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La teoría política del “Balin”

9 junio, 2025 By Jaime Acosta Puertas Leave a Comment

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Inaudito que en la reciente convención de Asobancaria hubiera participado un autodenominado precandidato del Centro Democrático – personaje desconocido y tremendo por sus ideas de retorno al más alucinado uribismo -, cuando dijo que le daría balín (bala) a la protesta social si gana la presidencia de la república. Unos empresarios aplaudieron y otros carcajearon. Hizo muy bien el presidente de no ir a la clausura.

Sin embargo, este es el ambiente de cuanto evento gremial ocurre en Colombia desde cuando Petro ganó la presidencia. Pocos meses duró la coalición de gobierno y del Frente Amplio. Se fue endureciendo el discurso político y de una oposición agazapada se pasó a un desborde verbal del bajo mundo, el mismo que se escucha de los testigos que defienden a Álvaro Uribe ante la señora juez y la señora fiscal.

El presidente Petro perdió la paciencia y empezó a responder con igual furia en su X y en las concentraciones en plaza pública. Para quienes somos progresista, no nos gusta ese talante, porque el presidente de la nación no puede ponerse al nivel de los irracionales.

Las cosas venían mal, personalmente, no me gustó lo que hizo Petro en la plaza de Bolívar con la espada del Libertador. No debió tomarla con sus manos para ofrecerla a la multitud. Se creyó el libertador del pueblo en su lucha contra la oligarquía. Tampoco me gustó el discurso en Barranquilla a su regreso de China y de Roma y de lo cual nunca dijo nada ni tampoco su canciller. En esa manifestación se esperaba un balance preliminar y en otra noche una alocución nacional. Días después, en una entrega de tierras a campesinos de alguna región del Caribe, volvió con palabras cargadas contra la oposición cuando debió hablar y mostrar los logros de su gobierno con la política de devolución de tierras al campesinado víctima de la violencia.

Las buenas acciones del gobierno mostradas por la ministra de agricultura, las enormes bondades sociales de la reforma pensional, las ejecutorias del ministerio de vivienda, los desarrollos de la política de reindustrialización, de eso nada. Se concentra en atacar a las Comisiones del Senado, a su presidente mala clase, y a las Cortes por la obstrucción a las reformas. Sin ese obstruccionismo no sería necesario interrumpir el cumplimiento de la regla fiscal, que es un mecanismo usado por todas las economías emergentes para impulsar sus políticas de desarrollo de largo plazo. La ortodoxia es dogmática y obstruccionista, pero el gobierno debe explicar en qué va a invertir esa plata.

La oposición, a más de insultar, agredir y desconocer al gobierno, insulta, maltrata y desconoce a la ciudadanía. Las reformas sociales son para modernizar un neoliberalismo que trajo la tercera ola de violencia a Colombia. Cabe recordar que la primera violencia fue entre liberales y conservadores; la segunda, de las insurgencias y poderosos narcotraficantes; y la tercera, es la violencia neoliberal, que empieza con Gaviria y Uribe y aún no acaba, y tiene algo de la anterior más el componente de destruir al progresismo y perpetuar un modelo extractivista carente de un potente estado regulador, innovador, transparente, humano y emprendedor.

Así las cosas, tenían que llegar acciones demenciales como el atentado al senador Miguel Uribe. Una acción perversamente inteligente, cuidadosamente planificada y pensada por “teóricos del balín” para desestabilizar al gobierno y a la nación, y posicionar desde la maldad las aspiraciones de una ultraderecha que no tiene opción de triunfo en 2026, salvo que el centro, vacío de contenidos, ética e ideología, se una y formen una miedosa fuerza electoral.

Sin embargo, el atentado tiene además como propósito inmediato bloquear el trámite de las reformas sociales que llevan dos años en el congreso y que el Senado no aprueba, como tampoco aprobó haciendo trampas la consulta popular. Además, las leyes que resultan del legislativo las destruye o neutraliza la Corte Constitucional, como ocurrió con la reforma tributaria y que tiene en el congelador la reforma pensional, no sé esperando qué. Es decir, un Estado lento, turbio y fracturado en sus tres poderes, dos de los cuales, el Legislativo y el Judicial, hacen una destructiva oposición al Ejecutivo progresista. Es decir, un ataque desde las mismas instituciones del Estado, por lo cual el llamado a una Asamblea Constitucional tiene razón porque los arreglos institucionales son torcidos que destruyen la nación.

Entonces, resurge la violencia para posicionar nuevamente el discurso de la seguridad democrática ante el equivocado cálculo de la paz total, error derivado del incumplimiento al acuerdo de paz con las FARC. Entonces, los actores del conflicto interno se reordenaron, fraccionaron y multiplicaron porque Duque hizo trizas el acuerdo firmado por Santos. De esa manera se rompió la línea del proceso de paz total, porque el narcotráfico que alimenta la violencia del siglo XXI ya no es un negocio desde Colombia para el mundo como ocurría hasta el 2018. Ahora Colombia solo es uno de los epicentros estratégicos de multinacionales de la ilegalidad que sigue avanzado y se transforma mientras la economía global profundiza su crisis en occidente.

Ahora bien, la oposición pide moderación en los discursos del presidente, pero ¿qué ofrece? ¿Más manipulación, engaño y ataques solapados a través de sus grandes medios y de un nefasto club de políticos obedientes rendidos a sus pies con el aval de que pueden robarse los recursos públicos?

La situación es compleja, y solo queda hacer la mejor tarea posible para que el progresismo se consolide. Bajarle a la agresividad discursiva es parte de la estrategia de prolongar el proyecto de cambio, el cual debe centrarse en mostrar los avances, dificultades y anhelos, y continuar construyendo y difundiendo un progresismo con características propias, porque la compleja y peligrosa singularidad de Colombia, es inimitable. Aquí muere o se transforma la teoría de otros mundos y del fin de la historia.

Los acuerdos políticos son difíciles. Chocan un neoliberalismo inequitativo y depredador de cuanto recurso avizore, frente a un progresismo que, si bien tiene ovejas negras porque la descomposición de la sociedad está en todos los segmentos sociales, económicos y políticos, la apuesta por la equidad, el desarrollo sostenible, la cultura y la transformación del sistema productivo con base en educación y en ciencia y tecnología, lo diferencia de la ortodoxia neoliberal del crecimiento injusto, inequitativo y atrasado.

Desde hace dos siglos el conservadurismo secuestró la democracia de Colombia, las cortes defienden a una dirigencia que se opone a un proyecto de cambio que pretende un capitalismo más humano, sostenible y productivo, donde los medios son las voces de la violencia que amparan los abusos del poder con una mentirosa idea de instituciones producto de una engañosa constitución de 1991. La política como práctica mafiosa entre políticos y empresarios, y una ciudadanía engañada y asesinada para bloquear su movilización. Miles de líderes asesinados. Esto y más ha derivado en una sociedad que fácilmente transita de la discrepancia a la antipatía, de la antipatía al odio y del odio a la violencia.

La cultura del odio la crearon liberales y conservadores, la consolidó el uribismo y la actual oposición, odio que extienden a una sociedad carente de educación, manipulada y abandonada que decide darse “balín” por obsesiones y maldad de la dirigencia. La teoría del “balín” que ha derivado en la cultura del “balín”, no es invención de los más pobres y de la clase media, es invento de un violento conservadurismo que ha gobernado a Colombia.

El senador Miguel Uribe fue seleccionado de manera inmisericorde y meticulosa, siendo un fervoroso y radical vocero del uribismo. Creyeron que por ser nieto de un expresidente de ingrata recordación, e hijo de una reconocida periodista asesinada, movilizaría a la población como cuando asesinaron a Galán y a otros líderes, y usaron los desbordes verbales del presidente, como justificación para armar el caos. Se equivocaron. Uribe Turbay no es Luis Carlos Galán. Sin embargo, este es un atentado distinto a otros. Fue pensado para generar caos, más odio, más polarización, y dar un golpe de estado entre derecha y mafias. Efraín Cepeda y su banda quisieron poner al Procurador y a las fuerzas militares contra el gobierno, y fracasaron. El senador no murió, tampoco el sicario. Se les cayó el telón de la infamia.

La pacífica movilización ciudadana debe continuar, también la consulta popular porque el Congreso de la República cumple de manera tramposa y mañosa sus funciones, el presidente debe hablar tal como lo hizo en la multitudinaria concentración del 11 de junio en Cali, la oposición debe pasar las reformas sociales y dejar de matonear al gobierno y hacer a un lado al nefasto Efraín Cepeda, y el Pacto Histórico debe aprender, construir pensamiento para el discurso político, y perfeccionar las estrategias para avanzar y ganar en el 2026.

Cuando la oposición recurre a la violencia es porque perdieron la razón como se constata en el juicio a su líder.

Jaime Acosta Puertas

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Filed Under: Revista Sur, RS Desde el sur

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