La clase política no solo pervirtió el voto ciudadano, lo clientelizó, lo corrompió, le puso precio a cambio de pequeños favores y grandes contratos. Del voto ciudadano como derecho y como obligación, instrumento de participación en la definición del destino de la sociedad, solo queda una estela de corrupción y clientelismo, al amparo de don Dinero quien todo lo compra y corrompe. Nada se les escapa. Ahora quieren hacer lo mismo con la recolección de firmas, desnaturalizar el poder que la Constitución del 91 entregó a los ciudadanos para ejercer su derecho a presentar candidatos a los órganos legislativos y a la presidencia por fuera de los partidos o para revocar el mandato de los gobernantes elegidos o para demandar la aprobación de leyes de beneficio general.
Heredero político de una de las pocas familias que por siempre y cíclicamente han gobernado el país, fundador, jefe máximo y gerente propietario del partido Cambio Radical, ex vicepresidente hasta hace tres meses a nombre de ese partido, hoy se quiere presentar como un “ciudadano más”, “un hombre sin partido”, ajeno a la politiquería y la corrupción de los “demás”, en una operación política donde la máscara de maquillaje y la mimetización saltan a la vista.
La estrategia de Vargas Lleras pone al desnudo la fragilidad y las miserias de los partidos del establecimiento. Ya no satisfacen ni a sus propios jefes. Con su campaña por firmas, Vargas Lleras ha notificado a sus copartidarios que la política, como la amistad, es un “Barco lo bastante grande como para llevar a dos con buen tiempo, pero a uno solo en caso de tormenta”, como lucidamente lo escribió Ambrose Bierce en su Diccionario del Diablo.
Vargas Lleras y sus asesores de campaña han descubierto en las firmas una habilidosa manera de escarpar a su pasado, para limpiar su nombre, para evitar señalamientos que avergüencen, para remozarse, para mimetizarse, para tomar distancias de los “amiguis” de ayer que cayeron en la “tentación” de robar de manera abierta y radical, para ampliar el espectro político más allá de los estrechos límites partidistas, para tender puentes con otras fuerzas de centro derecha, para intentar desmarcarse de toda relación con los escándalos de la gobernación de La Guajira, de los 349 sancionados y los 41 dirigentes elegidos con el aval de Cambio Radical que han sido destituidos, de los 19 congresistas que han dejado su curul por investigaciones o condenas por parapolítica y de los 44 que tienen investigaciones en curso.
Quiere con cuatro millones de rúbricas limpiar el pasado reciente de su partido, lleno de expedientes, destituciones, investigaciones administrativas y penales y un buen número de inquilinos de la Picota. En síntesis, quiere limpiar su Establo de Augías, que traducido a colombiano castizo significa limpiar el establo inundado de excrementos.
Limpiar el establo para no complicarse la vida con su entorno político cercano, donde la corrupción, el desfalco de las tesorerías públicas, el saqueo a la alimentación escolar, el clientelismo y el tráfico de influencias generan preguntas incomodas entre los potenciales electores.
La tacada de Vargas Lleras es una audaz y novedosa forma de transfuguismo. Fugarse de su propio partido para pasarse a su propio movimiento por firmas. Huir del pasado de Cambio Radical para intentar encontrarse a si mismo en el “Movimiento Significativo de Ciudadanos Mejor Vargas Lleras”, presidente 2018-2022. Los integrantes de su bancada, como politiqueros de oficio, miraran como acomodarse con el ganador y asegurarse repetir curul, podrán ejercen como trásfugas, su jefe “natural y único” les ha dado la patente de corso para hacerlo o someterse a la disciplina de perros del nuevo Movimiento y exclamar Mejor con Vargas Lleras.
El aprovechamiento de las firmas para todos los propósitos, desde lo más nobles hasta los más perversos, no es de ahora, hace rato viene siendo utilizadas por los tirios y por los troyanos que aspiran a ser presidentes. Las firmas han servido y sirven para todo: igual se utilizan para promover medidas contra la corrupción mediante un referendo (Claudia López y Angélica Lozano); promover un referendo contra la adopción de menores por parte de parejas del mismo sexo (Viviane Morales); revocar al Alcalde Peñalosa; revocar simbólicamente el mandato del presidente Juan Manuel Santos (Centro Democrático, mayo de 2016); recoger un millón de firmas para exigir la renuncia de la ministra de Educación Gina Parody (Fecode mayo de 2016); rechazar la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc (Centro Democrático y Movimiento NO+Santos); instaurar la prisión perpetua para los violadores, secuestradores, maltratadores y asesinos de niños (Grupo de ciudadanos, encabezados por Johana Jiménez, hija de la desaparecida senadora Gilma Jiménez).
La recolección de firmas se ha convertido en una suerte de precampaña electoral para medir fuerzas, calcular estrategias y posibles alianzas, para decidir si se insiste o se opta por un senado o una cámara. Para posesionar el nombre para las próximas. Para aspirar a la alcaldía de Bogotá más tardecito. También es frecuente que se convoque a los ciudadanos a firmar por una causa (anticorrupción o antiadopción) y luego se pretenda convertir a los firmantes en votantes de una o un candidato presidencial.
Como están las cosas, los ciudadanos estamos obligados no solo a cuidar el celular y la cartera, también debemos cuidar el voto y hasta la firma. Treinta precandidatos, por ahora, recorren el país necesitados, casi menesterosos, buscando afanosamente a los millones de colombianos que desprevenidos transitan por calles, supermercados o sitios de aglomeración, cualquier ciudadano, no importan su filiación política, si es pobre o rico, si vota o es abstencionista, lo importante es que firme, no se le pide más. Una firmita no se le niega a nadie es su eslogan de campaña.
La audaz estrategia de “Mejor Vargas Lleras” puede hacer realidad el popular adagio: “el camino al infierno está lleno de buenas intenciones”… y de firmas.
HERNÁN SUÁREZ: Licenciado en Historia, columnista de Las 2 Orillas, editor de las Revistas Economía Colombiana de la Contraloría General durante 13 años, de la Revisa Foro, 20 años y de la revista Educación y Cultura de Fecode, 23 años. Exasesor del Secretario de Educación de Bogotá y Subdirector del IDEP. Actualmente se desempeña como asesor editorial
*Publicado originalmente en el Portal Las 2 Orillas