Colombia enfrenta hoy un escenario laboral paradójico. La tasa de desempleo cayó a 8,2%, la más baja en una década[i], pero los trabajadores continúan recibiendo salarios bajos, la informalidad se mantiene alta y los empleos son de corta duración. Entre 2024 y 2025, la informalidad se ubicó en 55%[ii], tres puntos menos que en 2022, lo que muestra una leve mejora, y la dificultad para una mayor reducción no puede atribuirse a los aumentos del salario mínimo. De hecho, los datos del DANE sobre el PIB por el enfoque del ingreso permiten concluir que los incrementos del salario mínimo no han aumentado la participación de los salarios dentro del ingreso nacional, que sigue estancada alrededor del 33%, incluso ligeramente por debajo del promedio prepandemia. En la OCDE y en algunos países de la región la participación de los salarios supera el 50% del ingreso nacional (PIB) mientras que en Colombia no supera la tercera parte.
La evidencia indica que las ganancias empresariales y las rentas pesan más que los salarios en el ingreso nacional. Esto ocurre porque, aunque las empresas sí ajustan el salario mínimo, no hacen lo mismo con el resto de remuneraciones: muchos salarios superiores al salario mínimo no se incrementan, o se incrementan por debajo del IPC o, en el mejor de los casos, al nivel de la inflación, lo que ha generado una creciente convergencia de todos los salarios hacia el mínimo legal.
Esto se evidencia en la información presentada por el DANE durante la mesa de negociación del salario mínimo para 2025.

En el cuadro se observa claramente que los ocupados que ganan más de un salario mínimo han perdido participación en todos los rangos señalados.
El supuesto impacto negativo del salario mínimo tampoco se sostiene al mirar la estructura real de costos de las empresas. En Colombia, los salarios representan en promedio solo el 30% de los costos empresariales[iii]. Un aumento del 5% real en el salario mínimo tiene un efecto del 1,5% en la estructura total de costos, y de 0,59% si se ajusta por productividad de 0,91%[iv]. Ninguna economía se desploma por un incremento tan marginal.
¿Por qué el empleo bien remunerado no despega y la informalidad cede poco?
Según información del DANE presentada en la mesa de concertación del salario mínimo de 2026, entre enero y octubre de 2025, el país registró 23,7 millones de personas ocupadas. La distribución salarial fue la siguiente:
- 11,4 millones (47,99 %) ganan menos de un salario mínimo legal mensual vigente (SMMLV).
- 2,4 millones (10,12 %) reciben exactamente un SMMLV.
- 9,93 millones (41,88 %) devengan más de un SMMLV.
El informe también reveló una significativa variación en la categoría de ingresos: 1,23 millones de personas dejaron de percibir exactamente un SMMLV para ubicarse por debajo de los ocupados que ganan un salario mínimo. Esto representa una reducción de aproximadamente el 35% en el número de personas que ganan exactamente el salario mínimo (pasando de 3,7 millones en 2024 a 2,4 millones en el periodo analizado de 2025). Los empresarios atribuyen este deterioro del empleo por ingresos a la reforma laboral y al porcentaje de incremento del salario mínimo fijado para el año 2025.

La respuesta está en otro lugar: las tasas de interés. Con una tasa de referencia del 9,25%, por parte del Banco de la República, que se multiplica por tres en los créditos otorgados por el sector financiero, Colombia tiene una de las tasas más altas de la región. Esto encarece el crédito productivo, frena el crecimiento empresarial y limita la sustitución tecnológica. Si las empresas no invierten en modernización, difícilmente podrán generar empleos de calidad. El Banco de la República insiste en que estas tasas son necesarias para controlar la inflación, pero el costo social es evidente: la economía real se asfixia y el empleo se deteriora mientras el sector financiero prospera.
A esto se suma un problema estructural aún más profundo: Colombia invierte muy poco y, cuando lo hace, invierte mal. La economía se mueve principalmente por el consumo, que representa casi el 92% del PIB. La inversión, en cambio, cayó del 19,3% al 16,7% durante los últimos tres años. Sin capital productivo, es imposible mejorar la productividad laboral, clave para que los salarios crezcan de manera sostenible.
La comparación internacional es elocuente. China, por ejemplo, sostiene tasas de inversión que oscilan entre el 40% y el 43% del PIB. Su consumo representa apenas la mitad del producto. Esa apuesta por infraestructura, maquinaria, innovación, energía eficiente y tecnología explica por qué su productividad laboral creció 4,9% en 2024. No se trata de copiar modelos, sino de entender una verdad fundamental: los empleos estables y los buenos salarios solo nacen donde hay inversión productiva e innovación tecnológica.
Colombia, en cambio, es un país de microempresas de subsistencia —el 95% del total de las empresas del país— que no acumulan capital, no innovan y tienen baja o nula productividad. En ese ecosistema empresarial, marcado por la precariedad, es ilusorio pensar que la calidad del empleo va a mejorar solo conteniendo los salarios. La estructura misma de la economía impide crear empleos buenos, y los gobiernos recientes, incluido el actual, no han logrado transformar esa realidad.
Los ingresos laborales han mostrado un leve repunte: los asalariados pasaron de ganar en promedio $1.860.365 en 2023 a $2.158.174 en 2025. Por lo que el aumento del consumo no proviene de mejoras salariales, sino de factores externos como las remesas, el buen precio del café y, en parte, recursos provenientes de economías ilegales que terminan impulsando sectores como la construcción, el turismo, restaurantes y el comercio. Nada de esto representa una base sólida para el desarrollo.
La desigualdad, por su parte, no mejora. El coeficiente GINI pasó de 0,536 en el gobierno Santos a 0,545 con Duque y a 0,553 en el gobierno Petro[v]. La pobreza monetaria y extrema apenas se han movido.
En estas condiciones, culpar al salario mínimo por la fragilidad de la ocupación es una distracción. El verdadero bloqueo está en la combinación de tres factores:
- Altas tasas de interés que ahogan la inversión.
- Caída y mala calidad de la inversión pública y privada.
- Una estructura productiva débil, sin industria sofisticada ni infraestructura moderna.
Para transformar esta realidad, Colombia necesita mucho más que un debate anual sobre el salario mínimo. Requiere una política industrial seria, un Banco Nacional de Desarrollo que financie proyectos estratégicos y una apuesta decidida por la infraestructura económica —ferrocarriles eléctricos de alta velocidad, carreteras 5G, puertos modernos— junto con ciencia y tecnología que eleven la eficiencia productiva. Es indispensable incorporar inteligencia artificial a los procesos industriales, adoptar fuentes de energía de alta densidad que aumenten la productividad del trabajo y sostengan la industrialización, la digitalización y el desarrollo de la IA. Todo ello debe articularse con una política monetaria alineada con los objetivos del trabajo decente y el desarrollo productivo.
El salario mínimo no es el enemigo del empleo de buena calidad. El verdadero enemigo es un modelo económico que no invierte, sino que especula, no innova y no fomenta la creatividad sino la criminalidad. Mientras no entendamos esto, seguiremos atrapados en la falsa idea de que el trabajo es caro, cuando lo que realmente es caro —para el país— es seguir sin un proyecto productivo innovador que permita que los salarios crezcan con la dignidad que merece la gente que trabaja.
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[i] En parte, la disminución de la tasa de desempleo se explica por la migración de colombianos —que durante el gobierno Petro supera el millón de personas— y por la baja tasa de crecimiento demográfico, un fenómeno que se ha acentuado en el país.
[ii] https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/mercado-laboral/empleo-informal-y-seguridad-social
[iii] https://www.sur.org.co/los-salarios-en-la-economia/#:~:text=Recordemos%20que%20no%20hay%20producci%C3%B3n,del%20consumo%20de%20los%20hogares.
[iv] https://x.com/DANE_Colombia/status/1994119243324117261/photo/1
[v] https://www.larepublica.co/economia/asi-ha-sido-el-comportamiento-del-coeficiente-de-gini-durante-los-ultimos-gobiernos-4197874
Carlos Julio Diaz Lotero
Foto tomada de: Impacto News

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