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Sobre lo de Coimbr

26 mayo, 2025 By Guillem Martínez Leave a Comment

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La propuesta de Draghi es un objeto hecho por una derecha opuesta a otra derecha que gobierna EEUU y que crece en Europa. Su principal freno, en la derecha no autoritaria y en la socialdemocracia, es la cultura neoliberal que las impregna.

1- El verano pasado, es decir, hace mil años, Matteo Zuppi dijo algo que, de repente, ha cobrado actualidad: “Hay que recuperar el Código Camaldoli”.

2- El lector que me haya seguido hasta aquí se preguntará, con toda la razón del mundo, quién es el señor Zuppi y, más aún, qué es el Código Camaldoli y dónde puede adquirir uno.
3- Zuppi es el presi de la Conferencia Episcopal italiana. Pero también es el cardenal presbítero de San Egidio, título otorgado por Francesco I en 2019. Es, vamos, el jefazo de la Comunità di Sant’Egidio, por decisión y apuesta de Francesco I –recientemente, un director de L’Osservatore Romano definió a ese papa con lo que, tal vez, es su mejor y más lacónica definición: un peronista de derechas; en la Iglesia, en fin, no se puede hablar tanto de progresistas y conservadores sino de otros matices, que, en términos generales, pulen o resaltan lo conservador y un posicionamiento ético ante la pobreza–. San Egidio es, a su vez y como todo aquello que resulta incomprensible, algo más que un club.

4- Se trata de una orden laica fundada en 1968, momento en el que no solo se quemaban sostenes, sino también, vía Concilio Vaticano II –1962-65–, se quemó, de manera controlada, la Iglesia de la Contrarreforma, que recibió un serio aggiornamento que, aunque sus opositores integristas se nieguen a creerlo incluso hoy, salvó a la Iglesia de la peor de las posibilidades que ofrece la vida: el ridículo. La Comunidad fue fundada –y esto es también muy importante– por Andrea Riccardi –soy consciente de que estoy abriendo muchas ramas en este árbol/artículo, pero quedarán recogidas, claras y monas, en modo chim-pón, hacia el final, si no antes; ánimo–. Teólogo laico, historiador en la Universidad de La Sapienza y ministro sin cartera en el Gobierno de Mario Monti –cuando la austeridad gore; ¿la recuerdan?–. San Egidio es una orden con cierta y efectiva sensibilidad interconfesional. Y una seria preocupación ante la pobreza –en Roma, desde su epicentro en el Trastevere, la orden edita una muy apreciada guía gratuita anual, que informa de dónde comer, dormir o ducharse en caso de vivir en la calle–. La orden actúa en todo el mundo en actividades y programas contra la pobreza, pero también contra la pena de muerte y contra el sida. Su imbricación en el mundo del mal rollito cotidiano es tan acusada que, en casos en los que sería poco edificante que la Iglesia ejerciera la diplomacia, va y lo hace San Egidio, sin miedo a ensuciarse, como sucedió en las conversaciones de paz en Mozambique, en los noventa, cuando Friends. Y, ahora, Riccardi, el fundador, parece tener un plan para esta nueva época. Un plan que Zuppi –tal vez el intelectual más sólido del entorno próximo de Francesco I, me dicen– ha verbalizado. Así / lo dicho: “Hay que recuperar el Código Camaldoli”. ¿Qué es ese código? No es una anécdota, al punto que ese código –la iniciativa que representa– puede ser la razón por la que el nuevo papa se llame León, esa alusión a León XIII, aquel papa que  posibilitó que la Iglesia, gagá y aislada desde la unificación italiana, participara en el liberalismo del XIX, en la política, a través de la formulación de la democracia cristiana.

5- El Codice di Camaldoli fue un texto redactado a toda castaña, en 1943, en el monasterio de Camaldoli, Casentino, Toscana, a lo largo de una reunión maratoniana celebrada entre los días 18 y 24 de julio. Esto es, tras la invasión de Sicilia, durante el primer bombardeo aliado sobre Roma, cuando el Gran Consejo Fascista evaluaba ya defenestrar al Duce. Los asistentes a la reunión fueron una cincuentena de intelectuales del Instituto Católico del Trabajo Social y de Acción Católica. Entre todos ellos se encontraban unos jovencitos Aldo Moro y Giulio Andreotti. No estaba Alcide De Gasperi, el Adenauer italiano, que ese mismo año ya había redactado, en colaboración con algunos de los presentes en Camaldoli, el documento “Las ideas reconstructivas de la democracia cristiana”, la presentación de la DC, esa desconocida aún. En ese momento, aquellos intelectuales católicos, si bien antifascistas, estaban muy próximos a Giovanni Montini, obispo de Bérgamo, asistente eclesiástico de Acción Católica y, en el tiempo, papa bajo el nombre de Pablo VI, aquel que daría vidilla al Vaticano II. El objetivo de la reunión, presidida por un clérigo, era establecer un itinerario económico y social para un catolicismo político alejado de la Iglesia de los Últimos Días. Es decir, alejada del fascismo y de la monarquía. Había prisa para ese distanciamiento. Más aún si pensamos que el PCI –el mayor PC de occidente y, sin duda, el más apañado, el que había llevado el peso de la resistencia al fascismo y que, para entonces, ya conocía el concepto de hegemonía, con el que dio un tute a la disciplina de los PC europeos– estaba pisando fuerte, con un discurso sexi, imparable y cargado de futuro. El texto redactado fue conocido como Código Camaldoli. Se trata de 76 puntos en los que se establecía la “dignidad de la persona humana”, “la igualdad de derechos”, “la solidaridad, el deber de colaboración en el campo económico”, el hecho de que “los bienes materiales” fueran “el beneficio de todos”, que el trabajo fuera “la forma preeminente para la obtención de bienes”, “la justicia en la remuneración del trabajo”, los límites al “enriquecimiento excesivo”, o que el fin del Estado fuera “la promoción del bien común” y “la protección y desarrollo de las clases menos favorecidas”. También, por cierto, se establecía, citando un fragmento de los Hechos de los Apóstoles, la legitimidad de la desobediencia civil. El conjunto, en fin, no olía a sacristía. Y resulta exótico, si pensamos que, en aquellos precisos años, la misma Iglesia, unos kilómetros más al oeste, en España, participaba, a tutiplén, de las condenas a muerte, de la represión, del rapto, del castigo, de la reeducación, del cachete, del dark sarcasm in the classroom.

6- El Codice es –Bobbio dixit–, junto a la Rerum Novarum –León XIII, 1891–, al Código de Malinas –un acuerdo con los anglicanos en Bélgica, 1927– y al Quadragessimo anno –texto de Pío XI, 1931–, la doctrina social de la Iglesia. Y tuvo consecuencias efectivas e inmediatas. La primera es que el 25 de abril de 1945, cuando el Comité de Liberación Nacional llamó a la insurrección en la Italia aún ocupada por Alemania, entre los firmantes del texto aparecía un cacharro nuevo y con una nueva propuesta económica, que nació, como quien dice, en el monasterio de Camaldoli, denominado Democracia Cristiana. La segunda fue la plasmación de amplias regiones del Código en la nueva Constitución de 1948 –básicamente una constitución del 45 más, en la que se vertebra el bienestar, si bien también era/es el texto constitucional más antiautoritario de Europa; Meloni se lo está comiendo, en ese sentido, con patatas–. A partir de 1948 –inicio solemne de la Guerra Fría– los PC quedan vetados en los gobiernos europeos a este lado del río Pecos y la DC, por eso mismo, pierde presión y se relaja, el Códice pierde fuerza pero siempre quedará algo en el aire –como el Plan de Vivienda Fanfani, o como la Cassa del Mezzogiorno, un plan de inversión y corrección de la pobreza en el sur italiano–. El aroma del Códice duró años en el partido moderado más poderoso de Italia por décadas, una DC dividida en un sector derechista y otro sector más social, izquierdista incluso. Hasta su estertor, que quizás fue el Compromesso Storico, aquella idea de Enrico Berlinguer, secretario general del PCI, aceptada y compartida por Aldo Moro, tanto y en tanto grado que Moro se convertiría, en breve, en el jefe de gobierno secuestrado menos buscado por la policía en la historia de la humanidad.
7- Ahora, zas, estamos en 2025. Es más, es la semana pasada / 13 de mayo y un avión vuela a toda leche desde Roma hasta Coimbra. El destino es, como en 1943, un monasterio. El de San Francisco. El avión, a su vez, no es un avión normal. En él viaja el presidente de la República italiana, el siciliano Sergio Mattarella. Es hijo, por cierto, de Bernardo Mattarella, antifascista católico. No estuvo en Camaldoli, pero fue del grupo de De Gasperi y, por lo mismo, fundador de la DC. Posteriormente fue varias veces ministro, miembro de la corriente más social del partido. El hoy presidente, su hijo, es hermano de Piersanti Mattarella, también, como él mismo, un antiguo miembro de la corriente Morotei, el ala izquierdista de la DC desde finales de los sesenta, liderada por Aldo Moro. Presidente de la autonomía siciliana, Piersanti fue asesinado por la Mafia. Al parecer –cada país tiene su manera de acceder a lo sórdido– con el conocimiento previo de Andreotti, compañero de viaje de la Mafia y otro sector de la DC, alguien a quien se le llegó a llamar, no te digo más, Belzebú. El presidente Mattarella, que no es, como su nombre indica, de la cuerda de Meloni, ha emitido, a estas alturas, varias rarezas. Una es el documento “Contra la vasallización feliz”, un texto –contra Trump/Meloni– en el que aboga por la independencia de Europa respecto de EEUU, en el que señala que, “tras una crisis de veinte años”, hoy se dan las condiciones para un cambio radical. Es decir, tras la enfermedad y el morir matando del neoliberalismo, es preciso acometer un giro político y social, o apaga. Mattarella, católico, está en contacto, para ello, con Riccardi/San Egidio. Y, por eso, con Zuppi, el señor que, hace un año, cuando el papa carecía de un nombre artístico vinculado a la politización institucional del catolicismo, advertía de la necesidad de un nuevo Camaldoli. En ese avión, rumbo a Coimbra, rumbo al monasterio de San Francisco, en el que se celebrará la XVIII Cumbre Europea COTEC –reúne a empresarios, políticos de tres Estados y a los jefes de Estado de Portugal, España e Italia; esas cumbres suelen ser apasionanteZzzzzz–, viaja el intento de Camaldoli 2.0, que tratará de adecuar el catolicismo político a un mundo sin neoliberalismo. Al contrario que en 1943, no se trata de un grupo de intelectuales enfrentados al fascismo y a la monarquía –el modelo que se quería combatir–, sino de una sola persona, involucrada, hasta las cejas, en el neoliberalismo y la austeridad, el modelo que se quiere combatir: Mario Draghi. Draghi viaja –importante– con el presidente de Italia, en su avión presidencial, para emitir un discurso ante empresarios, políticos y tres jefes de Estado, en el que vertebrará un programa netamente antineoliberal, como el que presentó en 2024, en su informe, pero con matices importantes. Si Camaldoli fue un hecho novedoso y radical, esto otro es, simplemente, novedoso y radical, pero en otro contexto. En esta ocasión, la guerra la están ganando otros. Lo que es un importante matiz.

8- El discurso de Draghi se titula ‘El llamamiento de Coimbra’. Draghi empezó a emitir variaciones de este discurso en 2024, cuando comunicó su informe a la Comisión Europea, en el que abogaba por la reindustrialización de Europa a través de grandes planificaciones e inversiones no estatales, sino continentales, sufragadas por la emisión de deuda común. El palabro mágico de aquel informe era competitividad. Posteriormente, fue ampliando el concepto y las palabras en otras matizaciones de aquel informe, como sus discursos en el Senado italiano y en el Parlamento europeo, ambos en este febrero, en los que dibuja el trumpismo como un factor de aceleración de un gran cambio en Europa. Ahora, en Coimbra, vertebra un nuevo diagnóstico. Cita otros informes de la Comisión, como el de Enrico Letta –exjefe de Gobierno italiano por el PD, pero antiguo militante de la DC; DC, Zuppi, San Egidio, Francisco I, León XIII, etc.–. Y parte de una premisa inexistente hace semanas: “El acontecimiento reciente de los aranceles (de Trump) es un punto de inflexión”.

9- Es decir, Europa es el sujeto planetario más expuesto a la guerra comercial.

10- Los aranceles son “un golpe irreversible al orden multilateral”. “El mayor riesgo para la UE hoy es EEUU” –es decir, por lo mismo no lo es Rusia–. La razón: “Los aranceles tendrán repercusiones en la economía europea incluso si se calman” –hoy no parece ser el caso, porque Trump ha amenazado con aranceles del 50% para la UE–. “A corto plazo no sería realista diversificar la economía europea fuera de EEUU”, “pero a largo plazo nuestras relaciones con EEUU no volverán a la normalidad tras una ruptura unilateral importante”. Europa tendrá que generar su crecimiento por sí misma”. Para ello propone enviar a paseo el canon económico europeo de los últimos 50 años. Con todas las letras ya: es preciso “modificar el marco de la política macroeconómica diseñada tras la gran crisis financiera y de deuda soberana” –es decir, la austeridad, consecuencia sangrienta del neoliberalismo anterior–. Y anima a hacer lo que no se hizo desde la última crisis –hace 20 años, como sostiene Mattarella–: olvidar el hecho de que, desde hace décadas, la competitividad europea se sustenta en “limitar el crecimiento de los salarios”. “Esa contención salarial” aguda “frenó el consumo”, es decir, instaló una crisis permanente.

11- La propuesta de Draghi son tres medidas: 1) aumentar la inversión –y aquí empiezan las novedades–, 2) eliminar obstáculos que dificulten el funcionamiento del mercado interno europeo –el Estado, vamos– y 3) aumentar los salarios à gogó. Para la inversión descomunal necesaria para todo esto –todo esto es reindustrialización–, Draghi vuelve a defender que los Estados, sus presupuestos, no son suficientes. Hay que emitir deuda ingente y común. Lo que sigue siendo el punto clave de su hoja de ruta. Si bien con una novedad, fruto de Trump 2.0: esa nueva deuda europea supondría crear “un activo común seguro”. Es decir, crear un producto, una deuda común europea, estable, segura, que se quedara con ese antaño activo común seguro planetario que eran, hasta Trump 2.0, los bonos EEUU. El mundo entero busca ese nuevo “activo común seguro”, una vez que el mundo entero parece estar abandonando la deuda de EEUU. Y aquí, Draghi hace hincapié en la magnitud de la crisis actual.

12- “Empezó hace 20 años” –otra vez Mattarella / Riccardi / Zuppi / San Egidio–, “cuando la construcción geopolítica tras la II GM empezó a desmoronarse”. A pesar de lo espectacular de la situación, “la UE no vio las señales”. Lo ejemplifica con el tema energético, donde explica la necesidad de grandes inversiones hoy, que sobrepasan la inteligencia y la capacidad del Estado. Hace lo mismo con las nuevas tecnologías –donde existe “un riesgo de dependencia de EEUU y de China”–. El tercer ejemplo es la Defensa. Tres zonas de planificación, gasto e inversión inasumibles desde los presupuestos estatales.

13- Esta crisis, a la que la UE se enfrentó con austeridad, con más crisis, es la única oportunidad “para el reformismo europeo”. Europa, de hecho, dice, solo ha avanzado en su integración a través de crisis. La última supuso –señala– el euro. Tras 30 años, estamos en una crisis de altura comparable, si no superior, a aquella crisis monetaria. Y aquí vuelve a enfatizar su plan, su Camaldoli.

14- 1) Aplicar el informe Draghi, 2) de manera urgente, “volver a invertir en Europa, de forma masiva y responsable”, y 3) que la innovación sea una planificación comunitaria, no estatal. Alude al éxito de esos tres puntos como una garantía para preservar “nuestra libertad”.

15- Se trata del fin del neoliberalismo por él mismo, la jubilación del neoliberalismo tras 50 años de autodestrucción, el tránsito a una economía sin austeridad y reindustrializada. Es decir, con la vuelta de un nuevo/viejo sujeto, de un nuevo/viejo conflicto, denominado obrero. Se trata, en fin, del Camaldoli 2.0. Que tiene su cosa financiera, pues la emite un financiero: la creación de un “activo seguro”, el bono europeo. Ya no es un mero plan para recuperar competitividad, como en 2024, sino para la creación de un mercado interno, para una inversión aún más masiva, para un aumento de salarios, para un enfrentamiento explícito a EEUU, a la nueva extrema derecha europea y americana. Es otra propuesta, por lo tanto, de Época. Elaborada por el neoliberalismo europeo, o al menos italiano y católico, sin un PCI que le ponga el aliento en la nuca, sin invasión de Sicilia, sin bombardeos en Roma, en un momento en el que, al contrario que en 1943, la derecha ha ganado. Por KO. Y la piedad ante el derrotado se emite desde San Egidio.

16- El de Draghi es un objeto hecho por una derecha opuesta a otra derecha que gobierna EEUU y que crece en Europa, en una proporción tal que puede invalidar este llamamiento de Draghi. Es una propuesta cuyo principal freno, en la derecha no autoritaria y en la socialdemocracia, es la cultura neoliberal que las impregna, aun a pesar de la ruina, de la crisis absoluta del neoliberalismo, incapaz ya de satisfacer –literalmente– techo, alimentación, estabilidad, futuro a corto plazo.

17- Se trata, me temo, de la agenda, del combate político en Europa, al que más pronto que tarde se sumará la DC alemana, de alguna manera y abandonando, oficialmente, su culto a la austeridad, ya teatral. Y, es posible, un combate ajeno al discurso político español, autónomo, autosuficiente, con unas extremas derechas en contacto, únicamente ya, con su propaganda, con unas izquierdas estresadas y sin dibujos de la Época, y con un partido que puede impedir, o no, el acceso de la nueva extrema derecha al gobierno, que se define como única izquierda real y que, recientemente, ha hecho otro llamamiento. Para que le den pasta para montar un bar.

18- Disparadme, quiero dejar de sufrir.

19- Gracias a Francesc Miralles por facilitarme mapas de la Época. Y a Enric Juliana por explicarme –piticlín-piticlín– el combate entre este catolicismo ¿peronista? y el nuevo catolicismo ultra de EEUU, culturalmente protestante: “El catolicismo es una fuerza universal, el protestantismo, nacional”, que no sé cómo colar por aquí, pero que explica, también, la Época, una región de este combate.

Guillem Martínez, autor de ‘CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española’ (Debolsillo), de ’57 días en Piolín’ de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de ‘Caja de brujas’, de la misma colección y de ‘Los Domingos’, una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es ‘Como los griegos’ (Escritos contextatarios).

Fuente: https://ctxt.es/es/20250501/Politica/49305/Guillem-Martinez-Coimbra-Mario-Draghi-papa-Codigo-Camaldoli-neoliberalismo-reindustrializacion-europa.htm

Foto tomada de:  https://ctxt.es/es/20250501/Politica/49305/Guillem-Martinez-Coimbra-Mario-Draghi-papa-Codigo-Camaldoli-neoliberalismo-reindustrializacion-europa.htm

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