Lo nuevo:
- El miércoles 28 de mayo el Tribunal Internacional de Comercio de Estados Unidos declaró ilegales los aranceles generalizados a las importaciones, establecidos por el presidente Trump en virtud de una ley de poderes de emergencia. Aparentemente la guerra arancelaria planetaria, declarada el pasado 2 de abril, terminó. Pero no tan pronto. La Administración apeló y en última instancia el Tribunal Supremo, que tiene una mayoría de seis jueces conservadores frente a tres juezas progresistas, puede de nuevo darle la razón al presidente Trump.
- Elon Musk, el hombre más rico del mundo, este martes 27 tomó distancia del presidente Trump, criticó el proyecto de la ley fiscal “grande y bella” que pasó en la Cámara, por un solo voto, y que aumentaría el gasto público estadounidense en tres billones de dólares en los próximos 10 años. Se aumenta el gasto y se reducen ciertos impuestos. El mundo sabe que la insolvencia de la deuda pública estadounidense es el mayor riesgo de crisis financiera sistémica y de colapso del dólar.
- Musk renunció el miércoles a seguir dirigiendo el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), donde había prometido reducir en dos billones de dólares el gasto público (de seis billones). No alcanzó a reducirlo ni en 175.000 millones, a pesar de los líos jurídicos y políticos que armó. Se declaró decepcionado. El presidente Trump ha decidido aumentar en 350.000 millones de dólares el gasto público, incluyendo 150.000 millones adicionales en gasto militar. Tal vez también renunció Musk porque las utilidades de su empresa Tesla cayeron 71 % en el primer trimestre de este año y el martes estalló en el aire su megacohete Starship, un tercer fracaso en línea.
- Lo más importante de lo nuevo: el pasado viernes 23 de mayo, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, firmó la Ley HB 999, aprobada por unanimidad tanto en la Cámara de Representantes como el Senado de ese Estado, mediante la cual se restablecen las monedas de oro y de plata como monedas de curso legal, con las que se podrán pagar deudas tanto de forma física como digital a partir del 1 de julio de 2026. Bienvenidos al pasado.
- DeSantis argumentó que el retorno al oro y a la plata se debe a que el alto déficit fiscal y la inmensa deuda de Estados Unidos están debilitando el valor de la divisa estadounidense. Recordemos que DeSantis es gobernador republicano, muy cercano al presidente Trump. No se trata entonces de un predicado del demócrata Jeffrey Sachs.
¿Hacia dónde vamos?
Ya sabemos que el presidente Trump se propone forzar a toda costa el retorno de las empresas industriales y de servicio tecnológicos al territorio estadounidense. Con la globalización, éstas habían salido a buscar mano de obra calificada, recursos naturales e instituciones favorables, no solo en Europa sino en Asia, México y Canadá. La reindustrialización estadounidense es un propósito loable pero el método aplicado hasta el momento no garantiza su éxito. Por el contrario, la guerra comercial tuvo su reflejo inmediato en el ámbito financiero y fue Troya.
Si el resto del mundo no mantiene el superávit comercial, saldado con dólares estadounidenses, tampoco puede seguir financiando el creciente déficit fiscal de Estados Unidos. Por eso los bonos del Tesoro se encarecieron a niveles insostenibles. En consecuencia, los países comercialmente superavitarios han recurrido a vender esos títulos, a diversificar las monedas reserva, lo que incluye el recurso al oro (como Florida) y eventualmente, vía los BRICS, a crear otras monedas reserva y medios de pagos internacionales alternativos, físicos y virtuales, como lo está haciendo China.
Los analistas calculan que la deuda de Estados Unidos “aumentará hasta alrededor del 134% del PIB en 2035, frente al 98% en 2024″. Ese es el problema de Estados Unidos que, dado su poder, lo exporta a todo el mundo. Una forma de minimizarlo era que el Gobierno Federal obtuviera ingresos financieros mediante el recaudo de los aranceles decretados el 2 de abril, los que equivocadamente Trump suponía los pagarían los países exportadores, no los consumidores estadounidenses. Así no tendrían efecto inflacionario, era la ilusión.
Para completar, Agustín Carstens, director general del Banco de Pagos Internacionales, alertó la semana pasada que “la deuda pública se ha convertido en una amenaza sistémica”.
Durante años, los tipos de interés bajos permitieron a los gobiernos gastar sin consecuencias claras. Pero eso se acabó: “Los días de tipos ultra bajos han terminado”, y con ellos, la ilusión de que se puede seguir acumulando deuda sin perder credibilidad. “Los mercados ya están despertando al hecho de que algunos caminos no son sostenibles”, advirtió. Y cuando los mercados pierden la fe, no hay banco central que contenga la estampida. Ya hay síntomas de desconfianza en la deuda estadounidense y en el dólar, que pierde casi un 10% de su valor respecto al euro en lo que va del año¨ (texto tomado de https://cincodias.elpais.com/mercados-financieros/2025-05-27/el-bis-critica-los-criptoactivos-y-el-proteccionismo-y-defiende-la-independencia-de-los-bancos-centrales.html).
Como ya lo vivimos en este abril-mayo del desconcierto y la incertidumbre, la reacción del resto del mundo a la guerra arancelaria oscila entre retadora y sumisa. La historia de la humanidad enseña que las guerras comerciales en varios momentos se han convertido en guerras financieras, luego en guerras monetarias y finalmente, en guerras militares.
La decisión del Tribunal Internacional de Comercio de Estados Unidos que declaró ilegales los aranceles del 2 de abril, se sustenta en que el presidente no podía usar una ley de poderes de emergencia para controlar supuestamente las migraciones y el fentanilo, recurriendo a imponer aranceles generalizados a todos los países. Eso resulta obvio. Pero queda tácito que sí podría usar esos poderes extraordinarios en caso de una guerra. Textual: en caso de “una amenaza inusual y extraordinaria”. Amables lectores, ¿no estamos ya en guerra? ¿Para dónde vamos?
Y ¿qué pasó con la teoría económica?
Los clásicos, en teoría económica, explicaron la dinámica económica en términos de ciclos inevitables donde se crea y se quema valor, pero el valor era creado por el trabajo humano. No existía la Inteligencia Artificial generativa (IAg) y muy poco entendieron ellos de la crisis ambiental en sus modelos (excepto el fisiócrata François Quesnay).
Para los neoclásicos, las decisiones de los empresarios y de los consumidores son “racionales”, predecibles, dadas mediaciones. No conciben la guerra arancelaria y menos la inflación por venir, pues los bancos centrales, creen ellos, pueden controlar lo oferta monetaria y eso les parece suficiente. No sabían de la ruptura de las cadenas de valor globalizadas (por el Covid-19 o por los aranceles) y menos de los riesgos de que el dólar sea sustituido como moneda reserva y medio de pago internacional.
Keynes acertó al reconocer los efectos de la incertidumbre como factor que inhibe la inversión privada, como está sucediendo en la actualidad. Pero el keynesianismo bastardo asume que la inversión estatal, con déficit fiscal y todo, es la alternativa. Por eso los gobiernos, estadounidense y de la Unión Europea, con Úrsula von der Leyen a la cabeza, le apuestan a incrementar de forma autónoma escandalosa el gasto militar para reactivar las economías. China, Rusia, India y Pakistán ya lo estaban haciendo. ¿Sería por eso que Keynes predijo que “en el largo plazo, todos estaremos muertos”?
Schumpeter también acertó. Son los cambios en los “platamares” tecnológicos los que mueven la historia. ¿La IAg y la física cuántica metieron al mundo en la V Revolución Industrial y China sacó ventaja? ¿Es ésta una “nueva” onda de destrucción creadora o será la última, dado que el viejo orden, con armas nucleares y todo, no se resignará pacíficamente a perecer?
Del institucionalismo tenemos poco que rescatar. Trump dijo no más a la OMC, a la OMS, el Acuerdo de París, a los tratados de libre comercio (solo hará cumplir los que protegen la inversión estadounidense en nuestros países), y en general adiós a las reglas del juego pactadas luego de la Segunda Guerra Mundial. El poder es el poder, no los contratos. Inclusive la palabra, no vale. Cada semana pueden cambiar los aranceles.
De pronto estoy exagerando
Mañana vuelve a salir el sol y la humanidad puede retomar el humanismo. Los niños de Gaza volverán a besar a sus madres y a jugar con flores y confites. Los ucranianos recuperarán su historia ancestral en la génesis rusa y reconstruirán Chernóbil, para calentar el próximo invierno. Musulmanes e hinduistas meditarán juntos en Cachemira. El banco de los BRICS (Nuevo Banco de Desarrollo) y el FMI-BIRF concertarán una nueva moneda de pagos internacionales, más parecida a la que propuso Keynes en 1944 que al dólar, asociada ahora al monto de recursos naturales preservados y al talento humano disponible en cada país. Esa moneda podrá llamarse Amazonas. Volverá el libre comercio, pero permitiendo la reindustrialización, sí señores, de Estados Unidos, pero también del Sur global. Y para completar, la extrema derecha en Colombia aceptará que la izquierda llegó para quedarse en el gobierno hasta hacer las transformaciones estructurales aplazadas, esas que de materializarse pueden por fin evitar la tragedia de la revolución y de la contrarrevolución, durante los próximos 20 años, nada menos.
Margarita Buenaventura
Foto tomada de: BBC
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