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Dos años de Petro: progresos y retrocesos

26 agosto, 2024 By Ricardo Garcia Duarte Leave a Comment

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Hacer el balance del gobierno Petro supone considerar dos planos. El de las transformaciones estructurales, puesto que se trata de una promesa de cambio social; esto es, todo aquello que entraña modificaciones sustanciales en el modelo de sociedad.

El otro plano es el de gestión gubernamental, análisis sobre un gobierno que solo aspira a implementar políticas públicas sin salirse del modelo vigente; los outputs con los que el subsistema político, diría David Easton, responde a las demandas y necesidades del sistema social.

En ese primer campo, el de los cambios estructurales, es evidente la ausencia de cualquier avance, susceptible de afectar los esquemas dominantes en el régimen de propiedad y en la función distributiva de los ingresos. Del mismo modo resalta la orfandad de mutaciones que pudiesen sacudir la distribución del poder y que permitiesen hacer duraderas formas alternativas en este orden político. Lo cual no es sorprendente por cuanto la coyuntura no corresponde a una situación revolucionaria, eventualidad esta en la que sobreviene una fluidez extraordinaria de acontecimientos, un efecto de precipitaciones incontenibles, a cuyo amparo emerge arrolladora una nueva élite, mientras la vieja se desintegra y abdica de su capacidad para sostener al antiguo régimen.

En el plano de la gestión gubernamental, por  el contrario, el “gobierno del cambio” ha mantenido las líneas que han caracterizado el curso de la economía, lo mismo que la composición del poder, en lo que concierne a la representación, al vínculo de los partidos con la ciudadanía y a las relaciones del ejecutivo con el legislativo, claves para la gobernabilidad; claro, descontando naturalmente lo que ha significado la llegada de una fuerza no-tradicional al gobierno, con sus discursos y simbologías, con sus nuevos imaginarios y ambiciones.

Las distintas variables en la gestión

En el proyecto mismo del presidente ha estado la voluntad de tomar decisiones que tengan incidencia en lo social, en la economía, en la agenda legislativa y en la paz.

Respecto de los indicadores que trazan la marcha de lo social -aquello que remite a la equidad- se ha conseguido una disminución de la pobreza absoluta y también una leve mejoría en el GINI o sea un retroceso de la desigualdad. Muy pequeño, pero efectivo al fin y al cabo, como lo señaló con alivio, el propio Gustavo Petro, en alguno de sus pronunciamientos. Durante algunos meses también el desempleo bajó, un proceso que sin embargo se ha detenido, lo cual prende todas las alarmas, pues como se sabe, el aumento en este indicador negativo hace crecer la pobreza.

En materia económica, la elevación del PIB ha sido precaria, aunque en el último trimestre del año en curso dio muestras de una recuperación sorprendente, con un 2,1%, algo que constituye una señal reconfortante, a la espera de una línea sostenida en el presente año y en el 2025; sobre todo, si la agricultura conserva su buen comportamiento.

Con todo, el gobierno ha carecido hasta ahora de un esfuerzo grande para impulsar la inversión productiva, particularmente en sectores intensivos en mano de obra, aunque un mensaje muy positivo se ha perfilado a última hora con el Pacto por el Crédito que logró el presidente Petro con los banqueros, para irrigar préstamos favorables por un monto de 55 billones de pesos dirigidos a la industria y a la manufactura, a la vivienda y a la agricultura, a la transición energética y al turismo.

En la línea de acción de la agenda legislativa, el gobierno tuvo reveses muy sonados, como el hundimiento de la reforma a la salud y como el obligado retiro de la reforma a la educación; claro que al mismo tiempo sacó adelante la reforma pensional y mientras tanto mantiene vivo el debate de la laboral; ambas pendientes, eso sí, de un incierto control por parte de la Corte Constitucional.

Por otra parte, en la siempre controversial búsqueda de la paz, en la que se enfrentan los que ponen el énfasis en el triunfo militar y los que prefieren la negociación,  Gustavo Petro se decantó por la persecución de un acuerdo que supere el conflicto armado, a partir de un cese bilateral del fuego, decretado desde el comienzo de las conversaciones, algo que asegura cierta distensión, pero más tarde debilita el proceso o lo vuelve tortuoso tal como ha sucedido, pues la concesión más grande la hace el gobierno, ya que es el actor más poderoso estratégicamente hablando. Se trata de una concesión especialmente importante del Estado, que en la orilla contraria no encuentra respuestas sensiblemente cooperativas que vayan a dar las guerrillas; sobre todo en casos como el del ELN, organización a la que no se le ha notado el interés de abandonar las armas en un horizonte mediato, tampoco de convertirse en partido político.

De ahí que el proceso haya caído de manera recurrente en períodos de congelamiento, siempre con el riesgo del recrudecimiento de la guerra. Y no solo con el ELN, sino con las disidencias de las antiguas FARC.

Altibajos, vaivenes, pero a la larga progresos lentos

Puesto aparte el terreno de las reformas estructurales, en donde la roturación ha sido escasa, la realidad es que en la gestión gubernamental -en esas decisiones eslabonadas que tejen la gobernabilidad- el desempeño ha sido ambivalente. Lo ha sido en el crecimiento económico y en la equidad social, igualmente en la agenda legislativa y en la exploración de la paz total; y no se hable ya de otros campos específicos como la política petrolera, en la que se da un paso adelante y tal vez dos atrás; y en las relaciones internacionales, con posturas muy interesantes, en materia de drogas, de temas de género o de medio ambiente con una gestión diplomática de alto nivel como es la celebración de la COP 16 para la  biodiversidad en Cali. Son unas relaciones internacionales que sin embargo han estado saturadas de ambigüedades que sofocan la coherencia propia de una alternativa que se reclame de izquierda; y que debe abanderar, sin ambages, la defensa de la democracia en todos los países, lo mismo que la soberanía y la autonomía de cada nación.

Con todo, si el gobierno de Gustavo Petro consigue un empujón en la inversión económica, aprovechando los descensos en la inflación y en las tasas de interés, no importa si los de estas últimas son dosificados, podría ayudar a un mejor comportamiento macroeconómico, plasmado en el PIB, mientras logra simultáneamente una disminución sostenida en la pobreza monetaria.

En donde no aparece un horizonte de mejoramiento en la vida pública es en el campo de la representación política y de la administración, universos todos ellos en los que no surgen ni siquiera destellos que hagan pensar en el abandono del clientelismo endémico y de la corrupción rampante.

Ricardo García Duarte

Foto tomada de: Radio Nacional

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