A propósito de este crecimiento del PIB es interesante reflexionar sobre las causalidades en economía, y sobre la forma como el Estado y las políticas gubernamentales inciden en el desarrollo económico. En su crítica a la intervención del Estado, en una época en la que eran evidentes los desastres a los que puede llevar el totalitarismo, Mises[1] y Hayek[2] consolidan sus ideas sobre el papel de la catalaxia en las decisiones humanas.
Hayek define así la catalaxia:
“… el término catalaxia lo usamos para describir el orden que resulta de la interacción de numerosos individuos en el mercado. La catalaxia viene del verbo griego katallattein (o katallassein) que quiere decir, no sólo “intercambiar”, sino también “admitir en comunidad”, y “cambiar de enemigo en amigo””[3]
La interacción de los individuos en el mercado lleva a resultados inesperados. Y estos procesos colectivos son posibles si se realiza el intercambio, y para ello se requiere que el enemigo pase a ser amigo.
La obra magistral de Mises, se escribe en un momento en el que Stalin está en su apogeo. El dictador muere en 1953 y La Acción Humana fue escrita en 1949. Por aquellos días, en Comprensión y Política, Hannah Arendt[4] recuerda que la obligación de los seres humanos es tratar de entender un fenómeno tan complejo como el totalitarismo. Y en este proceso, continúa Arendt, es necesario aceptar con dolor dos conclusiones. Primera, que a pesar de todos los esfuerzos, nunca entenderemos el totalitarismo. Y, segundo, siempre habrá nuevas modalidades de totalitarismo. Basta ver la acción conjunta de Israel-USA en el genocidio de Gaza.
Hayek, Mises y Arendt siempre se hicieron la pregunta por la posibilidad de una conducción mesiánica de la sociedad. Criticaron el historicismo determinista, comenzando por el de Marx, y no aceptaron las pretensiones de quienes se considera seres privilegiados que pueden escrudiñar el “bien de la patria” en palabras de Uribe, o la “orden del pueblo” en la voz de Petro. Las dinámicas endógenas de los procesos catalácticos llevan a resultados inesperados, que no puede predecir ninguna mente, por brillante que se crea.
Hayek le criticaba a Keynes su afán por prefigurar a través de las “convenciones” lo que podría ser bueno para la economía, y que evitaría una recesión. Junto con Keynes, Hayek creyó en la incertidumbre radical. Para ambos, frente al futuro es necesario aceptar, con humildad, que no sabemos. Con el fin de contrarrestar, de alguna manera, esta incertidumbre, Keynes recurre a diversas modalidades de intervención pública, expresadas bajo el nombre genérico de convenciones. Hayek, por su parte, deposita toda la confianza en la catalaxia. En su opinión, la pretensión discrecional de los gobiernos conlleva la semilla del totalitarismo.
En la dinámica endógena de las sociedades, expresada a través de la catalaxia, siempre es pertinente la pregunta por el papel del gobernante. Sin duda, en momentos claves aparecen líderes que movilizan la opinión en uno u otro sentido. Pero para Hayek el líder es posible gracias a las complejas acciones colectivas. El dictador es el resultado de dinámicas catalácticas que, como dice Arendt, finalmente son incomprensibles.
Se equivocan los gobernantes con ínfulas mesiánicas. Por ejemplo, a propósito del crecimiento de 4,33% del PIB en Colombia, la tentación simplista lleva a plantear relaciones de causalidad lineales, así que cuando los resultados son buenos el gobernante afirma que es gracias a sus decisiones. Si el balance no le conviene, busca explicaciones en otros, o en las circunstancias, que no lo comprometen.
Sin duda, la evolución de la economía colombiana contradice los augurios pesimistas de quienes consideraban que con Petro los negocios se irían a pique. Hubo quienes afirmaron, incluso, que el dólar superaría los $5 mil. De todas maneras, frente al modesto crecimiento del PIB no se puede olvidar que en el 2014, en términos monetarios, había 16,4 millones de personas pobres. En el 2024 la cifra se redujo a 16,2 millones. Claramente, la lucha contra la pobreza ha sido un fracaso. La disminución de 200 mil pobres en 10 años muestra muy bien la indolencia de la sociedad colombiana frente a la pobreza. En otras palabras, el cremento del PIB no logra modificar ni la pobreza, ni la desigualdad.
A pesar de las tensiones entre el presidente y el sector privado, las lógicas del mercado han seguido operando sin mayores tropiezos. No obstante estos logros mediocres, se ha desperdiciado una oportunidad excepcional para haber consolidado una agenda socialdemócrata. La asimetría entre el discurso presidencial contra los ricos, y la consolidación de la economía de mercado pone en evidencia la pertinencia de la catalaxia. No hay una relación directa entre las acciones gubernamentales y los procesos endógenos de la acción humana. Las decisiones que pretenden cambios discrecionales en el quehacer económico tienen efectos limitados. La catalaxia es la negación de cualquier posibilidad de mesianismo.
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[1] MISES Ludwig von., 1949. La Acción Humana. Tratado de Economía, 2 vol., Fundación Ignacio Villalonga, Valencia, 1960.
[2] HAYEK Friedrich von., 1944. Camino de Servidumbre, Unión Editorial, Madrid, 2006.
[3] HAYEK Friedrich von., 1976. Law, Legislation and Liberty. The Mirage of Social Justice, vol. 2, University of Chicago Press, Chicago, p. 106.
[4] ARENDT Hannah., 1953. “Comprensión y Política”, en ARENDT Hannah., 1995. De la Historia a la Acción, Paidós, Barcelona, pp. 29-46.
Jorge Iván González
Foto tomada de: MinHacienda en X
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