La derecha tiene motivos para agradecer el atentado.
“Gracias Miguel Uribe por unir a Colombia”, reconoció en plena marcha un negro muy negro con credencial de Representante, ignorante de la bestialidad que decía.
O sea: Si no te joden los criminales, no estaríamos aquí, en esta marcha gozosa.
Porque, en lugar de caminar en silencio – con congoja por el crimen –, gritaron por las calles con una feliz emoción propia de un triunfo electoral. Y con razón, pues convirtieron la marcha en el primer acto nacional de campaña electoral 2026.
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LA SITUACIÓN. La tarde del sábado 7 de junio en el barrio Modelia de Bogotá, el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay fue atacado a muerte por un menor de edad, sin que a pesar de la captura in fragranti del sicario las autoridades sepan quién dio la orden.
Sin embargo, el expresidente Pastrana, al que avergonzaron con una silla vacía en El Caguán, y César Gaviria, el enriquecido con la política, coincidieron con Vicky Dávila en que “Petro es el responsable político” del atentado. Y los reservistas que desde el 15 de febrero se tomaron el puente de la calle 100 con 7ª organizados por los Uscátegui, concejal y Representante del Centro Democrático, con ciencia y paciencia del alcalde Galán, afirman temerariamente en una pancarta colgante que “la orden la dio Petro”. Las mismas huestes que a diario arenga la senadora Cabal, consciente de que el CD es el partido de las fuerzas armadas.
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EL PLAN. Aprovechar la situación, apropiarse del dolor político del Centro Democrático (“dolor de patria”, le gusta decir al patriarca procesado hoy por delitos comunes), y organizar en todo el país las manifestaciones públicas que por falta de un buen motivo no cuajaron antes. Las consignas: echar a andar la historia de que el atentado nos “devuelve al pasado”; y “rechazar el lenguaje del odio” del que sólo culpan al presidente Petro.
La movilización contra el gobierno fue activada la misma noche del atentado contra Miguel Uribe Turbay en las instalaciones de la clínica donde fue llevado herido, a la que acudieron con prisa Pastrana y Vicky Dávila a disputarse la primicia de señalar a Petro como “el único responsable” de lo ocurrido.
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LA MARCHA DEL DOMINGO 15 DE JUNIO. La promocionaron como la “marcha del silencio”, y resultó ruidosa y belicosa.
Dijeron que su propósito era rechazar “el lenguaje del odio”, y no hicieron más que supurar odio contra el Gobierno del Cambio gritando: ¡Fuera Petro! ¡Fuera Petro!, hasta desgañitarse.
La anunciaron como una manifestación para unir a Colombia, pero solo admitieron a los propios, y a quienes reconocían como enemigos públicos declarados de Petro; entre ellos, Fajardo y Robledo. A los demás los rechazaron con insultos y amenazas. Agredieron físicamente a los periodistas de RTVC.
Fue convocada por “distintos sectores de la opinión pública”, cuando todos ellos pertenecen a un único sector: el Centro Democrático y sus afines estratégicos. Es decir, Andi, Fenalco, Camacol, Cambio Radical, Partido Conservador, Mira, La U, Partido Liberal oficialista, Colombia Justa y Libres, y los medios masivos de derecha encabezados por Caracol y RCN radio y tv, El Tiempo, El Colombiano, El Espectador, los alcaldes de Cali, Medellín, Bogotá, Cúcuta, entre otros; y otras organizaciones políticas, y gremios patronales que hacen oposición abierta al gobierno Petro.
Son los que jamás convocaron una marcha igual “contra la violencia” cuando ocurrieron los atentados contra Bernardo Jaramillo (22 de marzo 1990) y Carlos Pizarro (26 de abril 1990), candidatos presidenciales de la izquierda colombiana. Es que los muertos de la izquierda “no merecen una misa”. Para no mencionar los centenares de líderes sociales asesinados, que para ellos “no valen la pena”; o los 6042 asesinatos cometidos por las fuerzas armadas, el electorado preferido del CD.
Para esas víctimas, los “distintos sectores” que convocaron la marcha del 15 de junio no organizaron grandes protestas públicas callejeras para rechazar la violencia. No eran suyos, eran de “esa pobre gente”. Y si bien los convocantes de ahora no dieron las órdenes, y con seguridad no desearon esos crímenes, son los beneficiarios de ese mismo Estado que a través de sus agentes oficiales asesinó a Pizarro y a Jaramillo – igual que a Luis Carlos Galán –, quitándoles de encima candidatos tan aguerridos y tan incómodos con sus denuncias de complicidad con las mafias de las drogas y la corrupción.
Hablo de los dueños de los gremios empresariales, y de los personajes que en las escalinatas del Capitolio anunciaron la “Gran marcha del silencio contra la violencia y la polarización”. Pacho Santos, la Paloma, la Cabal, la Holguín, la Vicky, Efraín Cepeda, el autoproclamado “jefe de la banda que negará todas las reformas a Petro” (no confundirlo con “el costeño” que busca la fiscalía por el atentado), uno de los retoños del general Uscátegui clamando por sus soldados, y otros ganapanes de Uribe Vélez.
Unos y otros son la oposición cerril al primer gobierno progresista – que defiende un capitalismo menos desigual, nada más –, que se niegan a aprobar las reformas a la salud y al trabajo asalariado, cuando con ésta sólo se pretende regresar al trabajador los derechos que Uribe y sus congresistas le quitaron en 2002.
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EL GRAN SALDO. Es evidente que la marcha fue el primer gran acto de arranque de la campaña electoral de 2026, tal como lo venía exigiendo el patrón del Centro Democrático en los ratos libres que le deja el juicio penal que enfrenta por tres delitos comunes.
La marcha actuó como cernidor de la morralla en la consulta interna del Centro Democrático para seleccionar su candidato presidencial. Tengo la sensación de que el clamor en las calles escogió a Miguel Uribe Turbay, y que los otros competidores lo saben, según lo reflejan sus disminuidas fachas de fachos.
La desgracia parece haber escogido a Uribe Turbay, y con eso cuenta la poderosa gavilla que saltó al cuadrilátero político detrás del atentado, con la excusa de “rechazar la ola de violencia actual y la polarización”. Es difícil darle la espalda después del atentado y de las muestras de devoción partidista y de clase demostradas en estos últimos días. Con respeto por él, digo que la coyuntura política de Donald Trump puede repetirse. Y de ser así, la tragedia facilita las cosas a la derecha en la perspectiva de atajar un nuevo gobierno progresista, al unificar el discurso que sus propias miserias les había impedido lograr.
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LA FARSA RESULTANTE. La multitudinaria “marcha del silencio” quiso que fuese semejante a la que Jorge Eliécer Gaitán convocó en la Plaza de Bolívar de Bogotá el 7 de febrero de 1948 (62 días antes de caer asesinado), y resultó una farsa.
Aquella se convocó como un acto desesperado de la oposición liberal para rogar al gobierno conservador que detuviera el exterminio sistemático que su policía y sus agentes políticos cometían entre los liberales de base. De allí la gravedad del silencio de la multitud, y por ello El Caudillo imploró respeto por la vida de los liberales. El gobierno de Petro no extermina a la oposición, y no hay que implorarle que detenga sus huestes criminales, como entonces. Los que atentaron contra Miguel Uribe Turbay deben ser parte de una mafia del crimen organizado, o de un cuncho lumpenizado de las guerrillas desarmadas, o de otra aventura del ELN, que no puede descartarse… o de un grupo de reservistas, pues no han sido extraños a los señalamientos de actos delictivos con implicaciones políticas.
¿Esas multitudes fueron espontáneas? Algunos medios alternativos preguntaron a ciertos marchantes qué motivos tenían para marchar, y sus respuestas revelan el engaño, o que fueron comercializados, pues algunos pobres confesaron haber recibido 50 mil pesos por asistir, igual a un día de salario. ¿Quién les entregó esas banderas limpias e iguales de manufactura? ¿De dónde sacaron esas camisas blancas perfectamente nuevas que lucían sobre sus pobres ropas de uso diario? ¿Qué directorio político los empadronó? ¿Quién los condujo a los buses en que fueron transportados y que ocultaron en calles adyacentes, igual que hacen en elecciones?
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EL LEGADO. El legado de la “marcha del silencio” se reduce al grito rabioso de ¡Fuera Petro! ¡Fuera Petro!, y no se escucha una voz de aquellas que se apropiaron del Estado que acepte haber insultado a sus contendores, no haber calumniado y agredido al gobierno. Si es que al propio Miguel Uribe Turbay ha sido insultado gravemente por sus “compañeras” que luchan con él por la nominación presidencial de su partido.
Felizmente, la iglesia católica logró sentar al presidente, al belicoso presidente del Senado, y a los presidentes de las altas cortes que han metido baza en el conflicto, con el fin de obtener un compromiso de bajar la flama a la lucha verbal. El único atropello del que puede quejarse la oposición.
Faltó sentar en esa mesa a los perturbados directores y periodistas de los grandes medios de comunicación, que son los avispones de la discordia.
Álvaro Hernández V
Foto tomada de: El País
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