El 2022 no será un año más, ni un periodo común y corriente, todo lo contrario, el 2022 será un año crucial y definitivo para determinar el rumbo que tomará el país y el mundo después de la pandemia: El año de la metamorfosis. Un año donde se definirán y concretarán profundos cambios en todos los campos y asuntos de la vida; un año para despertar, para vernos y asumirnos radicalmente distintos; una oportunidad única de transformarnos, que se puede ver truncada bajo la tonta y ciega necedad de quienes nos invitan a regresar al pasado, un vacuo retorno a una “normalidad” donde seremos los mismos gusanos por siempre.
Hoy, comenzando el 2022, la palabra clave, la que define el espíritu de la época es la incertidumbre. Ese desasosiego frente a lo económico, frente a lo político y frente a la vida misma que aceleró y potenció la pandemia. Y la mejor respuesta ante esta incertidumbre es la transformación, porque más que recuperarnos, estamos transformándonos; más que volver a la “normalidad”, necesitamos reinventarnos para enfrentar el nuevo mundo que se nos explotó en la cara. Por esto es importante preguntarnos: ¿En qué nos queremos convertir como país y qué vamos a hacer para lograrlo?
De ahí la urgencia de realizar, en medio de estos profundos cambios, un ejercicio prospectivo, un análisis de los posibles desarrollos y tendencias que tendrán varios elementos que se conectan e influyen recíprocamente alrededor de un hecho histórico central: la pandemia de la Covid-19. Circunstancias esenciales como son: Las elecciones al Congreso y a la Presidencia de la República, la crisis económica, el malestar social, la implementación del proceso de paz y el contexto internacional. Una reflexión para abrir el debate sobre los posibles y probables escenarios que deberemos enfrentar en Colombia en un año neurálgico, el año de la metamorfosis.
Colombia en el escenario de la pospandemia
Cuando hablamos de pospandemia nos referimos al cambio de paradigmas que se están dando en todos los órdenes (científico, tecnológico, político, cultural, social, o económico) a partir de la irrupción de la pandemia de la Covid-19. Un periodo donde se consolidarán profundos cambios históricos, y cuya bisagra temporal empieza en este año 2022.
La pandemia, por tanto, marca un hito histórico de transformaciones sin precedentes, permanentes y que se dan a todo nivel frente a la crisis de salud pública, económica y social que trajo la Covid-19. Pero también la pandemia aceleró y profundizó los vientos de cambio que venían presentándose especialmente por un fenómeno tecnológico, a partir de las nuevas herramientas de la información y la comunicación, la inteligencia artificial, y la total virtualización de la vida. Y un fenómeno sociopolítico y cultural dado por la crisis mundial de la democracia liberal y de la política en general, expresada en crecientes inconformidades y explosiones sociales frente al sistema económico y la representación política.
Y todo signado por una forma radicalmente distinta de ver el mundo, especialmente instalada en las generaciones emergentes, las primeras que colectivamente comparten la angustia de estar en un mundo sin sentido y a punto de acabar por la tragedia ambiental.
Las consecuencias de la pandemia en la salud pública, en lo económico, en lo social y en lo ambiental son tan graves que necesariamente debemos tenerla como variable central de todo ejercicio de planificación y estrategia en el 2022. Adelantarnos a los previsibles escenarios que ella convoca nos permitirá mejorar nuestra capacidad de respuesta a los posibles problemas, y vislumbrar con mayor claridad hacia dónde debemos apuntar para acoplarnos a las nuevas necesidades y expectativas del mundo pospandémico.
En el plano de la salud, si bien las vacunas fueron efectivas para paliar los efectos graves de la mayoría de quienes se infectan, su triunfo completo no se dio, ni hay seguridad que pueda darse en un corto tiempo. Cada día crece más la duda de una protección a largo plazo de las vacunas frente a las diferentes cepas y variantes de este coronavirus. Los vacunados se siguen contagiando y contagian a otros cuando vuelven a infectarse, pero además de la virtud paliativa de las vacunas, parece que el virus se va adaptando poco a poco al cuerpo humano, y el cuerpo humano al virus, lo que hace prever que en un corto tiempo la pandemia perderá fuerza y se convertirá en una gripe estacional más.
Todo parece señalar que en el 2022 vamos a salir de la pandemia y posiblemente entraremos en una compleja situación endémica. Es decir que la enfermedad se localizará y causará efectos graves en ciertas partes del mundo, las menos preparadas y vulnerables ante las variantes del virus, y se repetirá cada periodo de tiempo. Además, nada hace prever que las vacunas existentes generen una cobertura universal y una inmunidad de rebaño total, ya que al no haber liberado las patentes, nos condenaron a una situación de retraso mundial de la vacunación con la consecuente vulnerabilidad ante la generación de más cepas diferentes del virus.
Y como este no es el primer, ni último coronavirus de alcance mundial, el papel de los Estados, la comunidad científica y las ONG será clave para que se resuelva este conflicto entre intereses económicos privados, y la salud y la vida del planeta entero. Lo que debe llevarnos a una discusión profunda sobre la democratización de organismos como la Organización Mundial del Comercio, que hoy privilegia los negocios de las farmacéuticas por encima de la vida y la salud mundial.
La pospandemia empieza cuando se logra superar sanitaria, política, social y culturalmente la mortalidad masiva generada por la Covid-19 y el miedo a la enfermedad misma. Y nos toca enfrentarnos a las diversas consecuencias que trajo esta virosis y al develamiento de nuestros antiguos problemas instalados con mayor agudeza en un mundo que jamás volverá a ser el mismo.
Por eso es importante preguntarnos si en Colombia enfrentaremos, por ejemplo, nuestro precario y desigual sistema de salud, o volveremos a la “normalidad” de las EPS y sus paseos de la muerte, sus carteles de la hemofilia o sus palacinos negocios. Enfrentaremos la inequidad territorial en infraestructura hospitalaria y en el acceso a tratamientos o medicamentos esenciales, así como la frivolidad ante un servicio público esencial convertido en negocio de unos pocos y plagado de corrupción. Usaremos la medicina virtual para ampliar, mejorar y complementar la atención médica, o la utilizaremos para dar un tratamiento de quinta a las poblaciones vulnerables, generando más exclusión sanitaria.
Enfrentaremos como país nuestra desigualdad social y la exclusión de inmensas franjas de la población de la posibilidad de tener una vida digna, o volveremos a la “normalidad” de convivir con la miseria extrema de millones y la riqueza exorbitante de unos pocas decenas de personas. Enfrentaremos la miseria y el abandono rural con una verdadera reforma agraria y un nuevo modelo económico que brinde riqueza y seguridad alimentaria o volveremos a la “normalidad” del latifundio improductivo, en escenarios de explotación campesina y rodeados de violencia y de miseria.
Enfrentaremos la vulnerabilidad de nuestro sistema de salud pública y fortaleceremos nuestra infraestructura de prevención y atención estatal, o volveremos a la “normalidad” de hospitales y puestos de salud desmantelados, y sin las mínimas condiciones para enfrentar crisis masivas de salud. Aprenderemos de lo que nos enseñó la pandemia y estaremos preparados para la llegada inminente de otro virus, tal vez más contagioso y mortal que el SARS-CoV-2. O seguiremos en nuestra “normalidad” donde no nos parece raro que el derecho a la salud este en un quinto o sexto plano de importancia para nuestra dirigencia nacional.
El nuevo Congreso y presidente de la República
El 2022 es un año de cambios políticos muy singulares, el año de la transformación política pospandémica, que de entrada marcara el fin de dos décadas de uribismo y muy posiblemente de paso a un cambio drástico en la configuración política de Colombia.
El próximo 13 de marzo, elegiremos a los senadores y representantes a la cámara, a los candidatos de las consultas presidenciales de las coaliciones políticas, y a las históricas 16 Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz a la Cámara de Representantes para las Víctimas. Y posteriormente iremos a elegir al nuevo presidente de la República en un escenario de primera vuelta el 29 de mayo, o de segunda vuelta electoral el 19 de junio.
Una primera lección política de la pandemia fue la necesidad de juntarnos para sobrellevar las consecuencias de la peste. Recordemos que pandemia significa “un asunto que nos afecta a todos”. Por eso es llamativo que precisamente esta contienda electoral, sea de las coaliciones y no de los partidos, o las figuras políticas: De la consulta del Pacto Histórico, la Coalición Centro Esperanza y Equipo Colombia saldrá quien esté al frente del destino del país por los próximo 4 años. Con la excepción de la candidatura deshilvanada y tosca, pero popular, del outsider Rodolfo Hernández, de quien muchos esperan una sorpresa.
Pero lo más destacado de este año electoral es que, por primera vez en la historia del país, una propuesta de izquierda democrática es la más opcionada para llegar al Palacio de Nariño bajo el liderazgo de Gustavo Petro. En un escenario donde la enorme desfavorabilidad del Gobierno de Iván Duque y la desatinada gestión de Claudia López en la alcaldía de Bogotá juegan a favor de Petro. Elementos que se suman al contexto internacional donde la derrota de Trump en Estados Unidos y la elección de presidentes de izquierda a lo largo y ancho de América Latina, favorecen enormemente las aspiraciones del candidato de la Colombia Humana y seguro ganador de la consulta de una variopinta coalición de fuerzas llamada el Pacto Histórico.
Hasta ahora Petro consolida su propuesta política prácticamente en solitario, ante la ausencia de un candidato de su peso electoral en las demás coaliciones y partidos, incluida su propia coalición del Pacto Histórico. Pero el próximo 13 de marzo de 2022, o se fortalece y vuelve imparable su candidatura a la Presidencia, o se puede desinflar estrepitosamente su campaña. Todo dependerá, por un lado, de los resultados de la votación de la consulta del Pacto Histórico frente a otras consultas partidistas, y, por otro, de los resultados de las listas al Congreso, ambas elecciones definitivas para el futuro de quien quiera ocupar la silla presidencial por los próximos cuatro años.
Sin embargo, la pandemia, el fin de la era uribista, la sensación de abandono estatal y la corrupción rampante en medio de esta enorme crisis social, deja también un escenario propicio para la propuesta de Gustavo Petro, en la medida en que sepa canalizar la indignación hacia las urnas sin caer en el populismo, y no permita que la sensación de desesperanza se convierta en abstencionismo.
Lo que si es cierto es que temas como la posición frente al actual gobierno de Iván Duque, el empleo, el proceso de paz y las propuestas frente a los efectos de la pandemia son puntos claves en esta elección de Presidencia del 29 de mayo de 2022.
Por el lado del Congreso si bien se espera una alta renovación, esta no será tan contundente como para esperar un cambio profundo en la representación política de los colombianos en el Parlamento. El voto de opinión no funciona igual en las corporaciones públicas y lastimosamente predominan las campañas tradicionales, donde los gamonales clientelistas de las regiones parten con holgada ventaja para asegurar sus cupos en el Parlamento.
Colombia como sabemos tiene un régimen presidencialista, donde el primer mandatario tiene un periodo de 4 años para ejecutar su programa de gobierno. A diferencia de los sistemas parlamentarios, donde se accede y mantiene el poder si se tiene la mayoría en el Congreso, y los periodos no son fijos y estables. Es decir que, quien encabeza el gobierno, un Primer Ministro, o también un Presidente, gobierna porque fue elegido por una mayoría parlamentaria de su partido, o una coalición de gobierno, a la cual debe además su permanencia en el poder (El modelo europeo).
Pero aun en un sistema hiper presidencialista como el colombiano, el presidente puede llegar sin mayorías en el Congreso y si bien cumplirá su periodo fijo de gobierno, el no tener mayorías en el Congreso será un obstáculo para poder gobernar, lo que ha generado tradicionalmente la búsqueda de coaliciones, no por ideología o afinidad programática, sino por burocracia y cuotas de poder, lo que termina ahondando los fenómenos de corrupción y viciando la gobernabilidad.
Hay que tener en cuenta que un período de 4 años es muy corto para desarrollar un programa de gobierno y enfrentar en debida forma las graves problemáticas que tiene una nación, a las que se suman los graves efectos de la pandemia, pero que además, un presidente debe realizar sus obras emblemáticas, sembrar los cimientos de su programa de gobierno en los dos primeros años, y los dos últimos años cosechar lo que sembró, de ahí la dependencia del ejecutivo frente a lograr una coalición mayoritaria en el Congreso de la República, so pena de que se bloqueen sus iniciativas en el legislativo.
La crisis económica
Estamos en un escenario donde nuestro sistema económico está demasiado vulnerable y las políticas públicas para enfrentar la crisis de la Covid-19, que se suma a anteriores crisis socioeconómicas, son muy precarias y tardías. No hay un horizonte claro de mediano y menos de largo plazo que nos permita aprender de la pandemia para transformarnos y proyectarnos de la mejor forma. La reacción del gobierno ha sido atender los problemas urgentes del día a día, sin mayor proyección de escenarios de futuro.
Pensábamos antes que dependíamos de los resultados positivos de la vacunación para que se reactivara gran parte de la economía, pero hoy sabemos que no será así. Además, hay que tener en cuenta que la pandemia aceleró los procesos de cambio económico, tecnológico y digital, así que muchos sectores no se recuperarán jamás, porque carecen de futuro en una era que aceleró la digitalización de la vida, y necesariamente empezarán a ser sustituidos por otros adecuados a los tiempos pospandémicos.
Hay que ser conscientes que jamás recuperaremos nuestra antigua economía, si no que esta caerá bajo una crisis radical, dando paso a actividades económicas nuevas. Estamos, como muchos han anunciado, ante una 4ª revolución industrial, la virtual-digital, que si bien comenzó hace algunos años, se aceleró inmensamente con la pandemia. Pero a la vez enfrentamos una gran oportunidad, si la aprovechamos, de transformarnos productivamente ante este impulso de la pandemia, o correremos el riesgo de acabar de estancarnos si insistimos en aferrarnos al pasado en búsqueda del retorno a la “normalidad”.
De ahí que el primer gobierno nacional de la era pospandémica deberá ir cerrando muchas de las ayudas y estar preparado para una nueva crisis económica que desemboque en una crisis financiera. Pero de fondo el próximo gobierno deberá tomar decisiones difíciles sobre qué tipo de sectores económicos apoyar, cuáles dejar morir, y qué sectores nuevos impulsar. En medio de procesos de corto plazo de políticas clásicas de recuperación y en mediano plazo con políticas de transformación.
El nuevo gobierno deberá tener la visión necesaria para aprovechar el cambio de vida mundial que trajo la pandemia impulsando y aprovechando, por ejemplo, el teletrabajo, como modelo de inclusión laboral y bienestar social, por medio de la reconfiguración de las políticas de hábitat, junto a las de condiciones laborales en casa. Deberá también diseñar ambiciosos proyectos empresariales que apunten a transformar nuestra anquilosada y excluyente economía en campos estratégicos tradicionales como la producción de alimentos, junto a procesos novedosos como los digitales, los servicios electrónicos y las energías verdes, y tendrá que intentar superar el rezago tecnológico con una inversión fuerte en ciencia y tecnología.
El 2022 no será un año fácil ante el desequilibrio creciente entre la producción y la demanda, que ha causado una subida de los precios de los alimentos, una inflación que viene acelerándose y que necesariamente se verá acompañada de un aumento de las tasas de interés para controlarla.
La reactivación del turismo y los negocios de divertimento en 2022 pueden generar un alza en los gastos de viajes, rumba y placer, en las clases altas y media altas del país, que saldrán a gastar su capital represado por las cuarentenas y el aislamiento social, lo cual si bien puede representar un alivio para el sector turismo y sus fuentes de trabajo, también serán un factor de aumento de la inflación, la agitación social y la inseguridad ciudadana ante el crecimiento de gastos suntuosos en el marco de un ambiente de pobreza y desigualdad acentuados por la pandemia.
Y para cerrar el panorama económico que nos espera, es claro que el gobierno que llegue al poder en agosto de 2022, deberá presentar una gran reforma tributaria, de por lo menos el doble de la presentada en 2021. Y esto generará obviamente un freno adicional al crecimiento y ahondará en el corto plazo la crisis.
Las crisis sociales
Colombia no es un país pobre, pero si demasiado desigual y excluyente, y la pandemia vino a acentuar este fenómeno. Un país con una enorme distancia entre los que más tienen ingresos, patrimonio, oportunidades y acceso a bienes y servicios, y los que no tienen casi nada, o nada. Un país donde además se ha generado una brecha entre hombres y mujeres, habitantes urbanos y rurales, centros y periferias, y exclusiones históricas de comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes.
La pandemia afectó mucha más a las clases menos favorecidas y especialmente a las mujeres, que perdieron sus trabajos y tuvieron que asumir el cuidado de sus hogares en el confinamiento. También a los jóvenes que han visto, más que nunca, la imposibilidad de acceder a oportunidades laborales que les permitan su normal proceso de emancipación familiar. La pandemia ha generado por esto una sensación de inseguridad e incertidumbre frente al futuro inmediato, y en muchos sectores una indignación creciente ante un Estado que siente que los dejó solos en medio de esta tragedia sanitaria, social y económica.
Si continúan, como parece, las quiebras de empresas en sectores tradicionales, el desempleo va a generar más sensación de indefensión y las ayudas van a ser insuficientes e insostenibles. De ahí la necesidad de crear nuevos fondos para las empresas, no para recuperarlas, o para salvarlas, sino para transformarlas, para potenciar sus capacidades productivas para la nueva economía.
El desempleo va a ser un tema clave en 2022 y con especial cuidado hay que diseñar políticas de generación y promoción de empleo para los jóvenes, pero sin afectar con ello a otros sectores de los que dependen familias enteras. Por eso es clave la transformación económica, dado que la nueva economía podría producir un enganche de nuevos empleos para las nuevas generaciones, lo cual puede complementarse virtuosamente promoviendo los emprendimientos juveniles a través de la innovación tecnológica.
También será un factor clave a analizar los procesos acelerados de automatización e inteligencia artificial que están adoptando las empresas. Ante las ausencias de trabajadores fruto de las cuarentenas, las empresas han acelerado sus inversiones en máquinas que remplazan muchas de las manos de obra que antes contrataban, lo que va a aumentar dramáticamente el desempleo. Por esto el Estado debe ser cuidadoso de apoyar financieramente a las empresas que se comprometan genuinamente con generar puestos de trabajo y no acabar los ya existentes.
La automatización generará la pérdida de millones de empleos viejos y creará más millones de empleos nuevos, el problema para quienes pierden sus empleos es que no están preparados para asumir las tareas de la nueva economía. De ahí la gran importancia que debe darse a la educación en conocimientos y habilidades digitales para la población en general y a la avanzada profesionalización digital. La capacitación de la población en las nuevas necesidades de la economía es un tema central, en ello se juega el futuro inmediato del país.
La pandemia afectó muchos sectores de los que dependen trabajadores de bajos ingresos como meseros, vendedores de tiendas y personal de servicios, pero impulsó otros como los servicios a domicilio, hechos en muchos caos a través de plataformas digitales.
El malestar social que venía antes de la pandemia y ahora se ha intensificado por la sensación de indefensión, no solo puede generar protestas y estallidos sociales, sino también apatía y desesperanza, lo que repercutirá en la abstención política. De ahí lo clave de canalizar la indignación hacia proyectos colectivos de cambio.
En 2022 se verá el efecto del aumento de la pobreza y la miseria fruto de las consecuencias económicas y sociales de la pandemia y la automatización acelerada. Estamos ante una posible crisis generacional ante el malestar de millones de jóvenes (menores de 30 años) que no tienen hoy oportunidades, ni como darse su sustento y que van, por primera vez en muchas generaciones, a vivir peor que sus padres. Y lo más grave, van a vivir peor finalizando esta década. Lo cual hace prever que el ambiente de movilizaciones sociales y de protestas no sólo no se detendrá, sino que aumentará paulatinamente.
Por lo anterior urge definir una política seria de niñez y juventud, que remplace el parapeto de los consejos de juventud y haga frente a la verdadera política de represión y criminalización frente a los menores y los jóvenes. Cambiar radicalmente la mirada estatal que ve a niños y jóvenes como un peligro para la seguridad del Estado, como un problema e incluso los asimila a terroristas o máquinas de guerra.
Urge definir una política de juventud que incluya no solo el empleo y la educación, sino la forma de tramitar las protestas sociales para evitar la violencia, la judicialización y la militarización de la frustración juvenil.
En lo internacional
La pugna EEUU y China seguirá siendo el centro del debate mundial, y en torno a lo que girarán las dinámicas geopolíticas, junto a la creciente tensión de Occidente con Rusia. Ese enfrentamiento con China, donde existe un potencial y peligroso escalamiento, es resultado del resurgimiento de la China como potencia frente al liderazgo global norteamericano que se niega a ceder terreno, es el milenario imperio Chino reclamando su lugar en la historia. Pero también tiene un elemento coyuntural y pragmático, el hecho que Biden tenga, en el conflicto con la China, su único punto de encuentro con los republicanos.
Paradójicamente nuestro mayor peligro, el cambio climático, puede generar puntos de unión global que logren atenuar el escalamiento entre EEUU y la China. Pero por lo pronto el 2022 verá como EEUU mueve sus fichas para que Europa genere un frente común para parar a China, y el conflicto por el mar de Taiwán podría ser el disparador de la arremetida.
La pandemia aceleró los cambios en la política mundial: posicionó a la comunidad científica, fortaleció el modelo de Estado Social o interventor ante la crisis, beneficio a la empresa privada frente a la salud pública con las patentes de las vacunas. Pero le dio un lugar importante también a las ONG internacionales, lo que vislumbra una nueva política global desde diversos actores y contrapesos.
La pandemia ha puesto en riesgo los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la agenda 2030 atraviesa ahora su más grave crisis. Otro efecto de la pandemia es la xenofobia en países como EEUU, en Europa y, a su manera, en Colombia contra los venezolanos.
La paz pendiente
El conflicto armado continuará en el 2022 y se quedará por algunos años. El proceso de paz entrará en nuevas dinámicas y ajustes, especialmente por el tema de seguridad en territorios PDET, la lucha contra el narcotráfico y la posible apertura de una agenda de negociación con el ELN que incluya procesos de rendición de otros grupos armados en un marco de beneficios judiciales, lo cual estará supeditado a que suba al poder alguien afín a consolidar el proceso de paz o a acabarlo.
Respecto de las instituciones del Sistema Integral de Verdad, Justicia y Reparación, en 2022 termina el mandato de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, quien deberá entregar su informe final y definir la estrategia de divulgación y pedagogía. Un informe que no estará exento de grandes controversias y de las dificultades propias de escribir un relato histórico en medio de una fuerte polarización política en torno a la paz misma.
La Jurisdicción Especial para la Paz deberá expedir sus primeras sentencias y enfrentará el reto histórico de condenar ejemplarmente a los comandantes de las FARC por los graves crímenes de guerra y lesa humanidad, por medio de las penas reparadoras y restaurativas. Lo que implicará, para los que son congresistas, la necesaria renuncia al Congreso de la República para poder cumplir la restricción de libertad que exige una condena reparadora pero proporcional al daño causado.
Y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas deberá mostrar resultados más contundentes, afianzar su relación con las organizaciones de víctimas y consolidar sus alianzas estratégicas con otros organismos del Estado para garantizar el éxito de su gestión humanitaria.
Y por último, frente a la reparación de las víctimas y la no repetición, la Ley de Víctimas deberá ser reformada en el 2022 para responder a las necesidades que trajo consigo, no solo el proceso de paz de La Habana, sino a los cambios en las dinámicas de las víctimas y del propio conflicto armado luego de 10 años de aplicación de la Ley 1448. Una Ley fundamental para la reparación de las víctimas y la superación de la guerra, pero que ya no responde a las necesidades del país luego de una década de implementación a medias y de un proceso de paz en plena etapa de implementación.
Por eso una pregunta crucial en el 2022 es ¿Qué aprendimos del coronavirus? Porque si solamente vamos a volver a la normalidad, como se pregona, pues no aprendimos en absoluto y lo que nos espera no es nada esperanzador. Pero si hemos aprendido algo del virus, deberíamos responder positivamente a las siguientes preguntas: ¿Fortalecimos nuestro sistema de salud pública? ¿Modificamos nuestros comportamientos sociales tendientes a las aglomeraciones que posibilitan la incubación y contagio masivos de virus y bacterias? ¿Tenemos una política pública para el teletrabajo digno? ¿Avanzamos en reconocer la conexión de internet para todos como un derecho humano fundamental, especialmente para los niños y jóvenes de sectores excluidos y poblados rurales?
Podemos soñar con volar alto, con la seguridad de estar aferrado a la tierra desde nuestras propias raíces. Salir de la crisalidad como las mariposas amarillas de esa Macondo en paz, soñada y anhelada, y no como réplica barata de un insecto kafkiano.
Gabriel Bustamante Peña
Foto tomada de: AS Colombia
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