que no hay diferencia entre palestinos y militantes fundamentalistas; que el pueblo de palestina está unido detrás del grupo Hamás; que no hay manera de hallar un solo palestino que no sea culpable del accionar extremo de su práctica ideológica; que en lo tocante a responsabilidades no caben distinciones, y que, en consecuencia, no puede hallarse a nadie que no pueda calificarse de criminal de guerra. Bajo este principio bombardearon el hospital en Gaza que dejó 500 muertos (de ellos 140 niños) que se suman a los 3.000 que ya han producido las bombas de Israel. En su cuenta X, Netanhayu “posteó” una declaración reveladora que posteriormente borró. En ella se afirmaba que “esta es una guerra entre los niños de la luz y los niños de la oscuridad, entre la humanidad y la ley de la selva”.

La politóloga Sandra Borda, con un análisis común entre egresados de los Andes, ha dicho que Israel ha caído en una trampa y que, en consecuencia, ha reaccionado con una irracionalidad “decidida y deliberada”. No es un crimen calculado, no. Sorprende que la ingenuidad de Israel se haya prolongado por 75 años cayendo sin cesar en “trampas” de este tipo. Tiempo durante el cual se ha empecinado en aislar, reducir, controlar, reprimir, aterrorizar y violentar sin descanso al pueblo palestino. Han practicado una especie de Apartheid que ha acumulado sobre ese pueblo empobrecido una historia de segregación, destierro, discriminación y humillación.

El parlamento europeo ha guardado silencio en honor a las víctimas israelíes y se niega a discutir si la entidad sionista ha convertido a Gaza en un campo de exterminio. Ni un minuto para Palestina. Francia, Reino Unido y Alemania prohibieron, por su parte, manifestaciones de apoyo para ella. Todo esto confirma el tipo de relato que Occidente ha construido para forjar la imagen de los palestinos como un enemigo absoluto al que hay que aniquilar. Cuando el adversario ha sido degradado a la categoría de infrahumano no queda más que el genocidio.

El sionismo ha cometido contra Palestina las mismas injusticias que los nazis cometieron contra los judíos. Estos padecieron la persecución y la matanza, y en virtud de ese sufrimiento desmedido quieren arrogarse el derecho de infligirlo con una intensidad tal vez mayor que no admite crítica so pena de ser considerado antisemita. Las demoledoras medidas militares y el accionar sin freno del Estado de Israel estaría justificado en las ideas trascendentes de su religión y en el principio teleológico de ser los elegidos.

“Un sionista es un nacionalsocialista, un nazi es un sionista”. Así escribía el escritor austríaco de origen judío, Joseph Roth, a Stefan Zweig (también judío) en agosto de 1935. Y agregaba:

“Los sionistas—para diferenciarlos de todos los demás judíos—se acercan mucho a los nazis, que hasta se han dado relaciones de todo tipo entre ambos, que incluso ha habido simpatías entre ellos, como es natural entre nacionalistas […] De modo que no veo cómo es que usted quiere iniciar una lucha contra Hitler, que no es más que un hermano estúpido de los sionistas, precisamente mediante un hermano de los nacionalsocialistas, o sea, un sionista” (Roth, Zweig, 2020).

Stefan Zweig y Joseph Roth rechazaban la idea sionista de convertir a los judíos en nacionalistas, pues esto “los induciría más al patriotismo que a la tolerancia”. Es importante entender esta diferencia porque algunos han querido confundir irresponsablemente la crítica al nacionalismo sionista con el antisemitismo Nazi. El movimiento judío no se agota en el sionismo. En realidad, ser antisemita es apoyar al Estado de Israel. Un Estado que se empeña en existir a costa de la sangre de palestinos y judíos.

Ahora bien, el antisemitismo y cualquier discurso racial que plantee al menos la posibilidad de exterminar enteramente a un pueblo o comunidad humana debe ser rechazado por inhumano y bárbaro. No estamos del lado de la guerra, sino de la paz. Por eso rechazamos el asesinato masivo de civiles, así como el uso desproporcionado de la fuerza por parte del Estado de Israel contra el pueblo Palestino que padece las acciones militares desmedidas de dos bandos enfrentados en una guerra sin cuartel. Hay que abogar para que se abran caminos de diálogo para alcanzar la paz y evitar la consumación de un nuevo genocidio, esta vez contra el pueblo palestino.

David Rico

Foto tomada de: Departamento de Asuntos Políticos y Consolidación de la Paz ONU

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