En honor a la Paz, los Derechos Humanos y la fraternidad entre las naciones, hay que decir que en este caso dicho Comité, actuó en contravía del testamento del creador de tan renombrado premio, porque el trabajo de la señora Machado, a lo largo de su vida política, ha sido notoriamente contrarias a los tres principios establecidos por su fundador. Nunca ha trabajado por la “fraternidad entre las naciones y mucho menos por la paz entre el hermano pueblo venezolano, sometido a la violencia, el terrorismo y el éxodo de millones de venezolanos y venezolanas hacia distintas regiones del continente, principalmente hacia Colombia y Suramérica, huyendo del hambre, el desempleo y la miseria, consecuencias de las inhumanas sanciones económicas y el bloqueo impuestos a petición de la galardonada y sus cómplices de los partidos de la extrema derecha, por los gobiernos demócrata y republicano del hegemón norteamericano.
Por el contrario, ella y sus aliados ejecutaron, con el apoyo de los EE.UU., acciones violentas en 2002, como el fallido golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez, elegido democráticamente. Desde entonces, como consecuencia de sucesivos fracasos electorales, han solicitado, reiterada y sistemáticamente, la intervención militar de los Estados unidos, para derrocar tanto al presidente Chávez, como a su sucesor Nicolás Maduro. Además, organizaron y ejecutaron incontables acciones terroristas (las llamadas guarimbas) en distintas ciudades de Venezuela; incendiaron edificios públicos, hospitales, escuelas, sedes gubernamentales y policiales, ejecutaron atentados contra la infraestructura vial, educativa, de la salud y petrolera (PDVESA); incluso, bajo la protección del gobierno gringo y con el apoyo logístico del gobierno colombiano de Iván Duque y el narcotráfico, organizaron y entrenaron en territorio colombiano (departamento de La guajira) un comando de mercenarios que realizaron la frustrada “operación Gedeón”, cuya misión era ingresar a territorio venezolano, secuestrar o asesinar al presidente Maduro y toda la cúpula del gobierno Bolivariano.
La señora Machado fue copartícipe, junto con la coalición de los partidos y movimientos políticos de la extrema derecha, orientados por Leopoldo López, Juan Guaidó, Julio Borges, Henrique Capriles, Henry Ramos Allup, Manuel Rosales, entre otros, del golpe de estado parlamentario contra el presidente Nicolás Maduro, para imponer la artificiosa presidencia del arlequín Juan Guaidó, adoptado, primero por Barak Obama y después por Donald Trump, como el “presidente legítimo” de Venezuela, sin haber sido elegido democráticamente. En su apoyo, el gobierno imperial despojó al Estado de Venezuela, de su patrimonio, (refinería y distribuidora de combustible, reservas bancarias en dólares, etc.) en territorio estadounidense, equivalente a miles de millones de dólares; lo propio hicieron países como Inglaterra, Portugal y Suiza, que congelaron sus reservas en toneladas de oro y se las entregaron al espurio y fantasmagórico gobierno de Guaidó y sus cómplices. Se trató de “hacer gritar la economía” de Venezuela; tal como lo habían hecho en tiempos de Richard Nixon y Henry Kissinger con el presidente socialista de Chile, Salvador Allende; esta vez, con mayores niveles de crueldad e inhumanidad, sometieron al hermano pueblo venezolano al dolor, la miseria y el sufrimiento, con el propósito de inducir a la ciudadanía a culpar al régimen venezolano de sus desgracias y provocar una rebelión para su derrocamiento. No obstante, más allá de los límites del suplicio causado, chocaron con la heroica resistencia del pueblo venezolano y su condena a quienes consideraron traidores de la patria y cipayos del poder imperialista.
La señora Machado, no solo clamó ante la potencia imperialista por la invasión a Venezuela, sino que aplaudió el genocidio del pueblo palestino a manos del régimen Nazi – Sionista de Netanyahu y le suplicó la intervención de su ejército, en territorio venezolano para derribar el gobierno venezolano. Durante mas de dos décadas de su clamor por la intervención militar norteamericana e israelí en Venezuela, la señora Corina Machado jamás ha dejado escuchar su voz para convocar a la fraternidad, la democracia y la paz en su país. Por el contrario, se ha dedicado a promover sistemáticamente el intervencionismo extranjero, las sanciones económicas, políticas, diplomáticas, el bloqueo y el terrorismo contra el pueblo venezolano y sus instituciones.
Como pregona el título de esta columna, el premio Nobel de la paz otorgado a Corina Machado sorprende, pero no asombra. Una mirada retrospectiva a los personajes que han sido premiados con el Nobel desde su creación, nos permite decir que son muchos los elegidos y pocos los merecidos. Para la muestra estos botones:
Theodore Roosevelt, presidente de los EE.UU., premio Nobel de 1906, violento ejecutor de la renombrada Doctrina Monroe, “América Para los americanos” adoptada desde 1823 para consolidar y blindar a sangre y fuego la hegemonía yanqui sobre los pueblos de América Latina y el Caribe; a cuyos países les aplicó su disuasiva política del garrote y la zanahoria; con la cual, EE.UU, se abrogó el derecho de “intervenir” en nuestros países para “prevenir el desorden”; así justificaron invasiones a Cuba, República Dominicana y Nicaragua.
Woodrow Wilson, Nobel en 1919, había mandado tropas a Rusia para apoyar a los ejércitos “blancos” contra la revolución socialista en ese país, produjo la invasión a Haití en 1919, contra luchadores nacionalistas haitianos bajo el pretexto de “proteger los intereses norteamericanos”, mantuvo fuerzas militares de ocupación en Cuba y nicaragua, convertidos durante décadas en protectorados de los EE.UU.
Henry Kissinger, premio Nobel de 1973, quien como asesor de seguridad Nacional y secretario de Estado de Richard Nixon, y Gerald Ford, fue el arquitecto de operaciones encubiertas, guerras indirectas, acciones de desestabilización y golpes de Estado en varios países, entre ellos el de Chile contra Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, guerra y bombardeos con armas químicas, (Napalm) sobre Vietnam, Laos y Camboya, que causaron el genocidio de centenares de miles de vietnamitas, bombardeos sobre Indonesia y Timor Oriental (1975) que cometieron el genocidio de cerca de 200.000 civiles, organizó y apoyó las dictaduras de Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y Bolivia; quizá estas fueron las verdaderas razones del Comité del Nobel para premiarlo con el premio de la Paz o tal vez de la pacificación en los países agredidos.
Barak Obama, Nobel de 2009, aunque no declaró nuevas guerras, si mantuvo, amplió y promovió conflictos armados bajo la doctrina de la “guerra contra el terrorismo” contra Afganistán, Irak, invadida por Bush y Libia que produjo el derrocamiento y asesinato de Gadafi y el colapso del Estado Libio; en ambos casos para apropiarse de los yacimientos de petróleo; bombardeó a Siria, promocionó y apoyó la creación del grupo terrorista fundamentalista ISIS e intervino militarmente en Yemen (2015) para apoyar la dictadura de Arabia Saudita. También parece un premio al pacificador.
Juan Manuel Santos, Nobel de Paz en 2016, por haber firmado el acuerdo de paz con las Farc EP, sin advertir su responsabilidad en la ejecución de la política de seguridad democrática del presidente Álvaro Uribe Vélez, en cuyo marco se fortalecieron las bandas paramilitares, creadas bajo su auspicio cuando era gobernador de Antioquia; bandas que, en operaciones conjuntas con las FF.AA., cometieron incontables masacres y crímenes de lesa humanidad, amén de los mal llamados “falsos positivos”, verdaderas acciones de terrorismo de Estado, con las que asesinaron 6042 jóvenes civiles inocentes, crímenes debidamente documentados por la JEP.
De tal manera que, a lo largo de los mas de cien años del premio Nobel de la paz, los galardonados han sido, principalmente, personajes dedicados a promover la guerra, violar los DD.HH. invadir países, derrocar gobiernos democráticos, instaurar dictaduras, etc. Ninguno se ha destacado por haber sido promotor de la fraternidad y la paz entre los pueblos. Así las cosas, el Nobel de Paz otorgado a María Corina Machado, se inscribe dentro de esta tendencia que ha utilizado el premio como instrumento político para apuntalar el ascenso y consolidación de la decadente hegemonía del imperialismo norteamericano y sus aliados de occidente. El premio de Corina Machado se debe entender como una afrenta contra el pueblo palestino, víctima del genocidio Nazi – Sionista de Israel y, contra el pueblo venezolano, a punto de ser víctima de la agresión militar por orden del régimen fascista de Donald Trump.
Los premios otorgados a verdaderos luchadores por la democracia, los DD.HH., la soberanía, la fraternidad y la paz, aparecen como las excepciones que confirman la regla; se destacan, el Argentino Adolfo Pérez Esquivel, (1980), por su lucha contra la dictadura militar en su país y por los derechos humanos en América Latina y el Caribe; Nelson Mandela, Nobel de la Paz 1993, por haber dedicado toda su vida, incluidos sus más de 30 años de injusta prisión, a la lucha contra el Apartheid que puso fin a la segregación racial de su pueblo, con la firma de la Paz con la minoría supremacista blanca de Sudáfrica. Malala Yousafzai, Nobel de Paz (2014) (la persona más joven en recibirlo hasta ahora, 17 años) en reconocimiento su lucha por el derecho a la educación de niños, especialmente de las niñas en Pakistán. Una frase que pronunció en su discurso de aceptación del premio sintetiza su lucha “Un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo” (ChatGPT).
Asombra sí, que dicho premio haya sido otorgado a criminales ejecutores de la política de muerte para cimentar el poderío del capitalismo mundo; que, seguramente lo seguirán acompañando en su decadencia y degradación moral.
José Arnulfo Bayona, Miembro de la Red Socialista de Colombia y fiscal de la ANEP.
Foto tomada de: Al Jazeera

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