Nunca en la historia del premio Nobel, ni siquiera con Kissinger, ha habido tanta controversia mundial como con la concesión de su mención de paz a la opositora María Corina Machado, una política financiada siempre por los EEUU para intentar acabar, primero, con el gobierno de Hugo Chávez y, después, con el de Nicolás Maduro.
No se puede entender de otra manera que como una operación política de golpistas y genocidas la concesión del premio a una mujer que está pidiendo la invasión militar de su país, que apoyó al Likud, el partido de Netanyahu, justo cuando estaba cometiendo el genocidio, que ha celebrado la persecución de los migrantes latinos en EEUU, que se reunió con el hijo de Trump para prometerle el petróleo venezolano si gobernara, que ha apoyado a la extrema derecha europea, especialmente la española de VOX, que se caracteriza por su desprecio a los derechos humanos, tanto de las mujeres como de los inmigrantes, que ha justificado el asesinato de periodistas, que ha celebrado el terrorismo callejero, en definitiva, que es una persona que convoca constantemente a la guerra.
Trump bramaba porque le entregaran el premio, pero eso hubiera significado que se lo hubieran debido entregar también a Netanyahu, algo con lo que estaban presionando judíos millonarios sionistas norteamericanos. Entre un genocida y un presidente condenado que tiene asustado al mundo por sus presiones militares y arancelarias, la elección de Machado era una forma indirecta de premiar al israelí y al norteamericano al ser la política venezolana una pieza en la nómina de ambos, es decir, de la geopolítica de los EEUU.
Además, después de haber apoyado Trump las peticiones de invasión de Venezuela de Machado, así como la entrega del petróleo del país caribeño a las grandes empresas norteamericanas, le resultaba más difícil criticar la decisión, algo que, al parecer, les daba pánico a los políticos del comité Nobel, alertados de que no premiar a Trump podrían suponer más aranceles para Suecia. Todo se solventaba si Machado, en vez de dedicar su premio al pueblo venezolano, ese por el que dice pelear, se lo dedicara a Trump. Dicho y hecho, de manera que Machado demuestra una vez más para quién trabaja y Trump puede salvar la cara después de haber gastado mucho dinero y otra porción de la credibilidad del gobierno norteamericano para que le dieran el galardón que tiene el que, quizá, sea su principal pesadilla: el primer presidente negro de los EEUU, alguien que, en la mente de Trump, no debiera haber pasado de esclavo alfabetizado.
El Premio Nobel de la Paz se creó en 1901, por deseo del mismísimo Alfred Nobel, el inventor de la dinamita —un hombre que literalmente hizo fortuna con explosivos y decidió, como tanto millonarios, hacer labores filantrópicas para blanquear su sepulcro.
Tras la muerte de su hermano, Ludvig Nobel, un periódico francés hizo un obituario adelantado, como si el fallecido hubiera sido Alfred. El diario habría publicado:
“Le marchand de la mort est mort”, esto es, “El mercader de la muerte ha muerto”), a lo que añadía: “El doctor Alfred Nobel, que se enriqueció encontrando la manera de matar a más personas más rápido que nunca, murió ayer.”
Trae ese obituario, Nobel pensó que tal vez convenía equilibrar su legado: si no podía borrar el ruido de sus bombas ni pegar los miembros descuartizados, al menos podía pagar por unos cuantos discursos sobre la paz mundial. Así nació un premio que es una farsa y que ha terminado, más de una vez, en manos de generales, políticos y hasta fabricantes de armas, eso sí, todo en nombre de la concordia.
No son extrañas las controversias entre premios Nobel. Aung San Suu Kyi recibió el Premio Nobel de la Paz en 1991 por su lucha no violenta en Birmania (Myanmar). Décadas después, fue acusada de encubrir el genocidio contra la minoría rohingya. Otros ganadores del Nobel, como Desmond Tutu, la criticaron públicamente y le pidieron que devolviera el premio o al menos condenara la violencia. Desmond Tutu llegó a decir: Si el precio político a pagar por su ascenso político en Birmania ha sido el silencio, el precio es sin duda demasiado alto (…). Es incongruente para un símbolo de justicia dirigir así un país”.
Cuando Barack Obama recibió el Nobel de la Paz en 2009 —apenas nueve meses después de asumir la presidencia—, muchos otros laureados lo consideraron prematuro o hipócrita, dado que EE. UU. seguía en guerra en Afganistán e Irak. “¿Por qué le dan un premio por cosas que aún no ha hecho?”, dijo un galardonado. Igualmente Desmond Tutu y el argentino Adolfo Pérez Esquivel, también lo reprocharon, señalando la contradicción entre el galardón y el uso continuado de drones y bombardeos.
Otros premios Nobel de la paz a golpistas y asesinos como Kissinger o terroristas como Menachen Begin se descalifican por sí solos: este premio siempre ha sido una farsa, y pese a que en ocasiones ha recaído sobre personas decentes, no es sino una forma de legitimar un teatro que nació para blanquear la muerte y que siempre ha sido un instrumento de la política exterior occidental. Por eso no es extraño que crezcan las voces para que desde el Sur se cree un Premio Nobel de la paz que sea más consistente con su nombre, y que estaría más cerca de lo que hoy significa el Premio Nobel Alternativo, que busca reconocer y apoyar a personas y movimientos que trabajan por soluciones prácticas y valientes a los problemas más urgentes del mundo, especialmente los Derechos humanos, la justicia social, el medio ambiente y la paz y desarme: Greta Thumberg, Amy Goodman o Edward Snowden están entre sus galardonados.
Una de las contestaciones más contundentes a la concesión del Nobel de la paz a Corina Machado viene de otro Nobel de la paz, Adolfo Pérez Esquivel, un superviviente de los vuelos de la muerte en Argentina durante la dictadura de la Junta Militar. Machado es una firma defensora de Javier Milei, que niega la existencia de los desaparecidos durante la dictadura y que, incluso, considera que los que fueron ejecutados bien ejecutados estuvieron. No parece muy conforme con la idea de paz.
En su carta abierta, Pérez Esquivel le dice a María Corina Machado:
Te envío el saludo de paz y bien que tanto necesita la humanidad y los pueblos que viven en la pobreza, con conflictos, guerras y hambre (…) Me sorprendió tu designación como Premio Nobel de la Paz que te otorgara el Comité Nobel. Me vino a la memoria las luchas contra las dictaduras en el continente y en mi país bajo dictaduras militares que soportamos desde 1976 hasta 1983 y resistimos las cárceles, torturas y el exilio con miles de desaparecidos, niños secuestrados y desaparecidos y los vuelos de la muerte de los cuales soy un sobreviviente. En 1980 el Comité Nobel me otorga El Premio Nobel de la Paz, han pasado 45 años y continuamos trabajando al servicio de los más pobres y junto a los pueblos latinoamericanos. En nombre de todos ellos asumí esa alta distinción, no por el Premio en sí. Es por el compromiso junto a los pueblos compartiendo las luchas y esperanzas para construir un nuevo amanecer. La paz se construye día a día y debemos ser coherentes entre el decir y el hacer. A mis 94 años continúo siendo un aprendiz de la vida y me preocupa tu postura y decisiones sociales y políticas. Por lo tanto te envío estas reflexiones. El gobierno venezolano es una democracia con sus luces y sombras, Hugo Chávez marco el camino de libertad y soberanía del pueblo y lucho por la unidad continental, fue un despertar de la Patria Grande. Estados Unidos lo atacó permanentemente, no puede permitir que ningún país del continente salga de su órbita y la dependencia colonial; continúa sosteniendo que América Latina es su “patrio trasero” (…). El gobierno de Nicolás Maduro vive bajo amenaza de los Estados Unidos, el bloqueo -basta tener presente las fuerzas navales en el Caribe y el peligro de invasión a tu país- (…) Apoyas la injerencia de la gran potencia contra Venezuela. (…) ¿Por qué llamaste a los EEUU para que invada Venezuela? Al recibir el anuncio que te otorgaron el Premio Nobel de la Paz se lo dedicaste a Trump. El agresor a tu país, mintiendo y acusando a Venezuela de ser narcotraficante, mentira semejante a la de George Bush que acusó a Sadam Husein de tener “armas de destrucción masiva”. Pretexto para invadir Irak y saquearla provocando miles de víctimas, mujeres y niños (…) La peor de las violencias es la mentira. No olvides Corina que Panamá fue invadido por los EEUU provocando muertes y destrucción para capturar un ex aliado, el general Noriega. La invasión dejó a 1200 muertes en Los Chorrillos. Hoy, EEUU pretende apoderarse nuevamente del Canal de Panamá. Es una larga lista de intervenciones y dolor en América Latina y el mundo por EEUU (…). Creo Corina que tienes que analizar y saber dónde estás parada, si eres una pieza más del coloniaje de EEUU sometida a sus intereses de dominación, lo que nunca puede ser para el bien de tu pueblo.
Como opositora al gobierno de Maduro, tu posturas y opciones generan mucha incertidumbre, recurres a lo peor cuando pedís que EEUU invada Venezuela. Lo importante es tener presente que construir la paz requiere mucha fuerza y coraje en bien de tu pueblo, que conozco y quiero profundamente, porque donde antes había chabolas en los cerros sobreviviendo en la pobreza e indigencia hoy hay viviendas dignas, salud, educación y cultura. La dignidad del pueblo no se compra ni se vende.
Corina, como dice el poeta: caminante no hay camino, se hace camino al andar. Ahora tienes la posibilidad de trabajar para tu pueblo y construir la paz, no provocar mayor violencia. Un mal no se resuelve con otro mal mayor, solo tendremos dos males y nunca la solución del conflicto. Abre tu mente y corazón al diálogo, al encuentro de tu pueblo, vacía el cántaro de la violencia y construye la paz y unidad de tu pueblo para que entre la luz de la libertad y la igualdad…”
Hermosas palabras de un hombre bueno. Pero no nos engañemos: María Corina Machado es una asalariada de los EEUU con un objetivo: apropiarse del petróleo de Venezuela. La concesión del premio de la paz acerca un poco más la guerra en Venezuela.
Y por eso, sería conveniente que, de acuerdo con el cambio de nombre del Ministerio de Defensa en EEUU, el premio pasara a llamarse Premio Nobel de la guerra o, de manera aún más honesta, Premio Nobel de la OTAN. Ya sabemos que los fascistas “primero, fascinan a los tontos. Luego, amordazan a los inteligentes.” Si hablamos de fascismo, María Corina Machado es una avezada adelantada. Con ese nombre, llamándolo Premio Nobel de la OTAN, seguro que habrá algunos tontos menos fascinados por esos focos y decorados que no son sino una enorme farsa para fascinar a idiotas.
Juan Carlos Monedero
Foto tomada de: Euronews.com
Muy profundo análisis que desnuda a realidad política y de doble moral de EEUU. y de sus secuaces.