Misiles con ojivas de gases de efecto invernadero (GEI), vuelan desde el planeta hasta la atmósfera, y como respuesta, la atmósfera bombardea a la tierra como fuerzas invisibles, silenciosas y cada vez más poderosas, generando mayores desastres naturales en el planeta hostil.
Esta guerra del planeta a la atmósfera es de toda la humanidad, sobre todo de las naciones más ricas, más poderosas en tecnología y en producción, a la vez las más destructoras de la biosfera. Entonces, ocurrirán cada vez más fenómenos del “Niño” y de la “Niña”. Más ríos subirán su nivel ocho o más metros en una hora, como ocurrió en Texas, dejando tantos muertos que aún no se saben cuántos son. Ya había ocurrido en Porto Alegre y en Valencia. De igual manera, habrá cada vez menos “nubes voladoras” viajando de la Amazonia a los Andes, pero sucederán más corrientes de frío o de insoportable calor, porque a más misiles a la atmósfera con ojivas de GEI, más bombas invisibles y silenciosas llegarán desde la atmósfera a la Tierra. Por eso la CIDH hace bien en declarar la emergencia climática.
Sin embargo, Trump y otros están interesados en los recursos fósiles para seguir disparando GEI. Imagínese baterías de misiles como las usadas en la guerra de Rusia y Ucrania, enviando GEI a la atmósfera, y aviones de combate como los de Israel y Estados Unidos contra Irán llegando a su techo de altura para enviar más misiles GEI a los cuatro cinturones atmosféricos que protegen la Tierra. Es decir, occidente bombardeando el cielo, y Trump, loco de remate, dirá que “las misiones han sido espectaculares, y que cada vez serán más espectaculares”.
Pero, hay otra tensión en curso desde hace 25 años: el derrumbe de occidente y el ascenso de Asia con China al frente; de Rusia, que es un tercio Euroasia, un tercio Asia Central, y un tercio Asia Oriental; de los BRICS, que no serán patios traseros de Estados Unidos y de la Unión Europea; y una larga lista de alianzas, pactos, acuerdos entre países con distintos propósitos, caso de la CELAC, de la ASEAN, entre otros, pero, que deberán revisar y ajustar objetivos y acciones según los cambios geopolíticos y geoestratégicos en el mundo. Nada es igual al planeta del año 2000.
Estados Unidos y Europa jugaban a la inmortalidad de sus ideas y a la perennidad como los únicos poderosos de la Tierra y de los planetas conocidos. Sin embargo, el ascenso de las potencias emergentes ha sido silencioso, cada una se dedicó a hacer lo que mejor sabe hacer con las reglas de juego del capitalismo del mercado, pero, trazando su camino según condiciones y anhelos de cada una. Lo cierto es que empiezan a desmarcarse de occidente, porque su base cultural es potente y diferente, sus recursos naturales parecen infinitos – lo que no tiene un país lo tiene otro -, por tanto, su manera de mirar su ingreso en la disputa tecnológica, productiva, militar y por la biodiversidad, es distinta. Occidente está desesperado, Asia está mirando y respondiendo con paciencia y propio criterio.
Las reglas que puso occidente para imponer a perpetuidad un orden global neoliberal a su imagen y semejanza, está terminando. El mundo vivirá un período de transición al 2050 y algo más, pero nunca hasta el 2100 porque las tensiones cruzadas que se han desatado en todos los lados del globo, son insostenibles. O el planeta empieza a ajustar su desarrollo y adelanta el rediseño institucional del mundo, o la debacle global será el futuro. Seguramente sólo quedará Asia, porque China no juega con las mismas reglas de occidente, mientras África terminará de sacudirse del colonialismo europeo, y la América Latina progresista abogará por su autonomía, soberanía, interdependencia y dignidad, mientras el centro y la derecha permanecerá de rodillas ante la Casa Blanca adorando al neoliberalismo como idiotas del patio trasero.
América Latina es el siguiente escenario de la confrontación geopolítica y geoestratégica. Su acción será política con un cambio cultural en torno al conocimiento, la tecnología, la innovación, la producción, la biodiversidad, el arte y la cultura. La asume así o se acabará por su falta de lucha contra la dependencia, la indignidad, la inequidad, la devastación de su biodiversidad, y el atraso.
Algunos medios de comunicación dicen que Lula no se salió con la suya porque Putin y Xi Jinping no fueron a la cumbre de los BRICS en Río. Es cierto, no fueron, pero Putin lo hizo por video conferencia, y China con su vicepresidente. Y ¿por qué no hubo presencia física de estos poderosos mandatarios? porque en estos días el mundo está atento a los misiles arancelarios de Trump, como los puestos a Brasil para defender a Bolsonaro en el juicio por intentar un golpe de Estado contra el presidente Lula; a los US$175.000 mil millones para su estrategia de “cazar” 20 millones de inmigrantes y deportarlos a sus países de origen; y a su alianza genocida con Netanyahu.
Entonces, la situación mundial no permite distraerse un segundo puesto que a Estados Unidos y a la Unión Europa sólo se les ocurre impulsar una irracional carrera militar como la mejor estrategia para recuperar sus economías y poner el “detente” a China, Rusia y otros. Por la tensión desde Washington, tampoco fueron a la cumbre de los BRICS en Río de Janeiro la presidenta Sheinbaum de México y el presidente Petro de Colombia, aunque si asistió el presidente Boric de Chile.
Asimismo, mientras occidente insiste en el FMI, los BRICS, con su Nuevo Banco de Desarrollo, proponen otra financiación para otro tipo de cooperación y de colaboración para el desarrollo sostenible en una dimensión más amplia a partir de la sostenibilidad de la biodiversidad y la conectividad multisistémica del mundo, algo que occidente no puede hacer. Entonces, América Latina debe moverse con cautela, decisión, unidad, inteligencia, creatividad y visión, ante unas potencias occidentales resistentes a la multipolaridad.
El mundo está cambiando porque necesita cambiar para su sobrevivencia. Y esa transformación implica nuevas instituciones, nuevos liderazgos, nuevas ideas políticas y económicas, y nuevas ideologías, pues hay tensión con las guerras en el intraplanetario y en la guerra de la Tierra contra la atmósfera.
Los recientes discursos del presidente Petro en Sevilla, España, y su entrevista al Guardian contra la guerra en el medio oriente, son posturas correctas, racionales y apuntan a inaplazables rediseños institucionales internacionales, al equilibrio global y no a la irracionalidad de los misiles, la inhumanidad del genocidio en Gaza, y a la ampulosidad del FMI contra la equidad, la justicia, el medio ambiente y la impagable deuda externa como prioridad, el multilateralismo como realidad geopolítica, y el equilibrio global para la tranquila convivencia.
Es alucinante que Netanyahu proponga a Trump como candidato al premio Nobel de Paz, cuando quiso desatar una guerra mayor con Irán con las mismas mentiras de la segunda guerra con Irak, y cuando piensa que Gaza debe ser una ciudad del turismo sobre la tumba de miles de gazaties indefensos bombardeados por genocidas.
Esperamos que el Nobel de Paz no sea para quien piensa que la mejor paz es la guerra, el genocidio y la destrucción del planeta. El Nobel debe ser para los Gazaties y las víctimas de tantos genocidios, unos en Colombia, por culpa de unos cuantos poderosos irracionales protegidos de Estados Unidos.
Jaime Acosta Puertas
Foto tomada de: DW
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