La captura de Otoniel

La captura de Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, este sábado 23 de octubre es un hecho que reviste la mayor importancia que por tanto no debe ser minimizado, pero, tampoco debe sobrevalorarse. Hay mucho debate en las redes sociales sobre las circunstancias que rodearon la detención del jefe máximo del “Clan del Golfo” como lo denomina el gobierno o de las “Autodefensas Gaitanistas de Colombia” como se autodenomina esta organización criminal heredera del paramilitarismo ligado a la casa Castaño y específicamente al desaparecido Vicente Castaño Gil. Y no puede ser minimizado porque se trata de una organización criminal que actúa en por lo menos 280 municipios del país y que tendría, según el propio gobierno e investigadores independientes, unos 3.800 hombres armados y es de lejos la organización delincuencial más extendida y más fuerte en todo el país.

Como todo lo de este gobierno, por la manera opaca como maneja la información, no se sabe a ciencia cierta si la captura estuvo precedida de una negociación o sí como lo afirma públicamente tanto el comandante general de las Fuerzas Militares, el general Luis Fernando Navarro y el director general de la Policía Nacional, el general Jorge Luís Vargas, se trató de una operación militar exitosa en que el capo fue reducido por la inteligencia y el operativo ejecutado por las fuerzas combinadas del Ejército y la Policía. Extraño que su captura haya ocurrido no en el nudo de paramillo donde se refugió por años sino en la zona rural del municipio antioqueño de Turbo, en la vereda La Pita. Pero bueno como hemos dicho es un logro importante en la lucha contra las bandas criminales y en este caso se trata de la banda criminal más importante que ejerce violencia en, como ya se dijo, por lo menos 280 municipios del país.

Pero tampoco debe sobrevalorarse su captura. Tanto el presidente Duque como los más altos mandos del ejército y de la policía han afirmado que es el comienzo del fin del Clan del Golfo. Que se viene una guerra interna entre los dos posibles sucesores, Wilmer Antonio Quiroz, alias “Siopas” quien es el segundo cabecilla y Jobanis Ávila Villadiego, alias “Chiquito Malo” tercer cabecilla. Esto no esta muy claro aún. Ya se verá si esta predicción se cumple o no, sobre todo en una organización con altos índices de autonomía regional. Lo que podría pasar no es tanto una guerra interna sino la profundización de la autonomía de las estructuras criminales en las regiones en que actúan y ejercen dominio territorial.

El papel de los capos del narcotráfico y de las bandas criminales no es tan determinante para su existencia. Así ha sucedido con las bandas de narcotraficantes que aún en medio de disputas internas terminan por superar esas crisis de liderazgo y se mantienen activas como ha sido el propio caso del paramilitarismo descabezado varias veces y que se mantiene activo y hoy con igual o más fuerza que cuando estuvo al mando de los Castaño, los Mancuso, Jorge Cuarenta, para mencionar los más destacados dirigentes de estas organizaciones criminales. De modo que a Otoniel terminará por sucederlo alguien en la estructura criminal. No será como dice Duque el comienzo del fin del Clan del Golfo.

Una extradición que enterrará la verdad y la reparación de las víctimas

Uno de los problemas que acarrea la extradición de estos capos es que con ellos se va la verdad de varios asuntos cruciales para el país. En primer lugar, la red de beneficiarios y cómplices tanto en las estructuras económicas, políticas, como en las propias fuerzas armadas y de policía. Sobre estas redes nada se termina sabiendo. En segundo lugar, la verdad sobre los crímenes muchos de ellos de lesa humanidad, cometidos en contra de la población civil en los territorios en dónde actúan. Esos crímenes jamás se aclararán. En Estados Unidos terminan condenados por delitos relacionados con el narcotráfico y quedan en la impunidad los crímenes de lesa humanidad que cometieron en Colombia y las víctimas quedan sin verdad, ni justicia ni reparación. Esa es la verdad y esa es la realidad. En tercer lugar, los beneficiarios del despojo y los lavadores de dinero que actúan en los circuitos legales e ilegales de la economía mantienen esa labor y el testaferrato que hacen a favor de los narcotraficantes.

La verdad es que muchos de esos capos entregan bienes e información que los Estados Unidos consideran útil en la lucha contra el narcotráfico, a cambio reciben beneficios judiciales. La antes temida extradición es hoy buscada con afán por estos capos del narcotráfico. La consigna preferimos una tumba en Colombia a ser extraditados, es cosa del pasado. Hoy los narcotraficantes prefieren la extradición pues eso les permite negociar y hasta eventualmente como ocurrió por ejemplo con el Tuso Sierra que una vez pagada la reducida pena consiguen quedarse en los Estados Unidos.  Las victimas quedan totalmente desprotegidas.

Y en este gobierno las cosas han empeorado para las víctimas. El gobierno no se muestra interesado en la repatriación de los criminales como ha quedado en evidencia frente a varios sonados casos debidamente documentados tanto en la repatriación de, por ejemplo, Salvatore Mancuso.

El gobierno se muestra muy interesado en la extradición lo más rápidamente posible de Otoniel así lo ha manifestado el propio presidente de la República, Iván Duque Márquez y los más altos funcionarios del gobierno. Con esa extradición se irá parte muy importante de la verdad y de la debida reparación a las víctimas.

Pedro Santana Rodríguez, Director Revista Sur

Foto tomada de: BBC