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El Pacto y el Frente (II)

11 diciembre, 2025 By Jaime Acosta Puertas Leave a Comment

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Mientras la derecha busca rumbo para las consultas de marzo y la primera vuelta presidencial en mayo, el Pacto Histórico se muestra organizado, con potentes liderazgos cuya tarea siguiente es perfeccionar el pensamiento progresista, el programa de marzo y el plan de gobierno para mayo.

El discurso progresista es lo más importante, porque es el marco ideológico del cual emanarán la acción política y las propuestas de gobierno: es la secuencia para la acción del cambio cultural en la sociedad y para que las ideas progresistas se difundan. La gente siente que Colombia no es la misma desde el 7 de agosto de 2022. Siente que se produjo un cambio, que no está consolidado porque es absurdo exigir que así ocurra si solo han transcurrido tres años y algunos meses de un primer gobierno, y cuando las transformaciones se tramitan en un adverso Congreso de la República, más un poder Judicial donde las Cortes parecen un partido de ultraderecha y no instituciones para hacer justicia y decidir en derecho.

Se debe seguir decantando el daño que hace una oposición obstinada en obstaculizar los cambios sociales. Con mentiras, no podrán convencer a la gente diciendo que los problemas son por culpa del mal gobierno y no de ellos. Ese cuento no lo cree nadie, excepto los irracionales.

El Pacto ha sabido ganar la batalla jurídica previa a la inscripción de listas para el Congreso de la República, ahora debe sembrar pensamiento para cosechar victorias. El talante con el cual Iván Cepeda, candidato a la presidencia de la nación, se comunica con la gente en sus concentraciones públicas (discursos cortos pero contundentes), muestra su talante intelectual y su experiencia acumulada en una larga carrera política que lo ha llevado a conocer y sufrir espantosas realidades, es un material que se debe circular, porque es memoria y poderoso instrumento pedagógico.

El cuaderno digital irá creciendo y se convertirá en un libro de obligada lectura, en la formación de una cultura de cambio. Son textos centrales para la construcción y consolidación del pensamiento progresista. No únicos, porque en la otra cara de la moneda progresista está una enorme mujer: profunda, pensante, estructurada, transparente y convencida de la agenda de disrupciones que necesita Colombia. Carolina Corcho sabrá proponer nuevos textos políticos según la exigencia de los debates de aquí al 8 de marzo y luego hacia la primera vuelta.

En el grupo de candidatos al congreso, el Pacto tiene gente excelente, mujeres maravillosas y hombres con trayectoria, que alimentarán la construcción ideológica y programática, junto al grupo de expertos que serán el centro de estudios progresistas. Al Pacto no le falta gente, al Pacto no le sobra gente, el Pacto tiene las líderes y los líderes que en este momento la acción política exige. El Pacto está consolidando la nueva etapa de la conversación política y construyendo el segundo piso del progresismo.

Colombia abraza este proyecto político, porque el centro y la derecha deambulan en la confusión que han inventado. El camino que tomaron lo crearon ellos. Abusaron, trajeron atraso, se convirtieron en un banco de mentiras, impusieron con sevicia la desigualdad, inventaron una violencia cruel e inagotable, una miserable corrupción en ascenso, una ilegalidad en expansión la cual es básica, sin alma y sin corazón, además superficial, y una oposición que arrastra la pesada carga de una equivocada dirigencia tradicional.

El Pacto no está solo, tiene amigos que no sabemos que tan cercanos están, y son las agrupaciones inscritas en el Frente Amplio, donde se combinan liberales quién sabe de qué tipo, simplemente se dicen liberales progresistas, lo cual tendrán que explicar Cristo y Roy, porque deben decir cuál es el liberalismo que traen.

Clara López es una extraordinaria mujer que sacará muchos votos en la consulta de marzo y sería una maravillosa fórmula vicepresidencial de Iván Cepeda. Colombia emergería con solvencia ideológica, tranquilidad política y con la certeza de un binomio que conduciría de manera inmejorable la nación. Sería además un enorme respaldo para los congresistas del Pacto. Su respetabilidad, coherencia política y altura intelectual está por encima del escrutinio de la retorcida oposición.

No voy a detenerme en los demás colectivos que hacen parte de la consulta del Frente Amplio. Lo único cierto es que se puede conformar una potente fuerza progresista para ganar mayorías en el Congreso y de pronto la presidencia en la primera vuelta, porque la oposición llegará fragmentada, en su ocaso político e ideológico, porque Colombia no está para Bukeles, Mileis, Noboas, Bolsonaros, Uribes y Abelardos, abrazados de rodillas a Trump.

La tarea del Frente Amplio es decirle al país cuál es su ideario político, cuál su propuesta programática, y cómo se integra con las ideas del Pacto. Marzo está encima y la gente debe tener claro los contenidos de la gran unidad progresista. Seguramente en pocas semanas Colombia conocerá que será el Frente en marzo y como se proyectará para mayo.

Ahora bien, el discurso político no puede ser la estricta continuación del discurso de Petro. Ahí están las bases, que es necesario continuar, como las reformas sociales, el cambio climático, la defensa de la biodiversidad, las nuevas energías, los trenes, las vías terciarias, las doble calzadas a las periferias abandonadas, la educación y la salud para todos, y muchas más.

Sin embargo, las necesidades de Colombia se pueden solucionar con una agenda de largo plazo donde lo social va de la mano con el cambio estructural de la economía, es decir, con una profundización de la política nacional de reindustrialización articulada con la de ciencia y tecnología, en un marco de sostenibilidad ambiental y de cambio energético, lo cual y más cimentará las condiciones hacia una paz determinada, que se debe volver a analizar en cuanto a enfoque, contenidos, diferencias y condiciones, mientras tanto, cumplir el acuerdo con las FARC.

El corazón del cambio económico integrado a las reformas sociales está en la reindustrialización, que es la nueva política industrial de Colombia, la cual incluye cambios en el desarrollo de las regiones para que la reforma a la descentralización tenga efectos de redistribución de los recursos públicos para un derrotero sostenido de transformaciones como procesos regionales de desarrollo endógeno. Las reformas sociales pueden colapsar en poco tiempo si la economía no es otra, donde lo que importa no es tanto la productividad laboral, sino la productividad total de los factores, que viene en descenso desde que llegó el neoliberalismo.

Mucho cuidado con un alza muy alta del salario mínimo, que jamás debe superar el 11%. Entendiendo razones políticas y electorales, puede ser un arma de doble filo, porque la economía colombiana no está estructurada para altos salarios porque su producción no es avanzada, por lo tanto, los ingresos son bajos. Podría ralentizar el crecimiento por problemas con las reformas sociales si quedan desvinculadas de la política nacional de reindustrialización. Con Petro, la reindustrialización arrancó a medias, no olviden que Mariana Mazzucato vino a Colombia, estuvo con él y con otros actores, y no supieron qué decirle ni qué proponerle. Mientras tanto, Brasil la llevó como asesora de la nueva política industrial.

Hay un rezago teórico y político en lo económico, porque el principio neoliberal de que todo se hace con el mercado y para el mercado, dejó tremendos huecos en el pensamiento económico de éste país, tanto, que se cuestionan las teorías de los recientes premios Nobel de Economía enmarcadas en la economía de la innovación.

La mejor política social puede terminar siendo la peor política social y económica. Nunca entendí como la reforma laboral no estaba relacionada con la política de reindustrialización, porque decían que era un derecho, es decir, que las condiciones laborales no tenían nada que ver con las condiciones de la producción. Igual puede ocurrir con las reformas a pensiones y salud. Mucho cuidado con esos viejos infantilismos de izquierda. Por eso los sindicatos alucinan con un alza desmedida del salario mínimo, y los empresarios se obstinan con un salario menor, porque saben que sus empresas no son ejemplo de innovación, de rendimientos crecientes y de procesos de investigación, desarrollo e innovación, y porque su margen de utilidad no está en negociación. Colombia tiene complejas distorsiones cognitivas.

Jaime Acosta Puertas

Foto tomada de: Mafecarrascalr en Tiktok

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